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Wonder if it’s too late to be un-adopted. | Child/Canon/AU
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JB1535635 · F
───── Parque de diversiones; night time.

La cola era extensa y eso era algo que Dantalion lo sabía, así que cualquier reclamo por parte de la rulosa no importaba. Todo lo que la lagartija quería eran unos buenos huevos. De esos que ni Sabriel ni Salias habían conseguido, así que como el demonio fuerte e independiente que era los tendría que conseguir por su cuenta. Especialmente si esto significaba atormentar a alguien en el proceso. Esa no era Bane, sino el charlatán al que había sometido a una pesadilla interminable en lo que el demonio encubierto en una lagartija le robaba no solo su trabajo, sino también su clientela y su carpa para ganarse, como él lo llamaba, «los verdes».

Jenna se cruzó de brazos y se inclinó hacia atrás solo para ver tras las cortinas de esa carpa cómo uno de los pies del supuesto adivino daba unos espasmos. Seguramente por todo lo que estaba viendo en sus pesadillas. Podría haber ido y despertarlo, pero eso implicaba tener que explicarle que un demonio lo acababa de maldecir y que los demonios sí existían al igual que todo un rollo de cosas que seguro lo dejarían gritando por las autoridades antes de entender lo que pasaba para el ojo más atento. La rulosa soltó un bufido y con los mismos brazos cruzados, caminó hacia donde la lagartija estaba diciendo la fortuna frente a una mujer que lo escuchaba atenta. Tanto que ni volteó a verla cuando se unió al escenario.

¿Y? ¿Conseguiste todo el dinero que necesitabas? —preguntó. Dantalion extendió sus patas hacia el dinero que la abstraída mujer había dejado en la mesa, solo para llevarlas hacia un saquito que tenía en la silla que no le funcionaba para nada más que apoyar ese bolso con sus ganancias. La lagartija después volteó a observarla con esa expresión que Jenna juraba una y mil veces que se trataba de una pérfida. Una que solo auguraba más problemas de los que, seguramente, ya tenían encima por invadir el negocio de alguien más dentro de un lugar que debería considerarse... seguro. Sí, seguro porque las familias funcionales iban a parques de diversiones para pasar tiempo con sus maldiciones, quiero decir, bendiciones.

Hace rato lo conseguí, cabeza de Medusa; sin embargo, he descubierto una nueva pasión: ¡la adivinación!

Ella colocó los ojos en blanco.

Lo único que haces es leerles el pensamiento y decirles lo que quieren escuchar. Ni yo soy tan estafadora —ella, consiguiendo de alguna parte una miserable gota de honor e indignarse para decir algo así cuando era igual que ese demonio. Con qué cara, ¡con qué cara! El demonio seguro que lo sabía porque volteó a verla con una expresión de increduiidad. ¿Que como era ver a una lagartija adoptando esa expresión? No le pregunten a ella, simplemente sabía que la había observado de esa manera y por eso enarcó ambas cejas, retándolo a que la contradijera solo para aplastarlo con esa bola de adivinación que seguro no había costado más de cinco dólares.

Dantalion movió su cola e hizo una señal con una de sus patitas hacia adelante—. ¡El siguiente! ¡Tráelo, Bane! Que tú solo sigues acá porque quieres llevarte un poco de mis verdes, ¿no es así? ¡No hay problema! Soy misericordioso y sé compartir, pero solo si es que eres útil y haces dos cosas: traerme al siguiente de toda esa cola gigantesca que se extiende fuera de esta carpa de pacotilla y comprobar que ese tonto mortal siga sumido en unas bonitas pesadillas.

Verdad, el charlatán.

La rulosa se encogió de hombros y conforme abría la tela de la entrada para que el siguiente entrara, ladeó el rostro para observar a Dantalion con una bonita interrogante por encima de su cabeza:— ¿Qué se supone que está soñando? —solo que esta vez no recibió respuesta en forma de palabras, sino en un gesto que le hizo considerar que ese demonio debía de dejar visto como una pequeña criatura a ojos de la nigromante. Una pequeña criatura del infierno no podría hacer perfectas pérfidas sonrisas como aquellas. Ni tampoco engañar la visión de mortales comunes y corrientes como cada uno que entraba a la carpa y se envolvían en un velo de delirios cada vez que observaban a la lagartija que tomaba la apariencia del mortal charlatán. Todo eso y más en una carpa que estaba en un parque de diversiones amigable a las familias. Nada como tener a dos recipientes de demonios en ese preciso lugar. Como si tuvieran la necesidad de corromper hasta lo más inocente de ese plano. Capaz si era así.
 
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