100+, M
Atisba mis ojos y siente como te desnudo esa putrefacta alma.~ ||Rol: On||
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SVEINN · 100+, M
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En el alba de un día incierto -días después de que la taumaturgia de un ser oscuro lo retara en su orgullo- el Dios de la rabia apareció sobre la cresta nevada de fujiyama. El rumor de un galopeo resonó en el cielo como si cayeran truenos, y la imagen de un caballo alado de seis patas se mostró en la refracción brillante del sol, entre sus brillantes y ardientes rayos dorados que fustigaron con tal fuerza al firmamento oriental, que abrieron las nubes en una corona que permitía una visión perfecta del astro gobernado por Freyr.
Himnos extraños se mezclaron en el viento; el himno de las valquirias, etéreas y distantes, que como ángeles guardianes, acompañaron en su manto invisible al héroe en su travesía.
—¡¿DÓNDE ESTÁS?!—rugió el jinete nórdico desde su posición, con sus ojos rojos inyectados de rabia asesina, barrió la grandeza del país samurái; buscando entre sus palacios la fuente putrefacta de magia cósmica. La espinosa lanza en su diestra acentuó la empresa combativa que lo afanaba, y hasta su corcel (Svartr-konungr), yacía inoculado con la inenarrable cólera que rodeaba el aura del semidiós, relinchando con una incandescencia que lo hacía expulsar vapor de sus orificios nasales a cada bufido.
—¡AHÍ ESTÁS!—finalmente lo vio, a través de las artes seiðr que atavían sus ojos. Un alcanzar purulento, colmado de una magia que le resultó inquietantemente familiar. Aun así, no se permitió titubear, fustigó con las riendas a la imponente criatura mágica que lo llevaba en sus lomos, y galopó hacia la fortaleza de su enemigo. Los cascos forjados de Svartr-konungr volvieron a estremecer los cielos. Los mortales solo escucharon truenos furiosos, pero no se veía ni un solo relampago alrededor, pero aquellos sensibles a la magia pudieron ver al firmamento cuartearse; casi como si fuera un cristal. Una herida que subsana sola a los pocos segundos, pero que le dio al trote del caballo una cualidad imponente, casi terrorífica.
No menos violento fue el momento en que tocó el piso. El rey-negro sacudió bajo sus pesuñas de uru todos los cimientos del castillo japonés, anunciando su llegada -si es que los gritos anteriores no lo hicieron antes-.
—Es inconfundible. La magia de este enemigo es noxius—y a su mente vino la imagen de un solo ser; Umbra Eterna. La confianza del dios cambió por una prudente cautela, pero la forma en que rechinó los dientes solo mostró que ahora estaba más furioso que antes. El arcángel y él no eran amigos, pero sí aliados de ocasión ¿Esto significaba que volverían a un viejo pasado en el que juraron matarse? —¡Sal de ahí Umbra! ¡Deja tus triquiñuelas y dame la cara!—su montura piafió, y relinchó, para luego dejar caer de nuevo sus cuatro patas delanteras, y darle una segunda sacudida a la fortaleza.

[code]Svartr-Konungr[/code]