ʀᴘ ╱ ᴘɪʀᴀᴛᴇ ʜᴜɴᴛᴇʀ ╱ "sɪ ɴᴏ ᴘᴜᴇᴅᴏ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀ ᴇʟ sᴜᴇɴ̃ᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴄᴀᴘɪᴛᴀ́ɴ ᴍɪ ᴀᴍʙɪᴄɪᴏ́ɴ ᴇs ɪɴᴜ́ᴛɪʟ"
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DoroboNeko · 22-25, F
Quemaban, las manos del espadachín le quemaban la piel, no, en realidad la encendían, la calentaban y sin duda, la incitaban a desear más.
Disfrutó cada toque, demandó más en cada beso, por segundos el mundo se congeló en aquel lugar solo existían ellos dos, él y ella; y era todo lo que necesitaba la navegante.
Sus manos surcaban curiosas aquella lastimada espalda, lo acarició con suavidad y cuidado, no quería retirar sus manos de él, por el contrario, le cosquilleaban por el deseo de tocarlo más.
Un suave gemido escapó de sus labios ahogándose en el apasionado beso, pudo sentir las ásperas manos del espadachín apretar su piel bajo la tela del pantalón, y podía jurar que nunca antes había sentido algo tan erótico como aquello. Automáticamente sus uñas se deslizaron por la tostada piel de la espalda del peliverde dejando un enrojecimiento a su paso.
Se dejó llevar, lo besó, le lamió los labios, los mordió y dejó que su lengua jugueteara con la ajena, dentro de su boca y dentro de la boca del espadachín.
Pudo sentir lo liviana que era cuando el peliverde la cargó, su avellana mirada lo observaba apenada pero con un brillo claro.
— ¿Y quién te dijo que quiero que te detengas?
Tomó el rostro del espadachín entre sus manos y lo jaló hacia ella. Demandó un nuevo beso al dejarse caer sobre la camilla. Pudo sentir el roce de sus cuerpos obligándola a ahogar un nuevo sonido en los labios ajenos.
Sus manos viajaron a la nuca del varón y comenzaron a acariciar las cortas hebras para después bajar por el cuello hasta llegar a los anchos hombros del espadachín. Detuvo unos segundos el beso para susurrar contra los labios de su nakama.
— Tócame Zoro…
Las piernas de la navegante se entrelazaron detrás de la espalda del espadachín para acercarlo más hacia ella en una súplica silenciosa por continuar.
Disfrutó cada toque, demandó más en cada beso, por segundos el mundo se congeló en aquel lugar solo existían ellos dos, él y ella; y era todo lo que necesitaba la navegante.
Sus manos surcaban curiosas aquella lastimada espalda, lo acarició con suavidad y cuidado, no quería retirar sus manos de él, por el contrario, le cosquilleaban por el deseo de tocarlo más.
Un suave gemido escapó de sus labios ahogándose en el apasionado beso, pudo sentir las ásperas manos del espadachín apretar su piel bajo la tela del pantalón, y podía jurar que nunca antes había sentido algo tan erótico como aquello. Automáticamente sus uñas se deslizaron por la tostada piel de la espalda del peliverde dejando un enrojecimiento a su paso.
Se dejó llevar, lo besó, le lamió los labios, los mordió y dejó que su lengua jugueteara con la ajena, dentro de su boca y dentro de la boca del espadachín.
Pudo sentir lo liviana que era cuando el peliverde la cargó, su avellana mirada lo observaba apenada pero con un brillo claro.
— ¿Y quién te dijo que quiero que te detengas?
Tomó el rostro del espadachín entre sus manos y lo jaló hacia ella. Demandó un nuevo beso al dejarse caer sobre la camilla. Pudo sentir el roce de sus cuerpos obligándola a ahogar un nuevo sonido en los labios ajenos.
Sus manos viajaron a la nuca del varón y comenzaron a acariciar las cortas hebras para después bajar por el cuello hasta llegar a los anchos hombros del espadachín. Detuvo unos segundos el beso para susurrar contra los labios de su nakama.
— Tócame Zoro…
Las piernas de la navegante se entrelazaron detrás de la espalda del espadachín para acercarlo más hacia ella en una súplica silenciosa por continuar.