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Wonder if it’s too late to be un-adopted. | Child/Canon/AU
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EmmaVanity · F
Bueno, el que no tuviese el traslador complicaba la situación.

Emma lanzó un suspiro de exasperación cuando escuchó al niño quejarse del golpe con lo que ella llamaba, demasiado dramatismo. Si estuviesen en un partido, lo mandaría al campo con una palmadita en la espalda y la amenaza de que no volviese a caer a menos que buscase que alguien lo empujara. O algo menos siniestro. Sin embargo, el comentario poco cortés que iba a profetizarle se desvaneció en el instante que un cuerpo sin vida experimentaba su caída final a menos de un metros de su escondite. No podían correr hacia el lado contrario, estaban en un callejón sin salida y la idea de que ella no experimentaba un peligro real comenzaba a menguar en su mente.

Ese estímulo, chispa o locura momentánea disfrazada de humanidad que la había impulsado a ayudar al prójimo, comenzaba a desaparecer y ya estaba lista para irse dejando al niño ahí en la intemperie y confiar que la selección natural hiciese su trabajo. Agh. ¿Qué opciones tenía? Podría llevarlo al Ministerio y dejarlo frente a la fuente, seguro alguien de la embajada se encargaría tarde o temprano. Llevárselo a su casa no era opción, porque cómo les explicaría a sus padres que había encontrado a alguien que no debía estar en un lugar al cual no se supone que la rubia había ido. Suponer suponer suponer. Tal vez si lo escondía bien, él podía esperar a que se fueran y recuperar el translador por si solo, pero, ¿y si se había destruido?

Un rugido y el repiqueteo de piedras pequeñas cayendo dejando grietas, fue suficiente aviso para que la rubia decidiera que no quería formar parte del sándwich entre la terraza y los cimientos. Interpretó el bufido de su acompañante en aquel espectáculo de demolición como que él ya sabía que iba a suceder y no le entusiasmaba la idea de una aparición conjunta. A ella tampoco pero situaciones desesperadas, medidas desesperadas. Se estiró hasta tomarle la mano y respiró hondo, era la primera vez que lo hacía desde que había conseguido la licencia.

—Me vomitas encima niño y juro que yo misma te regreso al lugar que te saqué.

Si tuviese un poco menos de fe en ella misma, hubiese pensado en mejores últimas palabras. Pero para suerte de ambos un nuevo entorno había abrazado los límites de su visión, presentándoles una Londres-muggle tan concurrida que nadie había reparado en sus repentinas presencias.

Se acomodó el abrigo sacudiéndose un poco de polvo de los hombros, que había caído sobre ambos antes de que aquella construcción se desplomara y giró sobre sí misma para observar mejor su alrededor. Confirmando también, que el contrario estuviese en una pieza. Se les estaba haciendo tarde. Y sí, iban al Ministerio.
 
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