31-35, M
Sólo rol de más de quince lineas.
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EmiliaDecker · F
Dio pasos apresurados hacia su departamento que se situaba en el centro de la ciudad. Ese día nada podría salir mal ya que lo había planeado con anticipación y todo el anhelo posible. No había clases en la tarde y todas sus reuniones fueron movidas para la siguiente semana o para días vecinos en los cuales no estuviera tan exhausta por lidiar con una vida como vicepresidenta de una compañía exitosa y estudiante ejemplar a tiempo completo. La pelirroja natural tenía en cuenta los deseos de sus padres adoptivos por velar un futuro lo bastante prometedor que para cuando volviese a reencarnar; la empresa Decker aún continuará funcionando y le brindará cuidado así que por ello, junto a más razones personales, trataba de ser una heredera digna con todo tipo de educación como lo era su hermanastro Stephan. Un suspiro lleno de alivio fue expulsado de sus pulmones. En esa fecha no tenía citas de negocios ni íntimos con ninguna amistad o pariente así que estaba dispuesta a mimarse como soñaba hacerlo. Primero me tomaré unas horas para pintar en Moscú, segundo miraré unas películas en Alemania para concluir la velada con unas buenas horas de sueño ¡Será magnifico! Sentía como sus pómulos tomaban un color carmín por la excitación del momento. Jenna estaría con Linden por lo cual no tendría que preocuparse de que se perdiera en algún punto del mundo, Francis compartiría experiencias románticas con su más reciente novia Johvanna y Stephan estaría tan ocupado con los negocios que no se atrevería ni a mandarle un mensaje coqueto. No había nada que arruinarse su buen humor.
A llegar a su morada decidió tomar una ducha de agua caliente, con intenciones de consentir a sus músculos luego de una pesada semana, prosiguiendo con una nueva vestimenta (cortesía de su madre) y concluyendo la monotonía de todos los días con un almuerzo sencillo el cual termino y limpió los servicios antes de partir a lo que sería su oportunidad de relajarse. Guardando sus complementos de artes (lápices, borradores, dos tajadores extras junto a carboncillo y acuarelas) en una sección del bolso de cuero para que la otra pudiera ocupar sus pertenencias (bloc de notas, pañuelos, los dulces que tanto adoraba, lápiz labial sabor cereza, billetera y su Cristal). Comprobó que tenía todo lo que podría necesitar y partió en dirección a la azotea. Una vez ahí pudo admirar el inicio del crepúsculo en su ciudad natal Venecia con Cristal, su portal, en ambas manos. Llegaron a su mente bellos recuerdos en Moscú, el idioma tan complicado y las mujeres tan inexplicablemente hermosas pero todo fue borrado como arena en el agua por imágenes de un país distinto pero conocido para la italiana ¿Londres? ¿Qué tenía que hacer ella ahí? Suplico que el sonido del claxon fuera causante por un moscovita pero al abrir aquellos obres grises, los mantuvo cerrados por el trayecto del viaje, comprobó que se trataba de un británico con todo el acento de la ciudad.
Maldijo a todos los dioses conocidos como no a verse atrapada en el país. Cristal nuevamente le había hecho una jugada de último minuto. Se apartó del camino del conductor para sostenerse en una pared cercana ya que memorias desagradables empezaron a aturdirla con brutalidad. Sangre en los pisos, gritos desgarradores, compañías masculinas y unas fuertes manos que la consolaban por el fallecimiento de Amatis. Reaccionó cuando una adolescente de su edad, tenía la pinta, se acercó para comprobar su estado de salud y una vez negada cualquier enfermedad pudo marcharse con una corta sonrisa. Emilia Decker no conocía a ninguna mujer cuyo nombre era Amatis pero no dio más vueltas al asunto. Ahora sabía el porqué su portal la había llevado ahí. Debía de averiguar el fallecimiento de la extraña mujer y el suyo.
Un corriente de aire helo sus huesos y admiro su vestimenta inapropiada para la ocasión. Jeans azulados como el fondo de mar cubrían sus largas piernas hasta la altura de la rodilla donde hacía aparición unas botas de cuero marrón, una remera crema con palabras en inglés bordadas en negro y una levita negra como la noche con pequeñas incrustaciones de cristal haciendo imagen a estrellas. Estaba abrigada más no tanto. La primera parada sería un centro comercial pero eso tendría que esperar. Sus deseos rotos debían ser compensados por un mocca caliente. Ingresó a la primera cafetería que se le cruzó en el camino y tomó asiento cerca a la ventana cuando fue atendida por un trabajador joven de cabellera negra alborotada y voz nerviosa. Al parecer era nuevo en el negocio.
-Un mocca y un muffin de vainilla, por favor. – Pidió al mesero que la atendió de inmediato y se dio cuenta del por qué. Solo había dos clientes sin contarla a ella. Esperaba que fuera por el frío y no por el servicio. No tenía las fuerzas para soportar un mocca de mal gusto.
A llegar a su morada decidió tomar una ducha de agua caliente, con intenciones de consentir a sus músculos luego de una pesada semana, prosiguiendo con una nueva vestimenta (cortesía de su madre) y concluyendo la monotonía de todos los días con un almuerzo sencillo el cual termino y limpió los servicios antes de partir a lo que sería su oportunidad de relajarse. Guardando sus complementos de artes (lápices, borradores, dos tajadores extras junto a carboncillo y acuarelas) en una sección del bolso de cuero para que la otra pudiera ocupar sus pertenencias (bloc de notas, pañuelos, los dulces que tanto adoraba, lápiz labial sabor cereza, billetera y su Cristal). Comprobó que tenía todo lo que podría necesitar y partió en dirección a la azotea. Una vez ahí pudo admirar el inicio del crepúsculo en su ciudad natal Venecia con Cristal, su portal, en ambas manos. Llegaron a su mente bellos recuerdos en Moscú, el idioma tan complicado y las mujeres tan inexplicablemente hermosas pero todo fue borrado como arena en el agua por imágenes de un país distinto pero conocido para la italiana ¿Londres? ¿Qué tenía que hacer ella ahí? Suplico que el sonido del claxon fuera causante por un moscovita pero al abrir aquellos obres grises, los mantuvo cerrados por el trayecto del viaje, comprobó que se trataba de un británico con todo el acento de la ciudad.
Maldijo a todos los dioses conocidos como no a verse atrapada en el país. Cristal nuevamente le había hecho una jugada de último minuto. Se apartó del camino del conductor para sostenerse en una pared cercana ya que memorias desagradables empezaron a aturdirla con brutalidad. Sangre en los pisos, gritos desgarradores, compañías masculinas y unas fuertes manos que la consolaban por el fallecimiento de Amatis. Reaccionó cuando una adolescente de su edad, tenía la pinta, se acercó para comprobar su estado de salud y una vez negada cualquier enfermedad pudo marcharse con una corta sonrisa. Emilia Decker no conocía a ninguna mujer cuyo nombre era Amatis pero no dio más vueltas al asunto. Ahora sabía el porqué su portal la había llevado ahí. Debía de averiguar el fallecimiento de la extraña mujer y el suyo.
Un corriente de aire helo sus huesos y admiro su vestimenta inapropiada para la ocasión. Jeans azulados como el fondo de mar cubrían sus largas piernas hasta la altura de la rodilla donde hacía aparición unas botas de cuero marrón, una remera crema con palabras en inglés bordadas en negro y una levita negra como la noche con pequeñas incrustaciones de cristal haciendo imagen a estrellas. Estaba abrigada más no tanto. La primera parada sería un centro comercial pero eso tendría que esperar. Sus deseos rotos debían ser compensados por un mocca caliente. Ingresó a la primera cafetería que se le cruzó en el camino y tomó asiento cerca a la ventana cuando fue atendida por un trabajador joven de cabellera negra alborotada y voz nerviosa. Al parecer era nuevo en el negocio.
-Un mocca y un muffin de vainilla, por favor. – Pidió al mesero que la atendió de inmediato y se dio cuenta del por qué. Solo había dos clientes sin contarla a ella. Esperaba que fuera por el frío y no por el servicio. No tenía las fuerzas para soportar un mocca de mal gusto.