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Embriagante bohemio condenado a ojear la eternidad.
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⛧ | 𝑬𝑺𝐷𝑅𝐴́𝑍 ; 𝑫𝑬𝑴𝑶𝑵'𝑺 𝐵𝐿𝐴𝐷𝐸
─── 日落巨人








𝐔n radio suena. Tono en mesa.

— 𝘞𝘩𝘪𝘱𝘭𝘢𝘴𝘩 — responde una bella dama de traje y corbata—estoy en posición.

“Correcto. En cuanto retumben los cohetes, hazte un omelette”


𝐄sbozó en clave la tétrica voz. La mujer corta comunicación, da un tenue suspiro y dió marcha a su labor. De su vestir extrajo una cajetilla de cigarros; eyecto uno y con encendedor lo prendió. Abrazo el filtro del tabaco con sus labios antes de guardar el recipiente entre sus bolsillos. Era un día cualquiera. Carestía de alegría, nocturno momento de perenne aguacero; las calles repletas de gentuza pagana que festejaba alguna ridiculez. Idílico instante para treta homicida.

¿Objetivo? Defunción de figuras públicas; tres en específico. Su 𝗲𝗺𝗽𝗹𝗲𝗮𝗱𝗼𝗿 le encomendó al presidente del sindicato judicial; jefe de jefes. ¿Corrupto? No sabía; ¿un buen tipo? Tampoco sabía. Tenía una estricta política de no preguntas. Así era la asesina « Whiplash ».
Ubicada en una fábrica desolada y con un ángulo adecuado, empezó el ruedo. Un estuche de guitarra fue abierto y de el, un rifle Eagle-6. En el cartucho del instrumento víose grabadas runas; runas que al ser palpadas por las falanges de la sicaria, eran imbuidas de Valirium, la inmunda 𝗲𝘀𝗲𝗻𝗰𝗶𝗮 𝗱𝗲𝗹 𝗺𝗮𝗹. Dotando a la balística de la capacidad de corroer las moléculas orgánicas. Inservibles quedaban.

𝐄ra la hora. La presa se erigió en una plataforma. Comenzó su charlatanería, pregón de justicia vacía. Los civiles se enfilaban, convencidos de las ridiculeces del hombre. Eso solo fue la gota que colmó el vaso para empezar el asalto. La entrajada con guisa presteza se acomodó en la ventana, apuntó, calibro el rifle y tronó la lengua.

𝐃isparó, con el estruendo subterfugio entre el desorden del tráfico y el aplauso de los vasallos. La bala viaja con violencia hasta la cabeza del agente, quemando la herida en seco. No obstante, aún faltan dos propósitos; dos testigos. Ágil apretar de gatillo, enviando dúo de proyectiles que terminaron rápidamente con la de la esposa y del hijo. Tiros al rostro en simultáneo. Los charcos tintados de carmín y el griterío de la población, la turba enloquecida. No duda, no se arrepiente. No tiene derecho alguno de sufrir por la consciencia.

“ Baja confirmada. Las sardinas estarán en dónde siempre”


𝐂omunicó antaña voz por la radio. Nuevamente guardó todo. Estrelló el aparato contra el muro, rompiéndolo en pedazos. Se arregló el cabello y las prendas antes de partir. Nadie sabría que fue ella. Nadie de la policía sería lo suficiente listo como para atraparla. Llevaba lustros de ensayo como para memorizarse las operaciones criminalísticas.
Bajo las escaleras, huyó por la puerta trasera. Camino al lugar de siempre para recibir su paga. Entre las pútridas avenidas y aceras, entre drogadictos y prostitutas. No había evolución. Era la misma cloaca gélida de hace días, semanas... años.

𝐘 es qué, ¿a dónde se va cuándo llevas más de un milenio ajusticiando? Ni Whiplash tenía idea. Apenas recordaba de dónde venía, del fatídico día, de cuando decidió no utilizar su nombre.
Pues la afamada « Esdráz Maléficarum Aeternum » quedó en la fosa de las memorias. Solo era la hórrida Whiplash.


𝐔n claxon le sacó del trance. Un conductor grotesco le insultó, ella solo le escupió al carro, avanzando sin darle importancia. ¿Cuál era el sitio concretamente? El callejón del beso, dónde las putas abundaban; sin embargo, eran las mejores informantes que un homicida podría tener. La mujer saludó a cada una de las " señoritas complacientes " hasta arribar a estar debajo de un letrero fosforescente. Debajo de una caja se encontró su remuneración. Billetes y uno que otro vale de munición.

— Vaya mierda—se quejó—Solo unos cuantos encargos más y me largaré de este infierno.


𝐏or el estrés, decidió reposar. Nuevamente fumó. Recargándose en la pared. Aunque empapada, tuvo un resguardo de paz. ¿Qué podría pasar? ¿Acaso algo se le cruzará?
 
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