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Embriagante bohemio condenado a ojear la eternidad.
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𝐋a tranquilidad surgió. Después de la huida, Esdráz se refugió en su hogar, su tétrica guarida en dónde decidió analizar el remolino de emociones que le azotan. ¿Cómo sabía la chiquilla qué ella cometió el crimen?, ¿Acaso tiene algún método para localizar gente como Esdráz? Era imposible que la descubrieran; maquino una táctica con tasa de éxito del 95%.

𝐒u cavilar duró horas mientras se alimentaba y se surtía de información recopilada de los archivos hurtados de la comisaria y del almacén de inteligencia —la mayoría tomados por soborno—en su lectura descubrió que la dama de antes había arribado en la ciudadela hace un tiempo atrás, pero que su apariencia no se vió afectada por todo lo vivido. . . sin duda, era sospechoso.


— Que estafa, todavía se llevó a mis halcones—agregó furiente, devorando una manzana—. Debo aprovechar el furor de la gente.


𝐒e acercó a la ventana, notando que la tenue llovizna de antes se había tomando en una tormenta. Los ampos tempestuosos del agua chocaban incesantemente contra el cristal, recordando sus duelos del atrora. Ha surtido guerras, batallas que la dejaron con secuelas. Vió cosas que un mortal nunca debe presenciar. Pero ella era algo más. . . Era un ser abisal. No tenía libertad alguna de sentir lástima. El teléfono resonó, uno de sus « adorables » contactos reclamaba su voz. La dama toma el móvil y responde, posando este en su oreja.


— Whiplash—dirige desde su lado.

— Estamos hartos de los perros—una voz opaca le avisa—. Han raptado a nuestros halcones, cosa que perjudica a toda la comunidad— hízose una breve pausa—. Vamos a tener que ejecutar el plan barracuda negra.

Esdráz no habla.


— ¿Contamos contigo?

— Sí—responde tajantemente—. Es la hora del pez payaso.


𝐂orta la llamada y revienta el aparato contra el muro. Así no se rastrea la llamada. . . o eso murmuraban. Aún así, decidió dialogar en clave para evitar que los « oyentes » descubrieran sus estrategamas. Sus aliados pronto terminarían los preparativos para la ocasión. Ella solo debía arreglarse, optar por un vestido de vals.

𝐄s así que transcurrieron 2 días, 2 días para efectuar la contienda. Esdráz ya se hallaba en el escenario; en las azoteas delanteras del centro policíaco. Con su espada antiquísima y sus artilugios furtivos. ¿Su valirium? Sellado ante posibles rastreos. No dejaría que esa insolente la descubriera. La homicida tenía la hipótesis de que ella formaba parte de. . . La Religión. Pero nada confirmado.
Vístiose con prendas cómodas, nada invasivas, lo suficiente holgadas para andar sin molestias. Su faceta abandonada de asesina in fraganti, había retornado.


𝐄l anochecer, joven y deprimente, se hizo presente. Una bruma se diluyó en el ambiente. El hedor a gasolina se impregna en las calles de Doors. En la acera del hórrido edificio, se hayan las patrullas y los diversos soldados que se hayan vigilando y otros charlando. Esdráz chasqueó la lengua. Odiaba verlos así; tan relajados.
𝐋e habían dicho que todo se llevaría a cabo cuando la luna toque el punto este del cielo. Eso acababa de pasar ahora mismo. De repente, explosiones y desorden irrumpen en los confines del establecimiento. Los autos estallan a la par que matan a varios integrantes del cuerpo policíaco. Del alcantarillado surgen diversos criminales, a la par que civiles se desenmascaran, delincuentes que disparan contra las autoridades. Actúan sin cuartel, acabando rápidamente con todos en cuestión de segundos. El golpe había pasado del preludio.


𝐋a mujer truena el cuello y salta. En la caída, despliega el Valirium sobre sus piernas para reforzarlas a tal grado de nulificar el daño del descenso. Lo apaga al tocar suelo, pues solamente quería dar la alarma. Ella debería notarlo. Tiene que.


— ¡Equipo Delta y Trueno, hagan un perímetro, no dejen que nadie entre ni salga!— exclama, siendo ella la comandante en jefe del plan barracuda — ¡Equipo Alfa y Tornado, conmigo! ¡El resto encarguense del frente!


𝐔na bomba de oxígeno destruye la entrada del sitio. Con celeridad inigualable, asedian el recinto. Mataban, torturaban y calamidades calaban. Todo estaba fríamente calculado. Esdráz se abre paso entre la marabunta obscena. Matando con fiereza a cada obstáculo, sea un malhechor o no. La hoja de su espada era de la más fina calidad, labrada por los más excelsos herreros y reforzadas con la hechicería más antigua. Las heridas que dejaban eran tales que no se notaban. Su filo tan delgado apenas dejaba huella en los occisos. El camino la llevaba hasta el cuarto de celdas. Su objetivo principal era encontr
 
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— Koori, el callejón del beso. Trae algunas patrullas. Arresta a toda esta peste. Sin piedad. — En medio de la bomba de humo y el griterío, mientras la capacidad de sus sentidos sobre humana debido a su raza le permitían ver los pasos de la ahora fugitiva, hizo una llamada a su compañero. Siendo clara en la última frase "sin piedad". Ya de por si para ella y su compañero tales damas no eran dignas de un trato de respeto, su orden les haría pasar por el infierno esta noche. Koori era compañero de Alessana desde el primer momento que ella llegó a esta ciudad, había criado a un novato bajo su ideal y lo había formado para ser un monstruo bajo la idea de "justicia". Alessana era una mujer con ideales retorcidos y una mente perversa y corrompida, solía percibirse a sí misma como una heroína y esto mismo lo pasó a su compañero quien la veía de igual forma y siguió sus pasos para ser igual. Claramente eso está muy lejos de ser la realidad, era más "villana" que cualquiera en esa ciudad, pero se convencía a si misma que su justicia era la verdadera justicia.

Por toda la ciudad pronto empezaron a sonar sirenas policiales, la luz resaltaba entre la noche. Su compañero había entendido perfectamente la orden. Mientras tanto, ella detuvo a las prostitutas que intentaron escapar ¿Los cargos? Obstrucción de la justicia y cómplices en el asesinato del presidente del sindicato judicial. Tenía el teatro perfecto para hacer un operativo con todos sus actos justificados, sin importar la atrocidad; todos querían justicia para el jefe su familia.

El arresto fue violento y llamativo, tal como esperaba. Estaba segura que algunas de esas chicas no tenían idea, otras sí. Se notaba en sus rostros y en los gritos. Este show tenía dos objetivos, Alessana presenció como las mujeres trataban a la chica fugitiva como una de las suyas, así que no las dejaría pagar injustamente por su crimen ¿Verdad? O en caso de que fuera un monstruo, tarde o temprano alguna se doblegaría y hablaría. La parte de "sin piedad" era precisamente para repartir miedo, estaba segura que si alguna sabía algo se rompería al ver a su "familia" sufrir por una persona que no mostró importarles su vida, tenía el discurso perfecto para eso.

Pasaron cuarenta minutos del espectáculo y ya todas estaban en una celda pequeña en la oficina policial, algunas necesitaban atención médica, tal vez unas cuentas morirían, pero eso lo usaría para negociar más tarde. Mientras tanto Alessana imprimió una fotografía tomada de la chica en la cámara de tránsito y empezó el interrogatorio, o la pesadilla en tal ciudad corrupta.
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─── 日落巨人









𝐋os andares avisan de la intrusión. Una prostituta le advirtió acerca del advenimiento de un oficial que estaba por cruzar el umbral del callejón. Indiferente se encontró Esdráz acerca de la noticia, tranquiliza a la dama y enviándola a su casa. La azabache suspiró para después dejar estático el cigarrillo sobre sus labios. Solo otro policía entrometido más.

𝐇izo caso omiso a la pregunta de la pelinegra, de reojo viéndola. Esdráz se eleva del cajón, peinándose sus briznas acuosas al unísono que bosteza, demostrando un desinterés prominente. Estira sus extremidades y ahora, otea a la novicia de pies a cabezas. Ese vestuario cliché de Seguridad y esa patarata de grandeza.


— Niña, sé a qué vienes. Créeme, no vale la pena tu vida por un salario de cagada— le amenaza con su tétrica voz de ultratumba — pero viéndolo así. . .

𝐃e los pliegues de su traje filis se arrojó una granada de humo al pavimento, estallando al ínfimo contacto; una bruma densa bloquea la visión de los integrantes del callejón, audiéndose los gritos de pavor de las putas. La homicida aprovechó la distracción para ejercer carrera y salir del área. Su destino claro era: Su base de Operaciones.
Esdráz era ágil, escalando los muros y evadiendo los obstáculos que se le cruzaban. En zigzag avanzaba, así esquivaría las posibles balas que le atacarían. De memoria sabía las tácticas militares. No daba juego a la equivocación.


— ¿Cómo pudo encontrarme esa chiquilla? Mi esquema de posibilidades no contaba con ella— analizó en psique.


𝐅inaliza su viaje en un mercado. Los alumbrados puestos y los transeúntes pasando, era un sitio perfecto para escabullirse. Con astucia robó un sombrero de bambú de un puesto, colocándolo en su cabello. No podía darse a la fuga tan fácilmente. Si la pudo localizar, seguro la habrá seguido. ¿Quién será esa tipa tan inteligente que le persigue?
— ¡Ekaterine!— Eran cerca de las 9 de la noche y la puerta de su oficina se abrió de un golpazo. Alessana se había quedado en turno nocturno analizando el informe forense de la necropsia del sujeto hallado esa mañana, despertó su curiosidad e intentaba encontrar más detalles. Ahí estaba él, su compañero, Koori Ui, en un estado de shock y alterado. Koori había sido invitado esa noche a la inauguración del nuevo edificio de jefatura de seguridad de la ciudad, era uno de los "invitados especiales", sería promovido en el acto de inauguración. Debería estar feliz, por eso cuando Alessana lo vió temblando entre sudor frío le invadió un mal presentimiento.

— El Jefe de seguridad y su esposa... También su hija, han sido asesinados en el acto inaugural. — Koori estaba alterado, apenas podía hablar, el shock no se le había pasado, parecía que apenas lo vió corrió hacía ella, después de todo dicho evento era justo fuera del edificio donde estaban.

— Cálmate, Koori. Toma un vaso de agua y vamos a ver la escena. — Tomó su abrigó y bajó por el ascensor hasta salir del edificio, donde una gran tarima bañada en sangre y gente conmocionada le esperaban. No habían pasado más de cinco minutos desde el asesinato, ella lo sabía porque al ver los cuerpos notó nuevamente rastros de magia en ellos y esta vez, con su energía cual receptora, había sentido la presencia de una criatura por cuyas venas corría Valiryum, mas no imaginó que eso concluiría con tres asesinatos.

— Parece que tenemos a un asesino en serie. Examinen los cuerpos y quiero lo más pronto posible un informe forense. —

Su experiencia como detective, además de las claras señales de la energía, le dieron en instantes la ubicación desde donde fue lanzada la bala que dió muerte a ese trío, no solo eso, su percepción le decía que el asesino seguía en ese edificio justo en ese momento, podría ir justo ahora, o incluso podía derribar el edificio con algún hechizo, pero no podía enterarse el verdugo que ella era un Akraflo también, así que mantendría su energía sellada para que no pudiera sentir el Valiryum.

Volvió a su oficina, revisar una cámara de tránsito bastó para saber la identidad de quien provocó el asesinato, era la única persona que pasó por ese edificio justo a esa hora. Era una mujer inteligente, ciertamente habría tomado semanas descubrir siquiera de donde provino la bala, pero para su mala suerte su energía funcionó como un perfecto radar. La siguió entre las cámaras de tránsito de la ciudad, a las que claramente Alessana tenía total acceso al ser Detective, hasta un callejón no muy lejos de donde estaba. Quizá podría hacerle una visita.

Salió de la oficina con una vestidura que no daba para pensar que era policia, no usaba el famoso uniforme azul, y un traje de seda podría usarlo cualquiera, cargaba sus armas de fuego entre sus prendas, como cualquier detective. Subió a su coche y condujo bajo la lluvia un par de cuadras hasta estar lo suficientemente cerca del callejón para llegar andando, pero lo suficientemente lejos para no ser vista bajar del auto. Ignoró a las "damas de compañía", como si fuesen una basura no dignas de su atención, se comportó con arrogancia, notandose en su andar, hasta dar con la mujer que fumaba bajo una farola.

— Es inusual ver a una mujer decente aquí ¿Qué haces entre la basura? —
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𝐔n radio suena. Tono en mesa.

— 𝘞𝘩𝘪𝘱𝘭𝘢𝘴𝘩 — responde una bella dama de traje y corbata—estoy en posición.

“Correcto. En cuanto retumben los cohetes, hazte un omelette”


𝐄sbozó en clave la tétrica voz. La mujer corta comunicación, da un tenue suspiro y dió marcha a su labor. De su vestir extrajo una cajetilla de cigarros; eyecto uno y con encendedor lo prendió. Abrazo el filtro del tabaco con sus labios antes de guardar el recipiente entre sus bolsillos. Era un día cualquiera. Carestía de alegría, nocturno momento de perenne aguacero; las calles repletas de gentuza pagana que festejaba alguna ridiculez. Idílico instante para treta homicida.

¿Objetivo? Defunción de figuras públicas; tres en específico. Su 𝗲𝗺𝗽𝗹𝗲𝗮𝗱𝗼𝗿 le encomendó al presidente del sindicato judicial; jefe de jefes. ¿Corrupto? No sabía; ¿un buen tipo? Tampoco sabía. Tenía una estricta política de no preguntas. Así era la asesina « Whiplash ».
Ubicada en una fábrica desolada y con un ángulo adecuado, empezó el ruedo. Un estuche de guitarra fue abierto y de el, un rifle Eagle-6. En el cartucho del instrumento víose grabadas runas; runas que al ser palpadas por las falanges de la sicaria, eran imbuidas de Valirium, la inmunda 𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗮𝗹. Dotando a la balística de la capacidad de corroer las moléculas orgánicas. Inservibles quedaban.

𝐄ra la hora. La presa se erigió en una plataforma. Comenzó su charlatanería, pregón de justicia vacía. Los civiles se enfilaban, convencidos de las ridiculeces del hombre. Eso solo fue la gota que colmó el vaso para empezar el asalto. La entrajada con guisa presteza se acomodó en la ventana, apuntó, calibro el rifle y tronó la lengua.

𝐃isparó, con el estruendo subterfugio entre el desorden del tráfico y el aplauso de los vasallos. La bala viaja con violencia hasta la cabeza del agente, quemando la herida en seco. No obstante, aún faltan dos propósitos; dos testigos. Ágil apretar de gatillo, enviando dúo de proyectiles que terminaron rápidamente con la de la esposa y del hijo. Tiros al rostro en simultáneo. Los charcos tintados de carmín y el griterío de la población, la turba enloquecida. No duda, no se arrepiente. No tiene derecho alguno de sufrir por la consciencia.

“ Baja confirmada. Las sardinas estarán en dónde siempre”


𝐂omunicó antaña voz por la radio. Nuevamente guardó todo. Estrelló el aparato contra el muro, rompiéndolo en pedazos. Se arregló el cabello y las prendas antes de partir. Nadie sabría que fue ella. Nadie de la policía sería lo suficiente listo como para atraparla. Llevaba lustros de ensayo como para memorizarse las operaciones criminalísticas.
Bajo las escaleras, huyó por la puerta trasera. Camino al lugar de siempre para recibir su paga. Entre las pútridas avenidas y aceras, entre drogadictos y prostitutas. No había evolución. Era la misma cloaca gélida de hace días, semanas... años.

𝐘 es qué, ¿a dónde se va cuándo llevas más de un milenio ajusticiando? Ni Whiplash tenía idea. Apenas recordaba de dónde venía, del fatídico día, de cuando decidió no utilizar su nombre.
Pues la afamada « Esdráz Maléficarum Aeternum » quedó en la fosa de las memorias. Solo era la hórrida Whiplash.


𝐔n claxon le sacó del trance. Un conductor grotesco le insultó, ella solo le escupió al carro, avanzando sin darle importancia. ¿Cuál era el sitio concretamente? El callejón del beso, dónde las putas abundaban; sin embargo, eran las mejores informantes que un homicida podría tener. La mujer saludó a cada una de las " señoritas complacientes " hasta arribar a estar debajo de un letrero fosforescente. Debajo de una caja se encontró su remuneración. Billetes y uno que otro vale de munición.

— Vaya mierda—se quejó—Solo unos cuantos encargos más y me largaré de este infierno.


𝐏or el estrés, decidió reposar. Nuevamente fumó. Recargándose en la pared. Aunque empapada, tuvo un resguardo de paz. ¿Qué podría pasar? ¿Acaso algo se le cruzará?
(...)


— ¿No has leído lo último? Los cortes son bastantes extraños. Deberías mirar las fotos más de cerca, Ekaterine. —


— ¿Extraños, dices? — Tal como lo sugirió, el informe indicaba que los cortes en el tejido y el hueso no fueron hechos con un objeto cortante o punzo cortante. Más que eso, no se logró identificar según tal informe y, efectivamente, las fotos mostraban anomalías, podía afirmar, siendo un ser que conoce la magia, que el asesinato fue ejecutado con magia.


— Dicen que un brujo que encontró una extremidad afirmó que eso fue hecho por el mismo demonio. —


— ¿Un demonio, dices? Que interesante... — se le notaba intrigada y curiosa, al final de cuentas ella no era humana.

5:30 am.

Sonó la alarma, algo rutinario, sus ojos ya estaban abiertos hace unos minutos y solo esperaba el sonido para levantarse de la cama. Un patrón repetitivo por décadas que estaba impregnado ya en su sistema. Como toda mañana, se duchó, desayunó y vistió con elegantes ropajes de traje de seda negra; perfectamente puesta su corbata y su placa bajo el nombre de "Ekaterine Kurae".


Llegó a la oficina antes que el reloj marcara las 7:00 am, con una bebida fría de café, ilógico, ya que el clima daba para bebidas calientes. Habían lluvias intensas y aunque por alguna horas saliera el sol, no calentaba en lo absoluto, la temperatura variaba entre los 5 °C y 12 °C, no más que eso, pero sí más frío en ocasiones; los fuertes vientos eran comunes, algunas viviendas viejas se habían ya venido abajo en las noches de fuertes tormentas, los albergues estaban repletos de gente sin hogar. Había poca cosecha por el frío, los agricultores y ganaderos no tenían casi nada para subsistir y mucho menos para abastecer a la empobrecida ciudad de Doors donde el precio de la comida estaba por los cielos. La industria petrolera tenía el monopolio en economía, un grupo pequeño era quien tenía el poder, tanto de la industria como en la política, pues por su alta posición económica eran quienes compraban tal puesto y continuaron con un legado de corrupción por años que arrastraba a la ciudad a la pobreza y el alto crimen. Robos y asesinatos eran lo común, el factor común de la mayoría de los crímenes era la supervivencia: robar para comer, matar para vivir un día más. Las cárceles estaban repletas por el alto crimen, las sentencias tampoco eran muy largas por ese mismo hecho, había gran sobrepoblación. Algunos policías preferían hacer de la vista gorda y dejar en libertad a los criminales que les ofrecían unos cuantos dólares, otros, como Alessana, preferían un método más "eficaz" y cobrar muerte con muerte y robos con torturas o secuestro. Era ya su habitual modo de operación, le parecía estúpido llevar un asesino ante un juez si 3 meses después estaría libre nuevamente. La justicia, al final, no era justicia. Todo estaba plagado en corrupción.


Llevaba casi 50 años sirviendo como policía, había pasado por unas 12 ciudades bajo distintas identidades y sin duda esta, donde llevaba 4 años ya, era la peor. Su ideal de justicia frustrada ya anteriormente la había llevado a las torturas y asesinatos, pero aquí adquirió "eso" como una habilidad tan natural como lo era tomar su café helado en las mañanas. Para ella todo aquello era perdición, una ciudad sin salvación, sentía empatía por las almas bondadosas que allí habitaban, pues estaban condenados a llevar una vida de sufrimiento o morir. Quien sabe a cuantas buenas almas hambrientas había llevado ella a la tumba al asesinar sin compasión, no podía dormir en las noches al pensarlo _¿Y si ese joven de 14 años que mató a sangre fría solo robó para llevar de comer a su familia?_. Claramente ella estaba en un error, asesinaba a los equivocados, su odio estaba clavado en los políticos y anhelaba el día donde la hoja de su espada este manchada de su sangre, pero era una jugada riesgosa, las fuerzas militares de esa ciudad se centraban solo en proteger a los políticos. Sabía que, por ahora, era un suicidio inepto.


Ekaterine Kurae, como se hacía llamar allí, formaba parte de la unidad de inteligencia como detective, en teoría debía encargarse de casos mayores, gente realmente peligrosa, asesinos en serie o bandas criminales; pero de eso había poco ahí. Por eso mismo le sorprendió encontrar en su escritorio un portafolios con un informe forense de un asesinato inusual y repugnante. Los detalles indican que a las 4:00 am de ese mismo día el pastor de la iglesia encontró la cabeza de un hombre clavado sobre la cruz del templo, conforme pasó la mañana varias personas reportaron otras partes de cuerpo humanas en distintas partes de la ciudad. Tras la necropsia se determinó que pertenecían a un mismo sujeto, parecía una venganza bien ejecutada o algún tipo de aviso.


— ¿Qué con esto? No parece más que una persona enfurecida que quiso dar una advertencia a todos los violadores pedófilos del pueblo, su buena reputación ya se tenía.— Habló Alessana a su compañero de oficina, el que se encargaba de su aburrido papeleo.


— ¿No has leído lo último? Los cortes son bastantes extraños. Deberías mirar las fotos más de cerca, Ekaterine. —


(...)