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MiaAyuzawa · 26-30, F
El desaparecido volvió. [?]
MiaAyuzawa · 26-30, F
Feliz navidad. (?) Me debes tanto que ya no sé. [?]
MiaAyuzawa · 26-30, F
Puedes ser un desaparecido pero no un abandonador compulsivo.
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mano sanase o la situación del reino mejorase para hacerlo más seguro. ¿Y si los guardias se encontraban con él? ¿Qué iba a hacer él? ¿Qué iban a hacer los guardias? Sintió miedo, demasiado miedo. Tanto, que incluso no solo temió por lo que pudiera ser de él sino de ella misma. ¿Qué le harían en el reino al saber que, de alguna forma, un extraño estaba cerca de la entrada por su culpa? Se estremeció, sintió náuseas y detuvo sus pasos solo para controlarse. Llevó ambas manos sobre los labios, respiró hondo; buscó la paz que necesitaba para calmar esos miedos. Tenía que hacer algo por él, antes de que fuese encontrado por los guardias que iban en su búsqueda, por algún otro ciudadano que tuviera la encomienda de dar con ella o, peor aún, con las muchas criaturas que rondaban el bosque, para darle seguridad a los drakis, durante las noches.

— ¡HEY, REGRESA! —Intentó llamarlo, quizá por la distancia entre uno y otro le sería imposible de escuchar o de distinguir esa latente preocupación en esa vocecita dulce. Pero no tenía otra alternativa, tenía que correr, alcanzarlo… Y aquello era una tarea fácil para su especie. Cazar, era una de las necesidades instintivas de los dragones, cada uno vivía la emoción y utilizaba las tácticas que considerara propias para atrapar a la presa. Tenía entendido que a Vincent le gustaba ser visto, asustar a la presa ante algo de lo que no puede escapar por más que lo intente; Skyler gustaba del suspenso, de permanecer en la oscuridad debido al color negro de sus escamas… ¿Y si utilizaba ambos para…? No. No iba a revelar el secreto de su especie delante de un desconocido— ¡HEY VUELVE AQUÍ! ¡ES PELIGROSO QUE VAYAS POR ESE CAMINO! ¡¡DETENTETE!!

Gruñó fastidiada por el solo hecho de pensar que su plan podía fracasar. La única forma que tenía era lograr cortarle camino y salir delante de él. Ganarle en esa fastidiosa carrera que le resultaba casi imposible por las vestimentas que llevaba en ese momento: Un vestido de campo, con flores pintadas a mano en diversos colores y sandalias. En verdad le encantaba el vestido, pero para la situación sin duda que no era algo que pudiese considerarse… Práctico, pero tampoco quería romperlo. Rodó los ojos, un gesto que por alguna razón sus hermanos repetían cada vez que estaban fastidiados y ella comenzaba a copiarles. Y entonces la idea vino a su mente… Hacerlo sería tonto, quizá doloroso y si el dragón marino se enteraba, no iba a perdonárselo. Pero no tenía otra opción. Así pues, extendió las manos hacia los costados y abrió las palmas de las manos, recordaba aquellos movimientos como si fuese ayer el día en que tuvo la oportunidad de verlos, pero no estaba completamente segura de poder… Reproducirlos a la perfección. Repitió las antiguas palabras para aperturar el portal y… Guardó silencio ante la pequeña distorsión creada casi a sus pies. Allí estaba el único acceso que tenía para alcanzarlo, para llegar hasta él; y sin pensarlo nuevamente, de un saltito entró en él, haciendo que su cuerpo desapareciera y se cerrase con ella.

¿Dónde habría de aparecer? Si mal no recordaba, sus ideas estaban centradas en la dirección que el sujeto iba, hacia el norte, hacia la vieja y destruida entrada principal. Pero cuál fue su sorpresa al ver bajo sus pies el pasto, y aquella silueta corriendo. Sintió pánico, quiso aferrarse a lo primero que tuvo, pero todo era espacio interdimenesional. ¿Cómo se podía sujetar de eso? Sintió miedo, pero no pudo expresarlo, no pudo gritarlo. Hasta que se sintió caer irremediablemente.

— ¡WHOA! ¡C-CUIDADO! —Fue lo único que pudo decir, mientras caía, casi de espaldas a la silueta, podía ver como el portal se iba haciendo cada vez más pequeño hasta casi desaparecer. Era un espectáculo curioso el poder vislumbrar las luces, los cambios de colores… Y el desgaste físico y emocional que trajo consigo aquella actividad. Giró la cabeza, a fin de poder crear contacto con él, estaba a unos… dos o tres metros de caer sobre él debido a la velocidad de su caída. Cerró los ojos e incluso, por instinto, se llevó las manos sobre los mismos a fin de evitar ver lo inevitable. Aunque solo existían dos opciones: Caer sobre de él y detenerlo, como era el motivo de su plan más no el medio, o terminar cayendo al suelo dado que él tuviese el tiempo suficiente para continuar corriendo. ¿Cuál iba a ser su torpe destino por tratar de detenerlo y ayudarle? Sin duda, lo mejor desde un momento hubiese sido hacerle saber que no tenía intenciones de lastimarle, aun ella desconociera los motivos por los cuáles él había llegado hasta su ciudad.
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A cada segundo que pasaba, sentía que su plan no tenía sentido alguno, ahora que se detenía a pensarlo, quizá la estrella con forma de león no era nada más que una obra de su imaginación a causa del cansancio, de la ansiedad, de la necesidad interna de regresar a la dimensión que pertenecía para continuar su vida con normalidad; o solo era un arrebato infantil al aferrarse a una idea equivocada. Pero era difícil despejar esa incógnita de su mente, ¿qué más podía caer del cielo y causar un estruendo como aquel? Solo algo grande, como un meteorito, algún fragmento de metal perdido en el espacio tras alguna operación fallida de los gobiernos por descubrir la existencia de vida fuera la tierra. Quién sabía realmente lo que era. Terminó agachándose delante del conejo, mismo que movió la nariz con rapidez y levantó las orejas ante una posible amenaza, pero al ver que no se trataba de nada así, terminó por ceder y acercarse a los brazos de la chica. Una vez allí, se acomodó en un ovillo dejándose consentir por las caricias repartidas a sus orejas, su espalda y parte del estómago.

— Ah, parece que te gusta hacer bastante escándalo, pequeño. Pero deberías tener cuidado, los lobos podrían ir detrás de ti —Un golpecito a la nariz del conejo lo hizo sacudir la cabeza como si estuviese asustado; se pasó ambas patitas por la cara un par de veces y volvió al suelo, después de que la chica lo hubiese bajado con total cuidado— Bueno, parece que lo mejor será volver a casa ahora —Añadió al tiempo que pasaba las manos sobre las prendas a fin de retirar todo rastro de arrugas, polvo o trocitos de hojas secas que se añadieron a la tela de su falda durante el camino hasta la plazuela. Un largo suspiro brotó de sus labios, pero no se rindió al tratar de buscar alguna pista, algún indicio que le diera las respuestas que tanto buscaba. ¿Realmente estaba sola y todo era parte de su mala imaginación? No lo sabía, pero quería dar por sentado que podría averiguarlo.

Cuando estuvo a punto de girar para regresar sobre sus pasos, el zumbido de las explosiones no tardó en hacerse presente en sus oídos, vibrando, causándole una molestia indescriptible. Como si las detonaciones estuviesen siendo directamente sobre sus orejas, aun cuando era claro que estaban lejos; era quizás, una de las razones por las cuales podía decirse que odiaba la sensibilidad que los sentidos de dragón le ofrecían. Y es que no existía forma alguna de desconectarse de la naturaleza que poseía, la única habilidad que tenía permitido controlar a su antojo era la vista y, gracias a ello, fue los destellos que siguieron a las explosiones no le causaron tanto daño. Se sintió mareada con el repentino cambio de luz, su pupila se achicó, igual que la de un gato ante la presencia de una cantidad excesiva de luminiscencia, pero mantuvieron ese color ámbar, esa fuerza, ese brillo intenso propio de su naturaleza, de la necesidad de continuar en alerta debido al caos que se formaba a su alrededor.

Rayos, pensó mientras que llevaba la mano izquierda sobre sus ojos a fin de crear una pequeña barrera que la separase breves momentos de la luminiscencia vibrante, y aunque lo logró, su atención terminó centrándose por un par de fugaces segundos en la silueta que pasó a su lado. Pareció que el tiempo fue eterno, aunque solo hubiesen sido cuestión de segundos, incluso microsegundos, pero el movimiento le dio la sensación de que todo era en cámara lenta, más de lo usual, cual película de emoción en que algo crítico va a suceder y debes prestar toda tu atención. Así pues, sus ojos terminaron centrándose en esa figura varonil, en esos ojos que llegaron a encontrarse con los suyos creando un vínculo, un enlace fuerte y atrayente ante la curiosidad. ¿De dónde había salido aquel sujeto? No tenía idea, pero quería averiguarlo. Necesitaba… ¿A dónde iba?

Despertó del pequeño trance en que fue sumida cuando escuchó que los pies de aquel extraño tocaron el suelo una vez, después se repitió la acción en movimientos más rápidos y pesados. Estaba corriendo. ¿Hacia qué dirección? ¿Tenía idea de hacia donde se estaba dirigiendo? Seguramente no. Seguramente si continuaba en esa línea recta terminaría llegando a ningún sitio, porque no existía un final para ese camino, solo un montón de rocas que bloqueaban la antigua entrada a Nijail, no existía forma alguna de destruirla y abrir nuevamente las puertas, porque no existía nada del otro lado. Solo roca y más roca, musgo y algunas cuantas plantas que se adherían a las rocas intentando asfixiarlas para guardar el secreto más antiguo de la capital dragón.

Y entonces, como una idea fugaz, el temor se acrecentó en ella obligándola a apresurar sus pasos detrás de aquel sujeto. ¿Qué pasaría si Vincent ya estaba enterado de que ella no se encontraba más en el castillo? Su toque de queda de alguna forma u otra ya había pasado, estaba incumpliendo parte de los tratados y las condiciones que tenía para quedarse en la ciudad, al menos hasta que
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... Pero la calma desapareció de su rostro cuando percibió algo extraño en su ambiente, no sabía con exactitud cómo definirlo, pero la sensación picante en la nuca no desaparecía tan fácil ante la alerta de algún peligro latente. La pregunta era, ¿dónde y quién?

— ¿H-Hola? —Llamó de la forma más tonta en que se le pudo ocurrir hacerlo, era una de las principales reglas de supervivencia que las películas de terror planteaban: Jamás preguntar si existía alguien cuando tenías la sospecha de no estar solo. Pero vamos, ¿qué podía ser lo bastante fuerte para hacerle frente a un dragón? Nada, absolutamente nada que no fuese otro dragón o alguna de esas armas que otros reinos desarrollaban para destruir a tan sagrada e imponente especie. Avanzó lento, torpe, fingiendo que no tenía idea de dónde estaba o lo que estaba haciendo allí— Hey, sé que hay alguien por allí. Es mejor que salgas ahora… O no encontrarás cómo llegar a donde… Sea que quieres llegar —Encogió los hombros durante unos instantes, sus ojos buscaban con cuidado el terreno a su alrededor. Debía de existir alguien allí, no muy lejos, no tan cerca para no poder ser percibido por el olfato o el mínimo ruido al quebrar una rama… Como la que aquel conejo blanco detrás de un pilar caído, cerca de un arbusto de moras, había logrado romper. Suspiró aliviada después de un respingo que dio su cuerpo involuntariamente, se llevó las manos a la cintura y observó al animalito con desaprobación e incluso diversión— Casi me asustas, pensé que eras uno de esos tipos feos y malos que rondan por allí. Y bien, ¿sabrás tú qué fue lo que cayó del cielo? —Tonto, sumamente tonto era como se podía describir aquel acto tan infantil, pero debía admitirse que era una buena treta para ocultar la verdad. Y es que dentro estaba confiada de sus propias habilidades como para dejarse vencer o atrapar tan fácilmente; podía aparentar ser débil, incluso ser físicamente pequeña y en apariencia, pero dentro tenía la fuerza suficiente para hacer cimbrar el suelo con una patada caprichosa en plena rabieta. Dentro existía la energía para levantar automóviles, rocas seis u ocho veces más pesadas que ella, era el poder de la sangre de dragón que corría por sus venas, pero aquello debía y seguiría siendo un secreto— Vamos, no seas tímido. ¿Por qué no sales y te acercas de una vez? Prometo que no te haré daño… En absoluto —Seguía siendo tonto el método de confundir al enemigo. Las palabras que decía parecían ir en relación al felpudo animal que movía la nariz con rapidez mientras levantaba las orejas, como si estuviese escuchando, aunque lo cierto era, que sus frases estaban dirigidas hacia alguien más, algún ente que estuviese allí mirando, inspeccionando, buscando alguna respuesta a interrogantes. Quizá solo hice una mala suposición. O quizá se atreverá a salir. Quién sabe.
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... que se opusiese a sus saqueos monetarios, intelectuales o carnales. Pero Nijail en su tiempo manejó políticas que impedían esa clase de actos vandálicos manteniendo un sistema de seguridad especial, exclusivo y eficiente para todo aquel que no tuviese una invitación directa del gobernante en turno o que no fuese algún dragón exiliado en búsqueda de un lugar de paz donde continuar existiendo en el universo. Y aquel mecanismo era tan simple como efectivo, pero por desgracia… no se contaba más con él.

— Vincent se va a molestar —Murmuró tras inflar las mejillas en un gesto infantil, una especie de puchero ante el espíritu aventurero que estaba naciendo en ella en ese momento, sentía curiosidad, quería indagar un poco más sobre el artefacto celestial. ¿Qué era? ¿De dónde venía? ¿Cómo es que había caído? ¿Por qué tenía la forma de una especie de felino? ¿Quién estaba dentro… La lluvia de preguntas pausó en su mente dejándola casi en blanco durante unos segundos. ¿Y si existía alguien dentro de aquella cosa y estaba herido? ¿O eran más de uno los que tenían lesiones? Sintió que dentro de sí nació esa necesidad de apoyar al otro, de ser solidaria, de preocuparse antes por un tercero que ella misma. Una faceta que trataba de mantener oculta de todo aquel con quien no hubiese interactuado antes o poco le importara el cambiar esa relación un tanto fría al principio; todo aquello lo estaba desplazando a causa de la preocupación que motivaba a su corazón a desobedecer aquella orden, la cual ahora su mente trataba de hacer pasar como una sugerencia: Volver al castillo ni bien sintiese que estaba en peligro o que podían acercarse forasteros a la entrada de la ciudad. Pero ello no importaba, echó un último vistazo hacia el claro, despidiéndose de la zona, para emprender caminata tranquila en dirección a aquel lugar. Solo existía una salida del bosque, una correcta claro estaba. Una de ellas daba hacia la civilización o lo que restaba de esos enormes edificios medio barrocos que daban la apariencia ideal de un sitio para saquear, el resto de las salidas conducía hacia zonas más densas del bosque, más oscuras, donde los animales esperaban a sus presas para acechar, cazar, matar y devorar… Ya que no solo eran lobos los que existían cerca.

— ¿Qué haría Skyler en una situación así? —Preguntó como si de un monólogo se tratase, como buscando obtener las respuestas a esos arrebatos impulsivos que nacían de la violencia del fuego que se podía formar en sus pulmones, mismos que ronroneaban ante la necesidad de una defensa en caso de que fuese necesario— ¿Qué haría él? ¿O qué haría Vin? —Insistió mientras el índice de la mano derecha, donde llevaba un par de vendajes bien colocados desde la raíz de los dedos hasta la mitad del antebrazo, se encargaba de golpetear nerviosamente sus labios en búsqueda de una solución. Probablemente Vincent le daría un sermón más un castigo por haberse burlado las órdenes de retornar a casa y enfrentar la situación por sí sola sin tener la experiencia necesaria para ello. Skyler también le habría reprochado, incluso, estaba segura de que el moreno le llevaría de regreso a Nijail casi a rastras o sobre los hombros cual vil saco de patatas. Solo quedaba una respuesta: Seguir sus impulsos. Y eso hacía, creía firmemente que era la mejor opción ya que… Si tu no vas a la montaña, la montaña irá a ti; aunque en este caso ella sería la dichosa montaña. Agudizó los sentidos mientras que aceleraba sus pasos al punto de que las pisadas se convertían en trotes, no existía prisa realmente ni motivo alguno por el cuál acelerar esa presentación, ese conocimiento de lo desconocido. Si iba a encontrar algo, sería bajo las meras casualidades del destino.

Detuvo sus pasos poco a poco conforme llegaba a la plazuela que se encontraba a mitad de camino hacia los viejos portales que conectaban con los hombres del norte del mundo, con los del sur y con esos otros universos que existían, que eran conocedores de los poderes que las magias antiguas de los dragones eran capaces o, que simplemente, tenían el entendimiento suficiente de la existencia de mensajes ocultos en las runas del Nijail antiguo. Suspiró lento, pensando con más calma y analizando la situación. Ese debía ser el único punto de encuentro civilizado, pero no podía visualizar a nadie allí, no existía persona alguna en sus alrededores… Al menos no alguna que pudiese ver en su momento; pero ello no le hizo relajarse, al contrario, la incentivó a mantenerse alerta, incluso a mostrar las escamas negras, duras como el acero y el diamante mismos, debajo de los vendajes para mantener la apariencia de una chiquilla inocente. Y es que a sus ya dieciocho años, la más pequeña del linaje Dussart continuaba teniendo rasgos aniñados en el rostro, en el cuerpo e incluso en la voz, siendo esta la cualidad más notoria con esa melodía dulce, infantil y acaramelada que solía tener ante las buenas situaciones. Pero la calma desapareció de su rostro cuando
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La tranquilidad que reinaba era tal, que sus ojos luchaban por mantenerse abiertos y ella despierta, por no rendirse ante el deseo de un descanso tras el abrazo de Morfeo con esos brazos firmes, llenos de seguridad, que cobijaban el descanso formando ensoñaciones con las cuales podía perderse en tan anhelados y queridos recuerdos como su infancia. Cada vez que sus ojos se cerraban por más de medio minuto, sentía que podía escuchar los pasos de su calzado golpeando los adoquines que llevaban hacia el enorme jardín del palacio; a aquel rinconcito tan especial donde podía disfrutar del aroma de las flores, corretear mariposas de colores que batían sus alas al dejar tras de sí las rosas, de distintas tonalidades de colores, donde se posaban.

— Ven aquí, pequeña, anda, regresemos a dentro. Vayamos a tomar el té. La dulce voz de aquella mujer le causó un revuelo de emociones tan grande, que le resultaba difícil comprender cuál de todas predominaba dentro del montón: felicidad, tristeza, ansiedad; ¿cuál de ellas resultaría ganadora? Era imposible no experimentar tanto ante un ser amado que ahora no existía más físicamente en el mismo plano que ellos y se mantenía más presente en sus recuerdos a través del tiempo. Podía verse a sí misma, no podía decir con seguridad si se trataba de un sueño recién creado con fundamentación de un cúmulo de momentos vividos en el pasado, o si eran los deseos que tenía de volver a verla. Y todo ello lo daba por perdido con una simple frase: Si tan solo hubiese… La pregunta la destruía, pero no con la misma intensidad que la culpabilidad, no como esa despreciable emoción que nacía en la boca del estómago y se extendía a todas partes en formas diferentes: calores vibrantes de pies a cabeza, dolores de cabeza, náuseas, sensación de febrícula y un temblor casi incontrolable en las piernas, así como las manos; una especie de síntomas ansiosos. Despertó y abrió los ojos con una velocidad sorprendente que por un momento la luz, aun siendo poca, pareció cegarle. Echó el torso hacia delante para poder apartarse del suelo, quedando sentada sobre éste con las manos a los costados de su cuerpo, y visualizó al verdadero causante de la interrupción: Una estrella fugaz. Una muy estruendosa, a decir verdad.

Sus ojos notaron la pequeñez de la estela que iba dejando a su paso, aunque ciertamente, algo dentro del recorrido, la forma y el tamaño no estaba del todo bien. ¿Realmente es una estrella fugaz? Se preguntó aquello mientras que se ponía de pie tras impulsarse con ayuda de ambas manos, las juntó al frente para sacudirlas y retirar el exceso de polvo sin perder detalle alguno de aquel astro que no tardó en ser catalogado como un simple objeto desconocido, no era una estrella, de eso estaba segura. Y es que era una de las habilidades innatas que poseía gracias a su naturaleza real, la que escondía debajo de la apariencia dulce, tierna e infantil que mostraba: Un dragón. Sus ojos cambiaron, para poder encontrarle sentido al objeto, dejando que el iris pasara del color verde hacia un color ámbar o parecido al color del oro líquido, aquel preciado material para criaturas como ella. Aun con esa apariencia de un humano común, existían habilidades que podía despertar sin causar mayor alteración ni problemas a las criaturas de su entorno tales como: un agudo sentido del oído, idéntico quizás o mejor al de un sabueso, sentido del olfato más activo y una visión que podía modificar a su antojo para amplificar los objetos gracias a esa cualidad que llamaba: El ojo dragón.

El choque de aquel artefacto, que aún no se animaba a definir, hizo temblar la tierra por cuestión de breves segundos, al menos fue así una de las tantas formas en las que ella había logrado experimentar y captar tan extraño… ¿Felino volador? Ladeó la cabeza confundida hacia el costado derecho, a juzgar por la forma de aquel objeto foráneo, no celeste, era algo sumamente raro de ver; y siendo algo que una criatura catalogada de extraña lo mencionase, de verdad tenía que ser uno de esos fenómenos que se presentaban una vez cada cientos, billones o trillones de años para presenciarle nuevamente. Utilizó la derecha para formar una especie de visor que le permitiera el ver más allá de las frondosas ramas de los pinos, creía estar segura de que su aterrizaje no estaba tan lejos de allí, al menos no volando o en algún transporte, pero podían pasar días ante de salir del bosque que rodeaba la ciudad. Y ella lo sabía bien; lo conocía bien… Y se mantenía exactamente igual que cuando tuvo que huir de casa por la guerra, correr entre las variaciones de arbustos, de pinos, entre toda esa flora que reinaba en tan maravilloso, majestuoso y oscuro lugar. Un laberinto para los desconocidos, una perdición para los no invitados que se aventuraban a tratar de llegar hacia la entrada hacia la capital dragón para vaciar las arcas del oro allí guardado, para destruir la tranquilidad en que se vivía desollando a todo aquel.