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UmbraEterna · M
Gracias a aquella condensación producida por el cuerpo del joven, las partículas de su perfume podían adherirse con mayor facilidad a la superficie e incluso filtrarse entre sus vestimentas y las placas que conforman sus protecciones y este aspecto el demonio no lo pasó por alto el cual, sin dudas estaba preparado para afrontar la acometida ajena y aunque aparentemente estaba en desventaja, esto no alteró sus nervios curtidos con las mieles dulces de la experiencia, que le permite dejar que su cuerpo fluya por sí mismo para que el instinto y la memoria muscular sea la respuesta oportuna y precisa que le permita esquivar aquel fiero ataque con simpleza, sin adornos y solo con un movimiento rápido optimizado por sus músculos preparados: Sus piernas se flexionaron lo suficiente como para bajar su tronco superior lo necesario para que la hoja de la espada y la guarda pasaran de largo sin tocarle, al mismo tiempo, su cintura giró hacia su izquierda proseguido de sus hombros que conjugaron, al tener su pie derecho como punto de giro, una fuerte y veloz patada al ras del mármol que busca impactar con la parte posterior de la rodilla izquierda ambos pies de su oponente para hacerle caer siendo la acción de rotación enmarcada por la tela de su capa que también describía un círculo en torno suyo como si de alguna manera lo protegiese extrañamente y con vida propia que dejaba tras de sí una estela traslucida producida por el noxius del hombre que sigue en aumento y por instantes fue la única manifestación física y notoria que tuvo más allá de su perfume.
Aquello fue un movimiento de contrataque rápido y con fortuna podría ser sorpresivo. Sin embargo, su siniestra se empuño y con esto la espada a lo lejos comenzó a desenvainarse por si misma, como si un espectro invisible la tomase por el mango y la despertara paulatinamente exponiendo silente aquella hoja negra y ominosa, el terror del Septentrión, la "Manus Dei est".
Aquello fue un movimiento de contrataque rápido y con fortuna podría ser sorpresivo. Sin embargo, su siniestra se empuño y con esto la espada a lo lejos comenzó a desenvainarse por si misma, como si un espectro invisible la tomase por el mango y la despertara paulatinamente exponiendo silente aquella hoja negra y ominosa, el terror del Septentrión, la "Manus Dei est".