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SherlockHolmes · M
Ooc: La espera valió la pena. Digo (?)
La Mente Brillante aguardaba aun del otro lado de la puerta, sabía que aquella mujer le esperaba y peor aun sabía que estaría expuesto a sus juegos imposibles de ganar, sin embargo toda aquella desgracia era necesaria para su investigación. La botella entre sus brazos y su mirada paseándose de un sitio a otro contemplando el aspecto tan elegante de la edificación era el simbolismo de que estaba por ahora sereno «Recién lo han remodelado. Parece que alguien gano mucho dinero en alguna apuesta. No está mal, igual no es de mi gusto» pensaría el Detective distrayéndose con ideas vagas de cosas sin interés.
Los grandes ojos repararon en que Miss Irene pronto le abriría la mirada que posó en el pequeño espacio que quedaba entre la parte baja de la puerta y del suelo alfombrado remarcaba una sombra estática que estaba del otro lado de la puerta, aquel detalle no lo revelaría, seguiría discreto ante sus hallazgos. Aclararía su garganta y movería su boca en contadas muecas esperando que finalmente aquella puerta se abriese.
Tal vez aquel Detective era osado, o era tonto o más allá de estos calificativos era todo un Hombre. Verse envuelto en una situación semejante solo por un asunto de un interés primordial era una peculiaridad bastante marcada en lo que se le consideraba como un Caballero, más muchas veces aquel riesgo podía costarle parte de su reputación, aunque esto fuera algo que no le causase tanta preocupación. Finalmente la puerta se abriría ante él con un movimiento calmoso mostrándose así a la Bruja tras el encanto. «Ropa de dormir» pensaría como única idea tras de ver aquella estampa tan emblemática para cualquier masculino.
La expresión de Miss Irene solo perturbo por breve segundos al del Detective, respondería con una sonrisa forzada, amplia, rustica y hasta perfeccionada que iba desde una comisura hasta la otra. Pasaría dentro de la habitación a su típico ritmo de caminar y mientras así lo hacía comentaría –Señorita Irene ¿ha tenido usted una buena velada? –Dejaría la botella encima de la primera mesa que encontrase, lanzaría su mirada de esquina en esquina como era costumbre de él y su manía- Es extraño está usted sola, pensaría que estaría acompañada. Bueno no es que mi importe, más solo fue una suposición. –Conseguiría ver raudamente algunos papeles amontonados en la mesa junto a la cama más lo ignoraría puesto que la Mente Brillante no quería causar sospechas, aunque sabía que Miss Irene le descubriría- No confundas mi visita, he venido aquí porque presiento que es usted la única que podría darme respuestas, en esto que considero un callejón sin salida. Si está usted en la capacidad de darme tal privilegio, que deduzco que lo está. –Le contemplaría desde la desnudez de sus pies hasta más arriba de su busto forrado por aquel camisón de noche. De nuevo aclararía su garganta sentía que de nuevo sus nervios le traicionaban más tomaría asiento en una silla adormentada al estilo de los Versalles que acompañaba una mesita en donde el Detective infería que aquel mueble servía como apoyo a que Miss Irene tomase el desayuno.
La Mente Brillante aguardaba aun del otro lado de la puerta, sabía que aquella mujer le esperaba y peor aun sabía que estaría expuesto a sus juegos imposibles de ganar, sin embargo toda aquella desgracia era necesaria para su investigación. La botella entre sus brazos y su mirada paseándose de un sitio a otro contemplando el aspecto tan elegante de la edificación era el simbolismo de que estaba por ahora sereno «Recién lo han remodelado. Parece que alguien gano mucho dinero en alguna apuesta. No está mal, igual no es de mi gusto» pensaría el Detective distrayéndose con ideas vagas de cosas sin interés.
Los grandes ojos repararon en que Miss Irene pronto le abriría la mirada que posó en el pequeño espacio que quedaba entre la parte baja de la puerta y del suelo alfombrado remarcaba una sombra estática que estaba del otro lado de la puerta, aquel detalle no lo revelaría, seguiría discreto ante sus hallazgos. Aclararía su garganta y movería su boca en contadas muecas esperando que finalmente aquella puerta se abriese.
Tal vez aquel Detective era osado, o era tonto o más allá de estos calificativos era todo un Hombre. Verse envuelto en una situación semejante solo por un asunto de un interés primordial era una peculiaridad bastante marcada en lo que se le consideraba como un Caballero, más muchas veces aquel riesgo podía costarle parte de su reputación, aunque esto fuera algo que no le causase tanta preocupación. Finalmente la puerta se abriría ante él con un movimiento calmoso mostrándose así a la Bruja tras el encanto. «Ropa de dormir» pensaría como única idea tras de ver aquella estampa tan emblemática para cualquier masculino.
La expresión de Miss Irene solo perturbo por breve segundos al del Detective, respondería con una sonrisa forzada, amplia, rustica y hasta perfeccionada que iba desde una comisura hasta la otra. Pasaría dentro de la habitación a su típico ritmo de caminar y mientras así lo hacía comentaría –Señorita Irene ¿ha tenido usted una buena velada? –Dejaría la botella encima de la primera mesa que encontrase, lanzaría su mirada de esquina en esquina como era costumbre de él y su manía- Es extraño está usted sola, pensaría que estaría acompañada. Bueno no es que mi importe, más solo fue una suposición. –Conseguiría ver raudamente algunos papeles amontonados en la mesa junto a la cama más lo ignoraría puesto que la Mente Brillante no quería causar sospechas, aunque sabía que Miss Irene le descubriría- No confundas mi visita, he venido aquí porque presiento que es usted la única que podría darme respuestas, en esto que considero un callejón sin salida. Si está usted en la capacidad de darme tal privilegio, que deduzco que lo está. –Le contemplaría desde la desnudez de sus pies hasta más arriba de su busto forrado por aquel camisón de noche. De nuevo aclararía su garganta sentía que de nuevo sus nervios le traicionaban más tomaría asiento en una silla adormentada al estilo de los Versalles que acompañaba una mesita en donde el Detective infería que aquel mueble servía como apoyo a que Miss Irene tomase el desayuno.
SherlockHolmes · M
Llegaría raudamente el pedido del Doctor mientras que el Detective se reclinaba en su asiento apoyando todo su cuerpo hacia el lado derecho de la silla tallada con figuras de olivos y de uvas ensortijadas. Para mayor deleite y por supuesto confidencialidad la Mente Brillante acudiría a la conversación en código y esto lo haría sabiendo que Watson sabría de qué era lo que en si hablaba –Y bien, Holmes. ¿Qué tienes que decirme del pastel? –Ínsito el Doctor, el Detective sonrió accediendo a la curiosidad de su colega- El pastel es extraño ¡totalmente! Tiene un diseño bastante peculiar, creo saber quien fue el pastelero más dejaré un margen de duda para no verme obligado a descartar a mi posible sospechoso. –El doctor bebiendo un sorbo del té enjuagándose con ello su bigote replicaría- ¿Qué ingredientes llevaba el pastel? –La Mente Brillante se apresuraría a responder frotándose las manos de forma ansiosa y nerviosa- Un polvillo gris, parecido al de la ceniza. Estaba alrededor de la base de la torta, la textura era bastante gruesa por lo que tal vez sería algún resido volcánico. Tal vez nuestro pastelero es extranjero. –Cogería un pedazo del pastel de arándanos el doctor mientras asentía coincidiendo con el Detective- El muñeco de la torta aun no lo he ido a ver por lo que se hoy donde esta no abrirá, mañana es posible. ¿No puedes hablar con la repostería? –Cuestionaría a Watson, el otro con una mueca se negaría- Aunque consiguiese a la persona, hoy no abrirían, parece que el dueño de esa repostería tuvo un percance por lo que ni siendo doctor puedo ir. Miss Irene estaba aquí ¿En qué andaba? –Aquella interrogante inesperada pero cargada de una simpatía engañosa sobresalto al Detective- ¿Irene? ¡Ah! Si. No lo sé. –Negaría en parpadeos nerviosos a la vez que arrugaba su nariz perfilada. Terminarían de hablar sobre el caso y luego saldrían del local llegando al acuerdo de ir mañana hacia la morgue del casco central.
Por otro lado, Holmes quien ya había quedado con el gusanillo de la curiosidad -y porque sentía que sus dudas serían aclaradas en este sitio- sabría en donde se hospedaría su mayor tortura. Accedería por la gran entrada de uno de los hoteles, pasando de largo por la recepción como si ya habitase en aquel lugar, subiría el ascensor sonriéndole a una señora de avanzada edad que no le quitaba la mirada. Sintiéndose un tanto incomodo saldría a pasos raudos del aparato hasta coger de un carrito de bebidas (que llevaba un mozo distraído hablándole al dueño de unas de las habitaciones) una botella de champan (no era esa su intención, era de vino) la protegería entre sus brazos, pasaría por un pasillo, algunas habitaciones hasta detenerse en una especial. Soplaría por un momento intentando no perder la calma, y luego tocaría la puerta y diría –Servicio a la habitación.
Por otro lado, Holmes quien ya había quedado con el gusanillo de la curiosidad -y porque sentía que sus dudas serían aclaradas en este sitio- sabría en donde se hospedaría su mayor tortura. Accedería por la gran entrada de uno de los hoteles, pasando de largo por la recepción como si ya habitase en aquel lugar, subiría el ascensor sonriéndole a una señora de avanzada edad que no le quitaba la mirada. Sintiéndose un tanto incomodo saldría a pasos raudos del aparato hasta coger de un carrito de bebidas (que llevaba un mozo distraído hablándole al dueño de unas de las habitaciones) una botella de champan (no era esa su intención, era de vino) la protegería entre sus brazos, pasaría por un pasillo, algunas habitaciones hasta detenerse en una especial. Soplaría por un momento intentando no perder la calma, y luego tocaría la puerta y diría –Servicio a la habitación.
SherlockHolmes · M
Llegó un mozo con un delantal puesto, un pantalón negro, una camisa manga larga blanca y un moño en su cuello color negro que indicaba que era él quien le serviría a la Mente Brillante. Los ojos grandes y redondos de Holmes después de haber estado puestos en la mesa de una pareja hacia el ala izquierda casi al lado de la puerta de servicio -una vez que dedujo en su momentos de espera que la mujer de cabellera rubia de la mesa que miraba permanecía profundamente enamorada de su contra parte quien ignorando las miradas amorosas que ella le dedicaba ingresaba bajo de la mesa su propio brazo poniendo a botón de prueba su afán por conseguir solo sexo- dejaría de entretenerse con la novela de amor no correspondido en esa esquina y le ordenaría al mozo que le trajese un café con leche de soya y un trozo de pastel de arándanos.
Mientras el mozo se retiraba la Mente Brillante tomaría la servilleta a su mano derecha y mientras la desdoblaba manteniendo aun su mirada puesta en el doblaje de la tela los oídos del detective se agudizaron de forma tan inconsciente que en cada desdoblamiento que le hacía a una de las esquinas de la servilleta un mozo llegaba a distintas mesas. Logro sincronizar sus movimientos con los del resto, los murmullos a su alrededor lo embelesaban, lograba sacarle un perfil psicológico a cada persona que yacía sentado en las mesas, pero esto era un análisis profundo y personal, la Mente Brillante no podía compartirlo con nadie, aunque si le preguntase él lo diría la sinceridad muchas veces era su arma de doble filo, aun permanecía solo, la silla frente suyo estaba aguardando por su poseedor la espera se le hacia cómoda, siempre que podía esperaba.
Contaría los segundos lentamente cuando ya hubiese terminado de acomodar la servilleta en su garganta e iría subiendo su mirada nuevamente a la civilización ya calificada en su alrededor. Inhalaría hondamente puesto que luego de un meditar tan profundo había que botar el resto del aire pero, cuando su mirada vislumbró una silueta conocida frente suyo, el oxigeno se le acabo. La Mente Brillante entro en una especie de detención del tiempo, sintió que todo iba más lento de lo acostumbrado, todo a su alrededor perdía razón, sentido ¿perfiles? ¡Ya se hicieron! ¡Ya no importaban! El mozo llegó a su lado con una bandeja de plata con el dulce y el café, lo colocaría en su frente a una distancia que al hombre se le hiciese fácil degustarse con ellos, el mozo se reverencio una vez dicho el acostumbrado “Buen provecho” y luego se iría dejando de nuevo a la Mente Brillante en su letargo momentáneo. La mirada de Miss Irene y su sonrisa tan significativa para él lo hicieron volver a la vida por lo que en parpadeos nerviosos bajo su mirada y se encontró con el festín. Tocaría ignorar aquella presencia y por supuesto la otra que le acompañaba, más para el detective nada era por casualidad, probaría el pastel con una lentitud parsimoniosa y luego bebería un sorbo del café, el juego de sabores en su boca, la dulzura, la simplicidad y lo agrió del café acabarían por hacerle suspirar ante la rendición de sus sentidos a la curiosa mezcla de alimentos.
Más aunque sus sentidos estuviesen muy dispuestos al manjar sus nervios no dejaban de apuntarle en su cabeza la curiosa escena que tenia frente suyo, ¿De qué hablan? ¿Qué traman? ¿Cuál es la razón de todo? «Posible contrato entre ambos. Un trabajo complicado que requiere de un profesional. La suma por el trabajo debe ser alta. La perpetradora sabe como dominar a la víctima más su incomodidad corporal la pone en evidencia, él lo obvia pues por su manera de mover su mano en la mesa demuestra una diestra agilidad para el manejo de las mujeres. Es un personaje superficial ella lo sabe, por eso es mezquina y lo aleja. Conclusión, lo mataré» -Holmes –Dijo otra voz masculina una muy suave pero cargada de una firmeza voraz que solo se obtiene en campos de guerra, la determinación del hombre nace de los eventos de tensión y adrenalina -¡Ah! Watson. –Respondió el detective desviando raudamente su atención a su ahora acompañante quien sin verse en preparativos protocolares tomaría asiento frente suyo dejando su sombrero a un lado y su bastón al otro impidiendo ver al detective hacia la mesa de tortura Watson llamaría al mozo y pediría lo mismo del detective, notando su intranquilidad –la cual sabía detectar muy bien- volvería su mirada hacia atrás ubicando el punto exacto que originaba el nerviosismo más desenfrenado del detective –Holmes…-dijo en un tono en reprensión- ¿Ah? Si Watson, debemos hablar. Tenemos algunas cosas que hablar por ahora bebe y come. Te aseguro que tenemos un interesante caso. –Le dijo Sherlock a Watson mientras ignoraba al mundo y se concentraba en su colega con forzados intentos.
Mientras el mozo se retiraba la Mente Brillante tomaría la servilleta a su mano derecha y mientras la desdoblaba manteniendo aun su mirada puesta en el doblaje de la tela los oídos del detective se agudizaron de forma tan inconsciente que en cada desdoblamiento que le hacía a una de las esquinas de la servilleta un mozo llegaba a distintas mesas. Logro sincronizar sus movimientos con los del resto, los murmullos a su alrededor lo embelesaban, lograba sacarle un perfil psicológico a cada persona que yacía sentado en las mesas, pero esto era un análisis profundo y personal, la Mente Brillante no podía compartirlo con nadie, aunque si le preguntase él lo diría la sinceridad muchas veces era su arma de doble filo, aun permanecía solo, la silla frente suyo estaba aguardando por su poseedor la espera se le hacia cómoda, siempre que podía esperaba.
Contaría los segundos lentamente cuando ya hubiese terminado de acomodar la servilleta en su garganta e iría subiendo su mirada nuevamente a la civilización ya calificada en su alrededor. Inhalaría hondamente puesto que luego de un meditar tan profundo había que botar el resto del aire pero, cuando su mirada vislumbró una silueta conocida frente suyo, el oxigeno se le acabo. La Mente Brillante entro en una especie de detención del tiempo, sintió que todo iba más lento de lo acostumbrado, todo a su alrededor perdía razón, sentido ¿perfiles? ¡Ya se hicieron! ¡Ya no importaban! El mozo llegó a su lado con una bandeja de plata con el dulce y el café, lo colocaría en su frente a una distancia que al hombre se le hiciese fácil degustarse con ellos, el mozo se reverencio una vez dicho el acostumbrado “Buen provecho” y luego se iría dejando de nuevo a la Mente Brillante en su letargo momentáneo. La mirada de Miss Irene y su sonrisa tan significativa para él lo hicieron volver a la vida por lo que en parpadeos nerviosos bajo su mirada y se encontró con el festín. Tocaría ignorar aquella presencia y por supuesto la otra que le acompañaba, más para el detective nada era por casualidad, probaría el pastel con una lentitud parsimoniosa y luego bebería un sorbo del café, el juego de sabores en su boca, la dulzura, la simplicidad y lo agrió del café acabarían por hacerle suspirar ante la rendición de sus sentidos a la curiosa mezcla de alimentos.
Más aunque sus sentidos estuviesen muy dispuestos al manjar sus nervios no dejaban de apuntarle en su cabeza la curiosa escena que tenia frente suyo, ¿De qué hablan? ¿Qué traman? ¿Cuál es la razón de todo? «Posible contrato entre ambos. Un trabajo complicado que requiere de un profesional. La suma por el trabajo debe ser alta. La perpetradora sabe como dominar a la víctima más su incomodidad corporal la pone en evidencia, él lo obvia pues por su manera de mover su mano en la mesa demuestra una diestra agilidad para el manejo de las mujeres. Es un personaje superficial ella lo sabe, por eso es mezquina y lo aleja. Conclusión, lo mataré» -Holmes –Dijo otra voz masculina una muy suave pero cargada de una firmeza voraz que solo se obtiene en campos de guerra, la determinación del hombre nace de los eventos de tensión y adrenalina -¡Ah! Watson. –Respondió el detective desviando raudamente su atención a su ahora acompañante quien sin verse en preparativos protocolares tomaría asiento frente suyo dejando su sombrero a un lado y su bastón al otro impidiendo ver al detective hacia la mesa de tortura Watson llamaría al mozo y pediría lo mismo del detective, notando su intranquilidad –la cual sabía detectar muy bien- volvería su mirada hacia atrás ubicando el punto exacto que originaba el nerviosismo más desenfrenado del detective –Holmes…-dijo en un tono en reprensión- ¿Ah? Si Watson, debemos hablar. Tenemos algunas cosas que hablar por ahora bebe y come. Te aseguro que tenemos un interesante caso. –Le dijo Sherlock a Watson mientras ignoraba al mundo y se concentraba en su colega con forzados intentos.
YuukiKuran · F
(Rol Mode Off: Gracias por aceptar mi solicitud. Debo decir que usted redacta muy bien, pregunto ¿Gusta construir e iniciar un rol con mi persona?)
SherlockHolmes · M
Había quedado atrás la Gorgona, ya no sería presa por ahora de la Boa. Era libre, lo que esperaba como siempre más no se deseaba. Es difícil para la Mente Brillante reconocer la necesidad de tenerle junto a él, más para proteger la vida de ambos la discreción era la herramienta más útil para no levantar polvo en los rincones que no se debe. Avanzarían los minutos y así como avanzaban así se movían las piernas apresuradas de la Mente Brillante. Se le hizo tarde en 10 minutos, en la entrada estaban tres oficiales, todos ellos vestidos en sus uniformes azul oscuro con botones plateados, sus cinturones blancos y sus rifles sujetos a una cinta que les colgaba de los hombros. Sherlok Holmes era reconocido en la fuerza militar por lo que los oficiales al verle le cedieron el paso, esté subió los escalones, entró a la casa, a travesó un pasillo solitario y polvoriento con todos sus muebles cubiertos por sabanas blancas ya viejas y luego de subir una escalera de caracol se encontraría con el inspector de la policía londinense y su sub-oficial en la habitación de la víctima –Señor Holmes, buen día. –Dijo el sub-oficial reverenciándose y emocionándose a la vez pues reconocía la inteligencia y la audacia del detective en cuestión- Señor Perkins si, hola. –Aclaró su garganta- Cuanto polvo hay aquí ¿todo sigue intacto? –cuestionaría mientras luchaba con una telaraña que se había pegado a la manga izquierda de su chaleco- Por supuesto que todo sigue igual Holmes, ¿acaso no es obvio? –Retumbaría la habitación el inspector con su tono irónico y provocativo- ¡Ah inspector! ¡Está usted aquí! Pensé que estaría ausente como siempre y que solo aparecería cuando yo resolviese el caso, siempre es así. ¿Qué hace aquí? ¿Tuvo una pelea con su esposa acaso? –El rostro del inspector se volvió rojo de ira mientras que el del sub-oficial se volvió rojo de la vergüenza y del chiste, más el semblante sereno de Holmes seguía impávido. Chasquearía sus dientes para con sus grandes ojos volver su atención al lugar- ¡Chesh! Es una pena, es una pena. Las mujeres de hoy en día son autoritarias –Se hincaría en la orilla de la cama de la víctima, tocaría el polvillo en el suelo y comprobaría sus textura frotándolo entre sus dedos de su mano izquierda- si no haces lo que dicen te golpean. No sé qué será de nosotros en los próximos años caballeros. Creo que nos extinguiremos o peor aun nos convertiremos en sus esclavos –Tocaría con la yema de sus dedos la orilla de las barandas de la cama mientras el oficial Perkins agregaría a su conversa- ¿Acaso Señor Holmes no lo somos ya? –Sonreiría el detective mientras se ponía en pie y recorría toda la habitación examinando el armario de la víctima, su tocador, su mesa de noche, sus indumentarias todas sus pertenencias, hasta un cajón de su escritorio que gracias a una capa fina de polvo se dio cuenta que había una marca de un cuadrado perfecto «Interesante» pensaría.
Pasaría exactamente 44 minutos cuando de la casa saldría el detective con muchas ideas en su cabeza, aun con tela de araña en sus brazos pero con una muy posible hipótesis a todo, ahora había que ir con Watson para sacar posibles conclusiones, pero antes un té caería bien al estomago. Se fue en un coche hacia una de las avenidas principales de Londres para quedar frente a una cafetería llamada The New Castle por lo que al entrar ubicaría raudamente una mesa, se sentaría y pediría su típico y esperado té. Más también esperaría ver a alguien que sabría qué tal vez llegaría a él.
Pasaría exactamente 44 minutos cuando de la casa saldría el detective con muchas ideas en su cabeza, aun con tela de araña en sus brazos pero con una muy posible hipótesis a todo, ahora había que ir con Watson para sacar posibles conclusiones, pero antes un té caería bien al estomago. Se fue en un coche hacia una de las avenidas principales de Londres para quedar frente a una cafetería llamada The New Castle por lo que al entrar ubicaría raudamente una mesa, se sentaría y pediría su típico y esperado té. Más también esperaría ver a alguien que sabría qué tal vez llegaría a él.
SherlockHolmes · M
Ooc: Definitivamente este modo de rol suyo me encanta. Estoy igual, me gusta leerlo varias veces. Incluso me estas enseñando un nuevo modo de narrativa. Gracias por la enseñanza.
Ese gesto repulsivo y tan cautivador que tienen las mujeres cuando ganan el dominio de una jugada ponía de mal humor a la Mente Brillante, su cuerpo reaccionaria instintivamente queriendo huir de aquel instante, más los brazos agiles de boa constrictora se engancharon al suyo volviéndolo presa de un –muy esperado- rato de comentarios provocativos, insidiosos y malévolos pues todo lo que esa mujer trama, dice, hace tiene algún fin maligno, según el detective de la calle Baker.
Los ojos brillantes del hombre hicieron en una ronda rápida un escaneó del físico, y las ropas que Miss Adler tenía. Deduciría por el grosor de los tumultos de su vestido que tal vez portase oculto algún arma, y por su modo de caminar tan ameno se le hacía irrefutable el que no fuese la primera vez que anduviese preparada. Su cuerpo se vio impulsado por los pasos de la Boa, sus pasos se movían al mismo ritmo que los de ella, se le fue imposible huir puesto que la serpiente le tenía presa, un gancho fuertísimo con su brazo le impedía hacer uso de sus agiles movimientos que tanto presumía, aunque, podía hacerlo más ¿dónde se ha visto que un hombre le pegue a una mujer? Solo en la edad de piedra sucedía semejante atrocidad por lo que era mejor conservar la compostura soportando momentos incómodos intentando no perder la calma por los nervios que se avecinaban y respondiendo lo más corto posible, el tiempo apremia en este día.
Deslizase su mano derecha en el bolsillo del lado diestro del chaleco de su traje, saco un reloj de plata, con una cadenita pegada a él, le abrió y contemplo la hora 9:53 A.M. ¡Por el tesoro del mundo! ¡Se hace tarde! Inhalo profundamente llevándose consigo ese aroma a gasolina y de humo de la calle. Aclararía su garganta nuevamente, pues al parecer se apreciaba de secarse justamente cuanto estaba al lado de Miss Adler –No sé de qué caso habla Señorita Irene. –respondió de una forma tajante pero temblorosa, se mantenía aun firme aclaraba su garganta de vez en cuando- Esta gripe, este clima. Una desgracia, definitivamente. ¿Watson? Él es, una especie sin igual, todo un personaje para catalogar entre la muy amplia gama de mentes brillantes. Si, aun Watson sigue siendo mi colega desde luego. El violín esta en ¡espere! –Pauso bruscamente (como siempre) la conversación deteniendo hasta el paso acompañado de un muy pronunciado y poco atractivo entrecejo fruncido- Ya sé lo que planea hacer usted. Quiere sacarme información. No lo logrará, no otra vez. –Parpadeo nerviosamente inhalando de nuevo de una forma asmática el aire, se quitaría el gancho de aquellos brazos para obtener su libertad muy deseada pero a la vez no querida- Señorita Irene me temo que hasta aquí llegaremos. Fue una no grata charla…-haría una mueca- como siempre. Tenga usted un…día…buen día… ¡Lo que sea! –Se despediría y se iría con pasos apresurados escapando de los brazos de la Mujer a quien si le dijese que le confesase todo sus secretos se los diría.
Ese gesto repulsivo y tan cautivador que tienen las mujeres cuando ganan el dominio de una jugada ponía de mal humor a la Mente Brillante, su cuerpo reaccionaria instintivamente queriendo huir de aquel instante, más los brazos agiles de boa constrictora se engancharon al suyo volviéndolo presa de un –muy esperado- rato de comentarios provocativos, insidiosos y malévolos pues todo lo que esa mujer trama, dice, hace tiene algún fin maligno, según el detective de la calle Baker.
Los ojos brillantes del hombre hicieron en una ronda rápida un escaneó del físico, y las ropas que Miss Adler tenía. Deduciría por el grosor de los tumultos de su vestido que tal vez portase oculto algún arma, y por su modo de caminar tan ameno se le hacía irrefutable el que no fuese la primera vez que anduviese preparada. Su cuerpo se vio impulsado por los pasos de la Boa, sus pasos se movían al mismo ritmo que los de ella, se le fue imposible huir puesto que la serpiente le tenía presa, un gancho fuertísimo con su brazo le impedía hacer uso de sus agiles movimientos que tanto presumía, aunque, podía hacerlo más ¿dónde se ha visto que un hombre le pegue a una mujer? Solo en la edad de piedra sucedía semejante atrocidad por lo que era mejor conservar la compostura soportando momentos incómodos intentando no perder la calma por los nervios que se avecinaban y respondiendo lo más corto posible, el tiempo apremia en este día.
Deslizase su mano derecha en el bolsillo del lado diestro del chaleco de su traje, saco un reloj de plata, con una cadenita pegada a él, le abrió y contemplo la hora 9:53 A.M. ¡Por el tesoro del mundo! ¡Se hace tarde! Inhalo profundamente llevándose consigo ese aroma a gasolina y de humo de la calle. Aclararía su garganta nuevamente, pues al parecer se apreciaba de secarse justamente cuanto estaba al lado de Miss Adler –No sé de qué caso habla Señorita Irene. –respondió de una forma tajante pero temblorosa, se mantenía aun firme aclaraba su garganta de vez en cuando- Esta gripe, este clima. Una desgracia, definitivamente. ¿Watson? Él es, una especie sin igual, todo un personaje para catalogar entre la muy amplia gama de mentes brillantes. Si, aun Watson sigue siendo mi colega desde luego. El violín esta en ¡espere! –Pauso bruscamente (como siempre) la conversación deteniendo hasta el paso acompañado de un muy pronunciado y poco atractivo entrecejo fruncido- Ya sé lo que planea hacer usted. Quiere sacarme información. No lo logrará, no otra vez. –Parpadeo nerviosamente inhalando de nuevo de una forma asmática el aire, se quitaría el gancho de aquellos brazos para obtener su libertad muy deseada pero a la vez no querida- Señorita Irene me temo que hasta aquí llegaremos. Fue una no grata charla…-haría una mueca- como siempre. Tenga usted un…día…buen día… ¡Lo que sea! –Se despediría y se iría con pasos apresurados escapando de los brazos de la Mujer a quien si le dijese que le confesase todo sus secretos se los diría.
SherlockHolmes · M
Ooc: Para nada decepcionarme. Me gusta este nuevo "modo". Acá le plasmo el mío, algunas cosas cambie. Creo que este rol lo haré más refinado. Así que, me dice su opinión en cuanto pueda.
Un mes había transcurrido luego de que una serie de acontecimientos hayan estado sucediendo bajo las cuerdas de la burócrata Londres. Un asesinato, -uno misterioso en verdad- que a las autoridades inglesas inquietaba hasta la médula. El perpetrador lo desconocen, la victima una joyera de avanzada edad de unos 1.45 metros, tez caucásica de unos 70 años que encontraron desnuda en su cama sin sabanas y con un polvillo cenizoso alrededor del mueble. Sus pertenencias no se la llevaron, más un libro de registros financieros fue lo que no se encontró por ninguna parte, sin embargo ninguno de los oficiales se dio cuenta del extravió.
Marcaban las 9:42 A.M de una mañana beneficiosa. El mejor amigo, y colega de un detective notable y con características tales como el de la imprudencia y el de la insolencia le había informado del acontecimiento tan atroz, pero que por razones protocolares el caso nunca salió a la luz pero por motivos de mayor rigor (El hijo de la victima exige que se investigue el caso y estará pagando una fuerte suma a quien descifre el caso) se volvió a tomar el caso de la joyera asesinada. Ahora que tenían la información en manos era esencial que la mayor de las mentes comenzara a armar el rompecabezas malicioso. Lo primero que había que hacer era ir a la escena del crimen, que según testimonian los oficiales aun sigue intacta por supuesto sin el cadáver de la moribunda anciana.
El crepúsculo hace horas se había difuminado en la estepa del firmamento, las personas ya estaban en sus actividades, en sus locales, en sus puestos de flores y de ventas de un pan mal hecho, pero que por la avaricia de sus vendedores obviaban aquel asunto del moho y solo aplicarían más del polvo blanquecino de una harina relativamente nueva. Unos zapatos de medio tacón, color mocacchino, un traje de vestir café con una camisa blanca manga larga bajo del mismo, mostrando un cuello cubierto por una bufanda vino tinto se mostrarían en un caminar recto e imparable por las calles de aquella Londres podrida según la Mente Brillante. El calzado resonaba con una fuerza estrepitosa en las calles rocosas de la Londres de aquella época, la humedad y los charcos esparcidos en los rincones menos y más concurridos eran como una ornamentación urbana muy a lo sombrío y pero bastante descuidada.
Esquivaría unos cuantos puestos de ventas de aves, terrible para la vista, allí mismo le degollaban, saldría con la firmeza de un general en la desembocadura de una de las avenidas principales, hasta que en una manía por vigilar cada detalle, cada minúsculo acierto o desacierto de las personas en su radio de 360 grados en derredor, una estampa femenina, la más bella para él y a la única que consideraba como una maldición y más que eso una debilidad tan arraigada en su muy introvertida personalidad, compartió con él una mirada. Su garganta de pronto se seco, su estomago se contrajo, con disimulo cruzo sus manos al nivel de su estomago para que un nerviosismo tortuoso no saliese, una sonrisa bastante ambigua y nerviosa saldría con la misma torpeza con la que un niño aprende a caminar para luego verse respondido por una más fina y más dedicada, huiría tal vez pero la palabra se hizo primero y solo le quedo ceder, siempre con ella le toca ceder –Señorita Irene. –Aclaró su tono de una forma bastante brusca poniendo por supuesto en evidencia lo nervioso que le ponía la presencia de su Debilidad. Sus ojos brillantes le vería por un fragmento de segundo y luego haciendo un ademán de incomodidad torcería el cuello hacia el otro lado de la calle pues le era mejor ver a los demás que encontrarse con esa mirada que le encrespaba la piel pero que muy en el fondo lo excitaba- Extrañarme, que rara esa connotación no cree? –Comentó en su hablar nervioso y casi ávido- Yo para nada, no, no, no le extrañe. Después de casi morir por, no sé tal vez causa suya, no para nada, no le extrañe ni un poco. ¡Uh ah! Para nada. –sacudió sus hombros.
Un mes había transcurrido luego de que una serie de acontecimientos hayan estado sucediendo bajo las cuerdas de la burócrata Londres. Un asesinato, -uno misterioso en verdad- que a las autoridades inglesas inquietaba hasta la médula. El perpetrador lo desconocen, la victima una joyera de avanzada edad de unos 1.45 metros, tez caucásica de unos 70 años que encontraron desnuda en su cama sin sabanas y con un polvillo cenizoso alrededor del mueble. Sus pertenencias no se la llevaron, más un libro de registros financieros fue lo que no se encontró por ninguna parte, sin embargo ninguno de los oficiales se dio cuenta del extravió.
Marcaban las 9:42 A.M de una mañana beneficiosa. El mejor amigo, y colega de un detective notable y con características tales como el de la imprudencia y el de la insolencia le había informado del acontecimiento tan atroz, pero que por razones protocolares el caso nunca salió a la luz pero por motivos de mayor rigor (El hijo de la victima exige que se investigue el caso y estará pagando una fuerte suma a quien descifre el caso) se volvió a tomar el caso de la joyera asesinada. Ahora que tenían la información en manos era esencial que la mayor de las mentes comenzara a armar el rompecabezas malicioso. Lo primero que había que hacer era ir a la escena del crimen, que según testimonian los oficiales aun sigue intacta por supuesto sin el cadáver de la moribunda anciana.
El crepúsculo hace horas se había difuminado en la estepa del firmamento, las personas ya estaban en sus actividades, en sus locales, en sus puestos de flores y de ventas de un pan mal hecho, pero que por la avaricia de sus vendedores obviaban aquel asunto del moho y solo aplicarían más del polvo blanquecino de una harina relativamente nueva. Unos zapatos de medio tacón, color mocacchino, un traje de vestir café con una camisa blanca manga larga bajo del mismo, mostrando un cuello cubierto por una bufanda vino tinto se mostrarían en un caminar recto e imparable por las calles de aquella Londres podrida según la Mente Brillante. El calzado resonaba con una fuerza estrepitosa en las calles rocosas de la Londres de aquella época, la humedad y los charcos esparcidos en los rincones menos y más concurridos eran como una ornamentación urbana muy a lo sombrío y pero bastante descuidada.
Esquivaría unos cuantos puestos de ventas de aves, terrible para la vista, allí mismo le degollaban, saldría con la firmeza de un general en la desembocadura de una de las avenidas principales, hasta que en una manía por vigilar cada detalle, cada minúsculo acierto o desacierto de las personas en su radio de 360 grados en derredor, una estampa femenina, la más bella para él y a la única que consideraba como una maldición y más que eso una debilidad tan arraigada en su muy introvertida personalidad, compartió con él una mirada. Su garganta de pronto se seco, su estomago se contrajo, con disimulo cruzo sus manos al nivel de su estomago para que un nerviosismo tortuoso no saliese, una sonrisa bastante ambigua y nerviosa saldría con la misma torpeza con la que un niño aprende a caminar para luego verse respondido por una más fina y más dedicada, huiría tal vez pero la palabra se hizo primero y solo le quedo ceder, siempre con ella le toca ceder –Señorita Irene. –Aclaró su tono de una forma bastante brusca poniendo por supuesto en evidencia lo nervioso que le ponía la presencia de su Debilidad. Sus ojos brillantes le vería por un fragmento de segundo y luego haciendo un ademán de incomodidad torcería el cuello hacia el otro lado de la calle pues le era mejor ver a los demás que encontrarse con esa mirada que le encrespaba la piel pero que muy en el fondo lo excitaba- Extrañarme, que rara esa connotación no cree? –Comentó en su hablar nervioso y casi ávido- Yo para nada, no, no, no le extrañe. Después de casi morir por, no sé tal vez causa suya, no para nada, no le extrañe ni un poco. ¡Uh ah! Para nada. –sacudió sus hombros.
SherlockHolmes · M
Ooc: ¡Jajaja! Si tanto le encantaría para qué privarle de ese placer. Inicie (?).
SherlockHolmes · M
Ooc: Excelente, mejor imposible. ¿Qué tal tú?