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ʀᴘ ╱ ᴘɪʀᴀᴛᴇ ʜᴜɴᴛᴇʀ ╱ "sɪ ɴᴏ ᴘᴜᴇᴅᴏ ᴘʀᴏᴛᴇɢᴇʀ ᴇʟ sᴜᴇɴ̃ᴏ ᴅᴇ ᴍɪ ᴄᴀᴘɪᴛᴀ́ɴ ᴍɪ ᴀᴍʙɪᴄɪᴏ́ɴ ᴇs ɪɴᴜ́ᴛɪʟ"
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DoroboNeko · 22-25, F
Se congeló, dejó de respirar. Una ola de calor se apoderó de su pecho, el carmín de sus mejillas se intensificó ante la caricia en su mejilla y fue el roce en su oreja lo que la obligó a soltar un suave suspiro.

Sus labios permanecieron semi-abiertos, con la mirada fija en la ajena, tímida, avergonzada. Quiso hablar, no pudo; sus labios temblaron, se abrieron intentando decir algo pero sin éxito alguno. Y es que, por primera vez veía a Zoro diferente, veía a un hombre apuesto, realmente varonil con una voz de ensueño; una voz que si, en otro contexto le hablara, la derretiría. Lo escuchó en el silencio obligado por sus nervios.

Las ásperas manos tomando su cintura la hicieron parpadear un par de veces, inconsciente, cuando la distancia se rompió entre ambos, la mirada de la navegante bajó a los labios ajenos, veía como se movían, soltando todas aquellas palabras que le dedicaba y sin poder evitarlo, la navegante se mordió el labio inferior, regresó la mirada, alzó esos ojos avellana que poseía y si, miraba por primera vez en su vida, solo lo miraba a él.

— Zoro...

Susurró dejando escapar el aire que los nervios le hacían contener, sus pasos siguieron los ajenos y, como si despertara de su trance, su mirada se giró a sus costados para ser consciente del lugar dónde se encontraban. Quiso hablar nuevamente, detener todo aquello, pero no por que así lo deseara, no, solo pensó en la posible repentina llegada de la tripulación.

Aquella idea se disipo cuando sus labios entraron en contacto con los del espadachín. Sus párpados se abrieron con clara sorpresa, el rubor volvió a intensificarse y, poco a poco, las cortinas de sus ojos cedieron y los cerró. Correspondió el beso, llevando sus brazos al cuello del peliverde para abrazarlo.

Su sabor era una mezcla entre sake y acero, cualquiera pensaría que era una pésima combinación, pero no la navegante, no, era un embriagante sabor que la incitaba a continuar, a desear más. El toque en su cintura la hizo estremecer y aferró más su abrazo y continuó degustando los labios del espadachín hasta que la falta de oxígeno la obligó a parar unos segundos.

Abrió sus párpados para encontrar la mirada ajena, se limitó a susurrar el nombre de su nakama y volvió a besarle, esta vez siendo ella quien demandara la atención de los ajenos labios.
 
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