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AsarrRhage · M
— Con sus fauces selladas aquél permaneció, viéndole sesgado y enarcando una ceja en un agasajado gesto ceñudo, indicando curiosidad mientras sus prestos oídos atendían aguzados a lo que parecía ser una exhaustiva y arriesgada travesía épica, predilectas para su intrépido corazón osado. Sus callosas manos, robustas y aguerridas, no sólo vertía aquél licor almibarado sobre dos cuernos de bueyes que extrajo de los sacos de módicas cantidades de provisiones y víveres, guarnecidas en cestas de mimbre. Además de ello, obtuvo algo de pan, mantequilla, queso y manzanas: Algunas de sus reservas del frígido invierno que les cobijó.

Rázaðor, que no apartó los centellantes ojos celestes de la mirada ajena, ojos ensombrecidos por una inquietante sagacidad, como si leyese y escudriñase los pensamientos. Sobre a siniestra, sostenía uno de los cuernos, tendiéndole el otro con la diestra. Al término de la historia, llevó aquella asta tradicional de los escandinavos hasta sus labios, y bebió un sorbo antes de añadir:
—: Vaya. A esto le llamo un feliz rencuentro, en verdad. —hizo una pausa, aquél hombre locuaz pero pícaro. Pasando aquél dulzón brebaje de dioses en un solo y profundo trago—, Se dice que ese lugar es una especie de… “país” envuelto en tinieblas... —observó sin despegarle la vista, entonando la palabra «país» en su peculiar voz de susurro y esbozando una sonrisa ladina que le arrebujó el rostro, antes de la culminación de sus palabras—, donde los días del mundo parecen olvidados. —continuó espontáneo y elocuente, con sus ojos celestes sembrados en los ajenos; garbo pero curioso.— Como aquéllos que entran en sus dominios también lo serán. —bebiendo así, otro largo sorbo del exquisito aguamiel—, Se necesita de mucha fortaleza y valentía para librar semejante batalla. —prosiguió, dirigiendo su atención a la hoguera que aluzaba la pequeña cabaña, cuya vetusta madera cimbraba ante los fuertes relámpagos que estriaban el cielo encapotado, enardeciendo el crepitar de los brunos maderos consumidos en armónicas pavesas que se mecían en el aire.

El hecho de que aun estés aquí, habla muy bien de tu hazaña. —sentenció, alzando las cejas en un carismático ademán de asombro. Sacudiendo leve aquél cuerno en su diestra—, Vamos, bebe y come algo. Te reconfortará.— Una vez que habióle obsequiado su bebida, tomaría un poco de pan y se dirigiría en búsqueda de la calidez que le brindaba la fogata. El viento susurraba con fuerza, al levantarse la gran tormenta que llegó con nieves enceguecedoras desde los páramos que más de alzaban desde las colinas del norte, arrastrando la fragilidad a su paso, y el hielo comenzó a apilarse en los muros de la arcaica morada.
Deberás considerar que te acompañe la próxima vez. Tengo curiosidad sobre los mundos que hay en oriente, ¿Qué dioses habitan allí?… Su cultura. Tengo muchas preguntas al respecto.—Arguyó, deseando saberlo todo; aprenderlo todo, pues aquello le vigorizaba el corazón de sólo preguntárselo, con la ingenuidad de un niño; pues deseaba ser tan sabio como lo fue su padre, Óðinn.