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Atisba mis ojos y siente como te desnudo esa putrefacta alma.~ ||Rol: On||
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GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
Vastardos del pensamiento olvidado, obras de la imaginación onírica concebida hace eones, más que un pueblo, un reino, es todo un mundo sobre las bases que cimentaron los poderes cósmicos infinitos. El mundo onírico tiene orígenes misteriosos, extraños, quizás accidentales y bastante desconocidos. Solo se entiende que sobre el teje y escribe el poder de la mente en sueños, como arquitecta magnífica e inigualable, como pequeños dioses que con su imaginación crean reinos etéreos.
Para acceder a esta existencia de ensueño, pero, real, normalmente se debe descender por los incontables peldaños que preceden a la altas tierras del sueño, ya que bajar más allá de momento es infactible por unas rusticas lápidas que obstrullen el resto de los centenares de escalones.
Descendidos muchos peldaños, apenas abrigados por la insípida oscuridad, un hálito de lumbra se avista a lo lejos, como si en un lateral de la escalinata se abriera un mítico recinto de dotes artísticos claramente religiosos pero muy ambiguos en su certera decantación. El confundido Génesis que desciende entre dicha oscuridad con su corazón aprisionado en inquietud, ve ello como una luz al final de ese extraño túnel de una dimensión atemporal y súper natural de la que ni siquiera su tatuaje esotérico de la A.S puede savarlo. La confusión sería previsible en su rostro de no ser por la escasa luminiscencia en el recinto al que se acerca junto al particular compañero samurái con el que por extrañas razones resultó ahí, juntos, confundidos y perdidos en un océano de misterios y realidades desconocidas hasta ahora por ellos.
Un sombra repunto en una esquina del aposento, su vos bastante normal y masculina da la bienvenida con austera cordialidad.

—Él los ha enviado hasta aquí, pero, si fuera ustedes, me devolvería por esos peldaños que acaban de descender. Se que en vuestros corazones hay inquietud, no deben avanzar más, si no quieren topar, quizás, una senda de desgracia. Aunque es seguro que el los buscará, porque en los planes de ellos está escrito para lo que ustedes servirán.

Ni corto ni perezoso delató aquella efigie aún desconocida. Mientras se fue revelando paulatinamente entre la penumbra, dejando bajo un abrigo o capa la realidad de su raza o naturaleza la cual resulta inútil sabes de momento.

—Génesis, Akiyama. Vuelvan por donde vinieron.

Repunto una segunda vos, un segundo monje del tiempo se visualiza paulatinamente acompañando al primero.

 
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GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
(...)

Fue ahí cuando de la oscuridad vuelven a caer a la penumbra, las piezas de meteoro que antes habían sido desaparecidas, pero, ahora con otra forma, modeladas por obra divina y solo pudiendo ser alteradas por tal poder, fueron transformadas en las más temibles armas. Unas armas capaz de destrozar incluso a dioses, y que aplicarían mortales como de cucarachas hablando. Frente a genesis cayó una hacha de guerra, con hoja doble, y de considerable tamaño. Y frente a akiyama, una espada tipo katana, con su debida funda. Son armas hechas del metal de Uriun. Y fueron ungidas con poder divino, el poder de aquel pentadimensional que mora más allá del tiempo, el espacio y toda realidad, la oscuridad, que todo lo consume hasta la inexistencia, e incluso el mismo espacio se rasga esporádicamente a su paso. El poder de ser prácticamente indestructibles, controlar la mente del débil para hacerlo su protector, y la cualidad de cambiar ante el espectador la mismísima realidad como de ilusiones hablando. Un poder allegado a las deidades que se les ha otorgado a criaturas paganas, y cuanto poder más se les revelara a través de estas bendiciones, mas, habrán de seguir al caos reptante hacia otro mundo, con leyes distintas. Si es que quieren más.

O eso dejo escrito sobre el aire en letras de caligrafía poco refinada, poco antes de ambos verse envueltos en un torbellino de luz que les llevó a perder la conciencia.
Al despertar, podrían verse en el peldaño superior de una escalera que desciende atraves de un espacio sombrío por quien sabe cuántos peldaños.

—Bienvenidos a las tierras del sueño, Azote de los dioses.

Concluyó aquella estridente esencia antes de desvanecerse en la nada. Solo hay un camino visible, ¿descender los extraños escalones hacia las sempiternas profundidades inexploradas?
GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
(...)

Con pasos llenos de duda, pero de una curiosidad aún más grande, se acercó a los fragmentos que habían descendido del cosmos, a esta distancia, aún a través de su estela grisácea de magia, lograba sentir una leve perturbación endémica de la "cosa que fuera eso" como si emitiera una imperceptible radiación que incluso a su actual aura logra burlar y hace sentir en la cabeza de Génesis indicios de manipulación mental que resiste gracias a su desarrollada tolerancia extrema a ese tipo de manipulación. Aún así, no puede evitar sacudir su cabeza, parpadear de seguido como si estuviera aturdido, esa fuerza manipuladora trata de hacerlo uno más de sus zombies defensores, y eso llama por consecuencia al otro ser que dentro del eterno habita, casi lo hace despertar, casi hace que aquel alma alocada aflore para proteger su recipiente de cualquier otra intrusión a la conciencia. Él sabe lo peligroso que sería eso, se apura, y con lentitud, todo un masoquista, extiende su mano, no sin antes haber retirado el guante, permitiendo tocar su piel con la frívola superficie de uno de los dos fragmentos del meteoro que allí hay. En ese momento toda tribulación en su mente se desvanece, deja de sentir esos forzados intentos de profanación a su conciencia, ese fragmento a su vez deja de brillar con luces opalecentes, se torna lobrego. Siente de una manera indescriptible una tranquilidad abrumadora. Entonces de repente vienen a su mente, por efímeros instantes unas imágenes de lo que parece ser el cosmos, galaxias, planetas, nebulosas, criaturas amorfas que se mimetizan entre la profundidad espacial y sus astros. Entidades colosales que de alguna forma se le dio a entender que son de un poder indescriptible, y una visión más aterradora aún, la de un ente titanico que se retuerce sobre si mismo, babea, jadea y duerme en algún espacio desconocido, su nombre es... es. Y cuando la visión iba a revelar el nombre de aquella mounstruosa criatura más allá de la imaginación más horrida, las visiones se interrumpen, ya que su cerebro interpreto tales revelaciones como una intrusión y no tardó en bloquear las dichas alteraciones neuronales como mecanismo natural de defensa. Ahí vuelve a la realidad, a la negra realidad en la que se encuentra. Mira a su lateral y la tenue penumbral le muestra a Akiyama. No sabía que decir.

De repente una vos sin forma razgo el plano. Es algo tan extraño, tan indescriptible, parece que la vos fuera concebida por chirreantes instrumentos musicales al unísono, y susurros profundos que llegan a los oídos reiteran cada entonación de aquella vos.

—Azatoth. Ese es su nombre. GÉNESIS.

los fragmentos metalicos frente a ambos fueron desvancedidos de su estancia, como si esa misma vos los reclamara.

—Han llegado hasta aquí, bastardos de la destrucción. Son aquí porque yo quiero que estén aquí. Porque ellos también quieren que estén aquí.
[/c]
—¿Quiénes son ellos? Exclamo génesis con un dueto de voces diabólicas que no muy lejos se quedan en rareza de la del desconocido anfitrión.

—Aquellos que miran desde la eternidad cósmica, ellos, nostros, quienes estamos desde el principio de los eones y hasta el fin de los tiempos, que miramos en la profunda lejanía, indiferentes y omnipotentes.

—¿Se auto proclaman dioses?

Exclamo Génesis con palpable ironía en sus tonos.

—Y tu te auto proclamas cazador?

Entonces respondió con una mueca de sonrisa.

—Akiyama, tu haz sido ungido con la gracia de nostros. En ti hay lagunas de vitae exterior, fuiste selecto por nuestro emisario, la Umbra Eterna, y te hemos seleccionado para nostros. Eres un bien divino, un mal necesario, eres hijo del poder exterior, eres el cazador de los dioses eternos y exteriores. En tus manos corre sangre, y en tus venas nuestro poder.
Seras nuestro emisario de muerte, "La muerte de cósmica"

Génesis, siempre haz sido el depravado depredador, tu esencia no es diferente a la de nostros, en cuanto a fines refiriéndonos, eres hijo de la masacre, hacedor de males, ahora, al igual que Akiyama, nuestra herramienta. Tu eres "El Caos Dimensional"

Ambos son, el azote de los dioses para defendernos de aquellas amenazas multi dimensionales que osan interponerse a nuestra gracia, que ya están, y las que vendrán.


—No somos herramienta de nadie.

Expusieron las existencias múltiples en el rubio, como un resabio declarado a imposiciones de otros.

—Siempre lo haz sido. Yo lo sé, siempre lo he sabido y todo lo sabre. Porque yo soy, Nyarlatotep, el caos reptante.


(...)
GenesisMagnusAeternum · 46-50, M

Anomalías entre la oscuridad jugarían con el entendimiento como distorsiones distopicas de la realidad. Él sólo tuvo que afrontar la consecuencia lógica del insondable claustro endemoniado que pareciera ir trasladandolo hacia otro espacio carente de tiempo, dirección y sentido. En instantes, la oscuridad les abrazó con tétrica ternura y entre ella no hubo más indicios del mundo Real, solo oscuridad, un mar abisal de oscuridad y silencio, tanto que el propio pálpito, el fluir de la sangre y todos los sonidos viscerales son audibles por el propio oído, al parecer aquella ensombrecida manifestación áurea no sólo opaca cualquier luz exterior, sino que también cualquier sonido introduciendo a los descarados viajeros en una nueva dimensión. De los efectos directos de esa aura no tubo que padecer genesis, afortunadamente, ya que la estela de "valirium" que discurre por toda su silueta se encarga de filtrar, ser el tamiz entre lo que nada más es aire puro y lo que no.

Algo lo hace ladear su cabeza, como si mirara hacia atrás hacia la nada que le persiguiera, ya se ubicó mejor, todo gracias a la película de energía que había dejado al interior de la montaña con el fin de descifrar que les perseguía. Sin duda fue inquietante dirimir la esencia que atravesaba su improvisado radar. No sé podría describir característica animal alguna, parecía más una amorfa aglomeración cronicamente burbujeante y viscosa de algo enorme y no propio de ese mundo, o quizás... Sí, una existencia arcana desconocida para toda mente hasta el son de hoy. ¿Les perseguía? Sin duda, de una manera acelerada y agresiva, pero gracias a las partículas de su mana que se impregnaron en la criatura, pudo entender que esta se detuvo no mucho antes del final de avismo, donde ya besa la luz y resguarda esta de toda alimaña descarnada de las sombras.

Entonces continuó su difusa procesión, sabía que seguía en este mundo por el contacto reciente de su mana con la criatura, y la ubicación de esta que le ayudó a encontrar un norte, sabía que aún iba en línea recta, profundizando en la oquedad ignota del lobrego ambiente. Su compañero poco agraciado ya se había perdido en la bruma, se supondría que esta más adelante.
Entonces caminó, con incertidumbre, pero, una inestable sensación de adrenalina, esa que siempre le surge cuando intuye peligro.

Tanto caminó, parecieran horas, días, entre tanta soledad, hasta la noción del tiempo se pierde, aunque solo hayan pasado minutos. Entonces, unas esporádicas manifestaciones opalecentes empezaron a ser plausibles entre tanta oscuridad, como revelaciones de algo que hay más allá, que a través de la oscuridad asecha, roe y mira. Y fue entonces que se descubrió un telón de penumbra al final de toda esa negrura, la suficiente penumbra como para distinguir la efigie del Anticuado samurái posada frente a lo que parece la zona principal de impacto del meteoro, allí, hay escombros, rocas, nieve derretida, y dos grandes trozos de algún material que vacila su matiz en tonalidades multicolores esporádicas y asombrosas. De alguna manera, parece esa ser la razón de las auroras intensas que se vieron al ingresar el meteorito a la tierra.

La curiosidad es mucha, el mundo exterior ni existe, el tiempo, el espacio, nada, solo la maravilla ante los luceros de quienes ven tal espectáculo espectral.

(...)
GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
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Profanas esencias corrompidas, quizás, su realidad agresiva los lleve a eso, o quizás, sea efecto directo de esa irrefutable manipulación mental que irradia el meteorito como un titiritero hacia criaturas débiles de mente con la potestad de hacerlos su agresiva guardia personal, tal como hace rato atrás fueron los militares, pues, no solo esa anómala y fantasmal presencia les asechaba a los competidores, hace un instante pareciera que grafnidos agresivos de las arcaicas aves marinas se acercan más hacia los susodichos, como una turba malévola de zombies que habrían detectado intrusos y dominados por el titiritero cósmico, se abalanzan sin vocación ni sentido, tan si quiera, orden o dirección contundente, hacia el par de osados aventureros justo cuando el gracioso samurái, aprovechando el paso al lado de una cavernosa pared, la utiliza para impulsarse y así adelantar al descuidado “Dragón de Fora” quien por su atrevida Azaña le recompensa con una mofa y nueva sonrisa.

—No es bueno dar la espalda a tus mayores.

No pensó en adelantar al alocado contrincante, en vez, decidió dejarlo por un instante ir a la delantera, y mientras él iba a la cola, de ese miasma que lleva condensado en si, expide una pequeña porción que se nota como una película de brilloso gris al quedar flotando como una cortina de energía corrupta, “Valirium” una porción que dejaría allí estratégicamente para descubrir la realidad de aquella incertidumbre malévola que los asecha en las sombras, pues, los alocados pingüinos son lo de menos.

Entonces, tras un rato de vertiginoso descenso una luz lechosa languidece al final del túnel, y claro, era el emerger hacia las afueras de aquel mundo sumergido en tinieblas, una salida bastante peligrosa pues era el sitio por donde hubiera salido el proyectil estelar, justo por esa cara de la montaña a una altitud abismal que quizás agarraría a ambos de sorpresa si en el momento justo no saltan haciendo gala de sobrenatural habilidad y así lograran caer en el corazón de aquel cuerpo níveo donde varias montañas rodean el valle profundo y allí, al más bajo pie de sublimes elevaciones eternas, en aquella prisión endemoniada, yace un inmenso cráter de más de 200 metros de diámetro que profundizo en las raíces montañosas.

Génesis por fortuna… o desgracia, fue capaz de sortear el salto repentino gracias a manifestaciones de energía bajo sus plantas que solidifico justo cuando ya se vio en el vacío, y que utilizo como bases para sortear con velocidad el precipicio insondable que separa la salida de la montaña de esa leve meseta eclética. Más, lo que observo al poder al fin llegar a la zona de impacto, fue de gran novedad, tal que desdibujo de su carismático semblante la sonrisa para dejar notar la incertidumbre. Entonces se quitó los lentes dejando ver esos soberbios ojos de escleróticas ennegrecidas en cuyo centro flotan iris doradas de centros alargados, los ojos de las vestías infernales que corrompen su humanidad haciéndolo su igual, eso orbes se absortan en aquello endémico del espacio. En el centro del cráter, una brumosa oscuridad que se hace más latente, espesa, cual humo que de alguna manera indescifrable absorbe toda luz descifrando un mundo de inmarcesible obscuridad a quien trata de ubicar su corazón oculto.

Él parsimonioso camino dando pasos constantes pero llenos de incertidumbre, algo instintivo le decía que tuviera cuidado con esa aura misteriosa que satura el centro del cráter. Ese es un momento en el que se debate en si seguir corriendo alocadamente en busca de ganar el premio dejando su ambicioso orgullo de lado, o detenerse conmovido y no acercarse más hacia lo que podría causar algún daño irreparable o quizás la muerte. Pero, haciendo caso omiso al decir “la curiosidad mato al gato” e incentivado por su egoísmo y de manera casi inconsciente, guiado por su curiosidad, pero protegido por su instinto, su efigie se fue revistiendo paulatinamente de esa misma película mágica gris que hace un momento atrás usaría en el silo cavernoso, esa estela de magia consensada que usaría para irse acercando con cautela prevenido, tal vez de una forma dramática, debido a sus experiencias, en contra de esa aura oscura y espectral al aislarse parcialmente con su poder.


Acto III: “El Renacimiento”


Aquel guerrero tuvo, sin duda, un “lapsus brutus” que le costó la existencia al ser alcanzado por la hoja que cortó el viento y de paso el cuerpo del Hitokiri. Segado fue nefastamente, dos mitades convulsionadas se separaron manando profusa y escandalosamente su vitae negro entre un chillido profano y estremecedor de dolor y terminaron cayendo pesadamente (tras sostenerse en el aire de forma dramática) sobre el suelo para luego fundirse llameantes con el vacío sin dejar rastro.

La batalla terminó y al frente del sobreviviente apareció el ente sombrío con un cáliz dorado muy ornamentado con zafiros y amatistas.

- Un espectáculo decente. – Dijo él, neutral, sin duda no estaba impresionado. Sin embargo, reconoce su potencial magistral. – Los dioses me trajeron a un mortal al cual le di muerte; por capricho y con mi poder te doy nueva vida, que esto no se te olvide, pues lo que doy puedo quitarlo y tu fervor por contrato, será ante mi ominosidad estelar y a nadie más. – Sus palabras eran imponentes, marciales y hacen retumbar todo el recinto, el sello de Lugalanna apareció nuevamente bajo los pies de Masao.

- Despierta de tu letargo siendo fiel por una eternidad, oh ser al que intitulo Carnifex, El verdugo de los Dioses del Cosmos; despierta y sírveme como una de las herramientas que imponga el equilibrio en esta tierra y en otros mundos corruptos.

Aquel sello desbordó su energía optando un color irónicamente blanco y puro que devoró al samurai devolviéndole a la realidad, apareciendo tirado en una inhóspita planicie entre el fango, boca arriba, despertado por el dolor provocado por el estigma que se forma como imprenta de un hierro hirviente etéreo sobre la carne de su pectoral izquierdo y dibuja el blasón indeleble de Umbra Eterna como recordatorio de su deuda morbida.
GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
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Aquellos "amañadores" abismos glaciales los remonta a una agitada carrera donde la lejanía junto con ausencia de luz enmarca en desconcierto los amplios senderos que se aproximan al camino que siguen y que pronto se complica.

De manera curiosa en algún momento del complejo descenso a lo lejos entre la penumbra formada por algún vago rayo infiltrado por alguna entrada lejana, Génesis logra reconocer una silueta anormal pero distinguida, parece la de un pingüino, pero, uno exageradamente enorme, no, dos, o; ¿quizás tres? Entonces, un ruido estridente llegó a sus oídos, normalmente se asociara al ave dicha, pero es más fuerte, más fastidioso, más novedoso, sin duda, entonces se puede entender que aquellos son una especie anómala, cuya realidad posiblemente los remonta a eones anteriores a la humanidad considerando su rareza y desconocido habitad prehistórico, o alguna evolución burlesca y tonta de la naturaleza.

No habría tenido el tiempo para parar ir a investigar dichas rarezas, el ego le impide perder, aunque estaba determinado a volver después, esa sonrisa pícara mientras mira a las difusas criaturas de reojo lo dice todo.

Sin duda más cómico resultaba ser las impertinencias del agraciado contendor, amenazas vacías, de las típicas que ya estaba acostumbrado a escuchar. No causaron más que un suspiro de mofa y altanería en respuesta. Quizás, estuvo pensando en responderle para burlarse una vez más de su lamentable sumisión cual ¡perra! a su amo, pero el afligido suelo disforme, al parecer, consumido por algún tenue afluente de aguas heladas se desmorona a sus pies, posiblemente a los akiyama también, acarreando un descenso vertiginoso y un poco desequilibrado que llevaria a ambos a un tipo de rampa liza, cual tobogán descendente. Génesis pareciera surfear en la superficie haciendo gracia de difícil equilibrio mientras se adentraba más en lo inhóspito de tan maravilloso paraje de misterios arcaicos cuya oquedad pareciera recordad el vacío cósmico.

En el descenso pasarían por unos puentes elevados al interior de la caverna, a la distancia hacían eco dos cosas, una, más estridentes gritos de aquellos pingüinos arcaicos y exóticos, como si algo los alterara de manera nerviosa, y lo que parecía distinguirse como unas cascadas de abundante agua que colman en algún fondo inundado, posiblemente; o un lago, un río, o una porción de mar oculta hasta el son de hoy. Importaría tarde. Esta ocupado sosteniendo el equilibrio para no precipitarse a aquel vacío insondable, perturbador sin duda para entes comunes, para él, simplemente una molestia a evitar para no atrasar la carrera hacia aquel cosmico premio esotérico desconocido para él egoísta rubio.


Mas, un punto más no puede pasar: Siendo ya hace un rato atrás, sus afilados sentidos y algo que va más ligado a la intuición súpernatural, le advierten de una extraña presencia, desconocida, amorfa, sutil, muy sutil, no tan aterradora pero si incomoda, que le pisa la espalda no solo a él, sino a su compañero de baile. Eso sin duda le inquieta, le hiela la espalda, e inconscientemente acelera su condensación constante de Valirium en busca de salvaguardarse más de lo desconocido, sus sentidos se alertan como si estuviera apunto de un combate llevando todo a flor de piel, y en este momento, solo por eso, evita quitar de sus espaldas al samurái traga esperma, podría ser un buen señuelo en caso de encontrar algo que lidiar, ese ente que sin duda los pasos les viene re haciendo, como un cazador a sus presas.
C1580994 · 100+, F
C1580994 thinks you are Charming.
SVEINN · 100+, M
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En el alba de un día incierto -días después de que la taumaturgia de un ser oscuro lo retara en su orgullo- el Dios de la rabia apareció sobre la cresta nevada de fujiyama. El rumor de un galopeo resonó en el cielo como si cayeran truenos, y la imagen de un caballo alado de seis patas se mostró en la refracción brillante del sol, entre sus brillantes y ardientes rayos dorados que fustigaron con tal fuerza al firmamento oriental, que abrieron las nubes en una corona que permitía una visión perfecta del astro gobernado por Freyr.

Himnos extraños se mezclaron en el viento; el himno de las valquirias, etéreas y distantes, que como ángeles guardianes, acompañaron en su manto invisible al héroe en su travesía.

—¡¿DÓNDE ESTÁS?!—rugió el jinete nórdico desde su posición, con sus ojos rojos inyectados de rabia asesina, barrió la grandeza del país samurái; buscando entre sus palacios la fuente putrefacta de magia cósmica. La espinosa lanza en su diestra acentuó la empresa combativa que lo afanaba, y hasta su corcel (Svartr-konungr), yacía inoculado con la inenarrable cólera que rodeaba el aura del semidiós, relinchando con una incandescencia que lo hacía expulsar vapor de sus orificios nasales a cada bufido.

—¡AHÍ ESTÁS!—finalmente lo vio, a través de las artes seiðr que atavían sus ojos. Un alcanzar purulento, colmado de una magia que le resultó inquietantemente familiar. Aun así, no se permitió titubear, fustigó con las riendas a la imponente criatura mágica que lo llevaba en sus lomos, y galopó hacia la fortaleza de su enemigo. Los cascos forjados de Svartr-konungr volvieron a estremecer los cielos. Los mortales solo escucharon truenos furiosos, pero no se veía ni un solo relampago alrededor, pero aquellos sensibles a la magia pudieron ver al firmamento cuartearse; casi como si fuera un cristal. Una herida que subsana sola a los pocos segundos, pero que le dio al trote del caballo una cualidad imponente, casi terrorífica.

No menos violento fue el momento en que tocó el piso. El rey-negro sacudió bajo sus pesuñas de uru todos los cimientos del castillo japonés, anunciando su llegada -si es que los gritos anteriores no lo hicieron antes-.

—Es inconfundible. La magia de este enemigo es noxius—y a su mente vino la imagen de un solo ser; Umbra Eterna. La confianza del dios cambió por una prudente cautela, pero la forma en que rechinó los dientes solo mostró que ahora estaba más furioso que antes. El arcángel y él no eran amigos, pero sí aliados de ocasión ¿Esto significaba que volverían a un viejo pasado en el que juraron matarse? —¡Sal de ahí Umbra! ¡Deja tus triquiñuelas y dame la cara!—su montura piafió, y relinchó, para luego dejar caer de nuevo sus cuatro patas delanteras, y darle una segunda sacudida a la fortaleza.



[code]Svartr-Konungr[/code]
GenesisMagnusAeternum · 46-50, M
Virtiendose a lo desconocido progreso la competencia más cómica que mortal. Envaucan las sendas removidas por el meteorito adentrándose en un paraje hasta ahora oculto pero que devela detellos de un ambiente arcaico, atemporal, se sabe por cómo las formaciones las rocas y sus capas traducen la antigüedad de algo ante los que saben. Quizás, un poco complicado se torna el descenso cuando sin fin de sendas se conectan al camino principal por el que ambos bajan. Pronto, las penumbras allanaron los cruces y lleno de asombro a los ojos demostrando aún en la brumas tenues ignotas cuevas en el corazón de la montaña. Tal pareciera que hubieran sido obra inteligente por su complejidad laberíntica clara gracias al los daños del meteoro y el como las expuso. Habíamos detalles en las paredes, no se notaban bien, pero parecían grabados aludiendo extrañas formas triangulares con tentáculos disformes y otras criaturas o plantas de geometría cilíndrica. Claramente su visión especial le permitía entre ver las figuras aún en tal situación, pero no agarrar los detalles.

—¿Un regalo de seres superiores hacia ti por tu devoción? ¿Te gusta el semen divino? ¿Te le arrodillas al padre cual monaguillo? ¿Les confiesas tus pecados?

Repuso a su contra maestre que buena gala de habilidad ya había demostrado previamente haciéndole saber que dispararle de forma convencional sería tiempo perdido.

—¿Que te hace pensar que eres digno de llevarte muestro preciado tesoro? Es nuestro, tu solo eres un entrometido ladrón cínico y arrodillado.

Obviamente repone con notable cinismo sarcástico. No puede faltar ese toque forzadamente irónico para evitar la charla seca y aburrida. Quizás, hasta su sonrisa burlesca y esa expresión sobrada denotan lo absurdo que busca ser.

Desgraciadamente el dialgo entre ambos, los distrae posiblemente de darse cuenta de las ocultas falsedades del terreno fraguadas por el daño cósmico. Sin saber, avecinandose a abismos y peligros al pisar que los pueden hacer desembocar en lobrega sendas de imposible salida.