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K1536000 · F
Miró en todas direcciones, buscando con desespero el origen de esas voces que la alertaban de una presencia que comenzaba a oprimirla, a sofocarla al punto de angustiarla sin presentarse ante sus ojos aún, bastaba con sentir el frío calando sus huesos y el hedor putrefacto atentando contra sus sentidos.
Apenas notó aquel líquido moverse como si tuviera vida propia, se echó atrás, paso a paso, buscando distancia con aquello que ahora tomaba altura, robándole un susto mayor ante ello. — Tch... ¿Q-Qué es eso? —sus ojos no daban crédito a lo que veía, aquello que aún era un misterio comenzaba a tomar forma, y al parecer era una de las peores que jamás presenció, siendo por demás aterrador al sentir su mirada sobre ella, un dorado tan intenso como el de sus propios ojos, pero con una profundidad corrupta y malsana.

Enseguida se llevó la diestra al costado de su cadera donde mantenía adosada la empuñadura sagrada de su natal Phyron, si bien, no sabía utilizarla del todo, apostaría su integridad y seguridad en ello. Entonces, sus pasos fueron frenados, pues se encontró con la pared a sus espaldas, tensando su quijada ipso facto. — ¿Campo de juegos? —repitió más para si misma al echar un vistazo a sus costados, siendo escaso el campo de visión que alcanzaría, pues la oscuridad era bastante intensa. Así, sujetó su empuñadura al frente, sintiéndola vibrar entre sus pequeñas manos —... No, no soy humana. Dudo que un simple humano pudiera siquiera soportar el estar aquí. — acotó ya con un tono más férreo, aún su voz fuese dulce y cándida, incluso en su mirada una renovada seguridad se fue adhiriendo, inherente a su espíritu rebelde y la curiosidad que la llevó a salir de su propio mundo.— Mi nombre es Khadrah, mis intenciones son lejanas a la hostilidad, no he venido aquí a invadir su espacio o ser parte de un entretenimiento lejano a mis intereses... —tensó las cejas bajo los flequillos de su cabello, notándose el nacimiento de una hoja de luz de aquella empuñadura, era pequeña aún, sólo un pequeño trazo de energía materializándose.— Vengo de un mundo lejano a éste, oculto a cualquier otro ser que no pertenezca a mi raza, estoy buscando la forma de volver, mi llegada a Terra ha sido abrupta, aunque...—pausó, desviando la mirada a un costado, aferrándose a su ahora arma.— Dudo que aquí, en éste carnaval de sangre y oscuridad logre encontrar las respuestas que he venido a buscar, dime, criatura ¿Quién eres tú? —fue más osada ésta vez, sus canales receptivos le decían que debía salir de ahí, que conforme más tiempo pasara ahí, sería más peligroso.
Mas osada, pero no tonta, pues se sabía rodeada, debía ganar tiempo antes de hacer algo más arriesgado. Así que volvió a mirarle, fijo, sin titubear aún su corazón latiera cada vez más rápido.
 
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K1536000 · F
Luz en la oscuridad.

Curiosidad y sed de conocimiento más allá de las fronteras de su mundo.
Había sido ésto el punto de partida para lo que sería una serie de acontecimientos únicos y sin igual desde su llegada a Terra. Todo era maravilloso en su haber, diferente a su propio mundo, tanto en estructura como en su población. Había sido uno de los terranos que había conocido quién le había llevado hasta ahí, argumentando el sentir en esa zona energías extrañas que ya habían dado de que hablar, pero sobre todo, habían mantenido alejado al resto del mundo, como si esa zona fuera el linde entre el mundo terrano y una puerta a un abismo desconocido, según palabras del terrano.
Aquello había despertado su interés, no por osada o ingenua, sino porqué quería conocer aquello que no pertenecía al mundo terrano y de alguna manera, encontrar la conexión con éste de forma más sustentable por medio de la experiencia de primera mano.

Era una cárcel; a partir de ese momento siguió sola, sin la compañía del terrano a quien no quiso involucrar de más, pues bajo sus propios principios un terrano era una vida valiosa a la cual mantener a salvo. Así, de a poco el suelo comenzó a volverse peligroso, lo intuía por la densidad del aire que traía consigo un olor desagradable y poco tolerable, tanto así que enseguida se cubrió la nariz con la manga de su prenda, tratando de aguantar el nauseabundo hedor, pero sobre todo, sopesar el temor inherente a irse adentrando a ese terreno solitario; podía sentir su lánguida espalda ser presa de los escalofríos que incesantes y crueles se aferraban a su médula hasta correr por sus piernas, dificultándole el andar.

— ¿Hola? —atinó a decir mientras recorría con su mirada lo poco que podía apreciar. Cada sombra figuraba como una silueta aterradora, cada rincón se volvía tétrico conforme avanzaba y cada paso se hacía más lento, como si ella misma postergara el destino final que se materializaba en una gran e imponente reja oxidada, desgastada por el tiempo hasta el punto de tener ciertas zonas abiertas, siendo una de éstas la que tomó para adentrarse más; sin embargo, antes de ello se dio un tiempo de reflexión, algo dentro de si misma le gritaba volverse en sus pasos y hallar otra manera de regresar a Phyron... Pero contrario a ello, siguió, encontrándose ahora en el patio, donde a momentos tropezaba con artefactos que no lograba distinguir, deshechos y algunos charcos de agua. — Aquí no hay nada... Ni nadie. —se dijo a si misma tras pasar saliva, aún con su mano cubriendo la mitad de su rostro con fuerza, aunque ésto no ayudaba demasiado a sopesar el hedor.
Sentía no sólo incertidumbre, sino un mal presentimiento, la desgarradora sensación de estar en peligro, como si cualquier camino de ese lugar fuera una trampa sin salida victoriosa. Lo confirmó cuando por fin llegó al interior de la cárcel; el sonido del agua cayendo gota tras gota le anunció el mal estado que ésta tenía, sin duda era un terreno olvidado, perdido de cualquier cuidado hacía mucho. Y aún envuelta por la oscuridad, su lánguido cuerpo era cubierto por una estela de luz tenue, misma que le ayudaba a divisar nimios trazos del escenario.

De pronto, dio un respingo al escuchar algo de metal cayendo con fuerza sobre el piso, no sabía si había sido una puerta o cualquier cosa, pero sí sabía que era tiempo de volver, y rápido. Por ello, se volvió en sus pasos para buscar la salida al patio de nuevo y así partir; mas ésta vez la puerta no estaba, o quizás se había confundido de camino, aunque ésto no tenía razón de ser, no cuando simplemente había caminado por el mismo lugar. Palpó la pared y lo que sintió en sus dedos era algo húmedo y viscoso que en ese momento no pudo determinar, sólo apartarse ipso facto, asediada por más ruidos a su alrededor, juraría incluso escuchar voces a su oído con susurros que no lograba entender, razón de más para alarmarse y comenzar a correr por el interior de la cárcel en busca de una salida, una ventana, una puerta o cualquier fisura, tenía que salir definitivamente.
-Recibe una solicitud de amistad de Argosax pero él no le dijo ni hola.-
El hedor pestilente parecía esfumarse, a medidas que el deforme varón balbuceaba su parloteo. Es una mujer de pocas palabras, la verborragia era algo que encontraba igual de desagradable como su fetidez. Su sola presencia lograría turbar la voluntad de cualquiera con tan solo un suspiro, pero no ella, sin importar lo repugnante que se sintiera aquel condenado, que se retorcía y crujía, que estiraba unos dedos lánguidos provista de carnes crudas y cuasi garras mas que uñas, que sentía su aproximación con cierto recelo a través de su aura helada; pero estos se recogieron hacia el, dubitativos, y en un truco de sombras volvieron a emerger, ‘’mas’’ decentes, o al menos provista de piel tersa, retirando su capucha para dar a paso una faz delgada y lampiña, joven, con una cabellera azabache y enmarañada, pero esas pupilas de oro seguían estando, brillando con aspereza y cinismo. Y aquel rostro le causa más rechazo, ya que no era más que un artilugio, una falsedad, una máscara a fin de cuentas.

-….Asi que así te haces llamar, Demonio . – acotó seca, ladina.’’Muchacha..?’’ su ceja se torció, ofuscada; aquel ente se regocijaba de encontrar un aperitivo, un nuevo juguete, y sabía bien que los mismos malditos, caídos, los marcados, los exiliados, se comían inclusive entre si. Su mirada, exhaustiva para con su ‘’anfitrión’’, no se desprendía de este, en ningún momento, desdeñosa de su merodeo.

- Para usted, Г-жа Рахма́нинов >señora Rachmàninoff< es suficiente formalidad , sr. Argosax .- dictó, grave y áspera, ya que es el legado de su cultura y su lengua, teniendo sus ojos sobre los de el, impávida y orgullosa, ya que su espíritu estaba lejos de ser blanco de tal fatídico predador. Y un eco de sus palabras tenían algo de razón, ya que su odisea entre las 9 Puertas, ese violín maldito resonó en sus memorias, y era una verdad imbatible.- …Y admito que yo también creo tener el infortunio de conocerlo, de una forma u otra .- acotó distante, sumida de manera meticulosa en sus recuerdos de los Avernos, que lograba gesticular en su rostro de porcelana una mueca de irritación, que se veía plasmado sobre su mordida de escarcha, el cual se truncaba con ira en las patas del banquillo, haciéndolo gemir lastimosamente.
Sus dedos de deslizaban y tocaban ardidos, connotándose su talento sin lugar a dudas, digno de ser reconocido. Su mirada se entrecerraba, cuasi melancólica, ya que aquella sonata maldita atrapaba con tal generosidad al espectador, como a sus ejecutores, siendo espinas tan bellas que lastimaban de manera placentera a sus presas. Yacía ensimismada entre sus estrechos hombros que no paraban de moverse a capricho de la ambiciosa melodía. Sin dudas era música maldita, hermosa. Y un reír grave, infernal y lejano se colaba entre los stacattos y las fusas, no pudiendo evitar sentir un espinazo gélido en sus sienes. ‘’…Maldito narcisista’’ pensó desdeñosa, fastidiada, ofuscando su mirar sobre el piano, golpeando las teclas en armonía perturbada, como a modo de respuesta; claramente no iba a dejar de tocar, y una vez que se iniciaba tal atípica conversación, aún tenía mucho para decir, ella y su piano enervado. Y así continuaron aquellos dos instrumentos, aquellas dos voces, en un idioma universal que no necesitaba lengua alguna, por más que el ambiente empezaba a tornarse sumamente pesado, siniestro, enfermo, se mantenía estoica.

Y la oscuridad se abalanzaba bajo el majestuoso instrumento, y sus pies, agitada y mórbida. El aroma del azufre, el alquitrán, la descomposición de la vida misma invadía sus sentidos; era un eco del pasado que le desagrada; ese aroma sólo provenía de un lugar, y lo sabía. Parecía que el Infierno había ido a buscarla, una vez mas, mas no le importaba; ya había regresado de este, y el paisaje Dantesco ahora era su espectro. Aunque ese sentimiento desesperante lograba florecer sus instintos y su espíritu, el cual se manifestó con un aire gélido que cortaba el aire sin misericordia, y sumamente hostil, percatándose de que su asiento empezaba a congelarse, como así sus patas, y bañando en una fina estela de hielo sobre las sombras caprichosas, sin ir mas lejos que las principales patas del piano , avanzando con suma lentitud, precavidas, cual advertencia.

Y así la obra suprema de Tartini fue ejecutada, hasta su final, solemne y digna, y no respondió hacia su ‘’compañero’’, teniendo una expresión sumida en sombras y bajo su espeso cabello, inexpresiva, silente. Sus dedos flacos reposaron sobre el marfil, tensos. Y tras una profunda bocanada de aire y exhalarle apesadumbradamente, levantó su faz blanca, severa, portadora de una mirada aguda y carmín hacia el par de ojos amarillentos que la contemplaban hace tiempo, allí en su figura desconocida y cubierta de harapos y sombras, asquerosa y maldita.

- … Algo parido de donde viniste; creo que no es necesario que se lo mencione a estas alturas; insulta mi inteligencia, товарищ >> camarada <<.

Contestó en un tono tan austero y hostil como la gelidez que emanaba. Y con calma se irguió, siendo aún mas obvias ahora la diferencia de porte entre ambos bastardos, aunque su temple y su aura daba a entender que mas allá de sus menudas carnes, no se la podía pasar por alto.
La intrusa se encontraba ensimismada en su deleite y ambiciones, avanzando de corredor en corredor, entre violines, violonchelos, clarinetes, tubas, arpas, pero no podía encontrar el piano que le llamaba perseverante, seductor, hambriento, y si bien sus pasos eran lentos, el seco sonido de estos connotaban su seguridad y obsesión en su encuentro, hasta que por fin lo encontró: en una habitación exclusiva, se encontraban ellos; clavicordios, pianofortes, pianos verticales, e inclusive un majestuoso piano de cola Érard, y con sus ojos bermellón y una mueca torcida, expresaban cual grata sorpresa era la que se estaba llevando. Y esos ojos que brillaban como vitrales, reflejaban el aura antigua que desprendía la lustrosa madera de un piano particularmente alejado del resto; un piano de cola oscuro, bellísimo y elegante, sobriedad en todo sentido, y exquisito. Caminó hacia el, pausada, mirándole con profundidad; sus pasos casi mudos, indicaban sus respetos, y su petición de acercársele y hacerse de el, tocarle, sentirle; y que en sus dedos y su música trasmitieran su espíritu encantado quizás, o quien sabe, maldito, como si eso fuese suficiente excusa como para tenerlo en el olvido y el descuido.

Dejó apoyado su bastón en la butaca del piano de media cola unos cuántos metros antes, y sacudió el polvo que cubría el cojín del asiento de aquel piano protervo, sentándose y destapándolo sus teclas, blancas cual perlas, y perfectas como tal. Era un piano Bösendorfer: único y orgulloso, como todo instrumento de origen italiano, y levantó sus manos, separando sus dedos que dudaban y se veían suspendidos. ‘’…Qué es lo que tienes para mi..?’’ pensaba con sosiego e incertidumbre, y justo cuando se decidía a darle vida nuevamente quién sabe después de tanto, el sonido vibrante y dramático de un violín se hizo escuchar, que desgarró el aire y el silencio de una manera tan atroz, como hermosa. Se turbó violenta hacia sus lados, deteniendo sus ojos hacia el corredor, en búsqueda de tal desconcierto, y quién era el culpable. Cómo es que bajo su percepción alguien, o algo, se haya adentrado en el Museo sin su consentimiento ni bienvenida? Y cómo es que aquel violín se escuchaba tupido y vestido de un sonido tan sólido y omnipresente?

Se vio absorta y atrapada por su sonido, su melodía y la obra que ejecutaba con escabrosa perfección. ‘’…El Trino del Diablo’’; parecía una broma, una pésima broma, pero de buen gusto, e irónica. O quien sabe, no era una casualidad, y si una causalidad. Le escuchó con atención, volviendo sus ojos a las teclas del piano, en la espera del momento indicado. Y el piano mismo rugía pidiendo de ser tocado, para acompañar en un siniestro y majestuoso dueto con su compañero, y así lo hizo: lo tocó, estridente, sin temor, acompañando al violín en su melodía en acordes fastuos. Y la voz de aquel Bösendorfer era igual de poderosa y sobrenatural que la del violín, haciéndose escuchar su voluntad con suma clemencia, sin importar lo extenso de aquel edificio: su piano también se hacía oír y sin recelo alguno.

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España: un país que brilla con luz propia y una historia tan cambiante como el hombre mismo, y ese era el reflejo de su gente, su cultura, sus ciudades y sus espectros, y la bella ciudad de Barcelona, no era excepción. Provista de una colorida Metrópolis, con un perfume de sal y oro proveniente del Mediterráneo, y una lengua romance vibrando en cada esquina. La beldad de su arquitectura era digna de ser apreciadas, de inspiración gótica y clásica, que a pesar de las desgracias y sus caídas, estas volverían, cuales ídolos eternos.

Y entre estos bulevares, se escuchaba el repiqueteo de un bastón acompañado de un andar ligero y forastero. Un par de borceguíes impecables, que con un andar seguro y liviano traían consigo una figura de un mundo sumamente lejano, trajeado de blancas y abrigadas ropas a pesar del clima húmedo y acalorado de la ciudad costera, cuya existencia emanaba un aire gélido, austero y escabroso. Su pequeña figura deambulaba cuando el resto de las almas descansaban, y las que vagabundeaban en su insomnio o abandono, parecieran haber tenido un golpe de suerte de no encontrarse con ella en su camino.

Llegada de las lejanas tierras eslavas de Europa Oriental, aquella extraña mujer venía en la búsqueda de algo que no le otorgaría quietud hasta encontrarle, y que según su palabra, debería de encontrarse refugiado en un liceo de arte y melodía: el Museo de Música de Barcelona. La fachada iluminada la invitaba a entrar, a hundirse en sus bastidores y exposiciones, y francamente no le resultaba un impedimento aquel capricho en las avanzadas horas de la madrugada. La noche se prestaba silenciosa, y su rostro se alzó, portador de dos grandes ojos opacos, rojizos, que se encarnaban en su faz mortecina y enferma otorgándole un aspecto claramente fuera de este mundo, mirando hacia los altos postes de luz a sus alrededores, que cuidaban con recelo y seguridad la zona, todas con cámaras, o inclusive varias, como así también se connotó de los ojos guardianes y cibernéticos del museo; y pasó un buen tiempo , con la mirada perdida mas allá los ventanales del edificio, esperando. Esperando que? Golpeó su bastón contra el suelo, una vez, 2 veces. Y de la terminación metálica de este, empezó a brotar un hilo invernal , que menguante se extendía bajo el, que se extendía mas allá de las perturbadas sombras de la forastera, cual helecho que se hacía camino con un paso lento y desgarrador, atravesando las calles, trepando por los postes, pasando a través y sobre las puertas, dejando una estela helada en su travesía, mordiendo con el toque de escarcha las cámaras de seguridad, y tullendo los cerrojos que con recelo procuraban cuidar el museo, de manera infalible y corrosiva. Tanto las luces de los postes, como sus cámaras, y las cámaras del liceo chisporrotearon brevemente antes de que sus circuitos murieran, y con la cerradura vencida, ahora sí, no tenía más que forzarla sin esfuerzo para que ella pudiese hacerse de sus anchas en su búsqueda.

La estela de hielo una vez cumplida su labor, se evaporaba fatua, teniendo la cortesía de limpiar sus suelas con el tapete de ingreso al Museo, como debía ser. Y sin distraerse más, con un andar solemne empezó a mirar aquellos instrumentos celosamente resguardados en sus cofres de cristal , a salvo de la torpeza y la maldad humana, iluminados cálidamente para darles ese aire inalcanzable, y perfecto; aunque si genio la pudo, y le era irresistible acercarse a cada instrumento y pieza exhibidas con verdadero fanatismo y entusiasmo.

-… торжественный >>solemne<<.

Susurró, casi inaudible y grave, asomándose una sobria sonrisa sobre la palidez de sus carnes. Disfrutaba en silencio de aquel lugar, si que lo disfrutaba, afable y calmada, en compañía de ella y su existencia, sonando melodías en su cabeza con el sonido magistral que alguna vez aquellos instrumentos solían evocar con virilidad y vida, anonadada de sus propias fantasías. Y su cuerpo lo sentía vibrar, ya que aquello que estaba buscando, la llamaba sin prisa, ni equivocación, moviendo instintivamente los dedos flacos, cual señal de que aquella voz , era la de un piano sin dudas.
VehrzimmelDScarzHd · 100+, M
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NokuraRein · 31-35, F
Off:: Gracias a ti
Annaw · 22-25, F
No fue nada .. Me agrada su imagen es oscuro y misterioso...