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RoyceShneider · M
De medida en medida el Schneider iría perdiendo la gracia de su expresión para reposar en una más serena, más seria. No mostraba alguna emoción, tan solo manifestaría la expectación ante el Reencarnado. La réplica a su comentario no lo incomodo, a pesar de haberlo recibido con palabras cargadas de perspicacia el Schneider sabía que aquel comentario no tenía ni una pizca de relación con lo que Zhar y él tenían. Pero tampoco se lo comentaría. Aquel chico había entrado en su juego y no le quedaba de otra que quedarse y mover sus piezas ¿No era eso lo que hacía siempre? Absolutamente.
Tal como lo había deducido, la chica le importaba mucho. Se podría decir que demasiado, la expresión y el tono en que hablaba sobre Vera lo delataban. El Schneider quería reír, soltar una larga carcajada bufona, pero si bien pudiese verse tan cruel y desmedido tenía sus límites para con los extraños, además estaba esa extraña sensación de que en algún momento lo conoció. Aun había terreno que descubrir.
─No eres la única persona, aparentemente.
Agregó con evidencia.
─Sabrá ella porque no lo habrá mencionado. Tal vez…
Exhaló.
─Guarde muchas cosas para sí. En su mundo.
Dijo lo último con un tono de misticismo.
Royce era un muchacho alto, esbelto. Su juventud era más que notoria, tenía unas facciones perfiladas que en otros tiempos o en otro escenario pudiesen haberle dado cierta popularidad. Su altura era extraordinariamente anormal. Quizás si hubiese tenido la oportunidad de entrar en algún equipo de baloncesto hubiese este sido la estrella. Pero, había algo extraño en su forma de hablar, de mover los ojos. Sus ademanes eran de una persona con astucia y pericia, de esas que quizás llevan en su mente toda una enciclopedia de conocimiento. De pronto el Schneider reventó en risotadas, tan repentinas, y en oleadas. No pudo aguantar más. Aquel comentario del muchacho le causó una gracia tan increíble que se recostaría en la pared y en un subir y bajar de su superficie gesticularía aquellas carcajadas en aquel estrecho callejón.
─¡¿Lou interesado en Vera?!
Volvió a carcajear cubriéndose el rostro mientras trataba de ahogar sus risotadas descaradas.
─¡Supongo que si lo tendría que estar!
Continuó riendo.
Royce reía en burla, reía porque no podría creer lo mucho que aquel caballero quería a Vera, reía porque le parecía estúpido el que se profesaran esa devoción en aquellos momentos. Reía porque no entendía esa emoción tan irracional de la que aquel par Vivian. Y también reía porque sabía las intenciones del muchacho. Se iría calmando lentamente, mientras se limpiaba de sus parpados algunas lagrimillas que se le habían escapado hasta el punto de inhalar profundo.
Típico en él su rostro perdió de nuevo la gracia, la risa, el gesto animado y alegre que por un momento su rostro fue víctima. Su mirada ahora se afiló, se clavó intensamente en el rostro del Reencarnado para callar por unos segundos. Royce se había enterado de la desdichada vida de Vera cuando vivía con sus padres, sabía la desgracia por la que había tenido que vivir. Pero también sabía el don que poseía esta, antes de Linden el Schneider había hablado con sus padres para que le ingresaran en su “Centro de Rehabilitación”, por supuesto que aquello no sería más que una pantomima del mismo Royce que se aprovecharía de aquello para finalmente llevársela consigo. Pero el Destino lo había cambiado todo, aunque sus planes seguían exactamente iguales.
─¿Por qué usaría un portal sí Vera puede viajar a donde quiera y como quiera?
Replicó tan sereno que su apelación fue convincente. Por supuesto mentía.
─Vera es siempre quien toma la iniciativa, curioso que tú no lo sepas.
Mintió. Movió sus hombros.
Se tocó un bolsillo y sacando una pequeña caja extrajo un cigarrillo y lo encendió. Le ofrecería la caja al muchacho esperando que tomase uno y esperando que tanto reaccionaba a sus provocaciones.
─A veces algunas cosas se ocultan por una buena razón.
Añadió inhalando el cigarrillo mientras le contemplaba entre sus dedos como si estuviese leyendo el futuro en sus cenizas.
Tal como lo había deducido, la chica le importaba mucho. Se podría decir que demasiado, la expresión y el tono en que hablaba sobre Vera lo delataban. El Schneider quería reír, soltar una larga carcajada bufona, pero si bien pudiese verse tan cruel y desmedido tenía sus límites para con los extraños, además estaba esa extraña sensación de que en algún momento lo conoció. Aun había terreno que descubrir.
─No eres la única persona, aparentemente.
Agregó con evidencia.
─Sabrá ella porque no lo habrá mencionado. Tal vez…
Exhaló.
─Guarde muchas cosas para sí. En su mundo.
Dijo lo último con un tono de misticismo.
Royce era un muchacho alto, esbelto. Su juventud era más que notoria, tenía unas facciones perfiladas que en otros tiempos o en otro escenario pudiesen haberle dado cierta popularidad. Su altura era extraordinariamente anormal. Quizás si hubiese tenido la oportunidad de entrar en algún equipo de baloncesto hubiese este sido la estrella. Pero, había algo extraño en su forma de hablar, de mover los ojos. Sus ademanes eran de una persona con astucia y pericia, de esas que quizás llevan en su mente toda una enciclopedia de conocimiento. De pronto el Schneider reventó en risotadas, tan repentinas, y en oleadas. No pudo aguantar más. Aquel comentario del muchacho le causó una gracia tan increíble que se recostaría en la pared y en un subir y bajar de su superficie gesticularía aquellas carcajadas en aquel estrecho callejón.
─¡¿Lou interesado en Vera?!
Volvió a carcajear cubriéndose el rostro mientras trataba de ahogar sus risotadas descaradas.
─¡Supongo que si lo tendría que estar!
Continuó riendo.
Royce reía en burla, reía porque no podría creer lo mucho que aquel caballero quería a Vera, reía porque le parecía estúpido el que se profesaran esa devoción en aquellos momentos. Reía porque no entendía esa emoción tan irracional de la que aquel par Vivian. Y también reía porque sabía las intenciones del muchacho. Se iría calmando lentamente, mientras se limpiaba de sus parpados algunas lagrimillas que se le habían escapado hasta el punto de inhalar profundo.
Típico en él su rostro perdió de nuevo la gracia, la risa, el gesto animado y alegre que por un momento su rostro fue víctima. Su mirada ahora se afiló, se clavó intensamente en el rostro del Reencarnado para callar por unos segundos. Royce se había enterado de la desdichada vida de Vera cuando vivía con sus padres, sabía la desgracia por la que había tenido que vivir. Pero también sabía el don que poseía esta, antes de Linden el Schneider había hablado con sus padres para que le ingresaran en su “Centro de Rehabilitación”, por supuesto que aquello no sería más que una pantomima del mismo Royce que se aprovecharía de aquello para finalmente llevársela consigo. Pero el Destino lo había cambiado todo, aunque sus planes seguían exactamente iguales.
─¿Por qué usaría un portal sí Vera puede viajar a donde quiera y como quiera?
Replicó tan sereno que su apelación fue convincente. Por supuesto mentía.
─Vera es siempre quien toma la iniciativa, curioso que tú no lo sepas.
Mintió. Movió sus hombros.
Se tocó un bolsillo y sacando una pequeña caja extrajo un cigarrillo y lo encendió. Le ofrecería la caja al muchacho esperando que tomase uno y esperando que tanto reaccionaba a sus provocaciones.
─A veces algunas cosas se ocultan por una buena razón.
Añadió inhalando el cigarrillo mientras le contemplaba entre sus dedos como si estuviese leyendo el futuro en sus cenizas.