-( Soundtrack de la escena: https://youtu.be/_iF7lkXKHlA )- ------ Fin del Acto I: “El Sombrío” Cuentan las leyendas qué en tiempos cuando la tierra era joven, de los cielos cayeron las primeras estrellas como miles de lágrimas celestiales en medio de un torrente melancólico que azotó una y otra vez el nuevo mundo trayendo el terror a la creación y la luz de la libertad. Ángeles rebeldes con un paraíso perdido que siguieron al lucero del alba, el más bello y único; guerreros juramentados que acogieron la oscuridad como manto y por esta libraron batallas durante siglos en busca de una justicia miserable que nunca llegó y que poco a poco diezmó La Legión hasta casi desaparecer con el nuevo amanecer.
“El Sombrío” misterioso, que en los textos lo nombran con muchos nombres, era un sobreviviente, una entidad vetusta que se rehúsa al olvido y destila una malignidad relativa infinita oculta tras el aroma subliminal de un perfume tan intenso que podía degustarse, ya que, si se lo permiten, embadurna aceitosamente el paladar con los sabores propios de la miel, las rosas y la sangre.
- Bienvenido, mi pequeño… - Su voz era calma y procedente desde la oscuridad mismas, con las notas exactas como para exponer una elocuente autoridad de matiz seductor. - … hoy serás ungido con los oscuros óleos. – Al parecer ni se inmutó con su llegada y menos por los daños, después de todo cuenta con servidumbre que los pueden reparar.
Las palabras del demonio acompañaron a Milu hasta el altar, en lo que pareció una procesión eterna entre pilares robustos y flamas danzarinas hasta que se encontró con aquel pesado trono insignia del rey olvidado y a su lado, su propietario de piel, al costado izquierdo del asiento y de espaldas al recién llegado, inmerso en lo que parecía un estado contemplativo con sus ojos color oro y virutas esparcidas al azar en azul cielo que podía dar indicios de su pasado celestial fijas en la densa penumbra que como telón macabro oculta la girola y los absidiolos pero desde donde se pueden escuchar a lo bajo lamentos, sollozos y un goteo constante de algo con consistencia cremosa.
El hombre de cabellos de plata cortos y piel blanca con la luna se veía imponente, allí en esa elevación de seis escalones que lo elevaban del nivel del suelo donde se encontraba su alumno, como una deidad inalcanzable, enmarcando una escena que era más que surrealista por el cómo la penumbra y las sombras provistas por la luz de las llamas en lo alto moldeaban el cuerpo de ese ser, develando el detalle de su armadura negra de ominoso adamantium oscuro forjada en las fraguas infernales. Una “irrompible” coraza compuesta por una ceñida cota de malla que cubre todo su cuerpo desde el cuello, sobre la cual se disponen los escarpes, grebas, rodilleras y quijotes. Dos gruesos cinturones de cuero entrecruzados en el vientre demarcan la frontera de su cintura dándole paso a su tronco superior carente de peto, donde se resalta por lo vivo de su color un par de broches circulares dorados encajados entre los eslabones de la cota a lado y lado su pecho, desde donde se sujeta la fina tela de seda carmín que cae por su espalda ondeando orgullosa su escudo de armas bordado con hilos de oro. Por último, sus brazos estaban cubiertos por hombreras redondeadas, codales puntiagudos, brazales y guanteletes que le proporcionan a la punta de sus dedos pequeñas puntas en extremo afiladas cuya diestra mano descansa sobre el pomo en forma de diamante de una espada de mango de cuero trenzado negro y hermosa guarnición en plata labrada a mano magistralmente para que adquiriera la forma de un par de alas tensadas que le dan paso al filo ominoso que se esconde tras una vaina rígida negra guindada al cinto, con grabados en bajo relieve de rosas y tallos espinosos en plata.
- Las campanas suenan por ti. – Efectivamente las trémulas campanas sonaron en lo alto treinta y tres veces y Umbra desaseguro su arma, la posó sobre el asiento de su trono y bajó la escalinata para detenerse a solo cuatro metros de su oponente quedando junto en el centro de la cruz, donde se encuentra su blasón adornando el suelo. – Que comience la danza mortal. – Sentenció gustoso.