Wonder if it’s too late to be un-adopted. | Child/Canon/AU
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EmmaVanity · F
Bueno, el que no tuviese el traslador complicaba la situación.
Emma lanzó un suspiro de exasperación cuando escuchó al niño quejarse del golpe con lo que ella llamaba, demasiado dramatismo. Si estuviesen en un partido, lo mandaría al campo con una palmadita en la espalda y la amenaza de que no volviese a caer a menos que buscase que alguien lo empujara. O algo menos siniestro. Sin embargo, el comentario poco cortés que iba a profetizarle se desvaneció en el instante que un cuerpo sin vida experimentaba su caída final a menos de un metros de su escondite. No podían correr hacia el lado contrario, estaban en un callejón sin salida y la idea de que ella no experimentaba un peligro real comenzaba a menguar en su mente.
Ese estímulo, chispa o locura momentánea disfrazada de humanidad que la había impulsado a ayudar al prójimo, comenzaba a desaparecer y ya estaba lista para irse dejando al niño ahí en la intemperie y confiar que la selección natural hiciese su trabajo. Agh. ¿Qué opciones tenía? Podría llevarlo al Ministerio y dejarlo frente a la fuente, seguro alguien de la embajada se encargaría tarde o temprano. Llevárselo a su casa no era opción, porque cómo les explicaría a sus padres que había encontrado a alguien que no debía estar en un lugar al cual no se supone que la rubia había ido. Suponer suponer suponer. Tal vez si lo escondía bien, él podía esperar a que se fueran y recuperar el translador por si solo, pero, ¿y si se había destruido?
Un rugido y el repiqueteo de piedras pequeñas cayendo dejando grietas, fue suficiente aviso para que la rubia decidiera que no quería formar parte del sándwich entre la terraza y los cimientos. Interpretó el bufido de su acompañante en aquel espectáculo de demolición como que él ya sabía que iba a suceder y no le entusiasmaba la idea de una aparición conjunta. A ella tampoco pero situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Se estiró hasta tomarle la mano y respiró hondo, era la primera vez que lo hacía desde que había conseguido la licencia.
—Me vomitas encima niño y juro que yo misma te regreso al lugar que te saqué.
Si tuviese un poco menos de fe en ella misma, hubiese pensado en mejores últimas palabras. Pero para suerte de ambos un nuevo entorno había abrazado los límites de su visión, presentándoles una Londres-muggle tan concurrida que nadie había reparado en sus repentinas presencias.
Se acomodó el abrigo sacudiéndose un poco de polvo de los hombros, que había caído sobre ambos antes de que aquella construcción se desplomara y giró sobre sí misma para observar mejor su alrededor. Confirmando también, que el contrario estuviese en una pieza. Se les estaba haciendo tarde. Y sí, iban al Ministerio.
Emma lanzó un suspiro de exasperación cuando escuchó al niño quejarse del golpe con lo que ella llamaba, demasiado dramatismo. Si estuviesen en un partido, lo mandaría al campo con una palmadita en la espalda y la amenaza de que no volviese a caer a menos que buscase que alguien lo empujara. O algo menos siniestro. Sin embargo, el comentario poco cortés que iba a profetizarle se desvaneció en el instante que un cuerpo sin vida experimentaba su caída final a menos de un metros de su escondite. No podían correr hacia el lado contrario, estaban en un callejón sin salida y la idea de que ella no experimentaba un peligro real comenzaba a menguar en su mente.
Ese estímulo, chispa o locura momentánea disfrazada de humanidad que la había impulsado a ayudar al prójimo, comenzaba a desaparecer y ya estaba lista para irse dejando al niño ahí en la intemperie y confiar que la selección natural hiciese su trabajo. Agh. ¿Qué opciones tenía? Podría llevarlo al Ministerio y dejarlo frente a la fuente, seguro alguien de la embajada se encargaría tarde o temprano. Llevárselo a su casa no era opción, porque cómo les explicaría a sus padres que había encontrado a alguien que no debía estar en un lugar al cual no se supone que la rubia había ido. Suponer suponer suponer. Tal vez si lo escondía bien, él podía esperar a que se fueran y recuperar el translador por si solo, pero, ¿y si se había destruido?
Un rugido y el repiqueteo de piedras pequeñas cayendo dejando grietas, fue suficiente aviso para que la rubia decidiera que no quería formar parte del sándwich entre la terraza y los cimientos. Interpretó el bufido de su acompañante en aquel espectáculo de demolición como que él ya sabía que iba a suceder y no le entusiasmaba la idea de una aparición conjunta. A ella tampoco pero situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Se estiró hasta tomarle la mano y respiró hondo, era la primera vez que lo hacía desde que había conseguido la licencia.
—Me vomitas encima niño y juro que yo misma te regreso al lugar que te saqué.
Si tuviese un poco menos de fe en ella misma, hubiese pensado en mejores últimas palabras. Pero para suerte de ambos un nuevo entorno había abrazado los límites de su visión, presentándoles una Londres-muggle tan concurrida que nadie había reparado en sus repentinas presencias.
Se acomodó el abrigo sacudiéndose un poco de polvo de los hombros, que había caído sobre ambos antes de que aquella construcción se desplomara y giró sobre sí misma para observar mejor su alrededor. Confirmando también, que el contrario estuviese en una pieza. Se les estaba haciendo tarde. Y sí, iban al Ministerio.
JB1535635 · F
───── Parque de diversiones; night time.
La cola era extensa y eso era algo que Dantalion lo sabía, así que cualquier reclamo por parte de la rulosa no importaba. Todo lo que la lagartija quería eran unos buenos huevos. De esos que ni Sabriel ni Salias habían conseguido, así que como el demonio fuerte e independiente que era los tendría que conseguir por su cuenta. Especialmente si esto significaba atormentar a alguien en el proceso. Esa no era Bane, sino el charlatán al que había sometido a una pesadilla interminable en lo que el demonio encubierto en una lagartija le robaba no solo su trabajo, sino también su clientela y su carpa para ganarse, como él lo llamaba, «los verdes».
Jenna se cruzó de brazos y se inclinó hacia atrás solo para ver tras las cortinas de esa carpa cómo uno de los pies del supuesto adivino daba unos espasmos. Seguramente por todo lo que estaba viendo en sus pesadillas. Podría haber ido y despertarlo, pero eso implicaba tener que explicarle que un demonio lo acababa de maldecir y que los demonios sí existían al igual que todo un rollo de cosas que seguro lo dejarían gritando por las autoridades antes de entender lo que pasaba para el ojo más atento. La rulosa soltó un bufido y con los mismos brazos cruzados, caminó hacia donde la lagartija estaba diciendo la fortuna frente a una mujer que lo escuchaba atenta. Tanto que ni volteó a verla cuando se unió al escenario.
—¿Y? ¿Conseguiste todo el dinero que necesitabas? —preguntó. Dantalion extendió sus patas hacia el dinero que la abstraída mujer había dejado en la mesa, solo para llevarlas hacia un saquito que tenía en la silla que no le funcionaba para nada más que apoyar ese bolso con sus ganancias. La lagartija después volteó a observarla con esa expresión que Jenna juraba una y mil veces que se trataba de una pérfida. Una que solo auguraba más problemas de los que, seguramente, ya tenían encima por invadir el negocio de alguien más dentro de un lugar que debería considerarse... seguro. Sí, seguro porque las familias funcionales iban a parques de diversiones para pasar tiempo con sus maldiciones, quiero decir, bendiciones.
—Hace rato lo conseguí, cabeza de Medusa; sin embargo, he descubierto una nueva pasión: ¡la adivinación!
Ella colocó los ojos en blanco.
—Lo único que haces es leerles el pensamiento y decirles lo que quieren escuchar. Ni yo soy tan estafadora —ella, consiguiendo de alguna parte una miserable gota de honor e indignarse para decir algo así cuando era igual que ese demonio. Con qué cara, ¡con qué cara! El demonio seguro que lo sabía porque volteó a verla con una expresión de increduiidad. ¿Que como era ver a una lagartija adoptando esa expresión? No le pregunten a ella, simplemente sabía que la había observado de esa manera y por eso enarcó ambas cejas, retándolo a que la contradijera solo para aplastarlo con esa bola de adivinación que seguro no había costado más de cinco dólares.
Dantalion movió su cola e hizo una señal con una de sus patitas hacia adelante—. ¡El siguiente! ¡Tráelo, Bane! Que tú solo sigues acá porque quieres llevarte un poco de mis verdes, ¿no es así? ¡No hay problema! Soy misericordioso y sé compartir, pero solo si es que eres útil y haces dos cosas: traerme al siguiente de toda esa cola gigantesca que se extiende fuera de esta carpa de pacotilla y comprobar que ese tonto mortal siga sumido en unas bonitas pesadillas.
Verdad, el charlatán.
La rulosa se encogió de hombros y conforme abría la tela de la entrada para que el siguiente entrara, ladeó el rostro para observar a Dantalion con una bonita interrogante por encima de su cabeza:— ¿Qué se supone que está soñando? —solo que esta vez no recibió respuesta en forma de palabras, sino en un gesto que le hizo considerar que ese demonio debía de dejar visto como una pequeña criatura a ojos de la nigromante. Una pequeña criatura del infierno no podría hacer perfectas pérfidas sonrisas como aquellas. Ni tampoco engañar la visión de mortales comunes y corrientes como cada uno que entraba a la carpa y se envolvían en un velo de delirios cada vez que observaban a la lagartija que tomaba la apariencia del mortal charlatán. Todo eso y más en una carpa que estaba en un parque de diversiones amigable a las familias. Nada como tener a dos recipientes de demonios en ese preciso lugar. Como si tuvieran la necesidad de corromper hasta lo más inocente de ese plano. Capaz si era así.
La cola era extensa y eso era algo que Dantalion lo sabía, así que cualquier reclamo por parte de la rulosa no importaba. Todo lo que la lagartija quería eran unos buenos huevos. De esos que ni Sabriel ni Salias habían conseguido, así que como el demonio fuerte e independiente que era los tendría que conseguir por su cuenta. Especialmente si esto significaba atormentar a alguien en el proceso. Esa no era Bane, sino el charlatán al que había sometido a una pesadilla interminable en lo que el demonio encubierto en una lagartija le robaba no solo su trabajo, sino también su clientela y su carpa para ganarse, como él lo llamaba, «los verdes».
Jenna se cruzó de brazos y se inclinó hacia atrás solo para ver tras las cortinas de esa carpa cómo uno de los pies del supuesto adivino daba unos espasmos. Seguramente por todo lo que estaba viendo en sus pesadillas. Podría haber ido y despertarlo, pero eso implicaba tener que explicarle que un demonio lo acababa de maldecir y que los demonios sí existían al igual que todo un rollo de cosas que seguro lo dejarían gritando por las autoridades antes de entender lo que pasaba para el ojo más atento. La rulosa soltó un bufido y con los mismos brazos cruzados, caminó hacia donde la lagartija estaba diciendo la fortuna frente a una mujer que lo escuchaba atenta. Tanto que ni volteó a verla cuando se unió al escenario.
—¿Y? ¿Conseguiste todo el dinero que necesitabas? —preguntó. Dantalion extendió sus patas hacia el dinero que la abstraída mujer había dejado en la mesa, solo para llevarlas hacia un saquito que tenía en la silla que no le funcionaba para nada más que apoyar ese bolso con sus ganancias. La lagartija después volteó a observarla con esa expresión que Jenna juraba una y mil veces que se trataba de una pérfida. Una que solo auguraba más problemas de los que, seguramente, ya tenían encima por invadir el negocio de alguien más dentro de un lugar que debería considerarse... seguro. Sí, seguro porque las familias funcionales iban a parques de diversiones para pasar tiempo con sus maldiciones, quiero decir, bendiciones.
—Hace rato lo conseguí, cabeza de Medusa; sin embargo, he descubierto una nueva pasión: ¡la adivinación!
Ella colocó los ojos en blanco.
—Lo único que haces es leerles el pensamiento y decirles lo que quieren escuchar. Ni yo soy tan estafadora —ella, consiguiendo de alguna parte una miserable gota de honor e indignarse para decir algo así cuando era igual que ese demonio. Con qué cara, ¡con qué cara! El demonio seguro que lo sabía porque volteó a verla con una expresión de increduiidad. ¿Que como era ver a una lagartija adoptando esa expresión? No le pregunten a ella, simplemente sabía que la había observado de esa manera y por eso enarcó ambas cejas, retándolo a que la contradijera solo para aplastarlo con esa bola de adivinación que seguro no había costado más de cinco dólares.
Dantalion movió su cola e hizo una señal con una de sus patitas hacia adelante—. ¡El siguiente! ¡Tráelo, Bane! Que tú solo sigues acá porque quieres llevarte un poco de mis verdes, ¿no es así? ¡No hay problema! Soy misericordioso y sé compartir, pero solo si es que eres útil y haces dos cosas: traerme al siguiente de toda esa cola gigantesca que se extiende fuera de esta carpa de pacotilla y comprobar que ese tonto mortal siga sumido en unas bonitas pesadillas.
Verdad, el charlatán.
La rulosa se encogió de hombros y conforme abría la tela de la entrada para que el siguiente entrara, ladeó el rostro para observar a Dantalion con una bonita interrogante por encima de su cabeza:— ¿Qué se supone que está soñando? —solo que esta vez no recibió respuesta en forma de palabras, sino en un gesto que le hizo considerar que ese demonio debía de dejar visto como una pequeña criatura a ojos de la nigromante. Una pequeña criatura del infierno no podría hacer perfectas pérfidas sonrisas como aquellas. Ni tampoco engañar la visión de mortales comunes y corrientes como cada uno que entraba a la carpa y se envolvían en un velo de delirios cada vez que observaban a la lagartija que tomaba la apariencia del mortal charlatán. Todo eso y más en una carpa que estaba en un parque de diversiones amigable a las familias. Nada como tener a dos recipientes de demonios en ese preciso lugar. Como si tuvieran la necesidad de corromper hasta lo más inocente de ese plano. Capaz si era así.
VHs1575897 · F
— Algo — Respondió inmediatamente. Para llegar a la mansión hacía falta un taxi, porque el metro tardaba horas y cruzar las calles le tomaba lo suficiente para ver caer la luz del sol detrás de los altos edificios. Rondar por la ciudad de noche, sin compañía, conllevaba un alto precio a pagar que conoció de adolescente cuando en su torpe ingenuidad marchaba de regreso a casa con Gerard acechándola desde las sombras. El recuerdo, que se sintió tan fresco en el instante que lo pensó, erizó la piel de Vanya. Revolvió esa y otras memorias hasta deshacerse de ellas, reanudando su paso; Cinco se alejaba lentamente dado su estado estático.
"La tienda de donas..." Un tren de memorias sin final surcó a toda prisa en su cabeza. Tuvo la misma sensación de minutos atrás, con la diferencia de que esta vez sintió el dulce aroma de las donas con mermelada recién hechas cosquilleándole en la nariz, o el chocolate caliente llenando las tazas destinadas a cada uno de sus hermanos. La idea le pareció estupenda. Aceptó de inmediato.
— ¿Sabes manejar? Debes haber aprendido tantas cosas en el futuro... —Ella, en cambio, no había mejorado demasiado. Seguía siendo la misma chica depresiva, carente de una habilidad especial que la hiciese resaltar entre la sociedad. Un caso perdido cuyo único motivo para continuar existiendo era...
— ¡Espera! — Antes de bajar las escaleras que conectan con el recibidor, Vanya detuvo a Cinco jalándolo del brazo. El contacto con él, fuese superficial o no, apresuraba los latidos del corazón de Siete increíblemente. Adjudicó dicha reacción a la nostalgia, al tiempo que pasaron separados y ahora podrían recuperar poco a poco.
— Necesito ir a un lugar antes de visitar la tienda de donas. — Su voz fue bajando hasta convertirse en un susurro; no quería que nadie más que Cinco se enterara. — Es... un orfanato. — Las mejillas de Vanya se encendieron notoriamente. Ese era su pequeño secreto, su razón para despertar por las mañanas además de atender las clases y ensayos de violín. Después del fracaso rotundo en el que acabó su libro, Vanya se propuso una meta más tangible y que no perjudicara al resto de su familia (ni que le diera otros motivos para odiarla). Un orfanato le pareció magnífico; dejaría una huella en la vida de niños a quienes comprendía a la perfección.
— Adelántate, si quieres, a la tienda de donas. Te alcanzo antes del atardecer. —
"La tienda de donas..." Un tren de memorias sin final surcó a toda prisa en su cabeza. Tuvo la misma sensación de minutos atrás, con la diferencia de que esta vez sintió el dulce aroma de las donas con mermelada recién hechas cosquilleándole en la nariz, o el chocolate caliente llenando las tazas destinadas a cada uno de sus hermanos. La idea le pareció estupenda. Aceptó de inmediato.
— ¿Sabes manejar? Debes haber aprendido tantas cosas en el futuro... —Ella, en cambio, no había mejorado demasiado. Seguía siendo la misma chica depresiva, carente de una habilidad especial que la hiciese resaltar entre la sociedad. Un caso perdido cuyo único motivo para continuar existiendo era...
— ¡Espera! — Antes de bajar las escaleras que conectan con el recibidor, Vanya detuvo a Cinco jalándolo del brazo. El contacto con él, fuese superficial o no, apresuraba los latidos del corazón de Siete increíblemente. Adjudicó dicha reacción a la nostalgia, al tiempo que pasaron separados y ahora podrían recuperar poco a poco.
— Necesito ir a un lugar antes de visitar la tienda de donas. — Su voz fue bajando hasta convertirse en un susurro; no quería que nadie más que Cinco se enterara. — Es... un orfanato. — Las mejillas de Vanya se encendieron notoriamente. Ese era su pequeño secreto, su razón para despertar por las mañanas además de atender las clases y ensayos de violín. Después del fracaso rotundo en el que acabó su libro, Vanya se propuso una meta más tangible y que no perjudicara al resto de su familia (ni que le diera otros motivos para odiarla). Un orfanato le pareció magnífico; dejaría una huella en la vida de niños a quienes comprendía a la perfección.
— Adelántate, si quieres, a la tienda de donas. Te alcanzo antes del atardecer. —
EmmaVanity · F
¿Una persona podía luchar contra su propia naturaleza?
Desde su escondite, había visto a una persona aparecer en el medio de un duelo, la destrucción y el caos. Tal infortunio se volvía peor segundo a segundo, los ojos femeninos no pudieron abrirse mas del horror al percatarse que ese alguien no era mas que un niño aparentemente indefenso. El auror mas cercano a él estaba a duras penas defendiendo su vida como para preocuparse de aquello, así que todo estaba perdido. Emma le deseo una muerte rápida e indolora al jovencito mientras pegaba su pared al muro quedando fuera de vista. No podía ponerse en riesgo, ¿y si algo le ocurría? Su familia caería en desgracia, faltaría a su palabra con Regulus y nunca podría volver a jugar al quidditch.
¿Pero y si todo salía bien? Respiró hondo intentando aclarar su espacio mental para poder divisar la situación desde otra perspectiva, el tiempo corría. No. No lo iba a ayudar, se repetía con seguridad. Sin embargo, algo en su interior no creía que podría dejar a alguien tan joven morir sin hacer nada para evitarlo, ¿pero cuando ella había aceptado el papel de heroína? ¡Jamás!
Segundos más tarde, ese "jamás" se transformó en un "tal vez algún día" y ante tal revelación pateó el suelo con fuerza, resignada a seguir resistiéndose a la idea, porque por mas que quisiera evitarlo sabia que lo debía hacer.
[...]
Una máscara podía ocultar el rostro de la persona que se batía a duelo con un auror a metros de ella, pero sus movimiento corporales no pudieron ocultar su identidad ante los ojos de la muchacha. Luego de años de compartiendo horas en el campo, Vanity era capaz de distinguir a sus compañeros con tan solo escuchar el sonido de sus pasos. Así que esto hacían los integrantes de su equipo en vacaciones, se dedicaban a aterrorizar niños y destruir espacios públicos. No veía como aquello iba a ayudar a la supremacía de la sangre, pero algún sentido debía tener. (No)
Bien, ahora había un 50% de chances a su favor, suponiendo que al reconocerla él no la dañaría... ¿verdad? Después de todo al final del verano volverían a Hogwarts por última vez y la joven se había vuelto indispensable para ganar la copa. Y los Slyhterin no aceptan otra cosa que no sea ganar. Esperaba que aquel último sentimiento fuese lo suficiente fuerte como lo era en ella.
Ahora o nunca. Se asomó por ultima vez para ubicar las amenazas mientras verificaba si el niño había sobrevivido a sus segundos de duda; por suerte él tenia el suficiente sentido común para moverse lejos de los atacantes. En el momento que estuvo cerca de su posición, salió con la varita en alto conjurando un hechizo protector para cubrirle la espalda y repeler el hechizo que iba dirigido hacia él haciendo un breve contacto visual con el mago conocido. Tomó al joven del brazo y lo arrastró con ella a la fuerza rogándole a Merlín que no los siguieran mientras aún apuntaba a la entrada del callejón.
—Espero que de donde vengas las cosas estén mejor. —
Se dirigió por primera vez al desconocido mientras calculaba la distancia de donde estaban ya a salvo y el lugar donde este había aparecido, intentando distinguir algún objeto fuera de lo normal. Volvió su vista hacia él, percatándose por primera vez que al contrario de lo que había pensado él no vestía el uniforme de Ilvermorny.
—¿Aún tienes el traslador contigo o se cayó mientras corrías? —
En otra situación tal vez indagaría mas sobre la escuela representada por el paraguas y sobre todo, sobre el desempeño de su equipo de quidditch. Pero lo único que necesitaba saber era como sacarlo de ahí para volver a su hogar sana y salva. Y sobre todo, con lo que ahora parecía ser prioridad: la consciencia limpia.
Si puede.
Desde su escondite, había visto a una persona aparecer en el medio de un duelo, la destrucción y el caos. Tal infortunio se volvía peor segundo a segundo, los ojos femeninos no pudieron abrirse mas del horror al percatarse que ese alguien no era mas que un niño aparentemente indefenso. El auror mas cercano a él estaba a duras penas defendiendo su vida como para preocuparse de aquello, así que todo estaba perdido. Emma le deseo una muerte rápida e indolora al jovencito mientras pegaba su pared al muro quedando fuera de vista. No podía ponerse en riesgo, ¿y si algo le ocurría? Su familia caería en desgracia, faltaría a su palabra con Regulus y nunca podría volver a jugar al quidditch.
¿Pero y si todo salía bien? Respiró hondo intentando aclarar su espacio mental para poder divisar la situación desde otra perspectiva, el tiempo corría. No. No lo iba a ayudar, se repetía con seguridad. Sin embargo, algo en su interior no creía que podría dejar a alguien tan joven morir sin hacer nada para evitarlo, ¿pero cuando ella había aceptado el papel de heroína? ¡Jamás!
Segundos más tarde, ese "jamás" se transformó en un "tal vez algún día" y ante tal revelación pateó el suelo con fuerza, resignada a seguir resistiéndose a la idea, porque por mas que quisiera evitarlo sabia que lo debía hacer.
[...]
Una máscara podía ocultar el rostro de la persona que se batía a duelo con un auror a metros de ella, pero sus movimiento corporales no pudieron ocultar su identidad ante los ojos de la muchacha. Luego de años de compartiendo horas en el campo, Vanity era capaz de distinguir a sus compañeros con tan solo escuchar el sonido de sus pasos. Así que esto hacían los integrantes de su equipo en vacaciones, se dedicaban a aterrorizar niños y destruir espacios públicos. No veía como aquello iba a ayudar a la supremacía de la sangre, pero algún sentido debía tener. (No)
Bien, ahora había un 50% de chances a su favor, suponiendo que al reconocerla él no la dañaría... ¿verdad? Después de todo al final del verano volverían a Hogwarts por última vez y la joven se había vuelto indispensable para ganar la copa. Y los Slyhterin no aceptan otra cosa que no sea ganar. Esperaba que aquel último sentimiento fuese lo suficiente fuerte como lo era en ella.
Ahora o nunca. Se asomó por ultima vez para ubicar las amenazas mientras verificaba si el niño había sobrevivido a sus segundos de duda; por suerte él tenia el suficiente sentido común para moverse lejos de los atacantes. En el momento que estuvo cerca de su posición, salió con la varita en alto conjurando un hechizo protector para cubrirle la espalda y repeler el hechizo que iba dirigido hacia él haciendo un breve contacto visual con el mago conocido. Tomó al joven del brazo y lo arrastró con ella a la fuerza rogándole a Merlín que no los siguieran mientras aún apuntaba a la entrada del callejón.
—Espero que de donde vengas las cosas estén mejor. —
Se dirigió por primera vez al desconocido mientras calculaba la distancia de donde estaban ya a salvo y el lugar donde este había aparecido, intentando distinguir algún objeto fuera de lo normal. Volvió su vista hacia él, percatándose por primera vez que al contrario de lo que había pensado él no vestía el uniforme de Ilvermorny.
—¿Aún tienes el traslador contigo o se cayó mientras corrías? —
En otra situación tal vez indagaría mas sobre la escuela representada por el paraguas y sobre todo, sobre el desempeño de su equipo de quidditch. Pero lo único que necesitaba saber era como sacarlo de ahí para volver a su hogar sana y salva. Y sobre todo, con lo que ahora parecía ser prioridad: la consciencia limpia.
Si puede.
VHs1575897 · F
“Ordinaria”. La mirada de Vanya se tiñó de tristeza en cuestión de segundos. Ni la música corriendo por la casa evaporó los recuerdos que tanto le hicieron sufrir desde la infancia y que, con ayuda de una terapeuta y la diaria medicación, había logrado sobrellevar.
Se quedó estática, pensando qué hacer, qué decir. De ser otro de sus hermanos, se habría librado del agarre con un brusco movimiento, le daría la espalda y saldría de ahí lo antes posible, pero se trataba de Cinco, su Cinco, y por la llana seriedad plasmada tanto en su rostro como en su tono de voz, Siete consideró auxiliarlo.
— Claro... — Pasar saliva le fue difícil cuando tenía un nudo en la garganta. Inhaló hondo. Acorde a las palabras de la terapeuta, ser “ordinaria” no era malo. Al contrario, significaba que estaba exenta de cumplir con las rigurosas demandas a las que sus hermanos estaban expuestos. Las tareas de una persona ordinaria se reducían a cosas “simples” como lo era escuchar a alguien que deseaba ser escuchado urgentemente.
— ¿Aquí? — Apretó los labios. Paseó la mirada de lado a lado; las paredes en la mansión escuchaban. — Podemos ir a mi apartamento, si te hace sentir más cómodo. Preocuparías a mamá o a Pogo si te escuchan... — “Ni hablar del resto”, pensó.
Se quedó estática, pensando qué hacer, qué decir. De ser otro de sus hermanos, se habría librado del agarre con un brusco movimiento, le daría la espalda y saldría de ahí lo antes posible, pero se trataba de Cinco, su Cinco, y por la llana seriedad plasmada tanto en su rostro como en su tono de voz, Siete consideró auxiliarlo.
— Claro... — Pasar saliva le fue difícil cuando tenía un nudo en la garganta. Inhaló hondo. Acorde a las palabras de la terapeuta, ser “ordinaria” no era malo. Al contrario, significaba que estaba exenta de cumplir con las rigurosas demandas a las que sus hermanos estaban expuestos. Las tareas de una persona ordinaria se reducían a cosas “simples” como lo era escuchar a alguien que deseaba ser escuchado urgentemente.
— ¿Aquí? — Apretó los labios. Paseó la mirada de lado a lado; las paredes en la mansión escuchaban. — Podemos ir a mi apartamento, si te hace sentir más cómodo. Preocuparías a mamá o a Pogo si te escuchan... — “Ni hablar del resto”, pensó.
Aoi1566891 · 26-30, F
Aoi1566891 thinks you are Arrogant.
SW-User
[code]¿Por qué habría de suceder eso? Cinco, Cinco... Relájate un poco, hermano. Iré por mi mejor ropa, te encantará. Mi estilo es... extravagante, único. Conseguiremos la información que buscas antes de que menciones “café” [/code]
VHs1575897 · F
— Allá en la nada — Repitió con disgusto, cual si acabase de darle un trago al café amargo que a Cinco tanto le gustaba.
Todo estaba sucediendo tan rápido. La muerte de Reginald, el encuentro con sus hermanos, el regreso de Cinco, el Apocalipsis cercano. Pero, ¿por qué debía preocuparse? Una chica ordinaria no tiene motivos para inquietarse ante la amenaza de un final que bien pueden detener sus hermanos.
Esas cosas suelen suceder, ¿no? Como en los viejos tiempos. Un antagonista en la historia que el equipo con super poderes detendrá; equipo que será bañado en halagos y aplausos por parte de un mundo agradecido. Y ella, como siempre, sería parte del público espectador. Nada más. De eso se trataba ser ordinaria.
Vanya se quedó dándole vueltas a la noche anterior y lo que llevaba de ese día, tratando incansablemente de comprender... ¿Comprender, qué? ¿Esa sensación inusual de pertenencia? Si Cinco había acudido a ella, especialmente, fue porque existía la probabilidad de ayudar con el plan que rondase por su mente.
La concentración de Vanya quedó rasgada con la voz de Cinco y su intento de amenaza. Sintió cómo el calor inundó sus mejillas e ipso facto se cubrió los ojos con una mano, como si estuviese caminando bajo el sol.
— Lo siento. Tienes razón. Yo... debería irme — Negó un par de veces y salió de la habitación. Con la espalda recargada a la pared en el pasillo, Vanya se dejó abrazar nuevamente por los pensamientos de antes. ¿Sería mejor salir de la Academia y regresar a la comodidad de su apartamento? De hacerlo, agarraría el violín y se sumergiría en las notas del ensayo. La semana entrante deseaba concursar por el puesto de primer violín y para eso requería de mucha práctica.
Diego pasó frente a ella. No se molestó en mirarla, pues la consideraba un cero a la izquierda. Vanya lanzó un suspiro. Esa fue la señal para retirarse.
Todo estaba sucediendo tan rápido. La muerte de Reginald, el encuentro con sus hermanos, el regreso de Cinco, el Apocalipsis cercano. Pero, ¿por qué debía preocuparse? Una chica ordinaria no tiene motivos para inquietarse ante la amenaza de un final que bien pueden detener sus hermanos.
Esas cosas suelen suceder, ¿no? Como en los viejos tiempos. Un antagonista en la historia que el equipo con super poderes detendrá; equipo que será bañado en halagos y aplausos por parte de un mundo agradecido. Y ella, como siempre, sería parte del público espectador. Nada más. De eso se trataba ser ordinaria.
Vanya se quedó dándole vueltas a la noche anterior y lo que llevaba de ese día, tratando incansablemente de comprender... ¿Comprender, qué? ¿Esa sensación inusual de pertenencia? Si Cinco había acudido a ella, especialmente, fue porque existía la probabilidad de ayudar con el plan que rondase por su mente.
La concentración de Vanya quedó rasgada con la voz de Cinco y su intento de amenaza. Sintió cómo el calor inundó sus mejillas e ipso facto se cubrió los ojos con una mano, como si estuviese caminando bajo el sol.
— Lo siento. Tienes razón. Yo... debería irme — Negó un par de veces y salió de la habitación. Con la espalda recargada a la pared en el pasillo, Vanya se dejó abrazar nuevamente por los pensamientos de antes. ¿Sería mejor salir de la Academia y regresar a la comodidad de su apartamento? De hacerlo, agarraría el violín y se sumergiría en las notas del ensayo. La semana entrante deseaba concursar por el puesto de primer violín y para eso requería de mucha práctica.
Diego pasó frente a ella. No se molestó en mirarla, pues la consideraba un cero a la izquierda. Vanya lanzó un suspiro. Esa fue la señal para retirarse.
SW-User
[code]¡Vamos, Cinco! Que seas un anciano por dentro no significa que debas externarlo. Canta conmigo o al menos baila. [/code]
SW-User
[code]Cinci, conco, cinco. Cinci, conco, cinco. ♪
Canta conmigo, hermano. Te la sabes. [??][/code]
Canta conmigo, hermano. Te la sabes. [??][/code]
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