31-35, M
Sólo rol de más de quince lineas.
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JB1535635 · F
No había contado que en aquel museo su presencia fuera tan notoria para personas tan mundanas como aquel joven que seguía inspeccionándola. Recordaba que la ultima vez no la habían acribillado con la mirada ni tampoco a Emilia... hasta que recordó que Linden las había acompañado. Eso explicaba todo y si es que lograba zafarse de aquel joven no pasaría mucho hasta que otro intentara hablar con ella. Maldijo a la secretaria, la castaña estaba segura que ella había sido quien había comunicado a todos sus compañeros que Caín se encontraba en el Museo, que sería la oportunidad de cualquiera de poder atraer el interés de la eterno para que esta le recomendase dentro de la Asociación. Una recomendación suya sería un pase seguro. Apretó los labios y se llevó los dedos al puente de su nariz intentando encontrar aquellas palabras ensayadas y repetidas ya por tantas veces. Fue ahí donde escuchó una voz masculina que por un segundo hizo fruncir el ceño al joven. Con curiosidad volteó el rostro y observó a dos nuevos presentes. Se mordió el labio para reprimir una sonrisa mientras que el joven asentía con la cabeza y su voz temblaba un poco tal vez por la... ¿ira contenida?
–Enseguida vendrá una señorita para que le de un recorrido por el Museo, joven –Murmuró aún con la voz temblandole. Se volteó y caminó hacia un pasillo dejando solo el sonido de sus apresurados pasos.
Ahora ya nada le detenía para salir corriendo del lugar, crear otro portal y dirigirse a otra parte del mundo. Sin embargo podría hacer cualquier cosa menos ser descortés así que se volteó con una sonrisa acompañado por un consejo que comenzaba a vagar por su cabeza. Si se trataba de otro eterno ella se encargaría de que Zhar le regalase un par de puntos más. Y sí, observándolo incluso ella podría haberlo confundido con un eterno, de esos que se ahogaban en el dinero y que poco o nada les importaba su alrededor. Sin embargo había algo que no cuadraba en el perfil de todo pedante y ese algo fue lo que le salvó de decir "¿Por qué te tardaste tanto en ayudarme?". Y a su costado había incluso un personaje más particular que, sin querer, le trajo a la memoria a sus dos consentidos Tronis y Annabel. No sabía cómo explicarlo, pero aquella divertida expresión, esos ojos e incluso la forma en cómo observaba lo que estaba pasando le hacía recordar a sus dos gatos.
–Gracias por haberme ayudado con aquel fisgón. No recordaba muy bien las palabras para alejarlo –Y volteó por un segundo hacia la dirección por donde había desaparecido aquel joven– Y... si me dejan aconsejarlos –susurró mientras observaba con complicidad a los dos– diría que lo más sensato sería irse de aquí. Estoy segura que vendrá una señorita que no dejará de hablar sobre sus habilidades, en dónde ha estudiado, qué propósitos tiene en la vida y más cosas que no tendrán nada que ver con todas estas buenas piezas de arte –Qué decepcionante era tener que irse y buscar otro lugar interesante– Aunque bueno... en Londres hay bastantes curiosidades, ¿no cree? –Cuestionó mientras que ladeaba un poco el rostro. Aquel busto frente a sí se le hacía conocido, no recordaba su nombre de la persona, pero seguro lo había conocido alrededor de 1820.
Se alejó un par de pasos y con un leve asentimiento de cabeza se dirigió hacia la entrada del Museo. Rápidamente su expresión cambió. Sería lo más descortés con aquella secretaria e incluso le dirigiría miradas de desaprobación que la colocarían por un par de días llena de miedo a que los hombres grises la desaparecieran por haber arruinado la visita de Caín. Cuando se encontró frente a la secretaria, que incluso palideció al encontrar la voz de la eterno llena de odio, tuvo que esperar unos minutos por sus cosas y fue ahí donde se prometió no volver a ese Museo, pues Johvanna Holmes también se acercaba hacia la entrada con la vista fija.... en ella. Era lo último que le faltaba, pero Jenna Bane no huiría, no heriría su orgullo y menos frente al demonio insoportable así que se quedó en su lugar, con la vista filuda y fija en la rubia. Si se atrevía a tocarla, no respondería a sus actos.
–¡Jenna! ¡Qué sorpresa verte aquí! Ah no espera, no es tan impresionante ¿Engañas a Linden con aquel de allá? ¿Con un invocado común y corriente? Aunque bueno... incluso yo lo haría. Después de todo tenemos muchas vidas para pagar nuestros pecados, ¿cierto?
–Me pregunto cuántas vidas deberás pasar para pagar cada una de tus barbaridades ¿Francis te dejó plantada? Supe que hoy saldría con Emilia ¿Qué dices de Linden? ¿Ahora lo quieres? Me pregunto a cuánto le ofrecerás tu sucio cuerpo.
La rubia soltó una risotada ácida y salió del lugar, pavoneándose de su buen cuerpo y Jenna maldijo por dentro a la lenta secretaria. Una vez afuera acomodó su cuaderno debajo de su brazo y espero ahí a que aquella figura rubia desapareciera de su vista. En cualquier otro lado podría hacer un escá
–Enseguida vendrá una señorita para que le de un recorrido por el Museo, joven –Murmuró aún con la voz temblandole. Se volteó y caminó hacia un pasillo dejando solo el sonido de sus apresurados pasos.
Ahora ya nada le detenía para salir corriendo del lugar, crear otro portal y dirigirse a otra parte del mundo. Sin embargo podría hacer cualquier cosa menos ser descortés así que se volteó con una sonrisa acompañado por un consejo que comenzaba a vagar por su cabeza. Si se trataba de otro eterno ella se encargaría de que Zhar le regalase un par de puntos más. Y sí, observándolo incluso ella podría haberlo confundido con un eterno, de esos que se ahogaban en el dinero y que poco o nada les importaba su alrededor. Sin embargo había algo que no cuadraba en el perfil de todo pedante y ese algo fue lo que le salvó de decir "¿Por qué te tardaste tanto en ayudarme?". Y a su costado había incluso un personaje más particular que, sin querer, le trajo a la memoria a sus dos consentidos Tronis y Annabel. No sabía cómo explicarlo, pero aquella divertida expresión, esos ojos e incluso la forma en cómo observaba lo que estaba pasando le hacía recordar a sus dos gatos.
–Gracias por haberme ayudado con aquel fisgón. No recordaba muy bien las palabras para alejarlo –Y volteó por un segundo hacia la dirección por donde había desaparecido aquel joven– Y... si me dejan aconsejarlos –susurró mientras observaba con complicidad a los dos– diría que lo más sensato sería irse de aquí. Estoy segura que vendrá una señorita que no dejará de hablar sobre sus habilidades, en dónde ha estudiado, qué propósitos tiene en la vida y más cosas que no tendrán nada que ver con todas estas buenas piezas de arte –Qué decepcionante era tener que irse y buscar otro lugar interesante– Aunque bueno... en Londres hay bastantes curiosidades, ¿no cree? –Cuestionó mientras que ladeaba un poco el rostro. Aquel busto frente a sí se le hacía conocido, no recordaba su nombre de la persona, pero seguro lo había conocido alrededor de 1820.
Se alejó un par de pasos y con un leve asentimiento de cabeza se dirigió hacia la entrada del Museo. Rápidamente su expresión cambió. Sería lo más descortés con aquella secretaria e incluso le dirigiría miradas de desaprobación que la colocarían por un par de días llena de miedo a que los hombres grises la desaparecieran por haber arruinado la visita de Caín. Cuando se encontró frente a la secretaria, que incluso palideció al encontrar la voz de la eterno llena de odio, tuvo que esperar unos minutos por sus cosas y fue ahí donde se prometió no volver a ese Museo, pues Johvanna Holmes también se acercaba hacia la entrada con la vista fija.... en ella. Era lo último que le faltaba, pero Jenna Bane no huiría, no heriría su orgullo y menos frente al demonio insoportable así que se quedó en su lugar, con la vista filuda y fija en la rubia. Si se atrevía a tocarla, no respondería a sus actos.
–¡Jenna! ¡Qué sorpresa verte aquí! Ah no espera, no es tan impresionante ¿Engañas a Linden con aquel de allá? ¿Con un invocado común y corriente? Aunque bueno... incluso yo lo haría. Después de todo tenemos muchas vidas para pagar nuestros pecados, ¿cierto?
–Me pregunto cuántas vidas deberás pasar para pagar cada una de tus barbaridades ¿Francis te dejó plantada? Supe que hoy saldría con Emilia ¿Qué dices de Linden? ¿Ahora lo quieres? Me pregunto a cuánto le ofrecerás tu sucio cuerpo.
La rubia soltó una risotada ácida y salió del lugar, pavoneándose de su buen cuerpo y Jenna maldijo por dentro a la lenta secretaria. Una vez afuera acomodó su cuaderno debajo de su brazo y espero ahí a que aquella figura rubia desapareciera de su vista. En cualquier otro lado podría hacer un escá