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Personaje
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Sus dedos de deslizaban y tocaban ardidos, connotándose su talento sin lugar a dudas, digno de ser reconocido. Su mirada se entrecerraba, cuasi melancólica, ya que aquella sonata maldita atrapaba con tal generosidad al espectador, como a sus ejecutores, siendo espinas tan bellas que lastimaban de manera placentera a sus presas. Yacía ensimismada entre sus estrechos hombros que no paraban de moverse a capricho de la ambiciosa melodía. Sin dudas era música maldita, hermosa. Y un reír grave, infernal y lejano se colaba entre los stacattos y las fusas, no pudiendo evitar sentir un espinazo gélido en sus sienes. ‘’…Maldito narcisista’’ pensó desdeñosa, fastidiada, ofuscando su mirar sobre el piano, golpeando las teclas en armonía perturbada, como a modo de respuesta; claramente no iba a dejar de tocar, y una vez que se iniciaba tal atípica conversación, aún tenía mucho para decir, ella y su piano enervado. Y así continuaron aquellos dos instrumentos, aquellas dos voces, en un idioma universal que no necesitaba lengua alguna, por más que el ambiente empezaba a tornarse sumamente pesado, siniestro, enfermo, se mantenía estoica.

Y la oscuridad se abalanzaba bajo el majestuoso instrumento, y sus pies, agitada y mórbida. El aroma del azufre, el alquitrán, la descomposición de la vida misma invadía sus sentidos; era un eco del pasado que le desagrada; ese aroma sólo provenía de un lugar, y lo sabía. Parecía que el Infierno había ido a buscarla, una vez mas, mas no le importaba; ya había regresado de este, y el paisaje Dantesco ahora era su espectro. Aunque ese sentimiento desesperante lograba florecer sus instintos y su espíritu, el cual se manifestó con un aire gélido que cortaba el aire sin misericordia, y sumamente hostil, percatándose de que su asiento empezaba a congelarse, como así sus patas, y bañando en una fina estela de hielo sobre las sombras caprichosas, sin ir mas lejos que las principales patas del piano , avanzando con suma lentitud, precavidas, cual advertencia.

Y así la obra suprema de Tartini fue ejecutada, hasta su final, solemne y digna, y no respondió hacia su ‘’compañero’’, teniendo una expresión sumida en sombras y bajo su espeso cabello, inexpresiva, silente. Sus dedos flacos reposaron sobre el marfil, tensos. Y tras una profunda bocanada de aire y exhalarle apesadumbradamente, levantó su faz blanca, severa, portadora de una mirada aguda y carmín hacia el par de ojos amarillentos que la contemplaban hace tiempo, allí en su figura desconocida y cubierta de harapos y sombras, asquerosa y maldita.

- … Algo parido de donde viniste; creo que no es necesario que se lo mencione a estas alturas; insulta mi inteligencia, товарищ >> camarada <<.

Contestó en un tono tan austero y hostil como la gelidez que emanaba. Y con calma se irguió, siendo aún mas obvias ahora la diferencia de porte entre ambos bastardos, aunque su temple y su aura daba a entender que mas allá de sus menudas carnes, no se la podía pasar por alto.
 
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