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SabrielWolrick · 31-35, F

Desde el primer momento en que lo vio le gustó, pero también lo odió. Él era presumido, egoísta y altanero. Se creía el dueño del mundo, de los demás, se creía lo máximo. Tal vez en ese momento lo era y tal vez le envidió su éxito. Pero ella sabía que, detrás de todo ese desagrado, él le atraería por siempre, con fuerza.
Frunció el ceño entre sueños. Su interior luchaba por alejar esos recuerdos. Ya no los reconocía como propios. Había algo malo en todos ellos. Sabriel se esforzaba por recordar el rostro de Salias entre la oscuridad del Reino de los Muertos; pensaba en el Gran Libro, en sus vidas pasadas; la versión de la chamana que enviaba hechizos y...

No te resistas, prometo que podemos afrontarlo juntos. Encuéntrame en el bosque a media noche y todo esto acabará. Todos vivirán —el hombre le tendió la mano, con los ojos azules refulgiendo en su mirada. La joven lo miró confundida, pero confiaba en él. Tomó su mano mientras él la absorbía en el vórtice de oscuridad, arrastrándola al abismo. Después... nada. Sólo una profunda oscuridad acompañada de la soledad.

[...]


Desde que había despertado tenía la sensación de que algo estaba mal. Su mente estaba plagada de recortes de periódicos y noticias que no terminaban de formar una visión congruente. Llevaba meses así. Cada vez que se esforzaba por recordar, el bloqueo mental surgía y se sumía en una intrigante oscuridad. Salias no la ayudaba mucho con su frustración. Él parecía empecinado en intentar averiguar quién era el hombre que aparecía en sus sueños y dudar de ella cada vez que la nigromante desviaba la conversación o le daba largas al asunto. Eso, un par de días después, comenzó a frustrarlo también, al punto de buscar entrenar con los Sequester en lugar de estudiar con ella o compartir el mismo espacio por más de una hora. A Sabriel aquello la tenía mal. Desde que entraron a la Asociación no habían pasado tiempo separados y le estaba provocando un choque emocional con el que no sabía lidiar. Dantalion ya se lo había hecho saber y, obviamente, se burlaba de ella cada que tenía oportunidad.

Por eso pensó que hechos desesperados requerían de medidas y acciones desesperadas.

Tomó los bocetos de dibujos que evocaban memorias, un libro sobre ritos de nigromantes y una libreta con distintas notas que había hecho en los últimos días; y se los llevó consigo en su pequeña travesía. Recorrió los pasillos de la Asociación hasta llegar a uno de los lugares más alejados del resto de sus habitantes, donde la gente decía que ocurrían cosas misteriosas y peligrosas: el estudio de Linden. La mayoría no se acercaba a ese sitio de la edificación, lo que encontraba extraño porque Sabriel creía que él era una de las personas más inteligentes que existían.

Normalmente tocaría la puerta, pero la hindú estaba desesperada. Empujó la madera con uno de los brazos libres, provocando que ésta golpease la pared contraria y produjese un ruido sordo. Miró dentro con curiosidad y aprensión, antes de entrar por completo en la habitación y mirar en todas direcciones, con las cosas aferradas a su pecho.

—¿Linden? —preguntó al aire. Lo sentía cerca, pero no lo veía. Dejó que el olor a muerte la guiase, aunque no habían rastros de espíritus o criaturas —por esa vez— en la habitación.—Necesito tu ayuda. Es importante y urgente.
TheaQueen1574163 thinks you are Mysterious.
SW-User
Diferente e insoportable, la rubia solía disfrutar de su tiempo balanceándose entre el mundo de las hadas y el mundo humano, pero ahora ya no quería hacerlo y menos por aquellos seres que le habían dado la espalda por mantener el linaje puro. Suspiró y se dispuso a continuar la jornada sin accidentes, no podía permitirse otro error.


Balaclava, un lugar seguro de reunión para los supernaturales. Lena atendía religiosamente, era su única distracción banal y aquello la hacía feliz. Ordenes y ordenes, se limitó a asentir, tomando otro sorbo a su vaso con agua, después otro más profundo, sintiendo como si pudiera beberse un río completo hasta dejarlo seco. Suspiró aliviada y fue una sensación tan eufórica que podría haber olvidado las circunstancias de su situación actual si no fuera por el grupo que estaba sentado frente a ella.

Fue un cambio de rutina bienvenido, recibir a aquellos seres cuando todo lo que había conocido eran los chupasangre o los lobos, pero Lena dudaba mucho que la reunión fuera realmente tan placentera como sugería la velada. El hada se acercó a la barra, sus ojos azules todavía se movían de un lado a otro. Curioso, que aún fuera del bosque todavía se sentía dentro de una jaula, sin importar lo cómoda que fuera, seguía siendo jaula.

En el bar no había ventanas de las que hablar, y muy pocos muebles, salvo varias mesas largas de madera con frascos de sangre de distintos tipos y un par de sillas. Una gran alfombra que cubría el centro de la habitación tenía más que suficientes manchas de sangre esparcidas por su superficie para sugerir que la habitación ciertamente había cumplido su propósito.

Medio sentada, medio inclinada hacia atrás en la barra, Magdalena volvió su atención al hombre con la misma expresión cautelosa que antes. Era extraño volver a estar en esa posición ¿debería meterse dentro de sus cabezas? pensó. Finalmente decidió hacerlo aunque fuera por un breve momento, no era estúpida tenía que saber qué querían. Néctar, por supuesto. La falta de malicia la sorprendió pero estaba ansiosa por conocer los movimientos de aquel ser, ¿qué palabras usaría? ¿querría sobornar para obtener lo que quería? todos eso podría ser de amateurs y él no tenía pinta de serlo.
Esta vez, usó el glamour para hablar, Lena no se molestó en mover la boca, sus rasgos permanecieron inmóviles mientras su voz incorpórea resonaba dentro de la cabeza del guardián.

— Dime, ¿qué rumores susurran los Seelie’s sobre mi?
JB1535635 · F
Jenna dejó que una sonrisa se abriera paso en su rostro. De esas que afloraban cuando relacionaban su presencia al peligro, lo incorregible e impredecible. Como si esa reputación la hiciera dar saltitos de felicidad. Lo cual no se alejaba mucho de la realidad. Dejó que la figura del guardián la cubriera, en esa confianza desmedida que le tenía y que se había cultivado desde el instante que la había liberado de ese psiquiátrico y de esas paredes heladas. Dejó que acunara su rostro entre sus manos con la inocencia de alguien que no estaba preparada para descubrir lo que gestos como aquellos podían guardar. Dejó toda su seguridad en sus manos para que Linden la llevara con él a un lugar que no había visto antes. Sintió sus dedos sumergirse en agua. Su cuerpo actuó por instinto cuando brazos y piernas se movieron para mantenerla a flote y cuando abrió los ojos, lista para no dejar escapar todo el aire que todavía quedaba en sus pulmones, comprobó una vez más que al lado del guardián de portales no tenía que temer. Después de todo, él había encontrado la manera para que respirara.

Debajo del agua.

Excelente servicio.

Jenna recopiló los movimientos del muchacho. Interpretó los gestos. Incluyendo aquellos que le decían que no fuera una perezosa del demonio y no nadara en dirección a las escaleras que, por razones desconocidas, al parecer no eran la opción más viable. Sus brazos al inicio se movieron con pesadez; sin embargo, con cada nueva brazada acostumbró a sus músculos los cuales cooperaron volviéndola más fluida hasta que el resplandor del exterior se abrió paso para ellos cuando emergieron del agua. Jenna dio una bocanada de aire, aliviada y asimilando lo que acababa de pasar. O tratando de, porque lo siguiente que observó la golpeó de la sorpresa, dejándola en puntitos suspensivos y labios ligeramente entreabiertos. Sus pies continuaban moviéndose en el agua y ella daba vueltas en su eje, tratando de registrar cuanto pudiera de ese lugar antes de que Emilia entrara a su cuarto y la despertara de ese bonito sueño. No podían culparla por pensar que eso se trataba de un sueño. Tenía toda la pinta de ser uno. Así que hasta que encontrara un estímulo lo suficientemente fuerte como para convencerla de lo contrario, Jenna creería eso.

Que todo eso era una muy elevada creación de su subconsciente.

Volteó en dirección a Linden y asintió con la cabeza, casi en modo automático, para subirse sobre uno de esos montoncitos de tierra que funcionaban como pequeñas islas flotantes. Cuando se acomodó, soltó una exhalación que pronto terminó combinándose con una carcajada de incredulidad. Jenna, la aficcionada a nuevas aventuras acababa de conseguir una y no encontraba las palabras correctas para expresarse. Seguro que la mueca en su rostro era todo un cuadro digno de admirar. Finalmente, inspiró con fuerza y cuando devolvió su atención al guardián de portales tenía una sonrisa pintada hasta en los ojos—. Me parece que me voy a quedar acá hasta que Zhar descubra la manera de alcanzarme —admitió la rulosa conforme se balanceaba en su islita y esta la mecía de una manera suave y juguetona.

Extendió una mano hacia los resplandores plateados, maravillándose por la manera en cómo bañaban su piel otorgándole un aspecto, entre todo el desastre que ella era por naturaleza, etéreo. Sin embargo, cuando regresó su vista al guardián de portales también reparó en algo que le resultaba nuevo: el esfuerzo. Se notaba en su respiración irregular, en la expectativa suspendida en su mirada, en todo su mensaje corporal que le indicaba una sola cosa: no era la única que estaba experimentando todo eso por primera vez. Solo ahí se le ocurrió que mientras que él la había llevado a diferentes reuniones en diversos puntos del mapa... jamás lo había hecho a otra dimensión. El recipiente de Samael se llevó las dos manos a la cabeza solo para hundir sus dedos en los rizos húmedos. Sueño o no, aún tenía derecho a sorprenderse y a gritar:— ¡ESTA ES TU PRIMERA VEZ! —nada como estrenar ese lugar con la fuerza de sus pulmones reunidas en esa exclamación de incredulidad y regocijo.

Seguro que había llamado la atención de más de una criatura si es que existían. Seguro que acababa de ganarse un bonito golpe en la cabeza por no saber cómo cerrar propiamente el pico.
SW-User
Pero que?-Apenas tuvo tiempo de reaccionar ante las palabras del extraño cuando fue arrastrada de nuevo hacia otro portal quejándose en el momento en que fueron expulsados hacia el otro lado mojando algo de su ropa y el olor a sal le hizo arrugar su nariz aún estaba aturdida por el viaje maldiciendo en latín a la persona que la había llevado hasta ese lugar, se levanto furiosa y dispuesta a golpear a quién se había atrevido a "secuestrarla", cuando pudo enfocar su vista lo primero que hizo fue lanzar un golpe al rostro ajeno-
VeraFarina · F
[med]Who you were and who you are now[/med]

[sep]

Vera podía saber cuando sus padres estaban en casa sin la necesidad de verlos cruzar la puerta, y no se trataba de un truco de magia o algún don nuevo que le permitiera sentir la presencia de los demás -al menos hasta donde ella sabía. No, lo único que requería para notarlo era su sentido del oído porque los gritos no permitían que nadie con un mínimo de capacidad auditiva pasara por alto la violenta conversación que compartían sus progenitores día sí y día también. Sus dedos temblorosos buscaron en la penumbra los audífonos que colgaban de la cabecera de su cama y con dificultad los conectó a un viejo reproductor de CDs que guardaba bajo la almohada; empero ni el volumen más alto, ni la canción más estruendosa, lograron que la fémina se aislara de lo que sucedía escaleras abajo.

—Paren… —murmuró instantes antes de meterse bajo las sábanas y colocarse la almohada en la cabeza, intentando así aprisionar los cascos con más vehemencia contra sus orejas. Verá odiaba las confrontaciones, ya fueran propias o ajenas, ya que eran una afronta directa a su estatus quo en el cual pasaba desapercibida -como un fantasma tras las cuatro paredes que conformaban su “burbuja”segura; fue por esos deseos de escapar y por la alteración de su pulso que a su alrededor se formó ese espacio blanquecino que siempre estaba dispuesto a acunarla en el vacío donde no habían voces, no había gente, no había nada.

Lo primero que sintió desaparecer fue la comodidad del colchón bajo su figura y después notó la ausencia de cobijas, sin embargo, la música siguió sonando en su cabeza y los cascos permanecían en su lugar. Paz, soledad… no hizo mayor esfuerzo por cambiar de posición o por abrir los ojos más de los segundos requeridos para confirmar sus alrededores y así, suspendida en un espacio infinito, comenzó a adormecerse. Gran error.
El golpe seco que se escuchó contra el suelo apenas y la despertó adolorida pero fue el segundo estruendo el que realmente la alertó. Torpe, torpe, torpe. ¿Cuántas veces habría de olvidar que al dormir su burbuja reventaría como si fuese pinchada? Estaba en el suelo de su habitación y una voz masculina proveniente del sitio del ruido anterior le hablaba.

“Te encontré”.

Vera hizo un esfuerzo por romper totalmente el trance que parecía querer jalarla de vuelta a la tierra de la inconsciencia y, al parecer, su instinto de supervivencia ayudó a ello pues abrió los ojos de golpe y se incorporó casi de un salto. Nuevamente la oscuridad le impedía ver con claridad por lo que dio un par de pasos atrás e intentó enfocar su vista en vano.

—¿Eres tú? —la idea cruzó por su mente de manera fugaz porque solamente existía alguien que podía pasar por los espacios de esa manera sin tocar puertas o, al menos, ella solamente lo había conocido de frente a él... Y a otro que de presentarse habría sido más estrafalario. El temor pasó a ser alegría y una sonrisilla se formó en sus labios, lo siguiente que anunció fue un nombre antiguo como ella, como él, como otros malditos y esperó respuesta a su silenciosa súplica de salvación.



La vista era una de las cosas que más le gustaban del balcón en su hogar temporal, pero la primera cosa que adoraba y que no podía dejar era la mecedora que Linden había puesto para ella ahí mismo. En ella podía sentirse acunada por un calor invisible de una persona que nunca existió y que la reconfortaba ante cada miedo o mal pensamiento existente, incluso en uno que creyó no le importaría jamás: la soledad. ¿Extrañaba entonces el exterior de su caja de cristal? No podría decirse a ciencia cierta; Vera nunca había sido de aquellas que añoraba la aventura y sentir los rayos de sol tocar su rostro pero, pese a ser una reencarnada, seguía siendo humana y debía admitir que tener la libertad de elegir o no elegir salir de allí había sido algo que subestimó por mucho tiempo; ahora que era una reclusa por su propio bien lo sabía. De todos modos, no era como si eso le importase mucho o fuese diferente a las paredes mentales que se había hecho para evitar ser dañada nuevamente.

Se abrazó a sí misma hasta que escuchó su nombre de la voz más conocida para ella en los últimos años: Linden al fin la visitaba nuevamente. Se levantó con torpesa y regresó al interior de su blanquecina habitación para confirmar la llegada del chico y buscarle inmediatamente el cuello, como si de un bebé koala se tratase al colgarse de un árbol o de otro de su misma especie. Había extrañado su presencia y lo demostró con susurros de agradecimiento directamente al oído contrario; sí, tal vez la persona cuyo calor era reflejado en la mecedora no existía, pero el de Linden era real y lograba aminorar sus miedos de una manera distinta.

—Gracias por venir —murmuró por enésima vez.
SW-User
Back to the 60s


-El impacto no fue nada comparado a lo que momentos atrás había pasado, el caer a ese callejón no fue lo peor de ese día si no el darse cuenta que primero estaba sola y segundo que estaba en otra época "¿Cinco que mierda hiciste ahora?" Intento comunicarse con su hermano pero no hubo respuesta alguna y así lo intento hacer con el resto de ellos y tal como había sucedido antes la respuesta fue nada maldijo por lo bajo y no tuvo más opción que salir de ese lugar y para empeorar la situación era una japonesa en tierras americanas usando ropa del futuro era claro que las personas la mirarán de forma extraña, resoplo cansada de ello entrando a una tienda y conseguir algo más de la época cosa que no fue fácil pero al final lo consiguió ahora un mes después de su llegada a aquellos años había comenzado a "hacer una vida" si eso le podía llamar al trabajar en un bar de mala muerte como cantante estaba a solo una cuadra del local cuando sintio una pequeña anomalía en el espacio-tiempo cosa que le dio esperanza pues en su ignorancia creía que se trataba de uno de sus hermanos.-
SabrielWolrick · 31-35, F
R/out: Han pasado 84 años...
[sep]
No resultaba difícil no moverse. Ambos mellizos eran expertos en mantenerse quietos por prolongados lapsos, difuminándose con las sombras mismas del averno. Ninguno de los dos se atrevió a mover un músculo, pero la advertencia no fue suficiente para no alimentar su curiosidad. Salias observaba al pequeño ángel —como lo había llamado— al mismo tiempo que apretaba la lanza entre sus cinco dedos diestros. Sabriel, impactada no sólo por su apariencia impoluta, sino también por sus actitudes, sostenía el libro contra su pecho, abrazándolo. Los nigromantes, sin embargo, desentonaban por completo en el espacio blanco. No sólo por las ropas oscuras que utilizaban, también por su color de piel y su representación. De cierto modo, Vera Farina le daba significado al blanco; los mellizos representaban la oscuridad completa. La ausencia de todo.

Salias levantó las cejas. No estaba impresionado ni sorprendido. Sus facciones rígidas se detuvieron en las de la muchacha. Cualquier reencarnado podía percibir el aroma de los dominios si habían pasado más del tiempo debido en éstos. Él, acostumbrado al cuarto, mantenía su olor de forma penetrante casi todo el tiempo. Tampoco le impresionó que pudiese leer a su hermana con tanta facilidad. El aspecto de nerd que le confería su afiance al Libro la delataban. Lo que provocó que levantara las cejas y se fijara con mayor atención en ella, fue el comentario final. "Afortunados. El séptimo dominio es el peor de todos". No fue una nota al azar, ni algo que se replicara de los libros. Fue un recuerdo. Una memoria. Le dirigió una mirada breve a su hermana, quien no apartó la vista de Vera hasta que ésta se alejó, sin deseos de soltar el libro.

No puedo. —Susurró Sabriel cuando Linden le tendió la mano. Había dicho que confiaba en él, pero no lo hacía en la chica. Salias sólo siguió el intercambio de palabras y miradas entre ambos; aún receloso de la presencia del guardián. —No puedo hacerlo sin el sello. —Salias apoyó su mano sobre su hombro en una especie de apoyo y reconforte. Entonces, se le ocurrió una idea más. —Pero, si no se lo pongo a ella... podría colocarte el sello a ti. Eres importante para ella. Si algo te sucede y ella hace algo indebido, el sello se activará.

Salias apretó aún más su mano contra el hombro de la nigromante. Era un gesto silencioso de apoyo y de estar de acuerdo con su decisión.

El sello estará ligado a la séptima puerta...

Lo que significa que, si usa el Libro o éste sale de la dimensión...

Tendrás un viaje gratis a Orgullo.
JB1535635 · F
↷ 𝐟𝐢𝐯𝐞 𝐲𝐞𝐚𝐫𝐬 𝐚𝐠𝐨

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Cuando la suavidad se colaba entre sus dedos, sabía dónde estaba.

A veces despertaba entre llamas. Otras veces con la mejilla apoyada en una dura y helada superficie. Las peores eran cuando despertaba con un incesante dolor en el pecho. Pero, ¿apretar las sábanas y registrar suavidad? Eso era bueno. Era un alivio, porque era la prueba que ninguna identidad pasada había decidido colarse entre sus sueños haciéndola revivir una vez más desconocidas sensaciones que cobraban sentido cuando cubrían todas sus terminaciones nerviosas. Como si estuvieran dormidas, ahí, en el fondo de su cabeza. Como el constante recordatorio que nunca estaría sola: ella sería el recipiente de diferentes vidas. Lo preocupante era adivinar hasta dónde llegaba su capacidad. Si es que tenía una.

Jenna sonrió. Ojalá que tuviera una y así ese círculo vicioso encontrara su fin algún día. Sí, algún día.

¿Ni siquiera unas felicitaciones? —preguntó con una voz adormilada. Todo eso podría ser un sueño y ella continuaría pidiendo reconocimiento a que Linden la hubiera atrapado en su cama. No inconsciente en algún rincón del mapa, no. ¡Claro que no! En su cama. Jenna no se había perdido ese día con su portal, no había saltado de lugar a lugar buscando aventuras y todo porque Adam había decidido llevar tanto a Caín como Abel a una exposición que si bien habría podido calar el aburrimiento hasta los huesos de Bane... al lado del Sequester las cosas cambiaban inmensamente. Era como si él pudiera leer lo que ella pensara y actuar. Lo cual era exactamente lo que él hacía y por eso toda esa salida había sido entretenida. Nunca había pierde con el telépata.

Las felicitaciones o el reconocimiento pasaron a segundo plano cuando Linden continuó hablando. Jenna era débil. Horrorosamente débil. Para alguien que había visto tantas cosas por toda una eternidad cuando se le presentaba la oportunidad de experimentar algo nuevo, ella aceptaba. La reencarnada estaba dispuesta a ofrecer un pedazo de su alma por algo así. Total, esta no valía mucho, así que mientras recibiera algo a cambio, ella más que satisfecha. Era un alivio que, por lo general, todas esas tentativas llegaran de personas que la hicieran sentir a salvo. Más pedacitos de su alma en su lugar, menos riesgos—. Si yo ya estoy lista —afirmó la que estaba en apenas una camiseta demasiado grande y funcional como ropa de dormir. Quizás no estaba tan lista—, bueno no, dame dos segundos.

Fue cuestión de ponerse unos vaqueros, acomodar la camiseta y calzarse unas deportivas. Las manos le picaban de curiosidad, así que no fue sorpresa cuando se abalanzó hacia el guardián y se sujetó con fuerza, lista para el portal y para donde sea que fueran. Uno pensaría que vivir por una eternidad había colmado de paciencia a Bane; sin embargo, esto solo había causado el efecto contrario en ella, porque la reencarnada vivía cada momento como si se tratara del último. La ilusión más bonita de todas. La que cualquier reencarnado deseara que no estuviera tan cerca de los platónicos—. ¿Qué pasa? ¿Te estás arrepintiendo? Solo dime dónde y yo nos llevo —picó la eterna, completamente dispuesta a utilizar su propio portal con tal de que esa espera finalizara de una vez por todas. Impaciente. Incorregible.
De medida en medida el Schneider iría perdiendo la gracia de su expresión para reposar en una más serena, más seria. No mostraba alguna emoción, tan solo manifestaría la expectación ante el Reencarnado. La réplica a su comentario no lo incomodo, a pesar de haberlo recibido con palabras cargadas de perspicacia el Schneider sabía que aquel comentario no tenía ni una pizca de relación con lo que Zhar y él tenían. Pero tampoco se lo comentaría. Aquel chico había entrado en su juego y no le quedaba de otra que quedarse y mover sus piezas ¿No era eso lo que hacía siempre? Absolutamente.

Tal como lo había deducido, la chica le importaba mucho. Se podría decir que demasiado, la expresión y el tono en que hablaba sobre Vera lo delataban. El Schneider quería reír, soltar una larga carcajada bufona, pero si bien pudiese verse tan cruel y desmedido tenía sus límites para con los extraños, además estaba esa extraña sensación de que en algún momento lo conoció. Aun había terreno que descubrir.

─No eres la única persona, aparentemente.
Agregó con evidencia.
─Sabrá ella porque no lo habrá mencionado. Tal vez…
Exhaló.
─Guarde muchas cosas para sí. En su mundo.
Dijo lo último con un tono de misticismo.

Royce era un muchacho alto, esbelto. Su juventud era más que notoria, tenía unas facciones perfiladas que en otros tiempos o en otro escenario pudiesen haberle dado cierta popularidad. Su altura era extraordinariamente anormal. Quizás si hubiese tenido la oportunidad de entrar en algún equipo de baloncesto hubiese este sido la estrella. Pero, había algo extraño en su forma de hablar, de mover los ojos. Sus ademanes eran de una persona con astucia y pericia, de esas que quizás llevan en su mente toda una enciclopedia de conocimiento. De pronto el Schneider reventó en risotadas, tan repentinas, y en oleadas. No pudo aguantar más. Aquel comentario del muchacho le causó una gracia tan increíble que se recostaría en la pared y en un subir y bajar de su superficie gesticularía aquellas carcajadas en aquel estrecho callejón.

─¡¿Lou interesado en Vera?!
Volvió a carcajear cubriéndose el rostro mientras trataba de ahogar sus risotadas descaradas.
─¡Supongo que si lo tendría que estar!
Continuó riendo.

Royce reía en burla, reía porque no podría creer lo mucho que aquel caballero quería a Vera, reía porque le parecía estúpido el que se profesaran esa devoción en aquellos momentos. Reía porque no entendía esa emoción tan irracional de la que aquel par Vivian. Y también reía porque sabía las intenciones del muchacho. Se iría calmando lentamente, mientras se limpiaba de sus parpados algunas lagrimillas que se le habían escapado hasta el punto de inhalar profundo.

Típico en él su rostro perdió de nuevo la gracia, la risa, el gesto animado y alegre que por un momento su rostro fue víctima. Su mirada ahora se afiló, se clavó intensamente en el rostro del Reencarnado para callar por unos segundos. Royce se había enterado de la desdichada vida de Vera cuando vivía con sus padres, sabía la desgracia por la que había tenido que vivir. Pero también sabía el don que poseía esta, antes de Linden el Schneider había hablado con sus padres para que le ingresaran en su “Centro de Rehabilitación”, por supuesto que aquello no sería más que una pantomima del mismo Royce que se aprovecharía de aquello para finalmente llevársela consigo. Pero el Destino lo había cambiado todo, aunque sus planes seguían exactamente iguales.

─¿Por qué usaría un portal sí Vera puede viajar a donde quiera y como quiera?
Replicó tan sereno que su apelación fue convincente. Por supuesto mentía.
─Vera es siempre quien toma la iniciativa, curioso que tú no lo sepas.
Mintió. Movió sus hombros.

Se tocó un bolsillo y sacando una pequeña caja extrajo un cigarrillo y lo encendió. Le ofrecería la caja al muchacho esperando que tomase uno y esperando que tanto reaccionaba a sus provocaciones.

─A veces algunas cosas se ocultan por una buena razón.
Añadió inhalando el cigarrillo mientras le contemplaba entre sus dedos como si estuviese leyendo el futuro en sus cenizas.