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Conoce la pasión en el horror cósmico. || Rol: On ||
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ElanorIronscar · 22-25, F
La mujer, envuelta en el misterio de su capucha, se mantuvo impasible mientras alguien ingresaba a la deteriorada y sombría cantina. Inmersa en sus pensamientos, observaba con detenimiento las sinuosas formas que el humo de su cigarrillo trazaba en el aire. Ni siquiera cuando el silencio se apoderó del lugar percibió la presencia que se había acercado a su costado. Los segundos parecían estirarse en un ambiente tenso y opresivo que Aeris ignoraba, acostumbrada a días largos y repletos de tensiones. Estaba cansada de que, sin importar a dónde fuera, siempre ocurriera algo inesperado, incluso en momentos tan triviales como tomar unas copas.

De reojo, elevó la mirada para observar al cantinero, quien se mostraba ansioso y balbuceante. No le tomó mucho tiempo comprender que el hombre que había entrado por la puerta estaba sentado a su lado en la barra. Intrigada por descubrir quién compartía su espacio, dejó sutilmente caer su cabeza hacia un lado, revelando así un cabello albino largo y blanco como la más pura seda. Un perfil perfecto y simétrico se dibujaba en su rostro, con largas y exuberantes pestañas, y unas mejillas sonrosadas que contrastaban con la palidez de su piel.

Sin voltearse por completo, Aeris tiró de la cuerda que sujetaba su capucha, desatándola con un movimiento fluido. La capucha negra cayó al suelo, revelando un vestido rojo ceñido adornado con detalles dorados. La espalda y los hombros quedaron expuestos, así como un escote provocador. A pesar de su exhibición, el vestido conservaba una elegancia inigualable, largo y refinado. Su figura delgada y bien formada, con curvas prominentes pero no exageradas, junto con unos tacones rojos de aguja, la dotaban de un porte majestuoso.

Como si nada ocurriera a su alrededor, Aeris colocó el cigarrillo entre sus labios y se bajó de la silla de la barra, lanzándola hacia atrás con desdén. Con las manos apoyadas sobre la barra, se impulsó para sentarse sobre ella, balanceando sus pies en el aire. Lentamente, giró la cabeza en dirección al hombre a su lado, y finalmente lo miró con sus arrogantes ojos violetas. Su presencia era encantadora, pero nada comparado con la intensidad de su mirada seductora. Le dedicó una ligera sonrisa y luego volvió su atención al desconcertado cantinero.

Un breve silencio se apoderó de la escena antes de que Aeris elevara su diestra en dirección a la estantería de botellas. En un estallido de energía contenida llamada réquiem, una magia ancestral se desató. Una botella de ginebra blanca se elevó en el aire y llegó a sus manos en cuestión de segundos. Al mismo tiempo, su mano izquierda hizo lo propio, agarrando un vaso de cristal de tamaño mediano. Estos objetos volaron hacia ella y, una vez en sus manos , los colocó con suavidad sobre la barra. Con destreza, vertió la bebida en el vaso hasta casi llenarlo por completo. La magia que la envolvía arrastró el vaso a lo largo de la superficie de la barra, acercándolo con elegancia hacia el enigmático individuo a su lado.

Aeris tomó su propio vaso y lo elevó en un gesto cargado de encanto. "Salud", pronunció con una voz hipnótica y melodiosa, sin temor a mostrar su descaro mientras permanecía en su peculiar posición encima de la barra. Dejó que su cigarrillo descansara entre los dedos libres de su mano.

Despertó su curiosidad, lo admitía en su interior. Aquel hombre debía ser alguien de gran maldad o de gran importancia para llamar tanto la atención. Como viajera en busca de respuestas, esperaba encontrar en él alguna pista que pudiera desentrañar los misterios que la rodeaban. Mientras bebía el coñac, su primera impresión sobre aquel hombre, alado y misterioso, fue que era indudablemente apuesto.

En medio de aquel océano de silencio y expectación, ambos personajes se encontraron, entrelazando sus destinos en aquel rincón cargado de secretos. La noche se volvía más intensa y, bajo el fulgor de la luna, sus caminos se cruzaban, dispuestos a desentrañar los enigmas del pasado y enfrentar juntos los desafíos del futuro.

El eco de su sonrisa perduraba en el aire, dejando en su estela una promesa de intrigas y emociones por descubrir.
 
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