It's au revoir to your insanity. You sold your soul to feed your vanity, your fantasies & lies~ [8]
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— A mí me interesa escucharla, rey. Las nuevas eras siempre son interesantes de conocer, todo aquello que nos depare del futuro, es interesante de conocer —Finalmente una sonrisa altanera se mostró en él y, una vez que terminó de hablar, sin siquiera importarle el lugar o la posición que podían ostentar tanto el rey como los extranjeros, se dejó caer al suelo, donde ocupó asiento tras cruzar sus piernas en una curiosa posición de loto. Movió su mano, la derecha, para restarle cualquier importancia a la atención que hubiese llegado a adquirir— Lo que está escrito, debe cumplirse, rey Darthio.
El anciano entonces, algo inconforme por la postura incómoda que el rey había tomado, terminó por negar un par de veces. ¿Realmente las irreverencias de aquel joven debían respetarse porque su valía era importante para el reino? Suspiró y habló.
— Por favor, ya que a nuestro invitado no parece perturbarle esta invasión en su reunión, continúe. El rey le ha hecho una pregunta, tómese su tiempo para hablar. Y controle a sus hombres. Se le permitió el ingreso a esta sala para una audiencia pacífica, que bajen sus armas o abandonen la sala. Como usted lo deseé.
El anciano entonces, algo inconforme por la postura incómoda que el rey había tomado, terminó por negar un par de veces. ¿Realmente las irreverencias de aquel joven debían respetarse porque su valía era importante para el reino? Suspiró y habló.
— Por favor, ya que a nuestro invitado no parece perturbarle esta invasión en su reunión, continúe. El rey le ha hecho una pregunta, tómese su tiempo para hablar. Y controle a sus hombres. Se le permitió el ingreso a esta sala para una audiencia pacífica, que bajen sus armas o abandonen la sala. Como usted lo deseé.
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— Este, Rey Darthio, es el libro de vida que Hadir ha escrito para usted; yo se lo entregaría como muestra de gratitud por permitirme esta audiencia, sin embargo… —Una larga pausa le acompañó cuando movió su mano, porque el rey no perdía el tiempo en tratar de tomarlo— Debe saber que todo lo aquí escrito lo cumplirá al pie de la letra; de no hacerlo, morirá y se convertirá en una de las famosas antorchas humanas en el templo de Hadir, en Ghaaliya; su reino quedará en el abandono, perderán el control y… Yo perderé un fuerte aliado. ¿Qué le parece si ayudo a cambiar su futuro y usted me ayuda a obtener lo que deseo?
— ¿Y qué es lo que esperas obtener de mi expresamente? Ya he prometido al heredero Muhktar mi apoyo.
— Precisamente, sobre eso deseo hablarle. Quebrante ese pacto con Muhktar y sírvame a mí; él no intentará destruir este reino. No, por supuesto que no; porque Hadir no se lo ha solicitado en su libro de vida y, en caso de que la Diosa ardiera en cólera por ello, sería yo quien salvaría de tan caótico fin a su reino. ¿Qué vale más para usted, rey? ¿La tranquilidad de su reino o su propia vida? Una alianza conmigo, le garantizará una larga y próspera vida.
La sala se vio envuelta por el silencio que ninguno de los dos se atrevió a quebrantar. Aunque la mirada de Khalil pareció dirigirse hacia la puerta por la que había ingresado tiempo atrás. Después trató de ubicar la posición del sol mediante algunos de los ventanales que estaban allí: El momento había llegado. Aquella dama de blanco a la que podía convertir en su aliada, si todo salía, cómo estaba planeado y escrito en su destino, su viaje hasta aquellas lejanas tierras le rendiría los frutos de todo el esfuerzo impuesto. Entonces le entregó el libro al rey, para dejárselo leer a sabiendas de las consecuencias que su lectura implicaba. Él quería disfrutar de una mejor vista de aquella obra en la que solamente esperaba tomar el puesto de espectador, solamente de serle necesario entraría en escena como el aliado que salvaría la situación. Aunque estaba seguro que, de aquella mujer, incluso él llegaría a necesitar protección.
Fue entonces que se quedó quieto, a varios pasos del trono donde podía verla ingresar en la sala con aquellos dos “gigantes” a los cuales tuvo que mirar al levantar solo un poco la mirada… Porque estaba observando lo que se podía ver más allá de los hombros de los recién llegados: Más guardias que la escoltaban y aguardaban por ella en el pasillo principal. Todo iba de acuerdo a las escrituras de Hadir. Quién diría que la Diosa a la que tanto odiaba le serviría tanto en su lucha. Mostró una risilla sosa, que silenció y ocultó al llevarse el índice derecho, ligeramente flexionado, sobre los labios para mostrarse más dubitativo que gracioso.
La mujer blanca de su presente, no era más que una forma bastante escueta de hablar sobre aquella que estaba infundada en blancas pieles, cuyo rostro permanecía oculto por razones que Khalil intentó averiguar: Posiblemente era demasiado hermosa, posiblemente era demasiado horrorosa, posiblemente la guerra había desfigurado su rostro, posiblemente era una tradición de las tierras que estaban más allá de Dryahall, incluso de aquella que había escuchado, alguna vez, fuese llamada Yadbelú, misma de la que provenía su madre. Pero, entonces, algo en su postura desafiante cambió para convertirse en total serenidad y disposición de escuchar: Si el rey de aquella nación no la aceptaba, él lo haría. Porque los aliados de sus aliados, serían sus aliados; pero los enemigos de sus aliados, serían aún más interesantes, porque debían tener la fuerza para desafiar reinos inmensos como lo era aquel.
— Habla, mujer, cuéntame de esa nueva era de la que estás hablando. ¿Qué te ha permitido tener la osadía de viajar con estos seres hasta mis aposentos? —Inquirió el rey mientras que le incitaba a continuar con un ademán de manos, mismo que le permitió señalar, sin tanta discreción, tanto a Yitien como el otro Ulthorr que le acompañaba—. Y, por si fuera poco, has llegado a interrumpir una importante reunión de negocios. —Fue entonces que, con la misma maño que señaló a los recién llegados, se dirigió hacia Khalil quien se mostró desinteresado al formar parte de una excusa estúpida que podía llevarlos a un conflicto que, sinceramente, quería evitar y no se encontraba dentro de sus planes.
— ¿Y qué es lo que esperas obtener de mi expresamente? Ya he prometido al heredero Muhktar mi apoyo.
— Precisamente, sobre eso deseo hablarle. Quebrante ese pacto con Muhktar y sírvame a mí; él no intentará destruir este reino. No, por supuesto que no; porque Hadir no se lo ha solicitado en su libro de vida y, en caso de que la Diosa ardiera en cólera por ello, sería yo quien salvaría de tan caótico fin a su reino. ¿Qué vale más para usted, rey? ¿La tranquilidad de su reino o su propia vida? Una alianza conmigo, le garantizará una larga y próspera vida.
La sala se vio envuelta por el silencio que ninguno de los dos se atrevió a quebrantar. Aunque la mirada de Khalil pareció dirigirse hacia la puerta por la que había ingresado tiempo atrás. Después trató de ubicar la posición del sol mediante algunos de los ventanales que estaban allí: El momento había llegado. Aquella dama de blanco a la que podía convertir en su aliada, si todo salía, cómo estaba planeado y escrito en su destino, su viaje hasta aquellas lejanas tierras le rendiría los frutos de todo el esfuerzo impuesto. Entonces le entregó el libro al rey, para dejárselo leer a sabiendas de las consecuencias que su lectura implicaba. Él quería disfrutar de una mejor vista de aquella obra en la que solamente esperaba tomar el puesto de espectador, solamente de serle necesario entraría en escena como el aliado que salvaría la situación. Aunque estaba seguro que, de aquella mujer, incluso él llegaría a necesitar protección.
Fue entonces que se quedó quieto, a varios pasos del trono donde podía verla ingresar en la sala con aquellos dos “gigantes” a los cuales tuvo que mirar al levantar solo un poco la mirada… Porque estaba observando lo que se podía ver más allá de los hombros de los recién llegados: Más guardias que la escoltaban y aguardaban por ella en el pasillo principal. Todo iba de acuerdo a las escrituras de Hadir. Quién diría que la Diosa a la que tanto odiaba le serviría tanto en su lucha. Mostró una risilla sosa, que silenció y ocultó al llevarse el índice derecho, ligeramente flexionado, sobre los labios para mostrarse más dubitativo que gracioso.
La mujer blanca de su presente, no era más que una forma bastante escueta de hablar sobre aquella que estaba infundada en blancas pieles, cuyo rostro permanecía oculto por razones que Khalil intentó averiguar: Posiblemente era demasiado hermosa, posiblemente era demasiado horrorosa, posiblemente la guerra había desfigurado su rostro, posiblemente era una tradición de las tierras que estaban más allá de Dryahall, incluso de aquella que había escuchado, alguna vez, fuese llamada Yadbelú, misma de la que provenía su madre. Pero, entonces, algo en su postura desafiante cambió para convertirse en total serenidad y disposición de escuchar: Si el rey de aquella nación no la aceptaba, él lo haría. Porque los aliados de sus aliados, serían sus aliados; pero los enemigos de sus aliados, serían aún más interesantes, porque debían tener la fuerza para desafiar reinos inmensos como lo era aquel.
— Habla, mujer, cuéntame de esa nueva era de la que estás hablando. ¿Qué te ha permitido tener la osadía de viajar con estos seres hasta mis aposentos? —Inquirió el rey mientras que le incitaba a continuar con un ademán de manos, mismo que le permitió señalar, sin tanta discreción, tanto a Yitien como el otro Ulthorr que le acompañaba—. Y, por si fuera poco, has llegado a interrumpir una importante reunión de negocios. —Fue entonces que, con la misma maño que señaló a los recién llegados, se dirigió hacia Khalil quien se mostró desinteresado al formar parte de una excusa estúpida que podía llevarlos a un conflicto que, sinceramente, quería evitar y no se encontraba dentro de sus planes.
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— Aunque, debo y temo decirle que no podré ayudarle demasiado; es curioso que usted, que cree ferviente y ciegamente en sus dioses, recurra desesperadamente al peor medio de todos. ¿Qué tan violenta será la ira que desatará en sus propios dioses tras recurrir a Ghaaya? —Y aunque su pregunta llevaba la seriedad correspondiente, esas ácidas notas de picardía, de burla e hipocresía se podían notar perfectamente en su voz; porque adoraba desafiar las ideologías de los demás para llevarles al punto crítico que tanto quería: No existía Dios alguno que pudiera ser tan benevolente como la suya pero, a su vez, tampoco existía una razón para ser devotos de fuerzas que jugaban a su antojo con la vida de otros— Rey Darthio, ¿por qué tiene que ser tan hostil ante mí?
Aquella pregunta causó cierta desorientación en el monarca, así como aquel anciano que estaba, en su momento, de pie junto al asiento donde permanecía. Entre ambos hombres se miraron, pero sus ceños fruncidos delataron la desconfianza que no solamente les había causado la actitud de Khalil, sino también esas palabras que no se medían en trato alguno ¡¿Cómo osaba hablarle de una forma tan despectiva, coloquial y vulgar a un regente como él?! ¡Uno que era bendecido por los Dioses y tenía el poder suficiente para aplastarlo allí mismo! Y eso era lo que haría, porque un movimiento de su mano bastó para obtener la atención de uno de sus fieles vasallos que abrió la puerta principal para permitir el acceso de dos guardias con lanzas; mero deseo del rey de sentirse más seguro ante alguien que siguiera, en esos momentos, llevaba un arma.
— Tu insolencia ha ido demasiado lejos, muchacho. Bien ciertos son los rumores que giran en torno a ti; no eres más que un mundano ser que existe en este mundo, uno al cual yo mismo pondré fi…
— ¿Fin? ¿Para mí? Ja, ja… JA, JA, JA —El cinismo fue evidente en su voz, en la manera que su cuerpo rompió la formación regia que su postura le había dado, y es que no tardó en encorvarse ligeramente hacia el frente para tratar de contenerse la risa ante la mirada atónita de los cuatro hombres ya reunidos allí. Especialmente ante la forma que los dos soldados se miraban antes de animarse a acercarse o retroceder, pero siempre apuntando el filo de sus lanzas hacia el bastardo de rubio cabello como el sol— Ah, Darthio, no me había reído así de bien en años. Así que te compensaré, te hablaré de la mujer blanca que será tu fortuna o tu perdición. —Sus palabras recuperaron ese tono firme una vez que logró respirar, cuando su escandalosa risa murió entre la seriedad y la angustia que nació allí. ¿Cómo era posible que él pudiera decir semejante barbaridad? Es decir, podía inventarse cualquier cosa que decir pero, la forma tan serena y determinada en que se mostraba, le dio cierta tranquilidad a los guardias y al rey, por lo que los primeros regresaron fuera de la habitación.
— Háblame de esa mujer blanca. ¿Qué relación tiene ella con mi futuro? —Preguntó Darthio mientras que le incitaba a acercarse con un movimiento de su diestra. Aunque no fue imperceptible el movimiento que notó en los ojos carmín de su invitado: Miraba a su segundo hombre, al que solía hacerle consejos en momentos desesperados como ese. Así que amablemente le pidió abandonar la habitación— Habla, te escucho. Y has que el tiempo perdido recobre su valía con esta información.
— Espero que sea consciente del precio que para mí y para ti representa revelar el futuro, hombre necio. —Desafiante, como siempre, Khalil cortó la distancia hasta plantarse a unos cuantos pasos del trono— Una mujer blanca vendrá a solicitar una audiencia ante ti, tiene motivos de sobra para formalizar una alianza contigo o aplastarte en el intento; porque esta mujer es alguien con quien desearás contar durante las bienaventuranzas y las calamidades. Ella… Puede ser la salvación de Dryahall o tú perdición.
Khalil se contuvo la risa al morderse los labios; la expresión del rey era digna de retratar en su memoria para reírse a futuro de ello. Volvió a caminar, hasta que se plantó a un costado del trono donde extendió su mano hacia el varón allí postrado. De su diestra, nació un brillo dorado que le dio forma a un libro pequeño, bastante maltratado por el paso del tiempo pero que permaneció “levitando” sobre el interior de su palma.
Aquella pregunta causó cierta desorientación en el monarca, así como aquel anciano que estaba, en su momento, de pie junto al asiento donde permanecía. Entre ambos hombres se miraron, pero sus ceños fruncidos delataron la desconfianza que no solamente les había causado la actitud de Khalil, sino también esas palabras que no se medían en trato alguno ¡¿Cómo osaba hablarle de una forma tan despectiva, coloquial y vulgar a un regente como él?! ¡Uno que era bendecido por los Dioses y tenía el poder suficiente para aplastarlo allí mismo! Y eso era lo que haría, porque un movimiento de su mano bastó para obtener la atención de uno de sus fieles vasallos que abrió la puerta principal para permitir el acceso de dos guardias con lanzas; mero deseo del rey de sentirse más seguro ante alguien que siguiera, en esos momentos, llevaba un arma.
— Tu insolencia ha ido demasiado lejos, muchacho. Bien ciertos son los rumores que giran en torno a ti; no eres más que un mundano ser que existe en este mundo, uno al cual yo mismo pondré fi…
— ¿Fin? ¿Para mí? Ja, ja… JA, JA, JA —El cinismo fue evidente en su voz, en la manera que su cuerpo rompió la formación regia que su postura le había dado, y es que no tardó en encorvarse ligeramente hacia el frente para tratar de contenerse la risa ante la mirada atónita de los cuatro hombres ya reunidos allí. Especialmente ante la forma que los dos soldados se miraban antes de animarse a acercarse o retroceder, pero siempre apuntando el filo de sus lanzas hacia el bastardo de rubio cabello como el sol— Ah, Darthio, no me había reído así de bien en años. Así que te compensaré, te hablaré de la mujer blanca que será tu fortuna o tu perdición. —Sus palabras recuperaron ese tono firme una vez que logró respirar, cuando su escandalosa risa murió entre la seriedad y la angustia que nació allí. ¿Cómo era posible que él pudiera decir semejante barbaridad? Es decir, podía inventarse cualquier cosa que decir pero, la forma tan serena y determinada en que se mostraba, le dio cierta tranquilidad a los guardias y al rey, por lo que los primeros regresaron fuera de la habitación.
— Háblame de esa mujer blanca. ¿Qué relación tiene ella con mi futuro? —Preguntó Darthio mientras que le incitaba a acercarse con un movimiento de su diestra. Aunque no fue imperceptible el movimiento que notó en los ojos carmín de su invitado: Miraba a su segundo hombre, al que solía hacerle consejos en momentos desesperados como ese. Así que amablemente le pidió abandonar la habitación— Habla, te escucho. Y has que el tiempo perdido recobre su valía con esta información.
— Espero que sea consciente del precio que para mí y para ti representa revelar el futuro, hombre necio. —Desafiante, como siempre, Khalil cortó la distancia hasta plantarse a unos cuantos pasos del trono— Una mujer blanca vendrá a solicitar una audiencia ante ti, tiene motivos de sobra para formalizar una alianza contigo o aplastarte en el intento; porque esta mujer es alguien con quien desearás contar durante las bienaventuranzas y las calamidades. Ella… Puede ser la salvación de Dryahall o tú perdición.
Khalil se contuvo la risa al morderse los labios; la expresión del rey era digna de retratar en su memoria para reírse a futuro de ello. Volvió a caminar, hasta que se plantó a un costado del trono donde extendió su mano hacia el varón allí postrado. De su diestra, nació un brillo dorado que le dio forma a un libro pequeño, bastante maltratado por el paso del tiempo pero que permaneció “levitando” sobre el interior de su palma.
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La rapidez con la cual las palabras solían extenderse entre los reinos, era aún mayor que aquella empleada por una mecha para encender la pólvora de cañones durante las fieras batallas; incluso podía compararse con lo efímero que podía ser la vida de las personas dentro y fuera de Ghaaliya. Pero, para Khalil, aquella velocidad impuesta en los rumores que se cernían sobre él solamente servía para una cosa: Aumentar la leyenda que rondaba su ser y hacerse conocer entre los diversos reinos vecinos.
Era bien sabido que en aquella tierra de Dioses, donde el presente, el pasado y el futuro ya habían sido escritos; existía un ser rebelde que se atrevía a desafiar incluso los mandatos de aquello que estaba por encima de su poder, de su intelecto y de sus límites. Quizás era aquella irreverencia la que lo había convertido en una leyenda popular, como él solía llamarse ante la gracia que le causaba el hecho que durante meses estuviera en boca de todos: Los sabios de su tierra, los hombres de confianza del Sultán, Mukhtar y los cientos de hombres que tenía a su servicio; mercaderes locales y extranjeros. Khalil, más que ser el vocablo usado para referirse a alguien cuyas habilidades en el campo social le convertían en el mejor amigo que se podía tener, estaba convirtiéndose lentamente en el sinónimo del destino.
Y estaba sorprendido realmente de que el Rey de Dryahall, Darthio, le hubiese extendido una invitación para acudir a una audiencia real. No sé lo había esperado, porque justamente la semana pasada, Mukhtar, el hijo mayor del Sultán, regresaba de un largo viaje realizado hasta aquellas tierras entre las montañas. La comitiva de su medio hermano, como le llamaba de vez en cuando durante sus encuentros en público, regresaba gloriosa de obtener los resultados que tanto habían deseado: No llevar a Ghaaliya a una batalla y hacerle entender a Darthio que la Diosa Hadir y sus hermanas no deseaban una batalla entre aquellas naciones porque, esa clase de enfrentamientos, no estaban escritos en los libros de vida de los Ghaaliyenses.
— Jooh. Qué interesante es esto —Khalil murmuró en una voz medianamente baja, pues no tuvo necesitar alguna de emplear un tono elevado ya que las proporciones de aquella habitación ampliaban su tono de voz; y, junto con ello, su mirada carmesí recorría atenta cara uno de los rincones de aquella edificación. El lujo era visible donde quiera que mirase, la arquitectura era envidiable pero la de Ghaaliya era superior con aquellos vitrales donde el sol se asomaba para acariciar sus colores y plasmar, de una forma más viva, las historias que narraban el nacimiento de su pueblo. Fue entonces que avanzó un par de pasos más, haciendo que el sonido de sus sandalias fuese lo único que tuviera vida y voz durante instantes, aunque se detuvo cuando la mirada del rey se posicionó sobre sí mismo.
El reto que se le plantó, en la expresión dubitativa del rey, fue evidente para él solo que, a diferencia de lo que cualquier protocolo real hubiese indicado, Khalil permaneció reacio a bajar la mirada de aquel encuentro y, por sobre todo, a realizar caravana alguna para ofrecer sus respetos a uno hombre que, en su estúpido y personal criterio, le invitara a venir más como una obligación que un deseo. Fue allí que, después de unos instantes de reflexión interna, el tercer hijo de Ghaaliya se atrevió a cruzar los brazos frente a su torso, donde se permitió acariciar la fina tela del chaleco que vestía en la parte superior. Aunque, de toda expresión altanera que se le ocurrió hacer en aquel momento, la única que terminó por manifestar fue una sonrisa llena de burla y desafío.
— Rey Darthio, jamás pensé que tendría la osadía o, mejor dicho, la estupidez de permitirle a un bastardo el sostener una audiencia con usted. Es más, ¿quién diría que se rebajaría de este modo? —Intentó no reírse, aunque lo deseaba y para ello se tuvo que morder la punta de la lengua mientras fingía una sonrisa sosa—. Pero vamos, lo entiendo bien —Asintió varias veces mientras que cerraba los ojos. Quería demostrar que se encontraba pensando profundamente en los motivos que aquel rey tenía para invitarle a una reunión con tanta urgencia aunque, claro, Khalil ya sabía la única razón que podía existir desde antes de poner un pie dentro de la ciudad de Dryahall; incluso desde antes que las enormes puertas le fuesen abiertas sólo con decir su nombre. Dhartio quería conocer lo que deparaba el futuro para él, cuán grande sería su nombre durante los años venideros y... Cuándo y cómo sería la muerte que los Dioses habían destinado para alguien de su grandeza.
Era bien sabido que en aquella tierra de Dioses, donde el presente, el pasado y el futuro ya habían sido escritos; existía un ser rebelde que se atrevía a desafiar incluso los mandatos de aquello que estaba por encima de su poder, de su intelecto y de sus límites. Quizás era aquella irreverencia la que lo había convertido en una leyenda popular, como él solía llamarse ante la gracia que le causaba el hecho que durante meses estuviera en boca de todos: Los sabios de su tierra, los hombres de confianza del Sultán, Mukhtar y los cientos de hombres que tenía a su servicio; mercaderes locales y extranjeros. Khalil, más que ser el vocablo usado para referirse a alguien cuyas habilidades en el campo social le convertían en el mejor amigo que se podía tener, estaba convirtiéndose lentamente en el sinónimo del destino.
Y estaba sorprendido realmente de que el Rey de Dryahall, Darthio, le hubiese extendido una invitación para acudir a una audiencia real. No sé lo había esperado, porque justamente la semana pasada, Mukhtar, el hijo mayor del Sultán, regresaba de un largo viaje realizado hasta aquellas tierras entre las montañas. La comitiva de su medio hermano, como le llamaba de vez en cuando durante sus encuentros en público, regresaba gloriosa de obtener los resultados que tanto habían deseado: No llevar a Ghaaliya a una batalla y hacerle entender a Darthio que la Diosa Hadir y sus hermanas no deseaban una batalla entre aquellas naciones porque, esa clase de enfrentamientos, no estaban escritos en los libros de vida de los Ghaaliyenses.
— Jooh. Qué interesante es esto —Khalil murmuró en una voz medianamente baja, pues no tuvo necesitar alguna de emplear un tono elevado ya que las proporciones de aquella habitación ampliaban su tono de voz; y, junto con ello, su mirada carmesí recorría atenta cara uno de los rincones de aquella edificación. El lujo era visible donde quiera que mirase, la arquitectura era envidiable pero la de Ghaaliya era superior con aquellos vitrales donde el sol se asomaba para acariciar sus colores y plasmar, de una forma más viva, las historias que narraban el nacimiento de su pueblo. Fue entonces que avanzó un par de pasos más, haciendo que el sonido de sus sandalias fuese lo único que tuviera vida y voz durante instantes, aunque se detuvo cuando la mirada del rey se posicionó sobre sí mismo.
El reto que se le plantó, en la expresión dubitativa del rey, fue evidente para él solo que, a diferencia de lo que cualquier protocolo real hubiese indicado, Khalil permaneció reacio a bajar la mirada de aquel encuentro y, por sobre todo, a realizar caravana alguna para ofrecer sus respetos a uno hombre que, en su estúpido y personal criterio, le invitara a venir más como una obligación que un deseo. Fue allí que, después de unos instantes de reflexión interna, el tercer hijo de Ghaaliya se atrevió a cruzar los brazos frente a su torso, donde se permitió acariciar la fina tela del chaleco que vestía en la parte superior. Aunque, de toda expresión altanera que se le ocurrió hacer en aquel momento, la única que terminó por manifestar fue una sonrisa llena de burla y desafío.
— Rey Darthio, jamás pensé que tendría la osadía o, mejor dicho, la estupidez de permitirle a un bastardo el sostener una audiencia con usted. Es más, ¿quién diría que se rebajaría de este modo? —Intentó no reírse, aunque lo deseaba y para ello se tuvo que morder la punta de la lengua mientras fingía una sonrisa sosa—. Pero vamos, lo entiendo bien —Asintió varias veces mientras que cerraba los ojos. Quería demostrar que se encontraba pensando profundamente en los motivos que aquel rey tenía para invitarle a una reunión con tanta urgencia aunque, claro, Khalil ya sabía la única razón que podía existir desde antes de poner un pie dentro de la ciudad de Dryahall; incluso desde antes que las enormes puertas le fuesen abiertas sólo con decir su nombre. Dhartio quería conocer lo que deparaba el futuro para él, cuán grande sería su nombre durante los años venideros y... Cuándo y cómo sería la muerte que los Dioses habían destinado para alguien de su grandeza.
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JotaroKujo1565089 thinks you are Crushable.
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Boungiorno Dolce Vita!
Gracias por aceptar la solicitud.
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Khaled1558082 · M
─ Sí. Tu primer hijo. ─ Enfatizó en las últimas dos palabras, como él pequeño que aún era, la tomo entre sus aún, pequeños brazos pues ahora con los dos príncipes, parecía que se alejaban un poco más, debido a la decisión de tomar el lugar correspondido por ser el principal. Pero gustaba de ser un consentido por su madre.
─ Quiero desobligarme hoy. Ya no puedo molestar a Magda como es debido. ¡Qué fastidio! Pero, si puedo pasar tiempo contigo como cuando éramos tú y yo. Porque sí, entiendo lo de mis hermanos, pero, quiero hacer actividades contigo hoy. Nadie más, nadie.─
─ Quiero desobligarme hoy. Ya no puedo molestar a Magda como es debido. ¡Qué fastidio! Pero, si puedo pasar tiempo contigo como cuando éramos tú y yo. Porque sí, entiendo lo de mis hermanos, pero, quiero hacer actividades contigo hoy. Nadie más, nadie.─
Khaled1558082 · M
─ Finalmente puedo tenerte para mí solo, Madre. ─ Se le cuelga. (?)
IvarAsarsson · M
—Taing dhut...
IvarAsarsson · M
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—An toir thu maitheanas dhomh?
—An toir thu maitheanas dhomh?
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