ʀᴘ ╱ ᴘɪʀᴀᴛᴇ ʜᴜɴᴛᴇʀ ╱ "sɪ ɴᴏ ᴘᴜᴇᴅᴏ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀ ᴇʟ sᴜᴇɴ̃ᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴄᴀᴘɪᴛᴀ́ɴ ᴍɪ ᴀᴍʙɪᴄɪᴏ́ɴ ᴇs ɪɴᴜ́ᴛɪʟ"
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DoroboNeko · 22-25, F
Quemaban, las manos del espadachín le quemaban la piel, no, en realidad la encendían, la calentaban y sin duda, la incitaban a desear más.
Disfrutó cada toque, demandó más en cada beso, por segundos el mundo se congeló en aquel lugar solo existían ellos dos, él y ella; y era todo lo que necesitaba la navegante.
Sus manos surcaban curiosas aquella lastimada espalda, lo acarició con suavidad y cuidado, no quería retirar sus manos de él, por el contrario, le cosquilleaban por el deseo de tocarlo más.
Un suave gemido escapó de sus labios ahogándose en el apasionado beso, pudo sentir las ásperas manos del espadachín apretar su piel bajo la tela del pantalón, y podía jurar que nunca antes había sentido algo tan erótico como aquello. Automáticamente sus uñas se deslizaron por la tostada piel de la espalda del peliverde dejando un enrojecimiento a su paso.
Se dejó llevar, lo besó, le lamió los labios, los mordió y dejó que su lengua jugueteara con la ajena, dentro de su boca y dentro de la boca del espadachín.
Pudo sentir lo liviana que era cuando el peliverde la cargó, su avellana mirada lo observaba apenada pero con un brillo claro.
— ¿Y quién te dijo que quiero que te detengas?
Tomó el rostro del espadachín entre sus manos y lo jaló hacia ella. Demandó un nuevo beso al dejarse caer sobre la camilla. Pudo sentir el roce de sus cuerpos obligándola a ahogar un nuevo sonido en los labios ajenos.
Sus manos viajaron a la nuca del varón y comenzaron a acariciar las cortas hebras para después bajar por el cuello hasta llegar a los anchos hombros del espadachín. Detuvo unos segundos el beso para susurrar contra los labios de su nakama.
— Tócame Zoro…
Las piernas de la navegante se entrelazaron detrás de la espalda del espadachín para acercarlo más hacia ella en una súplica silenciosa por continuar.
Disfrutó cada toque, demandó más en cada beso, por segundos el mundo se congeló en aquel lugar solo existían ellos dos, él y ella; y era todo lo que necesitaba la navegante.
Sus manos surcaban curiosas aquella lastimada espalda, lo acarició con suavidad y cuidado, no quería retirar sus manos de él, por el contrario, le cosquilleaban por el deseo de tocarlo más.
Un suave gemido escapó de sus labios ahogándose en el apasionado beso, pudo sentir las ásperas manos del espadachín apretar su piel bajo la tela del pantalón, y podía jurar que nunca antes había sentido algo tan erótico como aquello. Automáticamente sus uñas se deslizaron por la tostada piel de la espalda del peliverde dejando un enrojecimiento a su paso.
Se dejó llevar, lo besó, le lamió los labios, los mordió y dejó que su lengua jugueteara con la ajena, dentro de su boca y dentro de la boca del espadachín.
Pudo sentir lo liviana que era cuando el peliverde la cargó, su avellana mirada lo observaba apenada pero con un brillo claro.
— ¿Y quién te dijo que quiero que te detengas?
Tomó el rostro del espadachín entre sus manos y lo jaló hacia ella. Demandó un nuevo beso al dejarse caer sobre la camilla. Pudo sentir el roce de sus cuerpos obligándola a ahogar un nuevo sonido en los labios ajenos.
Sus manos viajaron a la nuca del varón y comenzaron a acariciar las cortas hebras para después bajar por el cuello hasta llegar a los anchos hombros del espadachín. Detuvo unos segundos el beso para susurrar contra los labios de su nakama.
— Tócame Zoro…
Las piernas de la navegante se entrelazaron detrás de la espalda del espadachín para acercarlo más hacia ella en una súplica silenciosa por continuar.
Tashigi · 26-30, F
No podía contener los sonidos de lascivos de su voz. La longitud viril en su interior empujaba a su crisis a cada embestida. Su sexo ardía, su sexo estaba muy húmedo y caliente y podía percibir el sonido de su cama de fierro golpear la pared y rechinar. Jadeaba, sudaba, su labio inferior dolía de tanto haberse mordido. Se acomodaba a su voluntad, abría las piernas tanto como él así lo deseaba dejando expuesta su intimidad completamente.
Le suplicaba que siguiera, que la tomara con ese descaro propio de él y entonces, en su descomunal crueldad, en su plan malevolo de hacerla sufrir, él se detuvo.
Tashigi lo miró, recuperando el aliento y decidió que no era justo. Se incorporó ayudándose de sus brazos y lo encaró, haciendo gala de su gatuna flexibilidad.
━Quiero que dejes de controlarte, quiero que nada te importe y poseas cada parte de mi cuerpo a tu voluntad... quiero que me tomes con fuerza y no me subestimes porque soy una mujer fuerte...-
Inquirió con esa dulce voz pero la expresión más decidida de su vida. Ya le estaba abriendo las piernas a un pirata, ya le había entregado su corazón y había sido correspondida, ya no tenía que ocultar el fuerte deseo que tenía por él.
Le suplicaba que siguiera, que la tomara con ese descaro propio de él y entonces, en su descomunal crueldad, en su plan malevolo de hacerla sufrir, él se detuvo.
Tashigi lo miró, recuperando el aliento y decidió que no era justo. Se incorporó ayudándose de sus brazos y lo encaró, haciendo gala de su gatuna flexibilidad.
━Quiero que dejes de controlarte, quiero que nada te importe y poseas cada parte de mi cuerpo a tu voluntad... quiero que me tomes con fuerza y no me subestimes porque soy una mujer fuerte...-
Inquirió con esa dulce voz pero la expresión más decidida de su vida. Ya le estaba abriendo las piernas a un pirata, ya le había entregado su corazón y había sido correspondida, ya no tenía que ocultar el fuerte deseo que tenía por él.
Perona · F
[code]Aquellos torpes movimientos sobre su prenda le despertaron una suave sonrisa, sus mejillas seguían sonrojadas, podía sentir el latir de su corazón golpeando contra su pecho cada vez más rápido en cuanto sintió las prendas a punto de caer.
Las aprisionó por inecia contra su pecho, dudaba en mostrar su desnudez, los nervios del momento estaban apoderandose de ella, pero al girar lentamente su mirada por sobre su hombro, todas sus dudas se disiparon. Se giró sobre sus pies para quedar nuevamente frente al espadachín y ahí, frente a su atenta mirada, soltó las prendas para mostrarse ante él. Desvió su mirada avergonzada, el carmín no solo adornaba sus mejillas, sus orejas, cuello y hasta hombros también.
Dio un paso hacia el frente y levantó nuevamente sus brazos hacia los hombros del espadachín, se alzó de puntillas y recargó su peso contra el cuerpo ajeno al rodearle el cuello y buscar una vez más rozar sus labios con los contrarios.
━ ¿Crees que... soy bonita?
Tal vez no era eso lo que realmente quería decir, o quizá si, pero no sabía de que otra forma romper aquel vergonzoso silencio que se había formado en el momento. Cerró una vez más los párpados y unió los labios en una suave pero apasionado beso una vez más. Quería sentirlo, necesitaba sentirlo, sus labios, sus manos, su sabor, su calor, todo a él.[/code]
Las aprisionó por inecia contra su pecho, dudaba en mostrar su desnudez, los nervios del momento estaban apoderandose de ella, pero al girar lentamente su mirada por sobre su hombro, todas sus dudas se disiparon. Se giró sobre sus pies para quedar nuevamente frente al espadachín y ahí, frente a su atenta mirada, soltó las prendas para mostrarse ante él. Desvió su mirada avergonzada, el carmín no solo adornaba sus mejillas, sus orejas, cuello y hasta hombros también.
Dio un paso hacia el frente y levantó nuevamente sus brazos hacia los hombros del espadachín, se alzó de puntillas y recargó su peso contra el cuerpo ajeno al rodearle el cuello y buscar una vez más rozar sus labios con los contrarios.
━ ¿Crees que... soy bonita?
Tal vez no era eso lo que realmente quería decir, o quizá si, pero no sabía de que otra forma romper aquel vergonzoso silencio que se había formado en el momento. Cerró una vez más los párpados y unió los labios en una suave pero apasionado beso una vez más. Quería sentirlo, necesitaba sentirlo, sus labios, sus manos, su sabor, su calor, todo a él.[/code]
DoroboNeko · 22-25, F
Se congeló, dejó de respirar. Una ola de calor se apoderó de su pecho, el carmín de sus mejillas se intensificó ante la caricia en su mejilla y fue el roce en su oreja lo que la obligó a soltar un suave suspiro.
Sus labios permanecieron semi-abiertos, con la mirada fija en la ajena, tímida, avergonzada. Quiso hablar, no pudo; sus labios temblaron, se abrieron intentando decir algo pero sin éxito alguno. Y es que, por primera vez veía a Zoro diferente, veía a un hombre apuesto, realmente varonil con una voz de ensueño; una voz que si, en otro contexto le hablara, la derretiría. Lo escuchó en el silencio obligado por sus nervios.
Las ásperas manos tomando su cintura la hicieron parpadear un par de veces, inconsciente, cuando la distancia se rompió entre ambos, la mirada de la navegante bajó a los labios ajenos, veía como se movían, soltando todas aquellas palabras que le dedicaba y sin poder evitarlo, la navegante se mordió el labio inferior, regresó la mirada, alzó esos ojos avellana que poseía y si, miraba por primera vez en su vida, solo lo miraba a él.
— Zoro...
Susurró dejando escapar el aire que los nervios le hacían contener, sus pasos siguieron los ajenos y, como si despertara de su trance, su mirada se giró a sus costados para ser consciente del lugar dónde se encontraban. Quiso hablar nuevamente, detener todo aquello, pero no por que así lo deseara, no, solo pensó en la posible repentina llegada de la tripulación.
Aquella idea se disipo cuando sus labios entraron en contacto con los del espadachín. Sus párpados se abrieron con clara sorpresa, el rubor volvió a intensificarse y, poco a poco, las cortinas de sus ojos cedieron y los cerró. Correspondió el beso, llevando sus brazos al cuello del peliverde para abrazarlo.
Su sabor era una mezcla entre sake y acero, cualquiera pensaría que era una pésima combinación, pero no la navegante, no, era un embriagante sabor que la incitaba a continuar, a desear más. El toque en su cintura la hizo estremecer y aferró más su abrazo y continuó degustando los labios del espadachín hasta que la falta de oxígeno la obligó a parar unos segundos.
Abrió sus párpados para encontrar la mirada ajena, se limitó a susurrar el nombre de su nakama y volvió a besarle, esta vez siendo ella quien demandara la atención de los ajenos labios.
Sus labios permanecieron semi-abiertos, con la mirada fija en la ajena, tímida, avergonzada. Quiso hablar, no pudo; sus labios temblaron, se abrieron intentando decir algo pero sin éxito alguno. Y es que, por primera vez veía a Zoro diferente, veía a un hombre apuesto, realmente varonil con una voz de ensueño; una voz que si, en otro contexto le hablara, la derretiría. Lo escuchó en el silencio obligado por sus nervios.
Las ásperas manos tomando su cintura la hicieron parpadear un par de veces, inconsciente, cuando la distancia se rompió entre ambos, la mirada de la navegante bajó a los labios ajenos, veía como se movían, soltando todas aquellas palabras que le dedicaba y sin poder evitarlo, la navegante se mordió el labio inferior, regresó la mirada, alzó esos ojos avellana que poseía y si, miraba por primera vez en su vida, solo lo miraba a él.
— Zoro...
Susurró dejando escapar el aire que los nervios le hacían contener, sus pasos siguieron los ajenos y, como si despertara de su trance, su mirada se giró a sus costados para ser consciente del lugar dónde se encontraban. Quiso hablar nuevamente, detener todo aquello, pero no por que así lo deseara, no, solo pensó en la posible repentina llegada de la tripulación.
Aquella idea se disipo cuando sus labios entraron en contacto con los del espadachín. Sus párpados se abrieron con clara sorpresa, el rubor volvió a intensificarse y, poco a poco, las cortinas de sus ojos cedieron y los cerró. Correspondió el beso, llevando sus brazos al cuello del peliverde para abrazarlo.
Su sabor era una mezcla entre sake y acero, cualquiera pensaría que era una pésima combinación, pero no la navegante, no, era un embriagante sabor que la incitaba a continuar, a desear más. El toque en su cintura la hizo estremecer y aferró más su abrazo y continuó degustando los labios del espadachín hasta que la falta de oxígeno la obligó a parar unos segundos.
Abrió sus párpados para encontrar la mirada ajena, se limitó a susurrar el nombre de su nakama y volvió a besarle, esta vez siendo ella quien demandara la atención de los ajenos labios.
DoroboNeko · 22-25, F
Las palabras de agradecimiento la tomaron por sorpresa obligándola a detenerse en su labor por unos segundos para finalmente soltar un suspiro en tono de una pequeña risa que escapó.
- No tienes nada que agradecer, después de todo...
"Te debo tanto". Guardo silencio y terminó la frase solo en su interior. Y era cierto, al menos a esos cuatro grandes idiotas Nami les tenía un gran cariño y agradecimiento eterno; no solo la habían salvado a ella y a su villa, sino que le regresaron la libertad y le brindaron una segunda oportunidad a su lado, sobre aquella embarcación con destino a infinitas aventuras y al logro de su sueño. La petición la hizo parpadear un par de veces, sorprendida un poco, creyó, por lo que había visto, que sus heridas de frente eran mínimas, pero al parecer se había equivocado.
- Claro, terminaré aquí y te atenderé, dame unos segundos.
Sus manos terminaron de untar aquel ungüento sobre la morena piel. Finalizó y limpió sus manos con una pequeña toalla. Bajó de la cama y acercó el pequeño banco frente al espadachín para sentarse en él y poder atenderle. Lo observó y analizó, realmente no parecían graves, pero no se negaría a ayudarlo, en realidad en aquel momento dudaba poder negarle algo.
Se mantuvo en ese cómodo silencio, un silencio cómplice, confortante. Limpió primero los rasguños con un algodón y pinzas para después pasar sus dedos, muy suavemente sobre estas, para analizarlas mejor.
- Por suerte no son tan graves, son solo unos rasguños.
Elevó la mirada para conectarla con la ajena, aquella que, desde que bajó de la camilla la había seguido en silencio; le sonrió inclinando un poco el rostro y volvió a su labor.
Esta ocasión por un segundo sintió como su respiración se detuvo, sus ojos ahora inspeccionaban conscientes aquel bien trabajado tronco abdominal. Sus músculos eran notorios, inconscientemente acarició la piel cercana a los rasguños antes de volver a untar, en menor cantidad, un poco de aquel ungüento medicinal.
- Gracias...
Susurró suave, sus labios marcaron una sutil sonrisa al mismo tiempo que, alejándose de las heridas nuevas, la yema de sus dedos se enfocaron en recorrer la larga cicatriz del pecho, recordó cómo pese a esa gran herida, le había hecho frente a la tropa de Arlog.
- Aunque sé que no confiabas en mí y aunque haya sido solo por órdenes de Luffy... Gracias.
Volvió a soltar aquella palabra, esta vez de forma más dulce, regresó su mirada hacia la ajena y al contacto, por alguna extraña razón sus mejillas se sonrojaron notablemente obligándola a bajar la mirada. Se sintió avergonzada al ser observada de aquella forma.
- B-bueno... creo que he terminado. ¿Te duele algo más?
- No tienes nada que agradecer, después de todo...
"Te debo tanto". Guardo silencio y terminó la frase solo en su interior. Y era cierto, al menos a esos cuatro grandes idiotas Nami les tenía un gran cariño y agradecimiento eterno; no solo la habían salvado a ella y a su villa, sino que le regresaron la libertad y le brindaron una segunda oportunidad a su lado, sobre aquella embarcación con destino a infinitas aventuras y al logro de su sueño. La petición la hizo parpadear un par de veces, sorprendida un poco, creyó, por lo que había visto, que sus heridas de frente eran mínimas, pero al parecer se había equivocado.
- Claro, terminaré aquí y te atenderé, dame unos segundos.
Sus manos terminaron de untar aquel ungüento sobre la morena piel. Finalizó y limpió sus manos con una pequeña toalla. Bajó de la cama y acercó el pequeño banco frente al espadachín para sentarse en él y poder atenderle. Lo observó y analizó, realmente no parecían graves, pero no se negaría a ayudarlo, en realidad en aquel momento dudaba poder negarle algo.
Se mantuvo en ese cómodo silencio, un silencio cómplice, confortante. Limpió primero los rasguños con un algodón y pinzas para después pasar sus dedos, muy suavemente sobre estas, para analizarlas mejor.
- Por suerte no son tan graves, son solo unos rasguños.
Elevó la mirada para conectarla con la ajena, aquella que, desde que bajó de la camilla la había seguido en silencio; le sonrió inclinando un poco el rostro y volvió a su labor.
Esta ocasión por un segundo sintió como su respiración se detuvo, sus ojos ahora inspeccionaban conscientes aquel bien trabajado tronco abdominal. Sus músculos eran notorios, inconscientemente acarició la piel cercana a los rasguños antes de volver a untar, en menor cantidad, un poco de aquel ungüento medicinal.
- Gracias...
Susurró suave, sus labios marcaron una sutil sonrisa al mismo tiempo que, alejándose de las heridas nuevas, la yema de sus dedos se enfocaron en recorrer la larga cicatriz del pecho, recordó cómo pese a esa gran herida, le había hecho frente a la tropa de Arlog.
- Aunque sé que no confiabas en mí y aunque haya sido solo por órdenes de Luffy... Gracias.
Volvió a soltar aquella palabra, esta vez de forma más dulce, regresó su mirada hacia la ajena y al contacto, por alguna extraña razón sus mejillas se sonrojaron notablemente obligándola a bajar la mirada. Se sintió avergonzada al ser observada de aquella forma.
- B-bueno... creo que he terminado. ¿Te duele algo más?
Tashigi · 26-30, F
Aquellos momentos de tranquilidad, de infinita intimidad, de miradas cruzadas, de palabras correspondidas, de amor y deseo le fueron mágicos y suficientes. Tashigi no podía apartar la mirada del hombre que amaba tanto. Se acomodó en la cama y poco a poco notó las intenciones del hombre. ¡No mintió! La tomaría una y otra vez hasta morir de tanto amor.
Estaba plena al ser correspondida con la misma intensidad, ser amada por él era el placer más grande que su alma pudiera tener.
Sonrió a sabiendas de cómo era Zoro, tan orgulloso y posesivo. Abrió sus piernas y le dejó entrada libre nuevamente a su jardín. Suspiró y le besó el hombro para después morderlo al ser penetrada.
—Soy tuya... eternamente tuya desde antes, ahora y para siempre... cada parte de mi cuerpo te pertenece a ti, cada paso que yo de será tuyo... y cada uno de mis alientos serán para ti... Soy y seré tuya como tu mio... siempre mio...- Los gemidos se escapaban entre las palabras donde su sumisión se consumaba, pero ¿que podia hacer ella con tanto amor? Lo adoraba a tal extremo. Tenerlo dentro no solo era un placer carnal, también alimentaba su vida y le daba luz a su caminar, por no decir que era una perversa disfrutando del sexo tan intenso que solo él podía darle. Comenzó a gemir con más fuerza y más entrega a medida que él aumentaba su velocidad. Su rostro era una oda a la lujuria y su voz no paraba de repetir el nombre de su hombre, de su amante, de su victimario. Sus manos navegaban su piel aceitosa por el sudor y su nariz se hundía en el deleite de la combinación de olores que emanaba de ambos.
Estaba plena al ser correspondida con la misma intensidad, ser amada por él era el placer más grande que su alma pudiera tener.
Sonrió a sabiendas de cómo era Zoro, tan orgulloso y posesivo. Abrió sus piernas y le dejó entrada libre nuevamente a su jardín. Suspiró y le besó el hombro para después morderlo al ser penetrada.
—Soy tuya... eternamente tuya desde antes, ahora y para siempre... cada parte de mi cuerpo te pertenece a ti, cada paso que yo de será tuyo... y cada uno de mis alientos serán para ti... Soy y seré tuya como tu mio... siempre mio...- Los gemidos se escapaban entre las palabras donde su sumisión se consumaba, pero ¿que podia hacer ella con tanto amor? Lo adoraba a tal extremo. Tenerlo dentro no solo era un placer carnal, también alimentaba su vida y le daba luz a su caminar, por no decir que era una perversa disfrutando del sexo tan intenso que solo él podía darle. Comenzó a gemir con más fuerza y más entrega a medida que él aumentaba su velocidad. Su rostro era una oda a la lujuria y su voz no paraba de repetir el nombre de su hombre, de su amante, de su victimario. Sus manos navegaban su piel aceitosa por el sudor y su nariz se hundía en el deleite de la combinación de olores que emanaba de ambos.
DoroboNeko · 22-25, F
Una vez dentro del consultorio cruzó la puerta que conectaba hacia la cocina para dirigirse el lavabo y lavarse sus manos antes de curarle. Cuando regresó, el espadachín ya estaba con el torso desnudo, buscó lo necesario entre los frascos y demás estantes. Volteó su rostro ante a pregunta del espadachín.
— Se ve mal, pero no creo que requieras puntos...
Reía un poco por aquellas palabras, sin duda, Zoro se había limitando, conocía bien la fuerza de su nakama y su gran orgullo, pero también conocía de su honor, así que sabía que les había dado su respectivo merecido.
Tomó alcohol, un par de bolas de algodón, unas pinzas metálicas y un ungüento que Chopper siempre usaba en ellos cuando se lastimaban.
— Descuida, no lo haré. Esta es tu pelea, lo entiendo.
Se limitó a decir y subió a la pequeña camilla para hincarse frente a la espalda del peliverde. Comenzó a limpiar primero las heridas para evitar alguna infección. Pasó una toalla mojada por las heridas de la espalda. Sus ojos se pasearon por la bien trabajada espalda del espadachín, de forma inconsciente, con la prenda húmeda, acarició más que limpiar, las heridas. Trago grueso y sacudió su cabeza. Un pequeño rubor llegó a sus mejillas y se riñó internamente por aquella acción. Tomó un poco de alcohol y lo colocó en el algodón para así pasarlo sobre las heridas menos graves primero.
— Te arderá un poco, esta bien? - Recargó una de sus manos en el hombro del espadachín y con el algodón palpo la herida. — Si quieres que me detenga dímelo.
Comenzó así a tratar una herida tras otra. Primero las más pequeñas, limpiándolas primero y después colocando un poco de alcohol a través del algodón para finalizar con el ungüento.
— Bien, trataré ahora la herida más profunda.
Antes de limpiarla acarició con la yema de sus dedos el contorno de esta. La piel morena no era suave, pero era agradable al tacto, sus músculos se marcaban claramente, tenía una espalda ancha, fuerte. Una espalda que en más de una ocasión la había llevado sobre ella o le había protegido.
En silencio limpió la herida quitando con las pequeñas pinzas los restos de madera que se habían encajado sobre la piel. Una vez retirada todas las astillas procedió con el algodón. Lo hizo con cuidado inició desde arriba de la herida bajando por la espalda, una vez que repasó con la humedad del algodón la rojiza herida, procedió a colocar el ungüento, lo hacía suave con la punta de sus dedos, como si acariciara la herida, quería tener el mayor cuidado posible para darle los primeros auxilios.
— Se ve mal, pero no creo que requieras puntos...
Reía un poco por aquellas palabras, sin duda, Zoro se había limitando, conocía bien la fuerza de su nakama y su gran orgullo, pero también conocía de su honor, así que sabía que les había dado su respectivo merecido.
Tomó alcohol, un par de bolas de algodón, unas pinzas metálicas y un ungüento que Chopper siempre usaba en ellos cuando se lastimaban.
— Descuida, no lo haré. Esta es tu pelea, lo entiendo.
Se limitó a decir y subió a la pequeña camilla para hincarse frente a la espalda del peliverde. Comenzó a limpiar primero las heridas para evitar alguna infección. Pasó una toalla mojada por las heridas de la espalda. Sus ojos se pasearon por la bien trabajada espalda del espadachín, de forma inconsciente, con la prenda húmeda, acarició más que limpiar, las heridas. Trago grueso y sacudió su cabeza. Un pequeño rubor llegó a sus mejillas y se riñó internamente por aquella acción. Tomó un poco de alcohol y lo colocó en el algodón para así pasarlo sobre las heridas menos graves primero.
— Te arderá un poco, esta bien? - Recargó una de sus manos en el hombro del espadachín y con el algodón palpo la herida. — Si quieres que me detenga dímelo.
Comenzó así a tratar una herida tras otra. Primero las más pequeñas, limpiándolas primero y después colocando un poco de alcohol a través del algodón para finalizar con el ungüento.
— Bien, trataré ahora la herida más profunda.
Antes de limpiarla acarició con la yema de sus dedos el contorno de esta. La piel morena no era suave, pero era agradable al tacto, sus músculos se marcaban claramente, tenía una espalda ancha, fuerte. Una espalda que en más de una ocasión la había llevado sobre ella o le había protegido.
En silencio limpió la herida quitando con las pequeñas pinzas los restos de madera que se habían encajado sobre la piel. Una vez retirada todas las astillas procedió con el algodón. Lo hizo con cuidado inició desde arriba de la herida bajando por la espalda, una vez que repasó con la humedad del algodón la rojiza herida, procedió a colocar el ungüento, lo hacía suave con la punta de sus dedos, como si acariciara la herida, quería tener el mayor cuidado posible para darle los primeros auxilios.
DoroboNeko · 22-25, F
Ante aquella explicación no pudo evitar soltar una pequeña risa divertida. Sus nakamas muchas veces solían actuar por su cuenta y, la mayoría de las veces, lo hacían por un motivo infantil. Y la "venganza" de la que hablaba el peliverde, eso fue lo que le pareció. Sin embargo, se limitó a negar suavemente y le miró para sonreírle.
- Te diría que eso es algo infantil, pero siendo tu no lo es. Es cuestión de orgullo ¿Cierto? Lo entiendo, así que me alegra que les hayas dado su merecido y que entiendan que con el Cazador de Piratas, el gran Roronoa Zoro nadie se mete.
Intentó animar el ambiente al enmarcar la afamada reputación que el espadachín tenía en los mares. Caminó con él hacia el Sunny, para su fortuna no estaban tan lejos del barco.
- ¿No son de los que toman venganza, cierto? Es decir, esos tipos... Recuerda que todos estamos en la isla, si desean vengarse habrá que avisarles a los otros.
Subió por las escaleras de cuerda del Sunny, sabía que el espadachín podría subir por su cuenta, así como a todas esas bolsas que lo había obligado a cargar. Como era costumbre Franky estaba vigilando el Sunny así que cuando los vio regresar se limitó a cuestionar.
- ¿Regresaron tan pronto? Eso no es nada suuuuper. -comentó con el característico acento.
- Solo haremos unas cosas y nos iremos, puedes seguir en lo tuyo, descuida.
Y con una señal Franky volvió a entrar al puesto de vigía.
- Vamos, te atenderé en el consultorio de Chopper.
La navegante no dudó ni un segundo en ordenarle, como era costumbre, al espadachín, así que sin más dirigió sus pasos a la pequeña habitación médica.
- Te diría que eso es algo infantil, pero siendo tu no lo es. Es cuestión de orgullo ¿Cierto? Lo entiendo, así que me alegra que les hayas dado su merecido y que entiendan que con el Cazador de Piratas, el gran Roronoa Zoro nadie se mete.
Intentó animar el ambiente al enmarcar la afamada reputación que el espadachín tenía en los mares. Caminó con él hacia el Sunny, para su fortuna no estaban tan lejos del barco.
- ¿No son de los que toman venganza, cierto? Es decir, esos tipos... Recuerda que todos estamos en la isla, si desean vengarse habrá que avisarles a los otros.
Subió por las escaleras de cuerda del Sunny, sabía que el espadachín podría subir por su cuenta, así como a todas esas bolsas que lo había obligado a cargar. Como era costumbre Franky estaba vigilando el Sunny así que cuando los vio regresar se limitó a cuestionar.
- ¿Regresaron tan pronto? Eso no es nada suuuuper. -comentó con el característico acento.
- Solo haremos unas cosas y nos iremos, puedes seguir en lo tuyo, descuida.
Y con una señal Franky volvió a entrar al puesto de vigía.
- Vamos, te atenderé en el consultorio de Chopper.
La navegante no dudó ni un segundo en ordenarle, como era costumbre, al espadachín, así que sin más dirigió sus pasos a la pequeña habitación médica.
Tashigi · 26-30, F
Sospechaba de lo que venía. Sospechaba que la crisis llegaría para ambos y su cuerpo le advertía de la intensidad con la que llegaría. Se tensaron sus músculos, las plantas de sus pies dolían contraídas, sus manos clavaban las uñas en la piel masculina y su rostro era el de una mujer disfrutando de sus más profundos deseos carnales. La fuerza con la que él le marcaba la piel era placenteramente dolorosa. ¡Cuanta energía tenía! Y, ella aguantaría tanto como él lo hiciera.
Vamos de nuevo. Una, dos, tres embestidas más y podía percibir el brote de la calidez en su orgasmo. El gemido que acompañó el orgasmo iba al ritmo de sus propios dedos estimulando su crisis, alentando su orgasmo para que llegara con más intensidad aún y así fue. El enorme chorro de pecado se encargó de bañar la dorada piel del hombre.
El cuerpo entero le temblaba mientras respondía esa larga sesión de besos apasionados, con el intercambio abundante de saliva y voces excitadas. El colchón era un desastre, el calor ya era sofocante y el olor a sexo la embriagaba. Cuanto había extrañado esa sensación de libertad, cuanto deseaba que no se separarán nunca más.
Terminó recostada a su lado, muy junta de él, empiernados, sin dejar de besarse aún, con ella recorriendo su mano por todo músculo que alcanzaba a tocar, acariciando su cuerpo que él tan amablemente le permitía poseer. No le soltaba, no dejaba que él se alejara ni para respirar, le abrazaba con total posesión, le quería dejar en claro lo enloquecida que estaba por él, le quería transmitir ese intenso deseo que tenía por él, que esa noche él podía hacer y deshacer con ella tanto como quisiera. Que podía someterla y venerarla, que podía dejar toda marca que él quisiera, que podía llenarle de su esencia tanto como le fuera posible. Y entre beso a beso, gemidos salían desde su garganta, recuperando el aliento lentamente en ese estado de relajación profunda.
Se alejó de él solo un poco para finalmente respirar y sonreír complacida por todo. Le miró acariciándole el rostro y besando su espíritu.
━Te amo. -
Vamos de nuevo. Una, dos, tres embestidas más y podía percibir el brote de la calidez en su orgasmo. El gemido que acompañó el orgasmo iba al ritmo de sus propios dedos estimulando su crisis, alentando su orgasmo para que llegara con más intensidad aún y así fue. El enorme chorro de pecado se encargó de bañar la dorada piel del hombre.
El cuerpo entero le temblaba mientras respondía esa larga sesión de besos apasionados, con el intercambio abundante de saliva y voces excitadas. El colchón era un desastre, el calor ya era sofocante y el olor a sexo la embriagaba. Cuanto había extrañado esa sensación de libertad, cuanto deseaba que no se separarán nunca más.
Terminó recostada a su lado, muy junta de él, empiernados, sin dejar de besarse aún, con ella recorriendo su mano por todo músculo que alcanzaba a tocar, acariciando su cuerpo que él tan amablemente le permitía poseer. No le soltaba, no dejaba que él se alejara ni para respirar, le abrazaba con total posesión, le quería dejar en claro lo enloquecida que estaba por él, le quería transmitir ese intenso deseo que tenía por él, que esa noche él podía hacer y deshacer con ella tanto como quisiera. Que podía someterla y venerarla, que podía dejar toda marca que él quisiera, que podía llenarle de su esencia tanto como le fuera posible. Y entre beso a beso, gemidos salían desde su garganta, recuperando el aliento lentamente en ese estado de relajación profunda.
Se alejó de él solo un poco para finalmente respirar y sonreír complacida por todo. Le miró acariciándole el rostro y besando su espíritu.
━Te amo. -
Perona · F
[code]¿Por qué él? ¿Por qué de todos tenía que ser él? Pensaba en el corto lapso de silencio tras su solicitud. Pero en cuanto la levantó lo supo. Aquellos brazos, aquellos fuertes brazos que en más de una noche de tormenta, aunque fuese a regañadientes, la sostuvieron para brindarle calma. Ese calor tan característico del espadachín, su aroma, su fuerza, su presencia tan varonil; su mirada, aunque limitada siempre firme y honesta.
Se embriagó de aquellos pensamientos mientras era llevada en brazos, tanto así que no se percató del camino, estaba tan inmersa en él, en lo que despertaba ese hombre, con tan poco tacto, en ella. La tranquilidad que le trasmitía, la seguridad que su sola presencia le daba y todo lo que despertaba.
La masculina voz la despertó de sus pensamientos, tocó el piso con los pies y al darse cuenta del lugar donde se encontraba, el rubor nuevamente invadió todo su rostro, subió sus manos temblorosas a los firmes pectorales y subió tímidamente su mirada.
- . . .
Sus labios se abrieron un poco para responder pero la vergüenza la sobrepaso haciéndola callar. Trago grueso, apretó sus puños contra la tela verde que vestía el espadachín y lo jaló hacia ella, se levantó de puntas para unir sus labios a lo de él, buscó iniciar nuevamente la unión de un beso, cerró sus párpados y degustó el embriagante sabor del peliverde. Las manos de la princesa fantasma se deslizaron hasta el cuello del varón para guiar sus brazos y rodearlo. Quería más, mucho más de él. [/code]
Se embriagó de aquellos pensamientos mientras era llevada en brazos, tanto así que no se percató del camino, estaba tan inmersa en él, en lo que despertaba ese hombre, con tan poco tacto, en ella. La tranquilidad que le trasmitía, la seguridad que su sola presencia le daba y todo lo que despertaba.
La masculina voz la despertó de sus pensamientos, tocó el piso con los pies y al darse cuenta del lugar donde se encontraba, el rubor nuevamente invadió todo su rostro, subió sus manos temblorosas a los firmes pectorales y subió tímidamente su mirada.
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Sus labios se abrieron un poco para responder pero la vergüenza la sobrepaso haciéndola callar. Trago grueso, apretó sus puños contra la tela verde que vestía el espadachín y lo jaló hacia ella, se levantó de puntas para unir sus labios a lo de él, buscó iniciar nuevamente la unión de un beso, cerró sus párpados y degustó el embriagante sabor del peliverde. Las manos de la princesa fantasma se deslizaron hasta el cuello del varón para guiar sus brazos y rodearlo. Quería más, mucho más de él. [/code]
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