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Personaje
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La intrusa se encontraba ensimismada en su deleite y ambiciones, avanzando de corredor en corredor, entre violines, violonchelos, clarinetes, tubas, arpas, pero no podía encontrar el piano que le llamaba perseverante, seductor, hambriento, y si bien sus pasos eran lentos, el seco sonido de estos connotaban su seguridad y obsesión en su encuentro, hasta que por fin lo encontró: en una habitación exclusiva, se encontraban ellos; clavicordios, pianofortes, pianos verticales, e inclusive un majestuoso piano de cola Érard, y con sus ojos bermellón y una mueca torcida, expresaban cual grata sorpresa era la que se estaba llevando. Y esos ojos que brillaban como vitrales, reflejaban el aura antigua que desprendía la lustrosa madera de un piano particularmente alejado del resto; un piano de cola oscuro, bellísimo y elegante, sobriedad en todo sentido, y exquisito. Caminó hacia el, pausada, mirándole con profundidad; sus pasos casi mudos, indicaban sus respetos, y su petición de acercársele y hacerse de el, tocarle, sentirle; y que en sus dedos y su música trasmitieran su espíritu encantado quizás, o quien sabe, maldito, como si eso fuese suficiente excusa como para tenerlo en el olvido y el descuido.

Dejó apoyado su bastón en la butaca del piano de media cola unos cuántos metros antes, y sacudió el polvo que cubría el cojín del asiento de aquel piano protervo, sentándose y destapándolo sus teclas, blancas cual perlas, y perfectas como tal. Era un piano Bösendorfer: único y orgulloso, como todo instrumento de origen italiano, y levantó sus manos, separando sus dedos que dudaban y se veían suspendidos. ‘’…Qué es lo que tienes para mi..?’’ pensaba con sosiego e incertidumbre, y justo cuando se decidía a darle vida nuevamente quién sabe después de tanto, el sonido vibrante y dramático de un violín se hizo escuchar, que desgarró el aire y el silencio de una manera tan atroz, como hermosa. Se turbó violenta hacia sus lados, deteniendo sus ojos hacia el corredor, en búsqueda de tal desconcierto, y quién era el culpable. Cómo es que bajo su percepción alguien, o algo, se haya adentrado en el Museo sin su consentimiento ni bienvenida? Y cómo es que aquel violín se escuchaba tupido y vestido de un sonido tan sólido y omnipresente?

Se vio absorta y atrapada por su sonido, su melodía y la obra que ejecutaba con escabrosa perfección. ‘’…El Trino del Diablo’’; parecía una broma, una pésima broma, pero de buen gusto, e irónica. O quien sabe, no era una casualidad, y si una causalidad. Le escuchó con atención, volviendo sus ojos a las teclas del piano, en la espera del momento indicado. Y el piano mismo rugía pidiendo de ser tocado, para acompañar en un siniestro y majestuoso dueto con su compañero, y así lo hizo: lo tocó, estridente, sin temor, acompañando al violín en su melodía en acordes fastuos. Y la voz de aquel Bösendorfer era igual de poderosa y sobrenatural que la del violín, haciéndose escuchar su voluntad con suma clemencia, sin importar lo extenso de aquel edificio: su piano también se hacía oír y sin recelo alguno.

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