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Personaje
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España: un país que brilla con luz propia y una historia tan cambiante como el hombre mismo, y ese era el reflejo de su gente, su cultura, sus ciudades y sus espectros, y la bella ciudad de Barcelona, no era excepción. Provista de una colorida Metrópolis, con un perfume de sal y oro proveniente del Mediterráneo, y una lengua romance vibrando en cada esquina. La beldad de su arquitectura era digna de ser apreciadas, de inspiración gótica y clásica, que a pesar de las desgracias y sus caídas, estas volverían, cuales ídolos eternos.

Y entre estos bulevares, se escuchaba el repiqueteo de un bastón acompañado de un andar ligero y forastero. Un par de borceguíes impecables, que con un andar seguro y liviano traían consigo una figura de un mundo sumamente lejano, trajeado de blancas y abrigadas ropas a pesar del clima húmedo y acalorado de la ciudad costera, cuya existencia emanaba un aire gélido, austero y escabroso. Su pequeña figura deambulaba cuando el resto de las almas descansaban, y las que vagabundeaban en su insomnio o abandono, parecieran haber tenido un golpe de suerte de no encontrarse con ella en su camino.

Llegada de las lejanas tierras eslavas de Europa Oriental, aquella extraña mujer venía en la búsqueda de algo que no le otorgaría quietud hasta encontrarle, y que según su palabra, debería de encontrarse refugiado en un liceo de arte y melodía: el Museo de Música de Barcelona. La fachada iluminada la invitaba a entrar, a hundirse en sus bastidores y exposiciones, y francamente no le resultaba un impedimento aquel capricho en las avanzadas horas de la madrugada. La noche se prestaba silenciosa, y su rostro se alzó, portador de dos grandes ojos opacos, rojizos, que se encarnaban en su faz mortecina y enferma otorgándole un aspecto claramente fuera de este mundo, mirando hacia los altos postes de luz a sus alrededores, que cuidaban con recelo y seguridad la zona, todas con cámaras, o inclusive varias, como así también se connotó de los ojos guardianes y cibernéticos del museo; y pasó un buen tiempo , con la mirada perdida mas allá los ventanales del edificio, esperando. Esperando que? Golpeó su bastón contra el suelo, una vez, 2 veces. Y de la terminación metálica de este, empezó a brotar un hilo invernal , que menguante se extendía bajo el, que se extendía mas allá de las perturbadas sombras de la forastera, cual helecho que se hacía camino con un paso lento y desgarrador, atravesando las calles, trepando por los postes, pasando a través y sobre las puertas, dejando una estela helada en su travesía, mordiendo con el toque de escarcha las cámaras de seguridad, y tullendo los cerrojos que con recelo procuraban cuidar el museo, de manera infalible y corrosiva. Tanto las luces de los postes, como sus cámaras, y las cámaras del liceo chisporrotearon brevemente antes de que sus circuitos murieran, y con la cerradura vencida, ahora sí, no tenía más que forzarla sin esfuerzo para que ella pudiese hacerse de sus anchas en su búsqueda.

La estela de hielo una vez cumplida su labor, se evaporaba fatua, teniendo la cortesía de limpiar sus suelas con el tapete de ingreso al Museo, como debía ser. Y sin distraerse más, con un andar solemne empezó a mirar aquellos instrumentos celosamente resguardados en sus cofres de cristal , a salvo de la torpeza y la maldad humana, iluminados cálidamente para darles ese aire inalcanzable, y perfecto; aunque si genio la pudo, y le era irresistible acercarse a cada instrumento y pieza exhibidas con verdadero fanatismo y entusiasmo.

-… торжественный >>solemne<<.

Susurró, casi inaudible y grave, asomándose una sobria sonrisa sobre la palidez de sus carnes. Disfrutaba en silencio de aquel lugar, si que lo disfrutaba, afable y calmada, en compañía de ella y su existencia, sonando melodías en su cabeza con el sonido magistral que alguna vez aquellos instrumentos solían evocar con virilidad y vida, anonadada de sus propias fantasías. Y su cuerpo lo sentía vibrar, ya que aquello que estaba buscando, la llamaba sin prisa, ni equivocación, moviendo instintivamente los dedos flacos, cual señal de que aquella voz , era la de un piano sin dudas.
 
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