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Conoce la pasión en el horror cósmico. || Rol: On ||
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ElanorIronscar · 22-25, F
La mujer, envuelta en el misterio de su capucha, se mantuvo impasible mientras alguien ingresaba a la deteriorada y sombría cantina. Inmersa en sus pensamientos, observaba con detenimiento las sinuosas formas que el humo de su cigarrillo trazaba en el aire. Ni siquiera cuando el silencio se apoderó del lugar percibió la presencia que se había acercado a su costado. Los segundos parecían estirarse en un ambiente tenso y opresivo que Aeris ignoraba, acostumbrada a días largos y repletos de tensiones. Estaba cansada de que, sin importar a dónde fuera, siempre ocurriera algo inesperado, incluso en momentos tan triviales como tomar unas copas.

De reojo, elevó la mirada para observar al cantinero, quien se mostraba ansioso y balbuceante. No le tomó mucho tiempo comprender que el hombre que había entrado por la puerta estaba sentado a su lado en la barra. Intrigada por descubrir quién compartía su espacio, dejó sutilmente caer su cabeza hacia un lado, revelando así un cabello albino largo y blanco como la más pura seda. Un perfil perfecto y simétrico se dibujaba en su rostro, con largas y exuberantes pestañas, y unas mejillas sonrosadas que contrastaban con la palidez de su piel.

Sin voltearse por completo, Aeris tiró de la cuerda que sujetaba su capucha, desatándola con un movimiento fluido. La capucha negra cayó al suelo, revelando un vestido rojo ceñido adornado con detalles dorados. La espalda y los hombros quedaron expuestos, así como un escote provocador. A pesar de su exhibición, el vestido conservaba una elegancia inigualable, largo y refinado. Su figura delgada y bien formada, con curvas prominentes pero no exageradas, junto con unos tacones rojos de aguja, la dotaban de un porte majestuoso.

Como si nada ocurriera a su alrededor, Aeris colocó el cigarrillo entre sus labios y se bajó de la silla de la barra, lanzándola hacia atrás con desdén. Con las manos apoyadas sobre la barra, se impulsó para sentarse sobre ella, balanceando sus pies en el aire. Lentamente, giró la cabeza en dirección al hombre a su lado, y finalmente lo miró con sus arrogantes ojos violetas. Su presencia era encantadora, pero nada comparado con la intensidad de su mirada seductora. Le dedicó una ligera sonrisa y luego volvió su atención al desconcertado cantinero.

Un breve silencio se apoderó de la escena antes de que Aeris elevara su diestra en dirección a la estantería de botellas. En un estallido de energía contenida llamada réquiem, una magia ancestral se desató. Una botella de ginebra blanca se elevó en el aire y llegó a sus manos en cuestión de segundos. Al mismo tiempo, su mano izquierda hizo lo propio, agarrando un vaso de cristal de tamaño mediano. Estos objetos volaron hacia ella y, una vez en sus manos , los colocó con suavidad sobre la barra. Con destreza, vertió la bebida en el vaso hasta casi llenarlo por completo. La magia que la envolvía arrastró el vaso a lo largo de la superficie de la barra, acercándolo con elegancia hacia el enigmático individuo a su lado.

Aeris tomó su propio vaso y lo elevó en un gesto cargado de encanto. "Salud", pronunció con una voz hipnótica y melodiosa, sin temor a mostrar su descaro mientras permanecía en su peculiar posición encima de la barra. Dejó que su cigarrillo descansara entre los dedos libres de su mano.

Despertó su curiosidad, lo admitía en su interior. Aquel hombre debía ser alguien de gran maldad o de gran importancia para llamar tanto la atención. Como viajera en busca de respuestas, esperaba encontrar en él alguna pista que pudiera desentrañar los misterios que la rodeaban. Mientras bebía el coñac, su primera impresión sobre aquel hombre, alado y misterioso, fue que era indudablemente apuesto.

En medio de aquel océano de silencio y expectación, ambos personajes se encontraron, entrelazando sus destinos en aquel rincón cargado de secretos. La noche se volvía más intensa y, bajo el fulgor de la luna, sus caminos se cruzaban, dispuestos a desentrañar los enigmas del pasado y enfrentar juntos los desafíos del futuro.

El eco de su sonrisa perduraba en el aire, dejando en su estela una promesa de intrigas y emociones por descubrir.
 
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LiYannian · M
—¿Usted trabaja entonces con seres de naturaleza así, señor? —preguntó la duelista, sin inquisitivos ademanes, más si una genuina curiosidad, dado que conocía el oficio de servir, ya sea a entidades o valores, aunque sin dudas Umbra denotaba muchos misterios que no podían ser resueltos con solamente responder dudas. Ella con su olfato a la magia podía distinguir cuestiones sencillas de lo etereo, más como una profesional furtivamente economica, optaba nada más por dar gala de sus habilidades o técnicas cuando había, por ejemplo, un contrato de por medio, junto a Marcus se sentía absolutamente resguardada y sin necesidad de cometer tales acciones como el entablar hostilidades con la necromante. Optó aquella pequeña señora el caminar por la extremadamente pulcra madera de aquel barco, envidiado por casi cualquier nave o prao que proveniese de Vellera.
Sus botas, que le daban con el taco un poco más de altura resonaban a sus pasos, propios de una ballerina, en una marcha hacía la lejanía del conflicto y los infortunios de lo marineros frente a la muerte que trae en vida.
—Si bien yo jamás le juzgaría...—dijo con cuidado, dejando caer la ceniza de su pipa por la borda hacía el infinito mar—. Le tendría mucha consideración si pudiesemos evitar al máximo estás interrupciones de magia de está indole.... Verá, Marcus, que en Gizir o Laze se respetan creencias, superticiones y leyes que antagonizan, al menos a efectos practicos, las llamadas "artes oscuras", las cuales son delito capital... Y severamente combatidas.
Era obvio que, de estar ahora mismo en alguna de las calles de la hermosa ciudad, probablemente los funcionarios, los inquisidores y los propios acolitos de alguno de los Grandes Dioses optasen por detener, torturar y posteriormente aniquilar a todo aquel que se encuentre bajo subterfugio de lo prohibido. Si bien Florencia se guardaba su opinion con respecto a la hipocrecía que tenían muchos funcionarios, la propia nobleza o derivados, ella era absolutamente acatadora de los valores de la Ley y el Orden, por mera conveniencia y no estaba en su agrado el tener que recurrir a favores o a algun otro tipo de trato para salvar su reputado cuello por un agradable señor que acababa de conocer, más en sus venas no había una gota de cobardia, pero si de prudencia.
—Me gustaría saber más acerca de su lazo con tal dama, entiendo por lo que me ha comentado que usted se encarga de negociar con seres de toda clase... Imagino que no tiene miedo alguno al tratar frente a fuerzas desconocidas, o no tan desconocidas según puedo contemplar.
ElanorIronscar · 22-25, F
; 𝗔𝗲𝗿𝗶𝘀 ᶠᵃᵗᵃˡᵉ ʷⁱᵗᶜʰ 🌙 ˗ˋ

https://youtube.com/watch?v=Qz4BLPa2__w&feature=shares

Divina desterrada, al fin consiguió la vista del ocaso, el fugitivo paso, y fue recobrada en su mismo despeño, esforzando el aliento de la ruina. Reina sin galardón, quien en un mundo mudado y anónimo fue a parar. Se le conocía como la monarca de las bestias del fuego, respetada por su mando y preponderancia en sus lares. Aeris Avalor Sejmet se hacía llamar y vagaba como trotamundos en busca de poderosas reliquias donde su ambición no tendría fin. Ya había acostumbrado a la soledad de toda una vida de traiciones, a toda una existencia de dolor que con el tiempo formó en su corazón una coraza impenetrable, un insípido semblante.
Aeris era una mujer de estatura promedio, tez nívea, pálida cual cande lunar. Su cabello era largo y albino, enredado en hebras blancas y abundantes. Un par de ojos violáceos y engreídos hacían juego con la finura de las facciones de su rostro, delicado y fuerte a la vez, una dualidad hipnotizante para cualquiera que la viera. La cubría una negra capucha que iba desde la coronilla hasta la planta de sus pies, dejando aún el misticismo de su ropaje. A su lado, le acompañaban dos fieles: un imponente cuervo blanco, mensajero real, y un caballo de luctuoso pelaje puro.
Aquella noche no había pasado mucho tiempo desde que llegó a una ciudad bastante despierta, en medio de sus viajes en busca de cierto poderoso artefacto. Descendió del corcel que dejó atado y asegurado afuera de una vetusta cantina, mientras se posaba estoico sobre la loza del sitio su cuervo. Su aura misteriosa y refinada llamaba la atención de los presentes, a los cuales ella ni siquiera miró. La lúgubre cantina fue testigo de aquel evento, recibiendo a aquella moza de ojos violeta. Sus brazos cansados se recargaban encima de la carcomida madera que compenetraba una barra donde había licor barato salpicado por doquier, mientras el ambiente se recargaba del bullicio y cantos desafinados que los inútiles campesinos en estado de ebriedad emitían, venturoso era su sentir cuando el estupefaciente transitaba sus venas, pero cuando este disminuía, recordaban lo miserables que son, unos estorbos… para el juicio de la reina de Creotia eso eran.
Pediría entonces el coñac más fuerte, su melódica voz llamó la atención del barman, quien enseguida acató su deseo. Miraba discretamente alrededor mientras sacaba de su capucha un par de cigarrillos violetas y, usando a hurtadillas su índice como mechero, los encendió con un chasquido, un mecanismo meramente útil para una fumadora cuyo dinámico cuerpo le permitía hacerlo. Un vaso de cristal fue colocado sobre la mesa con el amargo líquido dentro, suspiró observando atentamente. ¿Hasta cuando la monotonía de su vida dejaría ser sentirse así? ¿Hasta cuando deberá seguir bebiendo rodeada de extraños para sentirse viva? El destino jugaba a las cartas de azar con su vida, cada vez sorprendía más, aunque para ella todo fuera igual, frio y gris.
LiYannian · M
Pocas cosas le molestaba más a la doncella de Cabira que la vulgaridad, que la desprolijidad y la mala educación, una de esas cosas fue el que el Señor le removiese de su sitio al saludar, lo cual consideraba un pecado igual o peor que el de la infame cabeza parlante. La mujer expresó solamente con una mirada gélida el accionar de tocarle para apartarle, pues si ella antojada estaba de dar gratitud a esa entidad, así lo haría. No es que le tuviera real respeto a la druida, pero era su forma de "devolver" el golpe el tratar con el perfecto ejemplo de porte soberbio a un ser carente de sus modos. Acomodó su sombrero, en disimulada parla.

—Ya veo que son viejos conocidos...—aclamó Florencia, con la acidez encarnada como sutil arma de diplomacia. Una rápida visión a la ahora silente marioneta de magia negra, misteriosamente silenciada por cuestiones que pasaban más allá de las habilidades sensoriales de la duelista, al no prestar especifica atención a los aromas o colores de la hechicería circundante. Con sorna, elevó su pipa hasta apartarla de su rictus, llevó ambas manos detrás de la espalda y prosiguió a caminar.

—Sin dudas una agradable compañía, un poco energética para mis modos pero elocuente al fin...—dijo, en lo que aclaraba su voz—. e interesante. Me pregunto la razón de su aparición ¿No le da curiosidad, Marcus? No ha de avergonzarse de sus vínculos, ciertamente pocas veces he visto hechicería similar.

Reflexionó ella en voz alta, porque las artes oscuras eran combatidas (aunque practicadas) con recelo, y raramente la nigromancia era utilizada a luz del día. Muchos marinos incluso podrían atestiguar algo único, no menos tenebroso. Sin dudas Florencia consideraba a aquella criatura vulgar y patética, más no por eso velaba desinterés alguno, sino todo lo contrario. La razón de que se manifestase ante Umbra y le tratase así revelaba una relación entre ambas, y precisamente, al ser él su acompañante, necesario resultaba entender su vinculo.
LiYannian · M
Florencia de los Jardines, apodada la Maestra Llena de Sangre, no era precisamente una aventurera. La Mediana provenía del antiguo linaje de los Cabiros, habitantes de una isla desaparecida en un cataclismo que dejó a sus herederos y herederas sueltos por el mundo. La Cabira conoció a Marcus D' Furvus Rosae en un buen momento, pues se encontraba retornando a Gizir O Laze, la ciudad del Sur en la que no solo la mayoría de los Cabiros habían habitado, sino donde se encontraba su Academia de Duelistas, el santuario en el que enseñaba el viejo oficio.
Su figura era muy llamativa, en primera instancia por su cortísima altura, casi de infante humana, más nula inocencia existía en su silueta, sino más bien una asidua elegancia. Vestía botas bucaneras anexadas a un pantalón ajustado de color bermellón, mismo decorado con finísimas cadenas de oro y plata, así con brillantes rosas a modo de adornos, misma zona pendulaba un estilete enfundado de funda del mismo material.
Ella se jactaba de delicadas curvas, así como disciplinada y esbelta figura, pero siempre con particulares matices de solemnidad, propia de aquellas señoras de años de veteranía. Su piel no tenía perturbación alguna, y se notaban maquillajes de sombra sobre sus ojos tornasolados, quizás lo más particular de sus formas. La sombra del sombrero, un gran bermellón redondo, la cubría casi la cabeza de un hongo, finalizado con una rosa real adornando uno de sus lados. Con dicha sofisticación, sumada al buen fumar de su pipa y algún que otro fino queso de Silica eran más que suficiente para disfrutar de su velada con el encantador caballero, pero al igual que él, era natural que las cosas nunca saliesen como se esperaba.

—Y le doy la razón pero...

"Pero", y sus labios formaron una singular circunferencia de sorpresa. La interrupción femenina le tomó por sorpresa, pero al igual que las antiguas maestras y alumnas con las que se formó, era menester el jamás mostrarse afectada por lo inesperado. Si bien se encontraba entre aliados, una nunca sabía. Los ojos de los Cabiros son indudablemente aptos para la magia, aunque la propia no fuese huna hechicera, bien podía distinguir algunos "colores" de los conjuros existentes. Miró con prudencia a Marcus, intentando precisar como él se había tomado la aparición espectral, dado que al parecer, respondía al caballero.

Con elegancia, dedicó una profunda reverencia ante la criatura, pues entendía que era dueña de indudables conjuraciones.

—Mi estimada...—saludó, como si se tratase de una figura respetable, o por lo menos, merecedora de su atención—. Florencia, Florencia de los Jardines. Se encuentra ahora mismo en una fina nave a su disposición.
AsuraKaos1530695 · 36-40, M
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CAPITULO I - PREAMBULO
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* El reflejo que se generaba por la sombra que se refleja de las gotas de lluvias deslizando por la ventana de aquel viejo castillo en decadencia en medio del cruce dimensional existente entre el viejo y el nuevo continente, causado por el resplandor de la luminancia que otorgaba la luz de algunas velas dentro de la derruida edificación que en el pasado era un fuerte de paso para el paso entre los continentes cuando los clanes gobernaban entre las fronteras, creando limitantes invisibles pero peligrosas de cruzarse, un vestigio del pasado que alguna vez existió. Sin embargo, aquellos sitios estratégicamente ubicados contaban con más secretos que muchos no llegaron a develar, conocidos por pocos y los cuales, quizá, deberían haber desaparecido en la memoria del pasado para evitar que las puertas a lo nefasto tuvieran la opción de volverse a abrir *

*Aquella noche, la lluvia abundaba, los destellos que adornaban la oscuridad perpetua de los cielos, iracundos descendían hasta la marea la cual con furia golpeaba los alrededores de la fortaleza marítima, de alguna forma la densidad de la atmosfera era distinta, y era algo normal, pues al final de aquella fortaleza yace uno de los más antiguos sellos creados durante los 7 grandes clanes para encerrar el acceso a uno de los círculos infernales, el cual había sido roto años atrás por un mero capricho del empíreo de Asgard, y ahora lo único que limite que dicha puerta se abra, haciendo las veces de cerrojo, es su vieja arma, aquella espada que siempre ha portado con él, era como si los mismos cielos castigasen la sola presencia del Arcángel oscuro en las cercanías de una puerta al inframundo *

Parece que los cobardes de la zona celestial están abrumados por este sitio….

*Exclamo con sutileza, la voz grave de aquel varón de oscuras hebras se escuchaba con la calma que le caracterizaba, desde aquella reunión en Asgard había emprendido un cruce dimensional buscando terminar de moldear la energía de Baalberith, algo que era incierto actualmente pues el serafín ha caminado por una solitaria senda durante un largo tiempo, los sellos autoimpuestos en su cuerpo parecían resonar ligeramente con la energía del sello, y era normal, pues su miasma se había combinado con el poder del inframundo siglos atrás*

Ya casi es hora, no debería tardar en aparecer...

*Fue lo último que menciono mientras un viejo pergamino se incineraba con lentitud sobre la mesa de aquel enorme salón, los símbolos de aquel pergamino pertenecían a los sellos que el antiguo rey David impuso sobre los míticos 72 demonios góticos, pero particularmente pertenecían al sello de Amenadiel, algo que no debía volver a permitir salir en caso de lograr su cometido *
MiaAyuzawa · 26-30, F
Me gusta arder compa.
WyrmladDArkadia · 22-25, M
⤜ ͢🩸̬́́

⤜ ͢🩸̬́́ 𝗡𝗢𝗖𝗧𝗜𝗩𝗔𝗚𝗢

⤜ ͢🩸̬́́ 𝗡𝗢𝗫

❝𝗘𝘀𝗰𝗮𝗿𝗿𝗶𝗮𝗱𝗼 𝗲𝗻 𝗲𝗹 𝘃𝗮𝗰𝗶𝗼
𝗶𝗻𝗳𝗶𝗻𝗶𝘁𝗼❞

⤜ ͢🩸̬́́ 𝗖𝗔𝗦𝗨𝗔𝗟 𝗥𝗢𝗟

𝗢𝗣𝗘𝗡 𝗥𝗢𝗟

_Entre el sin parar de esta lugubre realidad, entre la vida y la verdad, entre la muerte solemne que descansa en la mortandad, es hora de descansar en aquel bar que busca llamar a este abad._

_Escarriado perdido en el vacío infinito de mis pasos, muerto en vida, desprecio al tacto, y dolor al canto de este viento sombrío, no estaba aquí conmigo, no era más que dueño de aquello que buscaba evitar, solamente me sentaba a fumar, yo un humano normal, que se encontraba entre el bien y el mal, las sonatas del viento me traían recuerdos sombríos entre tanto desconcierto, la soledad me tenía algo mal, no llegaba a mi estado mental, ¿era esto vivir?, ¿o solamente sufrir?, la gente pasaba por mi lado y mis cigarros se iban acabando, solamente me dejaba fluir tapando las penumbras de mi cuerpo con harapos excelsos, resistentes a más, pero eso era lo de menos, por ahora solo quedaba fumar y disfrutar de la hermosa vista hacia el mar_

_Oh, vivida hermosa cuánto me dejaste pensando en lo pasado, no había vuelta atrás, no había como apaciguar el dolor que sentía entre la lugubre mortandad, solo yo, y solo aquel de arriba sabe que yo, ya estoy muerto en el arte del amar._

_Complacido, enaltecido por las fuertes ráfagas de viento que asolan y surfean del cielo hacía el puerto, no era un forajido ni un urgido, solamente era alguien que buscaba el cariño que alguna vez se le fue concedido, caminé otra vez y está vez entre al bar, entrando como todo el centro de atención a pesar de la bella vista al mar, pedí una copa necesitaba sacarme la «Euforia» que yacía aún en mi ser, de un momento a otro solo quería beber y así fue, bebí grandes cantidades de alcohol, aún así no me satisfacía, solamente quería ver a mi amada al menos todavía._

_Nada me satisfacía, era verídico, un mítico carroñero, un guerrero, no soy un dios, pero puedo con todo aquel que se me ponga al frente, gane pierda, no hay pierde._

_Escuche sobre la historia de un tal Umbra, ¿existirá?, no tenía nada que perder, igual nadie me esperaba en casa, esa yacía desolada por la inmundicia de mis acciones, «Cria cuervos y te sacaran los ojos», era irónico, estos cuervos estuvieron a punto de dejarme cojo._

_Y así emprendí mi largo viaje hacia donde se decía iba a ser el lugar dónde yacía Umbra y sus artes místicas, solamente robé un caballo blanco, solo era cuestión de días para llegar, a paso agigantado, dónde galopes entre el llano «penitencial», solamente me quedaba seguir sin descanso aún con mis sentidos asolados por lo inseguro._

_Pasaron días y días, horas y horas, noches y noches, paso tanto que no recuerdo cuanto, aún así, seguí avanzando después de dejar a mi caballo muerto, excelso, excelsa mi maldad, dirán pero el está en un lugar donde nada lo puede vulnerar, ahora solo quedaban unas horas para terminar mi paso, me senté en la caliente arena después de dejar todo lo que no era de valor, con mucho dolor deje una de mis monturas que poseía un fuerte hedor, era nauseabundo y provocaba a cualquiera un estado iracundo._

_Eran horas y horas para llegar a Italia, Pompeya, simplemente una tierra llena de misticismo, no había nada cerca de percatar, solamente un «Sombra» en medio de un callejón repleto de oscuridad, solamente la seguí, no había nada que perder aquí, solamente tropecé, caí en el asfalto, dejando mi cuerpo con marcas negras, eran muy normales, me senté, reflexione y pensé._


_Si hay alguien más allá de la oscuridad, y si está. ¿porque no busca y lleva mi alma?_
Su viaje había culminado en una tierra que desconocía, siendo un forajido en busca de indagar información acerca de su poderío, una extraña sensación sentía al pisar la nieve fría, seguía su andar para más adelante pudiendo divisar varias personas que se acercaban sin avisar, más parecían sumamente amenas en su forma física y su faz, dejando ver sus intenciones, algunos vendrían con botellas, ¿podría ser licor? progresivamente, rodeado de la muchedumbre de personas, bebería un poco de vino para satisfacer su garganta, era un buen vino, el mejor que había probado sin duda alguna, dejando de tomar para dejar de un lado, algunas personas le daban indicaciones para que fuera a una taberna a calentarse un poco y buscar la información que andaba buscando de hace tiempo, así que accedería a lo que le decían, sin dudar alguna, ya que podría conocer las verdaderas intenciones de las personas tan solo hablar un poco con ellas.

Siguiendo las indicaciones que le habían otorgado, a su lejanía podría divisar una escultura sumamente grande de un animal mortífero, se trataba de un oso polar, haciéndose muchas preguntas, ¿Tal vez es un símbolo hacía ellos? no lo sabría, pudiendo pasar por delado de la escultura, la divisó más de cerca, y podría dar un poco de miedo para las personas de afuera, terminando al frente de la taberna, entraría por la puerta, varias personas andaban tomando sobre las mesas y algunas habían puesto su mirada en la persona que ingresa, sin tomarles mucha atención, tomaría un asiento y ordenaria un poco más de licor.
Mientras su cuerpo ya estaba totalmente sosegado, mientras daría un sorbo de vino, comenzaria a preguntar.

– Dónde está umbra. (?)

Preguntándole al mesero, mientras su mirada reflejaba una suma tranquilidad ante la situación, buscaba a umbra durante mucho tiempo, y estaba cada vez más cerca de poder llegar hacía él.
Umbral en el horizonte sublime que se consagraba en taciturna y armonía en faena matutina en los amparampados de la arboleada, acompañado con una ventolinas que provenían de las colinas.
Caminaba en una ciudad arcaica, carente de vida, de la melancólica sensación de desdichas maldichas que desenbicha en algo agraviante acaeció, los vestigiosos belígeros de antaño abriga su ser de contextura delgada algida, avivando reminiscencias que forman parte de su conciencia que formaría parte del ayer, y con ello, el carcomer de su alma conforme un poco idencoforme con su pensar, transita mermando el conticinio con cada resonante paso arduo andar.
Continuó caminando, en una vía aquel cuya altura es de 1.80 cm, al instante, faros artificiales se habilitaron, ahora se podría avizorar mejor, dejando ostentosa sus vestimenta agasajada compuesta por una gabardina de cuero ennegrecido, dejándo visible lo subyacente, siendo su prenda es descendente desde sus hombros hasta las fosas poplíteas, y evidentemente arropa ambas extremidades hasta sus manos mismas cubiertas por guantes de la misma tonalidad.
Abajo de atavío, una glauca cabellera impoluta peinada hacia atrás, obsequia mangas largas, culminado al mismo ápice de su chaleco en lo que brazos se refiere.
También es soberano de un pantalón cuyo inicio es de su cintura hasta sus tobillos, colgados con una hebilla platinada, ahí retoma cómo ornato unas sandalias renegridas, dando énfasis de nefasta esencia al demonio de cabello carmesí.
Observa el páramo, edificaciones caídas empolvadas y la decadencia en las estructuras, en todo lo que habita, oquedades en las carreteras y el oro a muerte se graba en su cuerpo, en lo que ha recorrido cual entidad errante, el único ser con vida aparenta ser solo él, al menos por el momento, toda vida a parte de él se ha extinguido, y su búsqueda cada vez se ha desvanecido, indagando entre las tierras a alguien que ha quedado en el sutil olvido, queriendo tener todas las respuestas a lo infinito y buscar algo por instinto que acabaría su vida efímera, buscar las respuestas de quien es o quien era y su propósito de su vida, rumores sobre el dios que decían que había desaparecido o incluso daban por alguien que ya había quedado en el olvido o simplemente murió, más nunca se supo de él.
Viajo varias tierras, cruzando varias edificaciones entre su navio, hasta llegar al lugar que le habían designado a investigar, algunos dijeron que era un perdida de tiempo llegar al lugar, ya que no encontraría nada.
El álgido ventarrón que provenía del norte, chocaban con sua atavios, zarandeando a todos lados, comenzaría a pisar el gélido lugar, dejando sus pisadas, su búsqueda comenzaría, ubicándose en la villa pesquera, una tierra remota arcaica.