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Amigable, aparentemente servicial, elegante, extravagante, pero cual demonio debo ser vil y todo un
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[i][c=#000066]Anticipó el repiqueteo de unos pasos que le resultaban inconfundibles, su único ojo visible enseguida se posó en aquel visitante. Una sonrisa ladina surcó sus labios; no dijo nada, dejó que su curiosidad jugueteara con sus sospechas. Elevó su diestra para hacer un ademán, de aquellos que esperan que sus acciones hablen por sus palabras. «Pedir que se acercara fue la indicación.»

—¿Dónde es que te habías metido, Sebastian?—Pronunció al momento de alargar la mano y hacer contacto con el sobre que le era entregado.—Sábete que tu presencia en la Mansión es indispensable.—Quizá más que una reprimenda, resultaba una queja producto de su mero capricho de tenerle cerca.

Inspeccionó la carta por la superficie, inquiriéndole con la mirada de qué se trataba. «¿Una nueva orden? ¿Eso era lo que necesitaba?»—No vuelvas a dejarme solo, idiota. ¡Es una orden!—Bufó frunciendo ligeramente el entrecejo antes de dejar escapar un suspiro.—Para continuar, una taza de té verde me complacería. ¿Estás bien con eso?

Era cierto que su aspecto manifestaba cierta irritación, pero por otro lado no podía negar que el regreso del mayordomo le resultaba todo un alivio. Después de todo, no podía un Phantomhive sin su fiel mayordomo.[/c][/i]

 
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[i]San Valentín:

[c=#000066]Conducía sus pasos en círculos alrededor de su despacho, sabía bien de qué día se trataba. "Maldición..." Murmuraba una y otra vez entre dientes. ¿Él? El Conde Phantomhive, ¿festejando San Valentín? Debía estar de broma. Sin embargo, era un pensamiento que no se podía sacar de la cabeza. Después de todo, el azabache significaba mucho para él. ¡Oh! ya sentía como aquello le taladraba su orgullo.

––Hmmp...––Se quejaba mientras de vez en cuando daba furtivas miradas hacia su escritorio, donde se hallaba una caja de tamaño considerable adornada con un enorme moño rojo. La misma poseía algunos agujeros a los costados. No sería difícil adivinar su contenido tomando en cuenta la anormal afición que tenía el mayordomo por ciertos animales. No compartía el mismo gusto, pero sabía que el regalo le alegraría el día.

Caminó hasta la ventana y con ambas manos la abrió de par en par, tan sólo esperando a que el demonio respondiera a su llamado encomendado por Finny.[/c][/i]

[i]Rol 2:

[c=#000066]Sus níveas mejillas fueron cobrando un color carmín al percatarse de la mofa que el mayor obviaba ante sus nerviosas acciones. Desvió la mirada, posándola sobre las atildadas sábanas donde su cuerpo yacía tembloroso. ¡No podía culparle! No era como si estuviese acostumbrado a hacer tales cosas.

Elevó su diestra hasta la mejilla del mayor hasta posarla en ésta, acariciando con suavidad aquella piel que parecía humana, más conocía bien su procedencia. Quiso proseguir con aquel contacto, aquel beso prohibido, permitiéndole profanar su cavidad oral una vez más. Degustando de aquella saliva de origen profano, para tras breves instantes poder separarse para que las palabras fluyeran de la boca del demonio.


Sentía su corazón acelerado, escalofríos erizaban cada vello de su cuerpo cuando hubo percibido la profunda mirada del cuervo clavada en la suya. Su cuerpo se estremeció, una vez que la lengua del mayordomo fue recorriendo su frágil cuello, trazando una travesía invisible por sobre su piel. Entreabrió su boca, dejando que un jadeo casi imperceptible se escurriera de entre su par de labiales.

––U-Una orden. Eso será…––Proclamó con voz casi clandestina.––Si esto es una invitación a pecar, que tus labios sigan su camino a través de mi cuerpo. ¡Es una orden![/c][/i]

[i]Roll 1:[/i]

[c=#000066][i]Se mantuvo silente, como si el viento que se colaba por la ventana abierta de la habitación se llevara todos aquellos pensamientos innecesarios que comenzaban a arremolinarse en su mente. Tras escuchar la voz del mayordomo en respuesta a sus palabras, dejó caer se cuerpo sobre el espaldar del imponente asiento que sucedía a su escritorio.


Asintió un par de veces, quizá más, mientras prestaba atención a las investigaciones que el demonio había hecho. Conocía bien su eficiencia, sería más que claro que cada vocablo emitido habría pasado de ser una hipótesis a una conjetura.

––Florecillas, ¿hah? Es la mejor metáfora para evocar la imagen de una mujer, aunque lo suficientemente discreta como para colarse cual rumor entre los muelles.–– Manifestó en voz alta, para tras unos segundos agregar:––Si esta trama ha de implicar jóvenes, francamente podría sentenciar al Vizconde Druitt. Ya lo sabes, Sebastian. Esta es nuestra labor, a servir a la Reina en ese caso.

Su mirada descendió hasta aquel anillo de brillante zafiro que se hallaba en su mano zurda, delineando su silueta con la mano contraria, hundido en los apiñados juicios que se iban reuniendo en su cabeza. Prontamente, todo aquello se evaporó cual ente imaginario. Un comentario por parte del contrario le hizo pegar un respingo que le costó un golpe en la rodilla.


––¿C-Carnada de los traficantes? ¡¿Qué estás insinuando, idiota?!––Sus sospechas estaban muy cerca de ser aclaradas. Ya se veía perdiendo su dignidad en un futuro cercano. Si el azabache quería usarlo como cebo para atraer al Vizconde, podría jurar que aquello implicaría hacerlo lucir como una de sus presas. Una chica.[/i][/c]
[i]Roll 2:

[c=#000066]
[ El eco de su agitada respiración era lo único que escuchaba resonar en aquella enorme habitación. Esos labios que siempre le fueron prohibidos, ahora jugaban con la inocencia que había mantenido hasta ahora.


Ladeó levemente su menudo rostro para poder acomodarse mejor a la fisonomía del azabache mientras cerraba sus ojos con fuerza, dejándose llevar por aquel momento tan místico, tan extraño, tan inesperado, tan deleitante.

Prontamente su diestra se deslizó por el cuello del mayor hasta llegar a su nuca, donde pudo enlazar sus finos dedos en las hebras oscuras del cabello del mayordomo para atraerle más a su anatomía. Delineó los labios ajenos con su lengua, mientras aquel beso furtivo poco a poco se iba convirtiendo en uno más pasional.

Condujo su mano libre con cierta torpeza hasta la corbata del hombre, desajustándola lo suficiente como para dejar un camino autónomo hacia su camisa; donde pudo con cierta agitación, desabrochar un par de botones. ]

[/c][/i]
[i]Roll 1:

[c=#000066][ Se mantuvo inmute mientras observaba al maestresala sacar del saquillo de su frac, aquella orden que había llegado de la Casa Real. Otro encargo más. Éste siempre sería el trabajo sucio del líder de la familia. De Ciel Phantomhive. Del ‘Perro de la Reina’.

Estiró su delgada mano para recibir el sobre, tomándole con su dedo índice y medio, como quien le da poco interés a las cosas. Removió lo poco que quedaba del sello de cera y extrajo de su interior un par de finas hojas escritas a tinta con una pulcra letra cursiva. Su único ojo visible comenzó a recorrer cada línea que se exponía en el documento. Parecía no mover ningún músculo de su rostro, nadie podría saber en qué estaba pensando. Excepto quizá aquel mayordomo que se hallaba frente a él, recitándole cuál sería el almuerzo del día.]


[ Vamos, comida es comida. Pero de cierta forma le alegraba que hubiese aprendido a hacer las cosas paso a paso como un sirviente lo haría. Aun recordaba aquellas lecciones que le tuvo que dar a mano dura; tal como las que recibió por parte de él para convertirse en la persona que ahora era. Como un Conde debía ser, como el jefe de los Phantomhive debía ser.

Soltó un chasquido con su lengua una vez que terminó de leer el escrito, reflexionó unos instantes para luego decir palabra. ]

–Debes saberlo ya, nos solicitan en Londres. Hay ciertos inconvenientes en los muelles. Están llegando cargamentos de té que no son lo que aparentan. ¿Opio quizá? No sé si tenga que ver con Lau, pero tendremos que encargarnos de esto pronto. Quizá podamos terminar antes de que lleguen la Marquesa Middleford y Lady Elizabeth.

[ Se apoyó sobre sus codos y entrelazó sus manos entre sí, sin despegar la mirada de aquel azabache. Sus bien delineados labios se abrieron y su voz hizo eco en la habitación. ]

–Más vale que el postre sea igual de bueno, Sebastian.

[/c][/i]
[i]Roll 2:

[c=#000066][ Un escalofrío recorrió su piel, provocando que ésta se erizara al contacto con la piel ajena. Fue cerrando sus párpados mientras éste le recostaba, quedando bajo de él, completamente a su merced. No hubiera sabido como describir aquel momento, pero el solo pensar en ello le provocaba un molesto sonrojo en sus mejillas. Tsk~! ¿Pero qué estoy haciendo? Sin embargo, aquella frase se fue difuminando en su mente, desplazando sus ideas para dar paso a nuevas sensaciones. ]


[ Le permitió recostarlo sobre aquellas sábanas atildadas, rodeando el cuello del mayor con sus brazos como deseando que no se separara de él. Prosiguiendo con aquel beso que poco a poco iba tornándose pasional; adueñándose de su saliva y entrelazando sus lenguas como si de una lucha se tratase. Se separó unos instantes tan solo para susurrar de forma maliciosa. ]

Prosigue Michaelis, es una orden.[/c][/i]
[i]Roll 1:

[c=#000066][ Se dejó envolver por aquella tela que se deslizó suavemente sobre su piel para dar paso al rutinario acto de completar su aseo. Una vez estuvo listo con su típico traje inglés, se anudó tras la cabeza el parche que ocultaba su pacto con aquel demonio y se colocó los anillos que daban fe de su cresta.

Se dirigió entonces a su despacho que era iluminado por el enorme ventanal que se hallaba detrás de su escritorio; caminó hasta el fondo de la habitación y tomó asiento plácidamente, reclinándose sobre el respaldo. Estiró su mano hacia el mayordomo, dedicándole una rauda mirada a su bolsillo, dándole a entender que necesitaba de la carta. ]


. . . ¿Qué hay para almorzar?

[ Mencionó en voz alta, elevando su pupila azul al rostro del azabache mientras esperaba que su indicación fuera completada. ][/c][/i]
[i][c=#000066]♪♫ Perchè mi piaci in ogni modo,
da ogni lato o prospettiva tu
perchè se manchi stringe un nodo,
e il respiro non mi ritorna più ♪♫[/c][/i]


Grazie per il tempo trascorso con me. <3
[i]Roll 2:[/i]

[i][c=#000066][ No le dio tiempo a reaccionar cuando aquel hombre hubo acallado sus palabras. Pudo sentir los labios ajenos posarse sobre los suyos. Había esperado tanto por ese momento, sin embargo, su orgullo no le había permitido reflejarlo.

Cerró sus párpados lentamente, permitiéndose disfrutar de aquel momento que no sabía si se volvería a repetir. Correspondió a aquel beso, para después deslizar su diestra sobre los cabellos del pelinegro donde entrelazó sus delgados dedos para atraerlo más hacia sí.

Delineó aquellos labios que por primera vez probaba, degustándose de aquel indescriptible sabor, para a continuación aventurar su lengua en una boca desconocida ]

Se-Sebastian...

[/c][/i]