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Embriagante bohemio condenado a ojear la eternidad.
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5:30 am.

Sonó la alarma, algo rutinario, sus ojos ya estaban abiertos hace unos minutos y solo esperaba el sonido para levantarse de la cama. Un patrón repetitivo por décadas que estaba impregnado ya en su sistema. Como toda mañana, se duchó, desayunó y vistió con elegantes ropajes de traje de seda negra; perfectamente puesta su corbata y su placa bajo el nombre de "Ekaterine Kurae".


Llegó a la oficina antes que el reloj marcara las 7:00 am, con una bebida fría de café, ilógico, ya que el clima daba para bebidas calientes. Habían lluvias intensas y aunque por alguna horas saliera el sol, no calentaba en lo absoluto, la temperatura variaba entre los 5 °C y 12 °C, no más que eso, pero sí más frío en ocasiones; los fuertes vientos eran comunes, algunas viviendas viejas se habían ya venido abajo en las noches de fuertes tormentas, los albergues estaban repletos de gente sin hogar. Había poca cosecha por el frío, los agricultores y ganaderos no tenían casi nada para subsistir y mucho menos para abastecer a la empobrecida ciudad de Doors donde el precio de la comida estaba por los cielos. La industria petrolera tenía el monopolio en economía, un grupo pequeño era quien tenía el poder, tanto de la industria como en la política, pues por su alta posición económica eran quienes compraban tal puesto y continuaron con un legado de corrupción por años que arrastraba a la ciudad a la pobreza y el alto crimen. Robos y asesinatos eran lo común, el factor común de la mayoría de los crímenes era la supervivencia: robar para comer, matar para vivir un día más. Las cárceles estaban repletas por el alto crimen, las sentencias tampoco eran muy largas por ese mismo hecho, había gran sobrepoblación. Algunos policías preferían hacer de la vista gorda y dejar en libertad a los criminales que les ofrecían unos cuantos dólares, otros, como Alessana, preferían un método más "eficaz" y cobrar muerte con muerte y robos con torturas o secuestro. Era ya su habitual modo de operación, le parecía estúpido llevar un asesino ante un juez si 3 meses después estaría libre nuevamente. La justicia, al final, no era justicia. Todo estaba plagado en corrupción.


Llevaba casi 50 años sirviendo como policía, había pasado por unas 12 ciudades bajo distintas identidades y sin duda esta, donde llevaba 4 años ya, era la peor. Su ideal de justicia frustrada ya anteriormente la había llevado a las torturas y asesinatos, pero aquí adquirió "eso" como una habilidad tan natural como lo era tomar su café helado en las mañanas. Para ella todo aquello era perdición, una ciudad sin salvación, sentía empatía por las almas bondadosas que allí habitaban, pues estaban condenados a llevar una vida de sufrimiento o morir. Quien sabe a cuantas buenas almas hambrientas había llevado ella a la tumba al asesinar sin compasión, no podía dormir en las noches al pensarlo _¿Y si ese joven de 14 años que mató a sangre fría solo robó para llevar de comer a su familia?_. Claramente ella estaba en un error, asesinaba a los equivocados, su odio estaba clavado en los políticos y anhelaba el día donde la hoja de su espada este manchada de su sangre, pero era una jugada riesgosa, las fuerzas militares de esa ciudad se centraban solo en proteger a los políticos. Sabía que, por ahora, era un suicidio inepto.


Ekaterine Kurae, como se hacía llamar allí, formaba parte de la unidad de inteligencia como detective, en teoría debía encargarse de casos mayores, gente realmente peligrosa, asesinos en serie o bandas criminales; pero de eso había poco ahí. Por eso mismo le sorprendió encontrar en su escritorio un portafolios con un informe forense de un asesinato inusual y repugnante. Los detalles indican que a las 4:00 am de ese mismo día el pastor de la iglesia encontró la cabeza de un hombre clavado sobre la cruz del templo, conforme pasó la mañana varias personas reportaron otras partes de cuerpo humanas en distintas partes de la ciudad. Tras la necropsia se determinó que pertenecían a un mismo sujeto, parecía una venganza bien ejecutada o algún tipo de aviso.


— ¿Qué con esto? No parece más que una persona enfurecida que quiso dar una advertencia a todos los violadores pedófilos del pueblo, su buena reputación ya se tenía.— Habló Alessana a su compañero de oficina, el que se encargaba de su aburrido papeleo.


— ¿No has leído lo último? Los cortes son bastantes extraños. Deberías mirar las fotos más de cerca, Ekaterine. —


(...)
 
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