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UmbraEterna · M
Luego de su movimiento certero, con parsimonia elegante el regente se levantó y contempló desde lejos el calvario ajeno que le regocijaba plenamente y más, el hecho de que su vitae tapice el suelo generando un efecto extraño en el borde de los baldosines por donde se filtra y pasa por un intrincado sistema de tuberías, que la conduce a un repositorio oculto en el subsuelo donde se almacena y se conserva fresca con fines desconocidos.
- Aduéñate de ese dolor que sientes; sensación tan íntima y propia que debes amar por la eternidad y hacerla tu amante, tu perra y fetiche. – Pronunció mientras se acercaba, paso a paso, notándose como los escombros en su camino simplemente se apartaban producto de manos espectrales que las movían sin importar su tamaño. – De esta forma en batalla serás imparable.
El cuerpo de Milu estaba empalado y suspendido en el aire a unos cuentos centímetros del suelo mientras la hoja de su espada negra que sobresale a un costado de su abdomen que gracias a su sangre expuso el damasco sobrenatural que dibujan rosas rojas a lo largo de la misma.
- Ahora estás ungido con mi poder, mi veneno siempre correrá por tu ser, recuérdalo, inofensivo se mantendrá, pero dado el caso… - Al estar cerca, con el índice de la diestra toca la punta del arma y la siniestra se levanta para tensar sus dedos y así tomar control de las partículas en el torrente sanguíneo del hombre. - …con solo pensarlo, podré destruirte si me traicionas. – El dedo empujó la espada y esta se desenterró del cuerpo ajeno bruscamente y buscó por sí misma la vaina para regresar a su sueño, pero con el poder de la siniestra mantuvo a su alumno flotando en el aire. – En la planta superior puedes tomar alguna de las quince habitaciones disponibles, será tuya para cuando necesites pasar la noche en mis aposentos. - Interrumpió el control y lo dejó caer por fin. – Mis súbditos curarán tus heridas, estás en las mejores manos.
Giró y caminó hacia el gran portón de entrada al otro extremo de la catedral, asuntos importantes clamaban su nombre y debía marchar con urgencia.
- La próxima vez, nada de naves o artefactos en el interior de la estructura, para llegar, sentirás la cercanía de algún portal que pueda traerte aquí cuando gustes.
- Aduéñate de ese dolor que sientes; sensación tan íntima y propia que debes amar por la eternidad y hacerla tu amante, tu perra y fetiche. – Pronunció mientras se acercaba, paso a paso, notándose como los escombros en su camino simplemente se apartaban producto de manos espectrales que las movían sin importar su tamaño. – De esta forma en batalla serás imparable.
El cuerpo de Milu estaba empalado y suspendido en el aire a unos cuentos centímetros del suelo mientras la hoja de su espada negra que sobresale a un costado de su abdomen que gracias a su sangre expuso el damasco sobrenatural que dibujan rosas rojas a lo largo de la misma.
- Ahora estás ungido con mi poder, mi veneno siempre correrá por tu ser, recuérdalo, inofensivo se mantendrá, pero dado el caso… - Al estar cerca, con el índice de la diestra toca la punta del arma y la siniestra se levanta para tensar sus dedos y así tomar control de las partículas en el torrente sanguíneo del hombre. - …con solo pensarlo, podré destruirte si me traicionas. – El dedo empujó la espada y esta se desenterró del cuerpo ajeno bruscamente y buscó por sí misma la vaina para regresar a su sueño, pero con el poder de la siniestra mantuvo a su alumno flotando en el aire. – En la planta superior puedes tomar alguna de las quince habitaciones disponibles, será tuya para cuando necesites pasar la noche en mis aposentos. - Interrumpió el control y lo dejó caer por fin. – Mis súbditos curarán tus heridas, estás en las mejores manos.
Giró y caminó hacia el gran portón de entrada al otro extremo de la catedral, asuntos importantes clamaban su nombre y debía marchar con urgencia.
- La próxima vez, nada de naves o artefactos en el interior de la estructura, para llegar, sentirás la cercanía de algún portal que pueda traerte aquí cuando gustes.
UmbraEterna · M
Era un gran momento y su aprendiz hasta ahora le complacía. Sin embargo, aún le faltaba mucho por aprender y mucho más por lo cual temerle a su maestro, la leyenda muerta, que parecía contar con luminiscencia propia en tonos púrpura y carmín o que la oscuridad misma no se atreviese a tocarle mientras se detiene gradualmente tras haber conectado el primero de los eslabones que conforman una cadena ofensiva consecutiva.
Si bien su compañero de “danza” hábilmente alcanzó a incrustar la punta de su arma en el mármol, el arcángel demonio desfogando tres cuartos del Noxius acumulado que se manifestó en el medio como una onda expansiva de aire fiero, agresivo y dulce, tan fuerte, que el suelo y las columnas temblaron y el grueso baldosín entorno a él se levantó para ser arrastrado como peligrosos escombros por la corriente brutal, que posiblemente por la cercanía llevarse consigo también el cuerpo de Milu, el arma y los cimientos en el cual esta se incrusta, impidiendo que logre la estabilidad plena de su cuerpo y también que el ataque con su guarda acierte principalmente por la avalancha de roca.
Ese era el siguiente eslabón, quería que fuera disparado de forma recta en dirección a su trono al mismo tiempo que la energía es liberada y excita las partículas vigentes en todo el cuerpo del pelirojo (sin contraposición previa de este) para que se activen y alimentándose del Noxius maligno de su amo, solidifique la humedad ahora corrupta presentes en el cuerpo del joven e impedir de forma total su movimiento para que le impida esquivar el final de la cadena, que concluye, con el posicionamiento de la espada ya desenvainada, entre el trono y la víctima, esperando a empalarle por la punta en algún lugar aleatoria (pero no letal) del tronco superior del varón y detener su trayectoria de colisión abruptamente antes de que choque contra el asiento real.
Si bien su compañero de “danza” hábilmente alcanzó a incrustar la punta de su arma en el mármol, el arcángel demonio desfogando tres cuartos del Noxius acumulado que se manifestó en el medio como una onda expansiva de aire fiero, agresivo y dulce, tan fuerte, que el suelo y las columnas temblaron y el grueso baldosín entorno a él se levantó para ser arrastrado como peligrosos escombros por la corriente brutal, que posiblemente por la cercanía llevarse consigo también el cuerpo de Milu, el arma y los cimientos en el cual esta se incrusta, impidiendo que logre la estabilidad plena de su cuerpo y también que el ataque con su guarda acierte principalmente por la avalancha de roca.
Ese era el siguiente eslabón, quería que fuera disparado de forma recta en dirección a su trono al mismo tiempo que la energía es liberada y excita las partículas vigentes en todo el cuerpo del pelirojo (sin contraposición previa de este) para que se activen y alimentándose del Noxius maligno de su amo, solidifique la humedad ahora corrupta presentes en el cuerpo del joven e impedir de forma total su movimiento para que le impida esquivar el final de la cadena, que concluye, con el posicionamiento de la espada ya desenvainada, entre el trono y la víctima, esperando a empalarle por la punta en algún lugar aleatoria (pero no letal) del tronco superior del varón y detener su trayectoria de colisión abruptamente antes de que choque contra el asiento real.
UmbraEterna · M
Gracias a aquella condensación producida por el cuerpo del joven, las partículas de su perfume podían adherirse con mayor facilidad a la superficie e incluso filtrarse entre sus vestimentas y las placas que conforman sus protecciones y este aspecto el demonio no lo pasó por alto el cual, sin dudas estaba preparado para afrontar la acometida ajena y aunque aparentemente estaba en desventaja, esto no alteró sus nervios curtidos con las mieles dulces de la experiencia, que le permite dejar que su cuerpo fluya por sí mismo para que el instinto y la memoria muscular sea la respuesta oportuna y precisa que le permita esquivar aquel fiero ataque con simpleza, sin adornos y solo con un movimiento rápido optimizado por sus músculos preparados: Sus piernas se flexionaron lo suficiente como para bajar su tronco superior lo necesario para que la hoja de la espada y la guarda pasaran de largo sin tocarle, al mismo tiempo, su cintura giró hacia su izquierda proseguido de sus hombros que conjugaron, al tener su pie derecho como punto de giro, una fuerte y veloz patada al ras del mármol que busca impactar con la parte posterior de la rodilla izquierda ambos pies de su oponente para hacerle caer siendo la acción de rotación enmarcada por la tela de su capa que también describía un círculo en torno suyo como si de alguna manera lo protegiese extrañamente y con vida propia que dejaba tras de sí una estela traslucida producida por el noxius del hombre que sigue en aumento y por instantes fue la única manifestación física y notoria que tuvo más allá de su perfume.
Aquello fue un movimiento de contrataque rápido y con fortuna podría ser sorpresivo. Sin embargo, su siniestra se empuño y con esto la espada a lo lejos comenzó a desenvainarse por si misma, como si un espectro invisible la tomase por el mango y la despertara paulatinamente exponiendo silente aquella hoja negra y ominosa, el terror del Septentrión, la "Manus Dei est".
Aquello fue un movimiento de contrataque rápido y con fortuna podría ser sorpresivo. Sin embargo, su siniestra se empuño y con esto la espada a lo lejos comenzó a desenvainarse por si misma, como si un espectro invisible la tomase por el mango y la despertara paulatinamente exponiendo silente aquella hoja negra y ominosa, el terror del Septentrión, la "Manus Dei est".
UmbraEterna · M
Acto III: “Manu Dei est”
Excitante, sería como el pugilista describiría la sensación que recorrió todo su idílico cuerpo al impactar al contrario con la planta del pie, en una escena que se vio registrada como un cuadro de Caravaggio donde cada pincelada construía una obra penumbrista que la poca luz intensa resalta en medio de la negrura la capa roja del “rey olvidado” mientras se agita con fiereza ante el brusco movimiento y el viento dulce que divaga por el área.
Sus luceros severos se fijaron en el joven a su frente en plena lucha por recobrar su postura y fue este lapso de aturdimiento que aprovechó para hacer su acción que distaba en demasía de su actuar común y usual en aquel tipo de situaciones ventajosas la cual sería un ataque inminente para no dejarle reponer. Sin embargo, comenzó a caminar pasando de largo a su oponente hasta llegar al lugar donde se encontraba la espada ajena y sin más, la tomó por el mango con la siniestra colocando el filo envainado sobre la palma de la diestra. Pese a sus protecciones podía sentir dentro de la sobrenaturalidad de su coraza, el material y textura del arma que ahora posee y que prosiguió a revelar solo un cuarto de su filo para analizarlo un momento.
- No está nada mal. - Murmuró para si mismo.
Dio media vuelta y estando seguro que esperó lo necesario para que Milu recobrara el aliento, sin pronunciar palabra introdujo por completo nuevamente la hoja del sable y dejando que la diestra tomara la misma desde la funda se la lanzó de tal manera que conservara en el trayecto su verticalidad para que su contrincante la agarrara fácilmente en un acto honorable de su parte ya que próximamente él también usará la propia, aquella que sobre su trono a cuestas de su adversario se encuentra en espera a que su amo la llamase estando unido a ella por un vínculo metafísico que parecía vibrar deseosa con cada movimientos de su mano izquierda, como animal de caza hambrienta.
- Veremos que puedes hacer con ese sable.
Su cuerpo boyante de energía oscura que sigue acumulándose en el interior de forma silenciosa e imperceptible más allá del aumento de la intensidad de su olor natural, se perfiló para exponer su costado derecho totalmente preparado y alejado a una distancia no mayor a cuatro metros, al mismo tiempo que sus manos se situaban en los respectivos broches que sujetan su capa y desasegurándola la tomó con la diestra.
Excitante, sería como el pugilista describiría la sensación que recorrió todo su idílico cuerpo al impactar al contrario con la planta del pie, en una escena que se vio registrada como un cuadro de Caravaggio donde cada pincelada construía una obra penumbrista que la poca luz intensa resalta en medio de la negrura la capa roja del “rey olvidado” mientras se agita con fiereza ante el brusco movimiento y el viento dulce que divaga por el área.
Sus luceros severos se fijaron en el joven a su frente en plena lucha por recobrar su postura y fue este lapso de aturdimiento que aprovechó para hacer su acción que distaba en demasía de su actuar común y usual en aquel tipo de situaciones ventajosas la cual sería un ataque inminente para no dejarle reponer. Sin embargo, comenzó a caminar pasando de largo a su oponente hasta llegar al lugar donde se encontraba la espada ajena y sin más, la tomó por el mango con la siniestra colocando el filo envainado sobre la palma de la diestra. Pese a sus protecciones podía sentir dentro de la sobrenaturalidad de su coraza, el material y textura del arma que ahora posee y que prosiguió a revelar solo un cuarto de su filo para analizarlo un momento.
- No está nada mal. - Murmuró para si mismo.
Dio media vuelta y estando seguro que esperó lo necesario para que Milu recobrara el aliento, sin pronunciar palabra introdujo por completo nuevamente la hoja del sable y dejando que la diestra tomara la misma desde la funda se la lanzó de tal manera que conservara en el trayecto su verticalidad para que su contrincante la agarrara fácilmente en un acto honorable de su parte ya que próximamente él también usará la propia, aquella que sobre su trono a cuestas de su adversario se encuentra en espera a que su amo la llamase estando unido a ella por un vínculo metafísico que parecía vibrar deseosa con cada movimientos de su mano izquierda, como animal de caza hambrienta.
- Veremos que puedes hacer con ese sable.
Su cuerpo boyante de energía oscura que sigue acumulándose en el interior de forma silenciosa e imperceptible más allá del aumento de la intensidad de su olor natural, se perfiló para exponer su costado derecho totalmente preparado y alejado a una distancia no mayor a cuatro metros, al mismo tiempo que sus manos se situaban en los respectivos broches que sujetan su capa y desasegurándola la tomó con la diestra.
UmbraEterna · M
-( Soundtrack de la escena: Mismo propuesto por Milu, excelente canción. )-
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Cada nota liberada por el compás estridente de la batalla sumaba a la espectacularidad de los hechos, la luz en chispeos emergía oronda y magna iluminando los cuerpos protagonistas, al unísono que las ninfas eólicas frías proyectaban aquella agresividad en torrentes de aire por todo aquel Partenón oscuro que alborotaba aún más el perfume dulce y las partículas que en este residen en medio de un baile caótico magistral que buscan poseer y dejar su huella fantasmal en todo lo que besan, cuya fuerza y gozo parecen estar relacionados en intensidad con las nuevas cantidades de maná corrupto que se transformaba en noxius dentro del cuerpo de Umbra.
Al percutir fácilmente con sus garras el material de la coraza ajena, el guerrero pudo comprobar la dureza de la misma y domarla (de tener que hacerlo) sin recurrir a un desgaste de energía innecesario, razón por la cual, le fue fácil impedir que la extremidad tomada casi por su muñeca efectuara el “contra-agarre” por lo incómodo del movimiento que este pretende hacer y las obvias limitantes que sugieren ese tipo de guanteletes que “limitan” hasta cierto punto el movimiento de las manos pese a las articulaciones, algo que el peliplata sabía muy bien. Por su parte, su diestra chocó de lleno contra el antebrazo protector del bermejo, en lo que fue (como su oponente predijo), un golpe controlado que le permitía tener total control de su extremidad una vez efectuado el ataque sin importar su conclusión, por esto alcanzó a retraer la misma, no obstante, su oponente sí alcanzó a agarrarle por muy poco, justo por la última falange de los dedos causando quizá, que las puntas presentes en estos rasgaran la piel ajena o si esta también está protegida por el acero, mellar el mismo al zafarse cuando este intentó jalarle infructuosamente.
El infortunio cayó sobre Milu como balde de agua fría al no contar con las herramientas para lograr su cometido y fue por esto que la rodilla izquierda atacante subió, golpeó el aire dulce y expuso una brecha en su defensa, aspecto aprovechado por el demonio para efectuar un ataque en línea recta, instantáneo y mecánico, entonado por su rodilla izquierda que se levantó y se extendió hacia su aprendiz buscando impactar contra el tronco superior justo en la mitad derecha enfocado en las costillas a la altura de la boca del estómago (obviamente lejos de la rodilla atacante contraria), con la planta de sus escarpes entaconados teniendo como objetivo principal al momento del muy probable impacto además de anular el casteo ajeno por daño, soltar la extremidad prisionera para así dejar que la inercia haga con el cuerpo apoyado en un pie lo que le plazca.
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Cada nota liberada por el compás estridente de la batalla sumaba a la espectacularidad de los hechos, la luz en chispeos emergía oronda y magna iluminando los cuerpos protagonistas, al unísono que las ninfas eólicas frías proyectaban aquella agresividad en torrentes de aire por todo aquel Partenón oscuro que alborotaba aún más el perfume dulce y las partículas que en este residen en medio de un baile caótico magistral que buscan poseer y dejar su huella fantasmal en todo lo que besan, cuya fuerza y gozo parecen estar relacionados en intensidad con las nuevas cantidades de maná corrupto que se transformaba en noxius dentro del cuerpo de Umbra.
Al percutir fácilmente con sus garras el material de la coraza ajena, el guerrero pudo comprobar la dureza de la misma y domarla (de tener que hacerlo) sin recurrir a un desgaste de energía innecesario, razón por la cual, le fue fácil impedir que la extremidad tomada casi por su muñeca efectuara el “contra-agarre” por lo incómodo del movimiento que este pretende hacer y las obvias limitantes que sugieren ese tipo de guanteletes que “limitan” hasta cierto punto el movimiento de las manos pese a las articulaciones, algo que el peliplata sabía muy bien. Por su parte, su diestra chocó de lleno contra el antebrazo protector del bermejo, en lo que fue (como su oponente predijo), un golpe controlado que le permitía tener total control de su extremidad una vez efectuado el ataque sin importar su conclusión, por esto alcanzó a retraer la misma, no obstante, su oponente sí alcanzó a agarrarle por muy poco, justo por la última falange de los dedos causando quizá, que las puntas presentes en estos rasgaran la piel ajena o si esta también está protegida por el acero, mellar el mismo al zafarse cuando este intentó jalarle infructuosamente.
El infortunio cayó sobre Milu como balde de agua fría al no contar con las herramientas para lograr su cometido y fue por esto que la rodilla izquierda atacante subió, golpeó el aire dulce y expuso una brecha en su defensa, aspecto aprovechado por el demonio para efectuar un ataque en línea recta, instantáneo y mecánico, entonado por su rodilla izquierda que se levantó y se extendió hacia su aprendiz buscando impactar contra el tronco superior justo en la mitad derecha enfocado en las costillas a la altura de la boca del estómago (obviamente lejos de la rodilla atacante contraria), con la planta de sus escarpes entaconados teniendo como objetivo principal al momento del muy probable impacto además de anular el casteo ajeno por daño, soltar la extremidad prisionera para así dejar que la inercia haga con el cuerpo apoyado en un pie lo que le plazca.
UmbraEterna · M
-( Sountrack fase de batalla activa: https://youtu.be/4Z0f0NYQ0ps )-
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Acto II: “Danza mortal”
Con el resonar del último campanazo la tinta comenzó a correr sobre las hojas añejas de los escribas oscuros que perpetúan aquel combate desde las tinieblas, comenzando con el impetuoso arremeter protagonizado por el discípulo del hombre que lo divisa con suprema calma y orgullo, en lo que fue un escrutar intenso que le permitía leer el lenguaje corporal del atacante que se internó dentro de su círculo etéreo de acción que determina, además de otras cosas, su alcance efectivo, allí donde su perfume era aún más intenso y las partículas que se adhieren a todo lo que tocan están más concentradas.
Lo siguiente que ocurrió fue instantáneo; una muestra de experiencia y soberbia magistral que pareció transcurrir en cámara lenta para que las sombras expectantes pudieran apreciar los movimientos en extremo rápidos de la Sombra Eterna; una acción mecánica, precisa, que expone lo curtido del peliplata en aquellas artes, como bailarín experto que deja a su cuerpo actuar instintivamente para aumentar la velocidad de reacción en medio de una danza mortal a la cual está más que acostumbrado. Su pie izquierdo retrocedió para darle sustento y de esta forma evadió armónicamente el pisotón ajeno que impactó fuertemente contra el baldosín. Sus rodillas se flexionaron sutilmente para brindarle cierta tensión a sus músculos bajos al mismo tiempo que su brazo izquierdo se alzó para encontrar el ataque con el dorso de su mano en lo que fue un impacto seco y contundente enfocado en la zona de la muñeca contraria que hizo tal vez retumbar y doblar fugazmente el material de la protección de menor calidad al chocar contra la de Umbra en medio de un maremágnum de chispas púrpura, blancas y amarillas que acompañó el desviar de la acción hostil lejos de su rostro.
Pero él no iba a dejar ir a su pareja de baile y es por esto que la extremidad que lo defiende no se despegó de la contraria y con un giro de muñeca sus ominosas garras se aferraron al antebrazo de Milu para bloquearlo al encajarse sus uñas en el guantelete chirriante al unísono que un contraataque recto e instantáneo se efectuaba por parte de su mano libre que empuñada desea chocar contra la boca del estómago, quería diezmarlo, bajar su moral y preparar su cuerpo para un futuro movimiento.
El litigio era algo que le apasionaba de forma casi enferma, su corazón maligno acelerado por la adrenalina bombea además de su vitae, el noxius del varón que se esparce como veneno por todo su cuerpo al tomar el maná corrupto presente en el templo y así comenzar a llenar sus arcas insaciables.
El Leviatán tiene hambre; el Leviatán quiere sangre.
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Acto II: “Danza mortal”
Con el resonar del último campanazo la tinta comenzó a correr sobre las hojas añejas de los escribas oscuros que perpetúan aquel combate desde las tinieblas, comenzando con el impetuoso arremeter protagonizado por el discípulo del hombre que lo divisa con suprema calma y orgullo, en lo que fue un escrutar intenso que le permitía leer el lenguaje corporal del atacante que se internó dentro de su círculo etéreo de acción que determina, además de otras cosas, su alcance efectivo, allí donde su perfume era aún más intenso y las partículas que se adhieren a todo lo que tocan están más concentradas.
Lo siguiente que ocurrió fue instantáneo; una muestra de experiencia y soberbia magistral que pareció transcurrir en cámara lenta para que las sombras expectantes pudieran apreciar los movimientos en extremo rápidos de la Sombra Eterna; una acción mecánica, precisa, que expone lo curtido del peliplata en aquellas artes, como bailarín experto que deja a su cuerpo actuar instintivamente para aumentar la velocidad de reacción en medio de una danza mortal a la cual está más que acostumbrado. Su pie izquierdo retrocedió para darle sustento y de esta forma evadió armónicamente el pisotón ajeno que impactó fuertemente contra el baldosín. Sus rodillas se flexionaron sutilmente para brindarle cierta tensión a sus músculos bajos al mismo tiempo que su brazo izquierdo se alzó para encontrar el ataque con el dorso de su mano en lo que fue un impacto seco y contundente enfocado en la zona de la muñeca contraria que hizo tal vez retumbar y doblar fugazmente el material de la protección de menor calidad al chocar contra la de Umbra en medio de un maremágnum de chispas púrpura, blancas y amarillas que acompañó el desviar de la acción hostil lejos de su rostro.
Pero él no iba a dejar ir a su pareja de baile y es por esto que la extremidad que lo defiende no se despegó de la contraria y con un giro de muñeca sus ominosas garras se aferraron al antebrazo de Milu para bloquearlo al encajarse sus uñas en el guantelete chirriante al unísono que un contraataque recto e instantáneo se efectuaba por parte de su mano libre que empuñada desea chocar contra la boca del estómago, quería diezmarlo, bajar su moral y preparar su cuerpo para un futuro movimiento.
El litigio era algo que le apasionaba de forma casi enferma, su corazón maligno acelerado por la adrenalina bombea además de su vitae, el noxius del varón que se esparce como veneno por todo su cuerpo al tomar el maná corrupto presente en el templo y así comenzar a llenar sus arcas insaciables.
El Leviatán tiene hambre; el Leviatán quiere sangre.
UmbraEterna · M
-( Soundtrack de la escena: https://youtu.be/_iF7lkXKHlA )-
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Fin del Acto I: “El Sombrío”
Cuentan las leyendas qué en tiempos cuando la tierra era joven, de los cielos cayeron las primeras estrellas como miles de lágrimas celestiales en medio de un torrente melancólico que azotó una y otra vez el nuevo mundo trayendo el terror a la creación y la luz de la libertad. Ángeles rebeldes con un paraíso perdido que siguieron al lucero del alba, el más bello y único; guerreros juramentados que acogieron la oscuridad como manto y por esta libraron batallas durante siglos en busca de una justicia miserable que nunca llegó y que poco a poco diezmó La Legión hasta casi desaparecer con el nuevo amanecer.
“El Sombrío” misterioso, que en los textos lo nombran con muchos nombres, era un sobreviviente, una entidad vetusta que se rehúsa al olvido y destila una malignidad relativa infinita oculta tras el aroma subliminal de un perfume tan intenso que podía degustarse, ya que, si se lo permiten, embadurna aceitosamente el paladar con los sabores propios de la miel, las rosas y la sangre.
- Bienvenido, mi pequeño… - Su voz era calma y procedente desde la oscuridad mismas, con las notas exactas como para exponer una elocuente autoridad de matiz seductor. - … hoy serás ungido con los oscuros óleos. – Al parecer ni se inmutó con su llegada y menos por los daños, después de todo cuenta con servidumbre que los pueden reparar.
Las palabras del demonio acompañaron a Milu hasta el altar, en lo que pareció una procesión eterna entre pilares robustos y flamas danzarinas hasta que se encontró con aquel pesado trono insignia del rey olvidado y a su lado, su propietario de piel, al costado izquierdo del asiento y de espaldas al recién llegado, inmerso en lo que parecía un estado contemplativo con sus ojos color oro y virutas esparcidas al azar en azul cielo que podía dar indicios de su pasado celestial fijas en la densa penumbra que como telón macabro oculta la girola y los absidiolos pero desde donde se pueden escuchar a lo bajo lamentos, sollozos y un goteo constante de algo con consistencia cremosa.
El hombre de cabellos de plata cortos y piel blanca con la luna se veía imponente, allí en esa elevación de seis escalones que lo elevaban del nivel del suelo donde se encontraba su alumno, como una deidad inalcanzable, enmarcando una escena que era más que surrealista por el cómo la penumbra y las sombras provistas por la luz de las llamas en lo alto moldeaban el cuerpo de ese ser, develando el detalle de su armadura negra de ominoso adamantium oscuro forjada en las fraguas infernales. Una “irrompible” coraza compuesta por una ceñida cota de malla que cubre todo su cuerpo desde el cuello, sobre la cual se disponen los escarpes, grebas, rodilleras y quijotes. Dos gruesos cinturones de cuero entrecruzados en el vientre demarcan la frontera de su cintura dándole paso a su tronco superior carente de peto, donde se resalta por lo vivo de su color un par de broches circulares dorados encajados entre los eslabones de la cota a lado y lado su pecho, desde donde se sujeta la fina tela de seda carmín que cae por su espalda ondeando orgullosa su escudo de armas bordado con hilos de oro. Por último, sus brazos estaban cubiertos por hombreras redondeadas, codales puntiagudos, brazales y guanteletes que le proporcionan a la punta de sus dedos pequeñas puntas en extremo afiladas cuya diestra mano descansa sobre el pomo en forma de diamante de una espada de mango de cuero trenzado negro y hermosa guarnición en plata labrada a mano magistralmente para que adquiriera la forma de un par de alas tensadas que le dan paso al filo ominoso que se esconde tras una vaina rígida negra guindada al cinto, con grabados en bajo relieve de rosas y tallos espinosos en plata.
- Las campanas suenan por ti. – Efectivamente las trémulas campanas sonaron en lo alto treinta y tres veces y Umbra desaseguro su arma, la posó sobre el asiento de su trono y bajó la escalinata para detenerse a solo cuatro metros de su oponente quedando junto en el centro de la cruz, donde se encuentra su blasón adornando el suelo. – Que comience la danza mortal. – Sentenció gustoso.
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Fin del Acto I: “El Sombrío”
Cuentan las leyendas qué en tiempos cuando la tierra era joven, de los cielos cayeron las primeras estrellas como miles de lágrimas celestiales en medio de un torrente melancólico que azotó una y otra vez el nuevo mundo trayendo el terror a la creación y la luz de la libertad. Ángeles rebeldes con un paraíso perdido que siguieron al lucero del alba, el más bello y único; guerreros juramentados que acogieron la oscuridad como manto y por esta libraron batallas durante siglos en busca de una justicia miserable que nunca llegó y que poco a poco diezmó La Legión hasta casi desaparecer con el nuevo amanecer.
“El Sombrío” misterioso, que en los textos lo nombran con muchos nombres, era un sobreviviente, una entidad vetusta que se rehúsa al olvido y destila una malignidad relativa infinita oculta tras el aroma subliminal de un perfume tan intenso que podía degustarse, ya que, si se lo permiten, embadurna aceitosamente el paladar con los sabores propios de la miel, las rosas y la sangre.
- Bienvenido, mi pequeño… - Su voz era calma y procedente desde la oscuridad mismas, con las notas exactas como para exponer una elocuente autoridad de matiz seductor. - … hoy serás ungido con los oscuros óleos. – Al parecer ni se inmutó con su llegada y menos por los daños, después de todo cuenta con servidumbre que los pueden reparar.
Las palabras del demonio acompañaron a Milu hasta el altar, en lo que pareció una procesión eterna entre pilares robustos y flamas danzarinas hasta que se encontró con aquel pesado trono insignia del rey olvidado y a su lado, su propietario de piel, al costado izquierdo del asiento y de espaldas al recién llegado, inmerso en lo que parecía un estado contemplativo con sus ojos color oro y virutas esparcidas al azar en azul cielo que podía dar indicios de su pasado celestial fijas en la densa penumbra que como telón macabro oculta la girola y los absidiolos pero desde donde se pueden escuchar a lo bajo lamentos, sollozos y un goteo constante de algo con consistencia cremosa.
El hombre de cabellos de plata cortos y piel blanca con la luna se veía imponente, allí en esa elevación de seis escalones que lo elevaban del nivel del suelo donde se encontraba su alumno, como una deidad inalcanzable, enmarcando una escena que era más que surrealista por el cómo la penumbra y las sombras provistas por la luz de las llamas en lo alto moldeaban el cuerpo de ese ser, develando el detalle de su armadura negra de ominoso adamantium oscuro forjada en las fraguas infernales. Una “irrompible” coraza compuesta por una ceñida cota de malla que cubre todo su cuerpo desde el cuello, sobre la cual se disponen los escarpes, grebas, rodilleras y quijotes. Dos gruesos cinturones de cuero entrecruzados en el vientre demarcan la frontera de su cintura dándole paso a su tronco superior carente de peto, donde se resalta por lo vivo de su color un par de broches circulares dorados encajados entre los eslabones de la cota a lado y lado su pecho, desde donde se sujeta la fina tela de seda carmín que cae por su espalda ondeando orgullosa su escudo de armas bordado con hilos de oro. Por último, sus brazos estaban cubiertos por hombreras redondeadas, codales puntiagudos, brazales y guanteletes que le proporcionan a la punta de sus dedos pequeñas puntas en extremo afiladas cuya diestra mano descansa sobre el pomo en forma de diamante de una espada de mango de cuero trenzado negro y hermosa guarnición en plata labrada a mano magistralmente para que adquiriera la forma de un par de alas tensadas que le dan paso al filo ominoso que se esconde tras una vaina rígida negra guindada al cinto, con grabados en bajo relieve de rosas y tallos espinosos en plata.
- Las campanas suenan por ti. – Efectivamente las trémulas campanas sonaron en lo alto treinta y tres veces y Umbra desaseguro su arma, la posó sobre el asiento de su trono y bajó la escalinata para detenerse a solo cuatro metros de su oponente quedando junto en el centro de la cruz, donde se encuentra su blasón adornando el suelo. – Que comience la danza mortal. – Sentenció gustoso.
NataliaMTurilli · 26-30, F
NataliaMTurilli thinks you are Crazy.