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CDs1564748 · F
CDs1564748 thinks you are Adventurous.
AsarrRhage · M
Las palabras llegaron hasta sus jóvenes oídos, perfilando una risa enmudecida que exhibió sus dientes y ocluyó sus párpados, en ademán resignado.—: Sabré esperar entonces. —dijo con placidez, al abrir sus ojos, entrecerrados y de perspicaz mirar. Aquél Rey, permaneció sentado, encorvado junto al dócil fuego de la hoguera que preservaba la calidez; en frente de la intrépida y briosa guerrera helénica, viéndole con el esmero de su curiosidad mientras las crepitantes pavesas se mecían al céfiro. Con la diestra, tomó una robusta manta sobre su lecho, y la posó sobre su cabeza y sus hercúleos hombros hasta envolverse con ella, dejando al descubierto sólo su majo y vigoroso rostro embellecido por una sonrisa ladina, pues regozijóse de ver que su fiel amiga recobrase el buen ánimo y el buen aspecto.
—: Muchos años ¿No es así? —sembraba continuó su sonrisa al responder, mientras el susurro cristalino del agua, sonido claro y nítido, cuán piedras cayendo en un algún sueño de sombras lúgubres, que se deslizaba por el canalón bajo la techumbre. Sentados alrededor del fuego, comenzó a narrar todo cuánto podía recordar de sus continuos viajes y aventuras—, He viajado mucho y lejos, he visto cosas muchas cosas que sólo podría concebir en mis sueños. —añadió, con su refulgente mirar azur fijo sobre los ojos de la fémina, manifestando expresiones vestidas de sensación ante sus propias palabras, en búsqueda de impresionar—, Ha sido espléndido y maravilloso. —aseveró—, He deseado alcanzar la erudición de un sabio, deseo superar las memorias de Óðinn. —pausó sus palabras por un breve instante, mostrándose decidido y envalentonado de lograrlo—, No estoy conforme con el don de la vida imperecedera. —prosiguió—, Conoceré todo cuanto pueda, narraré todo cuanto mi lengua lo permita. —sentenció Rázaðor, con un entereza que endulzaba a su corazón inquisitivo—, Recordaré cada una de las tierras lejanas que he visitado y visitaré. —bebió un largo sorbo del cuerno, dejando sólo un último trago más por beber.
Aquél varón sonrió sagaz y taimado, pues parecía disfrutar más de ello que manifestar preocupación alguna.
—: Muchos años ¿No es así? —sembraba continuó su sonrisa al responder, mientras el susurro cristalino del agua, sonido claro y nítido, cuán piedras cayendo en un algún sueño de sombras lúgubres, que se deslizaba por el canalón bajo la techumbre. Sentados alrededor del fuego, comenzó a narrar todo cuánto podía recordar de sus continuos viajes y aventuras—, He viajado mucho y lejos, he visto cosas muchas cosas que sólo podría concebir en mis sueños. —añadió, con su refulgente mirar azur fijo sobre los ojos de la fémina, manifestando expresiones vestidas de sensación ante sus propias palabras, en búsqueda de impresionar—, Ha sido espléndido y maravilloso. —aseveró—, He deseado alcanzar la erudición de un sabio, deseo superar las memorias de Óðinn. —pausó sus palabras por un breve instante, mostrándose decidido y envalentonado de lograrlo—, No estoy conforme con el don de la vida imperecedera. —prosiguió—, Conoceré todo cuanto pueda, narraré todo cuanto mi lengua lo permita. —sentenció Rázaðor, con un entereza que endulzaba a su corazón inquisitivo—, Recordaré cada una de las tierras lejanas que he visitado y visitaré. —bebió un largo sorbo del cuerno, dejando sólo un último trago más por beber.
—Hmh.
Hay un árbol que emergió en éstas tierras que quiero que conozcas, te impresionará.
Es hermoso, semilla de Yggdrasil; el más anciano entre los árboles.
Dicen que ha permanecido aletargado durante años, aunque hace poco entró en sazón.
Vigoroso y lozano.
Es capaz de proveer un fruto como ninguno, durante las vísperas en solsticio de verano.
Un fruto, que se dicen son vástagos de las estrellas mismas;
No sólo te vitaliza, te proveerá de una luz que ahuyenta las sombras
Las deja atrás…
Te será te utilidad una vez que decidas volver al susodicho Yomi.
Pero...
No será nada fácil.—
Hay un árbol que emergió en éstas tierras que quiero que conozcas, te impresionará.
Es hermoso, semilla de Yggdrasil; el más anciano entre los árboles.
Dicen que ha permanecido aletargado durante años, aunque hace poco entró en sazón.
Vigoroso y lozano.
Es capaz de proveer un fruto como ninguno, durante las vísperas en solsticio de verano.
Un fruto, que se dicen son vástagos de las estrellas mismas;
No sólo te vitaliza, te proveerá de una luz que ahuyenta las sombras
Las deja atrás…
Te será te utilidad una vez que decidas volver al susodicho Yomi.
Pero...
No será nada fácil.—
Aquél varón sonrió sagaz y taimado, pues parecía disfrutar más de ello que manifestar preocupación alguna.
AsarrRhage · M
—…— Con sus fauces selladas aquél permaneció, viéndole sesgado y enarcando una ceja en un agasajado gesto ceñudo, indicando curiosidad mientras sus prestos oídos atendían aguzados a lo que parecía ser una exhaustiva y arriesgada travesía épica, predilectas para su intrépido corazón osado. Sus callosas manos, robustas y aguerridas, no sólo vertía aquél licor almibarado sobre dos cuernos de bueyes que extrajo de los sacos de módicas cantidades de provisiones y víveres, guarnecidas en cestas de mimbre. Además de ello, obtuvo algo de pan, mantequilla, queso y manzanas: Algunas de sus reservas del frígido invierno que les cobijó.
Rázaðor, que no apartó los centellantes ojos celestes de la mirada ajena, ojos ensombrecidos por una inquietante sagacidad, como si leyese y escudriñase los pensamientos. Sobre a siniestra, sostenía uno de los cuernos, tendiéndole el otro con la diestra. Al término de la historia, llevó aquella asta tradicional de los escandinavos hasta sus labios, y bebió un sorbo antes de añadir:
—: Vaya. A esto le llamo un feliz rencuentro, en verdad. —hizo una pausa, aquél hombre locuaz pero pícaro. Pasando aquél dulzón brebaje de dioses en un solo y profundo trago—, Se dice que ese lugar es una especie de… “país” envuelto en tinieblas... —observó sin despegarle la vista, entonando la palabra «país» en su peculiar voz de susurro y esbozando una sonrisa ladina que le arrebujó el rostro, antes de la culminación de sus palabras—, donde los días del mundo parecen olvidados. —continuó espontáneo y elocuente, con sus ojos celestes sembrados en los ajenos; garbo pero curioso.— Como aquéllos que entran en sus dominios también lo serán. —bebiendo así, otro largo sorbo del exquisito aguamiel—, Se necesita de mucha fortaleza y valentía para librar semejante batalla. —prosiguió, dirigiendo su atención a la hoguera que aluzaba la pequeña cabaña, cuya vetusta madera cimbraba ante los fuertes relámpagos que estriaban el cielo encapotado, enardeciendo el crepitar de los brunos maderos consumidos en armónicas pavesas que se mecían en el aire.
— El hecho de que aun estés aquí, habla muy bien de tu hazaña. —sentenció, alzando las cejas en un carismático ademán de asombro. Sacudiendo leve aquél cuerno en su diestra—, Vamos, bebe y come algo. Te reconfortará.— Una vez que habióle obsequiado su bebida, tomaría un poco de pan y se dirigiría en búsqueda de la calidez que le brindaba la fogata. El viento susurraba con fuerza, al levantarse la gran tormenta que llegó con nieves enceguecedoras desde los páramos que más de alzaban desde las colinas del norte, arrastrando la fragilidad a su paso, y el hielo comenzó a apilarse en los muros de la arcaica morada.
— Deberás considerar que te acompañe la próxima vez. Tengo curiosidad sobre los mundos que hay en oriente, ¿Qué dioses habitan allí?… Su cultura. Tengo muchas preguntas al respecto.—Arguyó, deseando saberlo todo; aprenderlo todo, pues aquello le vigorizaba el corazón de sólo preguntárselo, con la ingenuidad de un niño; pues deseaba ser tan sabio como lo fue su padre, Óðinn.
Rázaðor, que no apartó los centellantes ojos celestes de la mirada ajena, ojos ensombrecidos por una inquietante sagacidad, como si leyese y escudriñase los pensamientos. Sobre a siniestra, sostenía uno de los cuernos, tendiéndole el otro con la diestra. Al término de la historia, llevó aquella asta tradicional de los escandinavos hasta sus labios, y bebió un sorbo antes de añadir:
—: Vaya. A esto le llamo un feliz rencuentro, en verdad. —hizo una pausa, aquél hombre locuaz pero pícaro. Pasando aquél dulzón brebaje de dioses en un solo y profundo trago—, Se dice que ese lugar es una especie de… “país” envuelto en tinieblas... —observó sin despegarle la vista, entonando la palabra «país» en su peculiar voz de susurro y esbozando una sonrisa ladina que le arrebujó el rostro, antes de la culminación de sus palabras—, donde los días del mundo parecen olvidados. —continuó espontáneo y elocuente, con sus ojos celestes sembrados en los ajenos; garbo pero curioso.— Como aquéllos que entran en sus dominios también lo serán. —bebiendo así, otro largo sorbo del exquisito aguamiel—, Se necesita de mucha fortaleza y valentía para librar semejante batalla. —prosiguió, dirigiendo su atención a la hoguera que aluzaba la pequeña cabaña, cuya vetusta madera cimbraba ante los fuertes relámpagos que estriaban el cielo encapotado, enardeciendo el crepitar de los brunos maderos consumidos en armónicas pavesas que se mecían en el aire.
— El hecho de que aun estés aquí, habla muy bien de tu hazaña. —sentenció, alzando las cejas en un carismático ademán de asombro. Sacudiendo leve aquél cuerno en su diestra—, Vamos, bebe y come algo. Te reconfortará.— Una vez que habióle obsequiado su bebida, tomaría un poco de pan y se dirigiría en búsqueda de la calidez que le brindaba la fogata. El viento susurraba con fuerza, al levantarse la gran tormenta que llegó con nieves enceguecedoras desde los páramos que más de alzaban desde las colinas del norte, arrastrando la fragilidad a su paso, y el hielo comenzó a apilarse en los muros de la arcaica morada.
— Deberás considerar que te acompañe la próxima vez. Tengo curiosidad sobre los mundos que hay en oriente, ¿Qué dioses habitan allí?… Su cultura. Tengo muchas preguntas al respecto.—Arguyó, deseando saberlo todo; aprenderlo todo, pues aquello le vigorizaba el corazón de sólo preguntárselo, con la ingenuidad de un niño; pues deseaba ser tan sabio como lo fue su padre, Óðinn.
AsarrRhage · M
Después de aquél último comentario; el varón sonrió, en un suave esbozo ladino desde sus bermejas fauces, manifiestas pese a la barba tupida; con visos cobrizos pero con un dorado visible en sus fines. Los ojos le chisporroteaban, en aquél mítico celeste que les embellecían, conservando el mutismo en sus labios; sin proferir palabra alguna… simplemente sonriendo carismático y fijándose en la fémina de soslayo, sin perfilar el rostro hacia ella; pues hallóse de costado, moviendo su cabeza y denotando el mismo gesto de “reclamo” que recibió.
—: Hablando de cosas que nunca cambian. —replicó con mordacidad, en una entonación como si le faltase el aire, dibujando una pantomima graciosa de asombro en su ademán. Comenzando así, a desvestir el capuz que le cubría la cabeza, exhibiendo un desmelenado cabello lacio; como oro pálido, que se mecen a los costados de sus fuertes pómulos. —Si así actúas cuando no se te ha invitado... —prosiguió después de una leve pausa—, me empiezo a preocupar sobre cómo sería si lo hago. —añadió nuevamente con la sátira habitual en aquél, abriendo sus párpados con gracia, mientras le seguía el paso. La brisa se agitó con mayor premura; preludio del vendaval que caería sobre ellos; por fortuna, la cabaña integraba en sus rasgos, leños de los más recios robles que habiánse en el bosque.
Al ingresar, sobre el costado diestro, se podía apreciar un anaquel con búcaros que contenían las provisiones para el invierno que solía varear en aquellas tierras escandinavas. La luz del exterior, yacía tamizada; colándose por los desperfectos entre las maderas que componían paredes, viéndose cada vez más sombría por la caída de la noche. Empero, la raíz primaria de iluminación, pertenecía a la cálida lumbre de velas aglomeradas en puntos estratégicos del interior.
Sus férreas pisadas resonaron sobre el solado de madera que revestía el níveo suelo. Frotándose las palmas de las manos entre sí, con un frígido vaho escabulléndose de sus fauces.
—: Al fondo, al lado del lecho puedes hallar atuendos. Sólo no esperes algo muy… "distinguido." —dijo, conservando el humor de su gracia, en alusión a los vestuarios montuosos con los que solía ataviarse—, Tal vez quieras hablarme un poco de lo ocurrido, porque hueles a magia extranjera. Y no precisamente de los helenos. —agregó, aproximándose al anaquel—, ¿Aguamiel? Nunca habrá mejor forma de reponer fuerzas, bebida de "dioses" después de todo.
—: Hablando de cosas que nunca cambian. —replicó con mordacidad, en una entonación como si le faltase el aire, dibujando una pantomima graciosa de asombro en su ademán. Comenzando así, a desvestir el capuz que le cubría la cabeza, exhibiendo un desmelenado cabello lacio; como oro pálido, que se mecen a los costados de sus fuertes pómulos. —Si así actúas cuando no se te ha invitado... —prosiguió después de una leve pausa—, me empiezo a preocupar sobre cómo sería si lo hago. —añadió nuevamente con la sátira habitual en aquél, abriendo sus párpados con gracia, mientras le seguía el paso. La brisa se agitó con mayor premura; preludio del vendaval que caería sobre ellos; por fortuna, la cabaña integraba en sus rasgos, leños de los más recios robles que habiánse en el bosque.
Al ingresar, sobre el costado diestro, se podía apreciar un anaquel con búcaros que contenían las provisiones para el invierno que solía varear en aquellas tierras escandinavas. La luz del exterior, yacía tamizada; colándose por los desperfectos entre las maderas que componían paredes, viéndose cada vez más sombría por la caída de la noche. Empero, la raíz primaria de iluminación, pertenecía a la cálida lumbre de velas aglomeradas en puntos estratégicos del interior.
Sus férreas pisadas resonaron sobre el solado de madera que revestía el níveo suelo. Frotándose las palmas de las manos entre sí, con un frígido vaho escabulléndose de sus fauces.
—: Al fondo, al lado del lecho puedes hallar atuendos. Sólo no esperes algo muy… "distinguido." —dijo, conservando el humor de su gracia, en alusión a los vestuarios montuosos con los que solía ataviarse—, Tal vez quieras hablarme un poco de lo ocurrido, porque hueles a magia extranjera. Y no precisamente de los helenos. —agregó, aproximándose al anaquel—, ¿Aguamiel? Nunca habrá mejor forma de reponer fuerzas, bebida de "dioses" después de todo.
AsarrRhage · M
Al estrechar la distancia hasta él, le vio, con una palidez casi cadavérica en su vigorosa tez, debido a las prolongadas semanas que ha estado habituando aquella vetusta cabaña en álgido invierno, pero la impavidez seguía situada en su imperturbable mirar. Empero, el esbozo de una peculiar sonrisa chulesca y mordaz no tardó demasiado en esfumar cualquier viso de nerviosismo que pudiese haber, rompiendo a reír, sin exhibir la dentadura y negando con leves movimientos de su cabeza; más sus facciones se tensaron.—: Luces terrible. Es la primera vez que mis ojos te aprecian en un estado tan… —Hizo una efímera pausa, concluyendo.—: macilento. O debería decir, tan descompuesto. —No se veía impresionado por aquél sórdido aspecto en la doncella guerrera; parecía tomarlo en burla, más sus azulados y beatos ojos le escrutaron con fugaz minuciosidad.
Le conocía bastante bien ya, formidable desafío para sus fuerzas debió ser aquél o aquellos adversarios a los que enfrentó.—: En cualquier momento, la noche caerá. Tal parece que se aproxima una tormenta. —Hizo mención, mostrándose mayormente discreto, dedicando a su vez, una escueta mirada soslayada al alto cielo plomizo. Sintiendo sobre sus fuertes pómulos, el mecer agitado de la nevisca; hogareño clima del norte.—: Estarás bien aquí. —Inclinando su cabeza en un movimiento sutil, señalóle hasta la entrada de la servil cabaña.—: Pasa, no esperarás invitación ¿O sí?... —Dijo aquél, con espontáneo sarcasmo y un gesto cómplice a sus palabras; echando un último vistazo meticuloso a los alrededores. El interior de aquella morada cabreriza; cuya puerta se apreciaba entreabierta, poseía una estructura de estilo escandinava: Paredes edificadas —no muy espaciosas— en maderas avituallados por los robles más recios; paredes adornadas con escudos y corazas de diversos tamaños, bancos y banquetas, el lecho donde solía aquél varón conciliar sus sueños, además de una hoguera que conservaba el cálido clima interno, haciéndola confortable.
Plácido era el ambiente, calmó y acogedor, que aquel sucesor de los Asios no solía frecuentar; sin embargo, había forjado un estrecho lazo afectivo con el lugar, conveniente para su cimera soledad.
Le conocía bastante bien ya, formidable desafío para sus fuerzas debió ser aquél o aquellos adversarios a los que enfrentó.—: En cualquier momento, la noche caerá. Tal parece que se aproxima una tormenta. —Hizo mención, mostrándose mayormente discreto, dedicando a su vez, una escueta mirada soslayada al alto cielo plomizo. Sintiendo sobre sus fuertes pómulos, el mecer agitado de la nevisca; hogareño clima del norte.—: Estarás bien aquí. —Inclinando su cabeza en un movimiento sutil, señalóle hasta la entrada de la servil cabaña.—: Pasa, no esperarás invitación ¿O sí?... —Dijo aquél, con espontáneo sarcasmo y un gesto cómplice a sus palabras; echando un último vistazo meticuloso a los alrededores. El interior de aquella morada cabreriza; cuya puerta se apreciaba entreabierta, poseía una estructura de estilo escandinava: Paredes edificadas —no muy espaciosas— en maderas avituallados por los robles más recios; paredes adornadas con escudos y corazas de diversos tamaños, bancos y banquetas, el lecho donde solía aquél varón conciliar sus sueños, además de una hoguera que conservaba el cálido clima interno, haciéndola confortable.
Plácido era el ambiente, calmó y acogedor, que aquel sucesor de los Asios no solía frecuentar; sin embargo, había forjado un estrecho lazo afectivo con el lugar, conveniente para su cimera soledad.
AsarrRhage · M
Con aquella mañana, había vuelto la grisácea luz; pues en las regiones altas canturreaba y soplaba aún el viento en los páramos del Norte, pero abajo; sobre las rocas y los robles, embellecidos por el suave frío de la cellisca, que de blanco como lirio mancillaba el entorno a su presto paso, el aire parecía muerto, helado; sofocante a levedad.
Una arcaica balsa, vieja como fósil; de maderos sólidos como los vástagos del ‘Árbol del mundo’, cruzaba los estrechos de un río con dócil prisa, como si un enjambre de escarabajos se tratase. Aguas escarchadas en hielo, se encontraban con golpes suaves que terminarían por mecerse en los costados del babor y estribor; a su vez siendo arrollados por la proa. Manso pero profundo era el blandir del remo que sacudía aquél añil riachuelo, cuya pétrea soga atada a la zaga de la humilde embarcación, arrastraba consigo un plomizo árbol; enorme pero marchito, con bravías cisuras producto de los cortes de algún hacha que le derribó.
Aprisa recorrían, criaturas místicas de alzadas astas; bañadas de magia azul, pero de cérvida apariencia; pues no eran venados comunes, su piel era pálida como la nieve, y mucho más altos. Algo habióles ahuyentado. «¿Algún forastero en éstas tierras olvidadas?», se dijo en la privacidad de sus pensamientos, el fornido varón que remaba; de excepcional altura, abrigado por una robusta capa negra; al igual que su encubierto vestuario, atada con un reluciente broche de oro —como seña de linaje—, además de un silvestre pelaje abultando sus anchos hombros y un furtivo capuz de montero. Pese a que sus sentidos ya habríanle advertido sobre una nueva naturaleza deambulando el gélido bosque, no parecía inmutarse por ello.
Detuvo la balsa, atándola en un pequeño muelle cuya vieja madera crujía con los férreos pasos del varón, cuyo camino elevado recorrió, hasta llegar pequeña casa desvalida en la cresta de una colina, estibando en su hombro diestro; como si de un tronco cualquier se tratase, el enorme roble que no figuraba peso alguno para aquél montaraz.
Un gran estruendo resonó los suelos, al dejar caer aquél árbol en las proximidades de la raída cabaña, y aquél hombre, permaneció erguido sobre sus estribos, elevando el rostro con un mayestático cariz, hasta desnudar el místico centelleo de unos ojos celestes, diáfanos y puros; con un exótico resplandor inusual. Empero, su ceñudo ademán, se veía más curioso que bélico; parecía tener indicios sobre quién se aproximaba hasta su morada, clavando su mirada al llano camino empedrado, donde descendía su colina pero guiaba justo en dirección hasta aquél, hasta que sus ojos comenzaron a percibir la difusa silueta de quien se aproximaba…
Una arcaica balsa, vieja como fósil; de maderos sólidos como los vástagos del ‘Árbol del mundo’, cruzaba los estrechos de un río con dócil prisa, como si un enjambre de escarabajos se tratase. Aguas escarchadas en hielo, se encontraban con golpes suaves que terminarían por mecerse en los costados del babor y estribor; a su vez siendo arrollados por la proa. Manso pero profundo era el blandir del remo que sacudía aquél añil riachuelo, cuya pétrea soga atada a la zaga de la humilde embarcación, arrastraba consigo un plomizo árbol; enorme pero marchito, con bravías cisuras producto de los cortes de algún hacha que le derribó.
Aprisa recorrían, criaturas místicas de alzadas astas; bañadas de magia azul, pero de cérvida apariencia; pues no eran venados comunes, su piel era pálida como la nieve, y mucho más altos. Algo habióles ahuyentado. «¿Algún forastero en éstas tierras olvidadas?», se dijo en la privacidad de sus pensamientos, el fornido varón que remaba; de excepcional altura, abrigado por una robusta capa negra; al igual que su encubierto vestuario, atada con un reluciente broche de oro —como seña de linaje—, además de un silvestre pelaje abultando sus anchos hombros y un furtivo capuz de montero. Pese a que sus sentidos ya habríanle advertido sobre una nueva naturaleza deambulando el gélido bosque, no parecía inmutarse por ello.
Detuvo la balsa, atándola en un pequeño muelle cuya vieja madera crujía con los férreos pasos del varón, cuyo camino elevado recorrió, hasta llegar pequeña casa desvalida en la cresta de una colina, estibando en su hombro diestro; como si de un tronco cualquier se tratase, el enorme roble que no figuraba peso alguno para aquél montaraz.
Un gran estruendo resonó los suelos, al dejar caer aquél árbol en las proximidades de la raída cabaña, y aquél hombre, permaneció erguido sobre sus estribos, elevando el rostro con un mayestático cariz, hasta desnudar el místico centelleo de unos ojos celestes, diáfanos y puros; con un exótico resplandor inusual. Empero, su ceñudo ademán, se veía más curioso que bélico; parecía tener indicios sobre quién se aproximaba hasta su morada, clavando su mirada al llano camino empedrado, donde descendía su colina pero guiaba justo en dirección hasta aquél, hasta que sus ojos comenzaron a percibir la difusa silueta de quien se aproximaba…
«Lo presentía…
¿Qué buenas o amargas nuevas traes contigo ésta vez, Diávolos?»
¿Qué buenas o amargas nuevas traes contigo ésta vez, Diávolos?»
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JamesBlackwood · M
Había resultado ser más interesante de lo que creía. Acorde a su primer instinto, la había considerado como una de aquellas extrañas y cada vez más escasas jovenes poseedoras de una aguda belleza y amplia cultura, pero que sin embargo se mantenían al margen de los asuntos terrenales e inclinaban sus estándares a la no menos altiva actividad de soñar despiertas. En pocas palabras, en Corina habría esperado encontrar a una chiquilla ansiosa por conocer el mundo y agotar sus experiencias, resuelta y de inmaculada sencillez, una joven que había escapado a la suciedad del mundo y se había mantenido indemne en su inocencia. Pero distaba mucho de ser aquello, o cuando menos eso demostraban los ritos arcanos que estaba realizando.
Contemplaba todo aquello en la más solemne de las distancias, pues bien sabia lo trabajoso -y en el peor de los casos riesgoso- que era realizar actividades de esa índole. Se quedó parado en la arena y sintió las primeras gotas de sudor en su rostro ante el calor creciente, el viento era poco efectivo.
Cruzó los brazos y casi simultáneamente respondió -No hay nada de que preocuparse. Tú ¿necesitas algo?-
Los astros que adornaban el cielo habían sido devorados por una negrura total sumiendo la propia costa en la penumbra y sólo una luna de sangre refulgia en la bóveda celeste como la promesa de un suceso sin precedente. Su medallón dio vuelcos furiosos allá en donde había sido ignorado.
Contemplaba todo aquello en la más solemne de las distancias, pues bien sabia lo trabajoso -y en el peor de los casos riesgoso- que era realizar actividades de esa índole. Se quedó parado en la arena y sintió las primeras gotas de sudor en su rostro ante el calor creciente, el viento era poco efectivo.
Cruzó los brazos y casi simultáneamente respondió -No hay nada de que preocuparse. Tú ¿necesitas algo?-
Los astros que adornaban el cielo habían sido devorados por una negrura total sumiendo la propia costa en la penumbra y sólo una luna de sangre refulgia en la bóveda celeste como la promesa de un suceso sin precedente. Su medallón dio vuelcos furiosos allá en donde había sido ignorado.
JamesBlackwood · M
Le sorprendió que dudara sobre sus intenciones de acompañarle, pues nada explicaba el abrupto cambio en su semblante. El hecho de que le ofreciera la oportunidad de separarse le hacía preguntarse la naturaleza de los motivos que la habían llevado ahí, y esa duda lo carcomia desde apenas emprendida la marcha. Por su puesto, aunque estas dudas calaban en lo más hondo de su curiosidad, no la habria interrogado por sus motivos, pues creía que cada persona era perfectamente digna de guardar sus asuntos de los demás. Miró sus manos como buscando en ellas las palabras correctas.
Fracasó.
-No. Quiero acompañarte, no anduve por estos trechos tan tristes para retirarme ahora.- Quería saber de ella, eso estaba claro, por lo que sus palabras le eran extrañas al no tener imaginación para creer que algo en Corina podría ser difícil de soportar. Fuera quizá su sonrisa o su manera de hablar tan misteriosa, lo cierto es que en cada mirada que le dirigía un ardor descomunal abrazaba su corazón y lo hacía encontrar en ella el interés más ferviente que pudiera tener acaso en otro ser.
Por primera vez sintió el pegajoso calor de las costas y supo que seria más adecuado deshacerse de su chamarra de piel. -Sólo dame un segundo.- Descorrió el cierre de la chaqueta produciendo una sucesión de pequeños chasquidos que se perdieron en la oscuridad del bosque, y dejo al descubierto una playera blanca de corte sencillo que sin embargo, tenía pequeñas manchas de sangre y el extremo de la manga izquierda rasgado.
Fracasó.
-No. Quiero acompañarte, no anduve por estos trechos tan tristes para retirarme ahora.- Quería saber de ella, eso estaba claro, por lo que sus palabras le eran extrañas al no tener imaginación para creer que algo en Corina podría ser difícil de soportar. Fuera quizá su sonrisa o su manera de hablar tan misteriosa, lo cierto es que en cada mirada que le dirigía un ardor descomunal abrazaba su corazón y lo hacía encontrar en ella el interés más ferviente que pudiera tener acaso en otro ser.
Por primera vez sintió el pegajoso calor de las costas y supo que seria más adecuado deshacerse de su chamarra de piel. -Sólo dame un segundo.- Descorrió el cierre de la chaqueta produciendo una sucesión de pequeños chasquidos que se perdieron en la oscuridad del bosque, y dejo al descubierto una playera blanca de corte sencillo que sin embargo, tenía pequeñas manchas de sangre y el extremo de la manga izquierda rasgado.
JamesBlackwood · M
El mar poderoso se elevaba por encima de ellos vaticinado un paraje poético y a la vez sombrío. La particularidad de su encanto al perfilar el reflejo de las luces funestas del manto estelar parecía ante sus ojos un espectáculo hipnótico que lo atraía a cada paso. Y el trance, que lo inducia a caminar con la mente en blanco era a la vez un letargo esteta, y un andar lleno de incertidumbre no expresa hacia todo lo que estaba ocurriendo, el caos climático, el silencio del ambinte y los sentimientos no profesos a Corina.
El rumor de la voz de su acompañante lo hizo despertar de aquel estado. Era perfectamente consciente que su actual constante de distracción era un suceso que llevaba repitiéndose toda la noche, pero no hallaba explicación. Era como si un verdadero mundo onírico estuviera formulandose ante el a través de la noche, como si hubiera ahí un nexo especialmente fuerte con el halo de la inercia vital. Sin embargo, tenía perfectamente claro todo lo que ocurría a su alrededor, cada sollozo, cada palabra y cada expresión.
-¿En verdad es algo tan insólito? A mi me parece lo más natural del mundo. Como yo veo las cosas, alcanzamos a temer a aquello que supone un problema para mantener nuestra existencia; tú misma temes a que tus medios sean insuficientes y eso suponga un error fatal, según he escuchado. Pero ¿qué hay para alguien que ha perdido el ansia de vivir o para aquel que contempla una Voluntad ciega?-
El hambre empezó a incomodarle, y se cuestionó si era oportuno "atraer" dos pedazos de tarta de frambuesa para aplacar su necesidad e invitarle a la joven. Después de un momento resolvió que sería más prudente esperar a que todo aquello estuviera más en calma.
El rumor de la voz de su acompañante lo hizo despertar de aquel estado. Era perfectamente consciente que su actual constante de distracción era un suceso que llevaba repitiéndose toda la noche, pero no hallaba explicación. Era como si un verdadero mundo onírico estuviera formulandose ante el a través de la noche, como si hubiera ahí un nexo especialmente fuerte con el halo de la inercia vital. Sin embargo, tenía perfectamente claro todo lo que ocurría a su alrededor, cada sollozo, cada palabra y cada expresión.
-¿En verdad es algo tan insólito? A mi me parece lo más natural del mundo. Como yo veo las cosas, alcanzamos a temer a aquello que supone un problema para mantener nuestra existencia; tú misma temes a que tus medios sean insuficientes y eso suponga un error fatal, según he escuchado. Pero ¿qué hay para alguien que ha perdido el ansia de vivir o para aquel que contempla una Voluntad ciega?-
El hambre empezó a incomodarle, y se cuestionó si era oportuno "atraer" dos pedazos de tarta de frambuesa para aplacar su necesidad e invitarle a la joven. Después de un momento resolvió que sería más prudente esperar a que todo aquello estuviera más en calma.
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