31-35, M
Sólo rol de más de quince lineas.
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Cy1516757 · F
Marcud :c ¡Marcud!
EmiliaDecker · F
Dio pasos apresurados hacia su departamento que se situaba en el centro de la ciudad. Ese día nada podría salir mal ya que lo había planeado con anticipación y todo el anhelo posible. No había clases en la tarde y todas sus reuniones fueron movidas para la siguiente semana o para días vecinos en los cuales no estuviera tan exhausta por lidiar con una vida como vicepresidenta de una compañía exitosa y estudiante ejemplar a tiempo completo. La pelirroja natural tenía en cuenta los deseos de sus padres adoptivos por velar un futuro lo bastante prometedor que para cuando volviese a reencarnar; la empresa Decker aún continuará funcionando y le brindará cuidado así que por ello, junto a más razones personales, trataba de ser una heredera digna con todo tipo de educación como lo era su hermanastro Stephan. Un suspiro lleno de alivio fue expulsado de sus pulmones. En esa fecha no tenía citas de negocios ni íntimos con ninguna amistad o pariente así que estaba dispuesta a mimarse como soñaba hacerlo. Primero me tomaré unas horas para pintar en Moscú, segundo miraré unas películas en Alemania para concluir la velada con unas buenas horas de sueño ¡Será magnifico! Sentía como sus pómulos tomaban un color carmín por la excitación del momento. Jenna estaría con Linden por lo cual no tendría que preocuparse de que se perdiera en algún punto del mundo, Francis compartiría experiencias románticas con su más reciente novia Johvanna y Stephan estaría tan ocupado con los negocios que no se atrevería ni a mandarle un mensaje coqueto. No había nada que arruinarse su buen humor.
A llegar a su morada decidió tomar una ducha de agua caliente, con intenciones de consentir a sus músculos luego de una pesada semana, prosiguiendo con una nueva vestimenta (cortesía de su madre) y concluyendo la monotonía de todos los días con un almuerzo sencillo el cual termino y limpió los servicios antes de partir a lo que sería su oportunidad de relajarse. Guardando sus complementos de artes (lápices, borradores, dos tajadores extras junto a carboncillo y acuarelas) en una sección del bolso de cuero para que la otra pudiera ocupar sus pertenencias (bloc de notas, pañuelos, los dulces que tanto adoraba, lápiz labial sabor cereza, billetera y su Cristal). Comprobó que tenía todo lo que podría necesitar y partió en dirección a la azotea. Una vez ahí pudo admirar el inicio del crepúsculo en su ciudad natal Venecia con Cristal, su portal, en ambas manos. Llegaron a su mente bellos recuerdos en Moscú, el idioma tan complicado y las mujeres tan inexplicablemente hermosas pero todo fue borrado como arena en el agua por imágenes de un país distinto pero conocido para la italiana ¿Londres? ¿Qué tenía que hacer ella ahí? Suplico que el sonido del claxon fuera causante por un moscovita pero al abrir aquellos obres grises, los mantuvo cerrados por el trayecto del viaje, comprobó que se trataba de un británico con todo el acento de la ciudad.
Maldijo a todos los dioses conocidos como no a verse atrapada en el país. Cristal nuevamente le había hecho una jugada de último minuto. Se apartó del camino del conductor para sostenerse en una pared cercana ya que memorias desagradables empezaron a aturdirla con brutalidad. Sangre en los pisos, gritos desgarradores, compañías masculinas y unas fuertes manos que la consolaban por el fallecimiento de Amatis. Reaccionó cuando una adolescente de su edad, tenía la pinta, se acercó para comprobar su estado de salud y una vez negada cualquier enfermedad pudo marcharse con una corta sonrisa. Emilia Decker no conocía a ninguna mujer cuyo nombre era Amatis pero no dio más vueltas al asunto. Ahora sabía el porqué su portal la había llevado ahí. Debía de averiguar el fallecimiento de la extraña mujer y el suyo.
Un corriente de aire helo sus huesos y admiro su vestimenta inapropiada para la ocasión. Jeans azulados como el fondo de mar cubrían sus largas piernas hasta la altura de la rodilla donde hacía aparición unas botas de cuero marrón, una remera crema con palabras en inglés bordadas en negro y una levita negra como la noche con pequeñas incrustaciones de cristal haciendo imagen a estrellas. Estaba abrigada más no tanto. La primera parada sería un centro comercial pero eso tendría que esperar. Sus deseos rotos debían ser compensados por un mocca caliente. Ingresó a la primera cafetería que se le cruzó en el camino y tomó asiento cerca a la ventana cuando fue atendida por un trabajador joven de cabellera negra alborotada y voz nerviosa. Al parecer era nuevo en el negocio.
-Un mocca y un muffin de vainilla, por favor. – Pidió al mesero que la atendió de inmediato y se dio cuenta del por qué. Solo había dos clientes sin contarla a ella. Esperaba que fuera por el frío y no por el servicio. No tenía las fuerzas para soportar un mocca de mal gusto.
A llegar a su morada decidió tomar una ducha de agua caliente, con intenciones de consentir a sus músculos luego de una pesada semana, prosiguiendo con una nueva vestimenta (cortesía de su madre) y concluyendo la monotonía de todos los días con un almuerzo sencillo el cual termino y limpió los servicios antes de partir a lo que sería su oportunidad de relajarse. Guardando sus complementos de artes (lápices, borradores, dos tajadores extras junto a carboncillo y acuarelas) en una sección del bolso de cuero para que la otra pudiera ocupar sus pertenencias (bloc de notas, pañuelos, los dulces que tanto adoraba, lápiz labial sabor cereza, billetera y su Cristal). Comprobó que tenía todo lo que podría necesitar y partió en dirección a la azotea. Una vez ahí pudo admirar el inicio del crepúsculo en su ciudad natal Venecia con Cristal, su portal, en ambas manos. Llegaron a su mente bellos recuerdos en Moscú, el idioma tan complicado y las mujeres tan inexplicablemente hermosas pero todo fue borrado como arena en el agua por imágenes de un país distinto pero conocido para la italiana ¿Londres? ¿Qué tenía que hacer ella ahí? Suplico que el sonido del claxon fuera causante por un moscovita pero al abrir aquellos obres grises, los mantuvo cerrados por el trayecto del viaje, comprobó que se trataba de un británico con todo el acento de la ciudad.
Maldijo a todos los dioses conocidos como no a verse atrapada en el país. Cristal nuevamente le había hecho una jugada de último minuto. Se apartó del camino del conductor para sostenerse en una pared cercana ya que memorias desagradables empezaron a aturdirla con brutalidad. Sangre en los pisos, gritos desgarradores, compañías masculinas y unas fuertes manos que la consolaban por el fallecimiento de Amatis. Reaccionó cuando una adolescente de su edad, tenía la pinta, se acercó para comprobar su estado de salud y una vez negada cualquier enfermedad pudo marcharse con una corta sonrisa. Emilia Decker no conocía a ninguna mujer cuyo nombre era Amatis pero no dio más vueltas al asunto. Ahora sabía el porqué su portal la había llevado ahí. Debía de averiguar el fallecimiento de la extraña mujer y el suyo.
Un corriente de aire helo sus huesos y admiro su vestimenta inapropiada para la ocasión. Jeans azulados como el fondo de mar cubrían sus largas piernas hasta la altura de la rodilla donde hacía aparición unas botas de cuero marrón, una remera crema con palabras en inglés bordadas en negro y una levita negra como la noche con pequeñas incrustaciones de cristal haciendo imagen a estrellas. Estaba abrigada más no tanto. La primera parada sería un centro comercial pero eso tendría que esperar. Sus deseos rotos debían ser compensados por un mocca caliente. Ingresó a la primera cafetería que se le cruzó en el camino y tomó asiento cerca a la ventana cuando fue atendida por un trabajador joven de cabellera negra alborotada y voz nerviosa. Al parecer era nuevo en el negocio.
-Un mocca y un muffin de vainilla, por favor. – Pidió al mesero que la atendió de inmediato y se dio cuenta del por qué. Solo había dos clientes sin contarla a ella. Esperaba que fuera por el frío y no por el servicio. No tenía las fuerzas para soportar un mocca de mal gusto.
JB1535635 · F
Out: Aunque me permito diferir de su opinión, pues he encontrado roles no tan extensos, tal vez de un par de párrafos, que realmente a mi me han impresionado. ¿No le ha pasado?
JB1535635 · F
No había contado que en aquel museo su presencia fuera tan notoria para personas tan mundanas como aquel joven que seguía inspeccionándola. Recordaba que la ultima vez no la habían acribillado con la mirada ni tampoco a Emilia... hasta que recordó que Linden las había acompañado. Eso explicaba todo y si es que lograba zafarse de aquel joven no pasaría mucho hasta que otro intentara hablar con ella. Maldijo a la secretaria, la castaña estaba segura que ella había sido quien había comunicado a todos sus compañeros que Caín se encontraba en el Museo, que sería la oportunidad de cualquiera de poder atraer el interés de la eterno para que esta le recomendase dentro de la Asociación. Una recomendación suya sería un pase seguro. Apretó los labios y se llevó los dedos al puente de su nariz intentando encontrar aquellas palabras ensayadas y repetidas ya por tantas veces. Fue ahí donde escuchó una voz masculina que por un segundo hizo fruncir el ceño al joven. Con curiosidad volteó el rostro y observó a dos nuevos presentes. Se mordió el labio para reprimir una sonrisa mientras que el joven asentía con la cabeza y su voz temblaba un poco tal vez por la... ¿ira contenida?
–Enseguida vendrá una señorita para que le de un recorrido por el Museo, joven –Murmuró aún con la voz temblandole. Se volteó y caminó hacia un pasillo dejando solo el sonido de sus apresurados pasos.
Ahora ya nada le detenía para salir corriendo del lugar, crear otro portal y dirigirse a otra parte del mundo. Sin embargo podría hacer cualquier cosa menos ser descortés así que se volteó con una sonrisa acompañado por un consejo que comenzaba a vagar por su cabeza. Si se trataba de otro eterno ella se encargaría de que Zhar le regalase un par de puntos más. Y sí, observándolo incluso ella podría haberlo confundido con un eterno, de esos que se ahogaban en el dinero y que poco o nada les importaba su alrededor. Sin embargo había algo que no cuadraba en el perfil de todo pedante y ese algo fue lo que le salvó de decir "¿Por qué te tardaste tanto en ayudarme?". Y a su costado había incluso un personaje más particular que, sin querer, le trajo a la memoria a sus dos consentidos Tronis y Annabel. No sabía cómo explicarlo, pero aquella divertida expresión, esos ojos e incluso la forma en cómo observaba lo que estaba pasando le hacía recordar a sus dos gatos.
–Gracias por haberme ayudado con aquel fisgón. No recordaba muy bien las palabras para alejarlo –Y volteó por un segundo hacia la dirección por donde había desaparecido aquel joven– Y... si me dejan aconsejarlos –susurró mientras observaba con complicidad a los dos– diría que lo más sensato sería irse de aquí. Estoy segura que vendrá una señorita que no dejará de hablar sobre sus habilidades, en dónde ha estudiado, qué propósitos tiene en la vida y más cosas que no tendrán nada que ver con todas estas buenas piezas de arte –Qué decepcionante era tener que irse y buscar otro lugar interesante– Aunque bueno... en Londres hay bastantes curiosidades, ¿no cree? –Cuestionó mientras que ladeaba un poco el rostro. Aquel busto frente a sí se le hacía conocido, no recordaba su nombre de la persona, pero seguro lo había conocido alrededor de 1820.
Se alejó un par de pasos y con un leve asentimiento de cabeza se dirigió hacia la entrada del Museo. Rápidamente su expresión cambió. Sería lo más descortés con aquella secretaria e incluso le dirigiría miradas de desaprobación que la colocarían por un par de días llena de miedo a que los hombres grises la desaparecieran por haber arruinado la visita de Caín. Cuando se encontró frente a la secretaria, que incluso palideció al encontrar la voz de la eterno llena de odio, tuvo que esperar unos minutos por sus cosas y fue ahí donde se prometió no volver a ese Museo, pues Johvanna Holmes también se acercaba hacia la entrada con la vista fija.... en ella. Era lo último que le faltaba, pero Jenna Bane no huiría, no heriría su orgullo y menos frente al demonio insoportable así que se quedó en su lugar, con la vista filuda y fija en la rubia. Si se atrevía a tocarla, no respondería a sus actos.
–¡Jenna! ¡Qué sorpresa verte aquí! Ah no espera, no es tan impresionante ¿Engañas a Linden con aquel de allá? ¿Con un invocado común y corriente? Aunque bueno... incluso yo lo haría. Después de todo tenemos muchas vidas para pagar nuestros pecados, ¿cierto?
–Me pregunto cuántas vidas deberás pasar para pagar cada una de tus barbaridades ¿Francis te dejó plantada? Supe que hoy saldría con Emilia ¿Qué dices de Linden? ¿Ahora lo quieres? Me pregunto a cuánto le ofrecerás tu sucio cuerpo.
La rubia soltó una risotada ácida y salió del lugar, pavoneándose de su buen cuerpo y Jenna maldijo por dentro a la lenta secretaria. Una vez afuera acomodó su cuaderno debajo de su brazo y espero ahí a que aquella figura rubia desapareciera de su vista. En cualquier otro lado podría hacer un escá
–Enseguida vendrá una señorita para que le de un recorrido por el Museo, joven –Murmuró aún con la voz temblandole. Se volteó y caminó hacia un pasillo dejando solo el sonido de sus apresurados pasos.
Ahora ya nada le detenía para salir corriendo del lugar, crear otro portal y dirigirse a otra parte del mundo. Sin embargo podría hacer cualquier cosa menos ser descortés así que se volteó con una sonrisa acompañado por un consejo que comenzaba a vagar por su cabeza. Si se trataba de otro eterno ella se encargaría de que Zhar le regalase un par de puntos más. Y sí, observándolo incluso ella podría haberlo confundido con un eterno, de esos que se ahogaban en el dinero y que poco o nada les importaba su alrededor. Sin embargo había algo que no cuadraba en el perfil de todo pedante y ese algo fue lo que le salvó de decir "¿Por qué te tardaste tanto en ayudarme?". Y a su costado había incluso un personaje más particular que, sin querer, le trajo a la memoria a sus dos consentidos Tronis y Annabel. No sabía cómo explicarlo, pero aquella divertida expresión, esos ojos e incluso la forma en cómo observaba lo que estaba pasando le hacía recordar a sus dos gatos.
–Gracias por haberme ayudado con aquel fisgón. No recordaba muy bien las palabras para alejarlo –Y volteó por un segundo hacia la dirección por donde había desaparecido aquel joven– Y... si me dejan aconsejarlos –susurró mientras observaba con complicidad a los dos– diría que lo más sensato sería irse de aquí. Estoy segura que vendrá una señorita que no dejará de hablar sobre sus habilidades, en dónde ha estudiado, qué propósitos tiene en la vida y más cosas que no tendrán nada que ver con todas estas buenas piezas de arte –Qué decepcionante era tener que irse y buscar otro lugar interesante– Aunque bueno... en Londres hay bastantes curiosidades, ¿no cree? –Cuestionó mientras que ladeaba un poco el rostro. Aquel busto frente a sí se le hacía conocido, no recordaba su nombre de la persona, pero seguro lo había conocido alrededor de 1820.
Se alejó un par de pasos y con un leve asentimiento de cabeza se dirigió hacia la entrada del Museo. Rápidamente su expresión cambió. Sería lo más descortés con aquella secretaria e incluso le dirigiría miradas de desaprobación que la colocarían por un par de días llena de miedo a que los hombres grises la desaparecieran por haber arruinado la visita de Caín. Cuando se encontró frente a la secretaria, que incluso palideció al encontrar la voz de la eterno llena de odio, tuvo que esperar unos minutos por sus cosas y fue ahí donde se prometió no volver a ese Museo, pues Johvanna Holmes también se acercaba hacia la entrada con la vista fija.... en ella. Era lo último que le faltaba, pero Jenna Bane no huiría, no heriría su orgullo y menos frente al demonio insoportable así que se quedó en su lugar, con la vista filuda y fija en la rubia. Si se atrevía a tocarla, no respondería a sus actos.
–¡Jenna! ¡Qué sorpresa verte aquí! Ah no espera, no es tan impresionante ¿Engañas a Linden con aquel de allá? ¿Con un invocado común y corriente? Aunque bueno... incluso yo lo haría. Después de todo tenemos muchas vidas para pagar nuestros pecados, ¿cierto?
–Me pregunto cuántas vidas deberás pasar para pagar cada una de tus barbaridades ¿Francis te dejó plantada? Supe que hoy saldría con Emilia ¿Qué dices de Linden? ¿Ahora lo quieres? Me pregunto a cuánto le ofrecerás tu sucio cuerpo.
La rubia soltó una risotada ácida y salió del lugar, pavoneándose de su buen cuerpo y Jenna maldijo por dentro a la lenta secretaria. Una vez afuera acomodó su cuaderno debajo de su brazo y espero ahí a que aquella figura rubia desapareciera de su vista. En cualquier otro lado podría hacer un escá
EmiliaDecker · F
Ooc: Interesante personaje. Agradezco su aceptación y en el siguiente turno crearé un inicio.
JB1535635 · F
Out: ¿Le parece? Yo suelo encontrar los roles extenss más interesantes ¿No son esos, o bueno la mayoría, los que detallan más el ambiente?
Había ideado grandes planes. Haven le había enseñado un par de técnicas que podría lograr en sus lienzos un toque mucho más fascinante. Sí, eran buenos planes, salir de la Asociación e ir a Venecia, subirse en una de sus muchas balsas hermosas y pintar todo su recorrido, lograr el mismo tono del agua, causar el mismo movimiento de este en una pintura. Sin embargo, no pudo ser así. Llegando a través de su portal una lluviosa y triste Venecia la acogió. Su rostro se desencajó por la tristeza y la confusión, soltando después un suspiro de pesadez. Pesadez por el clima. Se refugió en una pequeña cafetería, esperando que la lluvia dejara de atormentar sus planes. Así pasaron minutos y cuando se dio cuenta, estaba caminando hacia un callejón, molesta. Tenía que irse a otro lado, un lugar que le brindase inspiración y, por si fuera poco para una de las mimadas de la Asociación, un clima prometedor. Frunció los labios mientras que balanceaba entre sus dedos a Rose, su querido dije, su portal. Así decidió aventurarse, tan solo cerrando los parpados e imaginándose calidez. Calidez que segundos después pudo sentir sobre sus hombros desnudos.
Abrió los parpados y soltó una corta risa. Había vuelto a Londres, al lugar donde le habían recomendado comprar los mejores cuadros de arte en aquellas aperturas de nuevos y prometedores museos. También ese lugar era la cuna de sus autores favoritos y, por si empezaba a cansarse, podría dirigirse al apartamento de Emilia y dormir un par de horas con la seguridad que ninguna Tatuada de David aparecería en su camino para clavarle un puñal que la enviase a repetir el ciclo de un eterno: volver cada cierta cantidad de años con un aspecto nuevo, pero con los mismos recuerdos pasados. Sintió unas miradas sobre ella y eran un par de jóvenes que la observaban. Pestañeó un par de veces, confundida. ¿Otra vez había causado impresión por aparecer así de la nada? Uno de ellos le sonrió y ella guardó sus ganas de devolverle la sonrisa. No quería dar insinuaciones, sus clases para ser una genuina dama se lo impedían, ella tenía otro propósito. Caminó, inundándose de la luz brillante que el astro brindaba a esa pequeña parte del mundo. En sus pensamientos hizo una cola de a los museos a los que había concurrido con Linden y Emilia, esta última como ella buscaban inspiración en toda clase de cosas y normalmente la encontraba en museos. Tal vez ella podría encontrar la raíz de su inspiración en uno de ellos. Se le vino a la cabeza un nombre, no estaba tan lejos de este y con su cuaderno de dibujos debajo del brazo y su cartera gigantesca, en donde guardaba sus pinceles y carboncillo, caminó por Bond Street deteniendose de cuando en cuando para observar si habían nuevas curiosidades en sus tiendas favoritas, compró una reliquia para Emilia en Covent Garden y un libro para Linden. Y finalmente, tras dejar de distraerse, llegó a el aclamado National Gallery.
Cruzando el umbral se encontró con la desagradable sorpresa que no era la única eterno en dicho lugar. ¿Qué hacía aquel demonio insoportable en un lugar que no era nada acorde a sí? Jenna podía afirmar que el lugar olía a azufre, pero podría sobrellevarlo mientras que la contraria no buscara provocarla. Desvió la mirada hacia la secretaria del lugar, la cual al verla casi suelta un grito ahogado. La mujer se levantó casi tambaleando y sostuvo con apremio las cosas de Jenna ¿Era normal aquel respeto por una menuda castaña de ojos azules? Sí, después de todo se trataba de una de las nuevas reencarnaciones del hermano pecador de toda la historia: Caín y, por si fuera poco, pertenecía al más alto rango dentro de aquella corrupta Asociación. Ingresó al museo alejando de sus pensamientos a Holmes, la rubia, la cual no la había notado aún. Rápidamente se dirigió hacia las esculturas que aveces plasmaban a personas que había conocido en vidas pasadas.
–¿Gusta que le ayude, señorita? –Preguntó un joven no más joven que ella. La inspeccionaba con la mirada, seguro había notado quién era.
–Vaya indiscreción– pensó la castaña con aplomo.
Había ideado grandes planes. Haven le había enseñado un par de técnicas que podría lograr en sus lienzos un toque mucho más fascinante. Sí, eran buenos planes, salir de la Asociación e ir a Venecia, subirse en una de sus muchas balsas hermosas y pintar todo su recorrido, lograr el mismo tono del agua, causar el mismo movimiento de este en una pintura. Sin embargo, no pudo ser así. Llegando a través de su portal una lluviosa y triste Venecia la acogió. Su rostro se desencajó por la tristeza y la confusión, soltando después un suspiro de pesadez. Pesadez por el clima. Se refugió en una pequeña cafetería, esperando que la lluvia dejara de atormentar sus planes. Así pasaron minutos y cuando se dio cuenta, estaba caminando hacia un callejón, molesta. Tenía que irse a otro lado, un lugar que le brindase inspiración y, por si fuera poco para una de las mimadas de la Asociación, un clima prometedor. Frunció los labios mientras que balanceaba entre sus dedos a Rose, su querido dije, su portal. Así decidió aventurarse, tan solo cerrando los parpados e imaginándose calidez. Calidez que segundos después pudo sentir sobre sus hombros desnudos.
Abrió los parpados y soltó una corta risa. Había vuelto a Londres, al lugar donde le habían recomendado comprar los mejores cuadros de arte en aquellas aperturas de nuevos y prometedores museos. También ese lugar era la cuna de sus autores favoritos y, por si empezaba a cansarse, podría dirigirse al apartamento de Emilia y dormir un par de horas con la seguridad que ninguna Tatuada de David aparecería en su camino para clavarle un puñal que la enviase a repetir el ciclo de un eterno: volver cada cierta cantidad de años con un aspecto nuevo, pero con los mismos recuerdos pasados. Sintió unas miradas sobre ella y eran un par de jóvenes que la observaban. Pestañeó un par de veces, confundida. ¿Otra vez había causado impresión por aparecer así de la nada? Uno de ellos le sonrió y ella guardó sus ganas de devolverle la sonrisa. No quería dar insinuaciones, sus clases para ser una genuina dama se lo impedían, ella tenía otro propósito. Caminó, inundándose de la luz brillante que el astro brindaba a esa pequeña parte del mundo. En sus pensamientos hizo una cola de a los museos a los que había concurrido con Linden y Emilia, esta última como ella buscaban inspiración en toda clase de cosas y normalmente la encontraba en museos. Tal vez ella podría encontrar la raíz de su inspiración en uno de ellos. Se le vino a la cabeza un nombre, no estaba tan lejos de este y con su cuaderno de dibujos debajo del brazo y su cartera gigantesca, en donde guardaba sus pinceles y carboncillo, caminó por Bond Street deteniendose de cuando en cuando para observar si habían nuevas curiosidades en sus tiendas favoritas, compró una reliquia para Emilia en Covent Garden y un libro para Linden. Y finalmente, tras dejar de distraerse, llegó a el aclamado National Gallery.
Cruzando el umbral se encontró con la desagradable sorpresa que no era la única eterno en dicho lugar. ¿Qué hacía aquel demonio insoportable en un lugar que no era nada acorde a sí? Jenna podía afirmar que el lugar olía a azufre, pero podría sobrellevarlo mientras que la contraria no buscara provocarla. Desvió la mirada hacia la secretaria del lugar, la cual al verla casi suelta un grito ahogado. La mujer se levantó casi tambaleando y sostuvo con apremio las cosas de Jenna ¿Era normal aquel respeto por una menuda castaña de ojos azules? Sí, después de todo se trataba de una de las nuevas reencarnaciones del hermano pecador de toda la historia: Caín y, por si fuera poco, pertenecía al más alto rango dentro de aquella corrupta Asociación. Ingresó al museo alejando de sus pensamientos a Holmes, la rubia, la cual no la había notado aún. Rápidamente se dirigió hacia las esculturas que aveces plasmaban a personas que había conocido en vidas pasadas.
–¿Gusta que le ayude, señorita? –Preguntó un joven no más joven que ella. La inspeccionaba con la mirada, seguro había notado quién era.
–Vaya indiscreción– pensó la castaña con aplomo.
JB1535635 · F
Out: Bueno, ¿le gustaría que comenzara un turno? Leí que hacía Epic Rol, lo cual me parece interesante, y creo que podría acoplarme a ello.
JB1535635 · F
Out: Agradezco que aceptara la solicitud. Espero nos llevemos bien.
HidekiKouAino · M
OFF: Por supuesto, no hay problema!
HidekiKouAino · M
OFF: Gracias por aceptar mi solicitud!
Espero nos llevemos bien y ... ya te conozco xD
Comenzarías un rol? *-*
Espero nos llevemos bien y ... ya te conozco xD
Comenzarías un rol? *-*
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