31-35, F
Do you mean, me?
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SherlockHolmes · M
Llegó un mozo con un delantal puesto, un pantalón negro, una camisa manga larga blanca y un moño en su cuello color negro que indicaba que era él quien le serviría a la Mente Brillante. Los ojos grandes y redondos de Holmes después de haber estado puestos en la mesa de una pareja hacia el ala izquierda casi al lado de la puerta de servicio -una vez que dedujo en su momentos de espera que la mujer de cabellera rubia de la mesa que miraba permanecía profundamente enamorada de su contra parte quien ignorando las miradas amorosas que ella le dedicaba ingresaba bajo de la mesa su propio brazo poniendo a botón de prueba su afán por conseguir solo sexo- dejaría de entretenerse con la novela de amor no correspondido en esa esquina y le ordenaría al mozo que le trajese un café con leche de soya y un trozo de pastel de arándanos.
Mientras el mozo se retiraba la Mente Brillante tomaría la servilleta a su mano derecha y mientras la desdoblaba manteniendo aun su mirada puesta en el doblaje de la tela los oídos del detective se agudizaron de forma tan inconsciente que en cada desdoblamiento que le hacía a una de las esquinas de la servilleta un mozo llegaba a distintas mesas. Logro sincronizar sus movimientos con los del resto, los murmullos a su alrededor lo embelesaban, lograba sacarle un perfil psicológico a cada persona que yacía sentado en las mesas, pero esto era un análisis profundo y personal, la Mente Brillante no podía compartirlo con nadie, aunque si le preguntase él lo diría la sinceridad muchas veces era su arma de doble filo, aun permanecía solo, la silla frente suyo estaba aguardando por su poseedor la espera se le hacia cómoda, siempre que podía esperaba.
Contaría los segundos lentamente cuando ya hubiese terminado de acomodar la servilleta en su garganta e iría subiendo su mirada nuevamente a la civilización ya calificada en su alrededor. Inhalaría hondamente puesto que luego de un meditar tan profundo había que botar el resto del aire pero, cuando su mirada vislumbró una silueta conocida frente suyo, el oxigeno se le acabo. La Mente Brillante entro en una especie de detención del tiempo, sintió que todo iba más lento de lo acostumbrado, todo a su alrededor perdía razón, sentido ¿perfiles? ¡Ya se hicieron! ¡Ya no importaban! El mozo llegó a su lado con una bandeja de plata con el dulce y el café, lo colocaría en su frente a una distancia que al hombre se le hiciese fácil degustarse con ellos, el mozo se reverencio una vez dicho el acostumbrado “Buen provecho” y luego se iría dejando de nuevo a la Mente Brillante en su letargo momentáneo. La mirada de Miss Irene y su sonrisa tan significativa para él lo hicieron volver a la vida por lo que en parpadeos nerviosos bajo su mirada y se encontró con el festín. Tocaría ignorar aquella presencia y por supuesto la otra que le acompañaba, más para el detective nada era por casualidad, probaría el pastel con una lentitud parsimoniosa y luego bebería un sorbo del café, el juego de sabores en su boca, la dulzura, la simplicidad y lo agrió del café acabarían por hacerle suspirar ante la rendición de sus sentidos a la curiosa mezcla de alimentos.
Más aunque sus sentidos estuviesen muy dispuestos al manjar sus nervios no dejaban de apuntarle en su cabeza la curiosa escena que tenia frente suyo, ¿De qué hablan? ¿Qué traman? ¿Cuál es la razón de todo? «Posible contrato entre ambos. Un trabajo complicado que requiere de un profesional. La suma por el trabajo debe ser alta. La perpetradora sabe como dominar a la víctima más su incomodidad corporal la pone en evidencia, él lo obvia pues por su manera de mover su mano en la mesa demuestra una diestra agilidad para el manejo de las mujeres. Es un personaje superficial ella lo sabe, por eso es mezquina y lo aleja. Conclusión, lo mataré» -Holmes –Dijo otra voz masculina una muy suave pero cargada de una firmeza voraz que solo se obtiene en campos de guerra, la determinación del hombre nace de los eventos de tensión y adrenalina -¡Ah! Watson. –Respondió el detective desviando raudamente su atención a su ahora acompañante quien sin verse en preparativos protocolares tomaría asiento frente suyo dejando su sombrero a un lado y su bastón al otro impidiendo ver al detective hacia la mesa de tortura Watson llamaría al mozo y pediría lo mismo del detective, notando su intranquilidad –la cual sabía detectar muy bien- volvería su mirada hacia atrás ubicando el punto exacto que originaba el nerviosismo más desenfrenado del detective –Holmes…-dijo en un tono en reprensión- ¿Ah? Si Watson, debemos hablar. Tenemos algunas cosas que hablar por ahora bebe y come. Te aseguro que tenemos un interesante caso. –Le dijo Sherlock a Watson mientras ignoraba al mundo y se concentraba en su colega con forzados intentos.
Mientras el mozo se retiraba la Mente Brillante tomaría la servilleta a su mano derecha y mientras la desdoblaba manteniendo aun su mirada puesta en el doblaje de la tela los oídos del detective se agudizaron de forma tan inconsciente que en cada desdoblamiento que le hacía a una de las esquinas de la servilleta un mozo llegaba a distintas mesas. Logro sincronizar sus movimientos con los del resto, los murmullos a su alrededor lo embelesaban, lograba sacarle un perfil psicológico a cada persona que yacía sentado en las mesas, pero esto era un análisis profundo y personal, la Mente Brillante no podía compartirlo con nadie, aunque si le preguntase él lo diría la sinceridad muchas veces era su arma de doble filo, aun permanecía solo, la silla frente suyo estaba aguardando por su poseedor la espera se le hacia cómoda, siempre que podía esperaba.
Contaría los segundos lentamente cuando ya hubiese terminado de acomodar la servilleta en su garganta e iría subiendo su mirada nuevamente a la civilización ya calificada en su alrededor. Inhalaría hondamente puesto que luego de un meditar tan profundo había que botar el resto del aire pero, cuando su mirada vislumbró una silueta conocida frente suyo, el oxigeno se le acabo. La Mente Brillante entro en una especie de detención del tiempo, sintió que todo iba más lento de lo acostumbrado, todo a su alrededor perdía razón, sentido ¿perfiles? ¡Ya se hicieron! ¡Ya no importaban! El mozo llegó a su lado con una bandeja de plata con el dulce y el café, lo colocaría en su frente a una distancia que al hombre se le hiciese fácil degustarse con ellos, el mozo se reverencio una vez dicho el acostumbrado “Buen provecho” y luego se iría dejando de nuevo a la Mente Brillante en su letargo momentáneo. La mirada de Miss Irene y su sonrisa tan significativa para él lo hicieron volver a la vida por lo que en parpadeos nerviosos bajo su mirada y se encontró con el festín. Tocaría ignorar aquella presencia y por supuesto la otra que le acompañaba, más para el detective nada era por casualidad, probaría el pastel con una lentitud parsimoniosa y luego bebería un sorbo del café, el juego de sabores en su boca, la dulzura, la simplicidad y lo agrió del café acabarían por hacerle suspirar ante la rendición de sus sentidos a la curiosa mezcla de alimentos.
Más aunque sus sentidos estuviesen muy dispuestos al manjar sus nervios no dejaban de apuntarle en su cabeza la curiosa escena que tenia frente suyo, ¿De qué hablan? ¿Qué traman? ¿Cuál es la razón de todo? «Posible contrato entre ambos. Un trabajo complicado que requiere de un profesional. La suma por el trabajo debe ser alta. La perpetradora sabe como dominar a la víctima más su incomodidad corporal la pone en evidencia, él lo obvia pues por su manera de mover su mano en la mesa demuestra una diestra agilidad para el manejo de las mujeres. Es un personaje superficial ella lo sabe, por eso es mezquina y lo aleja. Conclusión, lo mataré» -Holmes –Dijo otra voz masculina una muy suave pero cargada de una firmeza voraz que solo se obtiene en campos de guerra, la determinación del hombre nace de los eventos de tensión y adrenalina -¡Ah! Watson. –Respondió el detective desviando raudamente su atención a su ahora acompañante quien sin verse en preparativos protocolares tomaría asiento frente suyo dejando su sombrero a un lado y su bastón al otro impidiendo ver al detective hacia la mesa de tortura Watson llamaría al mozo y pediría lo mismo del detective, notando su intranquilidad –la cual sabía detectar muy bien- volvería su mirada hacia atrás ubicando el punto exacto que originaba el nerviosismo más desenfrenado del detective –Holmes…-dijo en un tono en reprensión- ¿Ah? Si Watson, debemos hablar. Tenemos algunas cosas que hablar por ahora bebe y come. Te aseguro que tenemos un interesante caso. –Le dijo Sherlock a Watson mientras ignoraba al mundo y se concentraba en su colega con forzados intentos.