[ El eco de su agitada respiración era lo único que escuchaba resonar en aquella enorme habitación. Esos labios que siempre le fueron prohibidos, ahora jugaban con la inocencia que había mantenido hasta ahora.
Ladeó levemente su menudo rostro para poder acomodarse mejor a la fisonomía del azabache mientras cerraba sus ojos con fuerza, dejándose llevar por aquel momento tan místico, tan extraño, tan inesperado, tan deleitante.
Prontamente su diestra se deslizó por el cuello del mayor hasta llegar a su nuca, donde pudo enlazar sus finos dedos en las hebras oscuras del cabello del mayordomo para atraerle más a su anatomía. Delineó los labios ajenos con su lengua, mientras aquel beso furtivo poco a poco se iba convirtiendo en uno más pasional.
Condujo su mano libre con cierta torpeza hasta la corbata del hombre, desajustándola lo suficiente como para dejar un camino autónomo hacia su camisa; donde pudo con cierta agitación, desabrochar un par de botones. ]