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31-35, M
Sólo rol de más de quince lineas.
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JB1535635 · F
Out: ¿Le parece? Yo suelo encontrar los roles extenss más interesantes ¿No son esos, o bueno la mayoría, los que detallan más el ambiente?

Había ideado grandes planes. Haven le había enseñado un par de técnicas que podría lograr en sus lienzos un toque mucho más fascinante. Sí, eran buenos planes, salir de la Asociación e ir a Venecia, subirse en una de sus muchas balsas hermosas y pintar todo su recorrido, lograr el mismo tono del agua, causar el mismo movimiento de este en una pintura. Sin embargo, no pudo ser así. Llegando a través de su portal una lluviosa y triste Venecia la acogió. Su rostro se desencajó por la tristeza y la confusión, soltando después un suspiro de pesadez. Pesadez por el clima. Se refugió en una pequeña cafetería, esperando que la lluvia dejara de atormentar sus planes. Así pasaron minutos y cuando se dio cuenta, estaba caminando hacia un callejón, molesta. Tenía que irse a otro lado, un lugar que le brindase inspiración y, por si fuera poco para una de las mimadas de la Asociación, un clima prometedor. Frunció los labios mientras que balanceaba entre sus dedos a Rose, su querido dije, su portal. Así decidió aventurarse, tan solo cerrando los parpados e imaginándose calidez. Calidez que segundos después pudo sentir sobre sus hombros desnudos.

Abrió los parpados y soltó una corta risa. Había vuelto a Londres, al lugar donde le habían recomendado comprar los mejores cuadros de arte en aquellas aperturas de nuevos y prometedores museos. También ese lugar era la cuna de sus autores favoritos y, por si empezaba a cansarse, podría dirigirse al apartamento de Emilia y dormir un par de horas con la seguridad que ninguna Tatuada de David aparecería en su camino para clavarle un puñal que la enviase a repetir el ciclo de un eterno: volver cada cierta cantidad de años con un aspecto nuevo, pero con los mismos recuerdos pasados. Sintió unas miradas sobre ella y eran un par de jóvenes que la observaban. Pestañeó un par de veces, confundida. ¿Otra vez había causado impresión por aparecer así de la nada? Uno de ellos le sonrió y ella guardó sus ganas de devolverle la sonrisa. No quería dar insinuaciones, sus clases para ser una genuina dama se lo impedían, ella tenía otro propósito. Caminó, inundándose de la luz brillante que el astro brindaba a esa pequeña parte del mundo. En sus pensamientos hizo una cola de a los museos a los que había concurrido con Linden y Emilia, esta última como ella buscaban inspiración en toda clase de cosas y normalmente la encontraba en museos. Tal vez ella podría encontrar la raíz de su inspiración en uno de ellos. Se le vino a la cabeza un nombre, no estaba tan lejos de este y con su cuaderno de dibujos debajo del brazo y su cartera gigantesca, en donde guardaba sus pinceles y carboncillo, caminó por Bond Street deteniendose de cuando en cuando para observar si habían nuevas curiosidades en sus tiendas favoritas, compró una reliquia para Emilia en Covent Garden y un libro para Linden. Y finalmente, tras dejar de distraerse, llegó a el aclamado National Gallery.

Cruzando el umbral se encontró con la desagradable sorpresa que no era la única eterno en dicho lugar. ¿Qué hacía aquel demonio insoportable en un lugar que no era nada acorde a sí? Jenna podía afirmar que el lugar olía a azufre, pero podría sobrellevarlo mientras que la contraria no buscara provocarla. Desvió la mirada hacia la secretaria del lugar, la cual al verla casi suelta un grito ahogado. La mujer se levantó casi tambaleando y sostuvo con apremio las cosas de Jenna ¿Era normal aquel respeto por una menuda castaña de ojos azules? Sí, después de todo se trataba de una de las nuevas reencarnaciones del hermano pecador de toda la historia: Caín y, por si fuera poco, pertenecía al más alto rango dentro de aquella corrupta Asociación. Ingresó al museo alejando de sus pensamientos a Holmes, la rubia, la cual no la había notado aún. Rápidamente se dirigió hacia las esculturas que aveces plasmaban a personas que había conocido en vidas pasadas.

–¿Gusta que le ayude, señorita? –Preguntó un joven no más joven que ella. La inspeccionaba con la mirada, seguro había notado quién era.

–Vaya indiscreción– pensó la castaña con aplomo.