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I'm the protagonist, the antagonist and the victim of this story.
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RynGreenwood1564298 · 26-30, M
[code]Su mirada se unió a la de ella y el resto del mundo desapareció en un etéreo desvanecimiento, como si las sombras de un humo superfluo lo envolviesen todo en cuestión de un parpadeo y no quedara más visión que aquellas pupilas azules decorando un rostro perfecto. Ryan no articuló palabra, pues, daba por hecho que su amada pelirroja sabía el martirio que él sufría también estando lejos de ella. En su lugar, prefirió sonreír de una manera apenas perceptible, como si los músculos de su rostro se hubiesen anestesiado con una alta dosis de amor; y tras perderse en aquél limbo nocturno durante unos segundos, hubo un destello blanco que, sin previo aviso, desbarató la tierra bajo sus pies.

Ni siquiera tuvo que preparar las runas para dar el salto, y no hubo movimiento alguno en la tierra, el destello era apenas perceptible y esa habilidad era una de las tantas cosas que le separaban de los adeptos iniciados en la magia como el joven que había traído a su amada hasta allí. En ningún momento soltó las manos de Lyla, y para cuando el viaje terminó y se hallaron sobre la cima de un monte alejado del bosque, por fin habló.

—Mañana iremos a primer hora a Dublín, a encontrarnos con el patriarca de uno de los clanes irlandeses, y no tendremos tiempo para nada. Por eso, he preparado esto.

A sólo unos pies de distancia de donde habían aparecido, una larga y suave manta yacía extendida sobre la fría hierba, acompañada de una botella de vino y un par de copas, además de algunos bocadillos dulces. Las nubes se alejaron a toda prisa, como si fuesen cómplices de todo el plan de Ryan, para dar paso a la luna llena, añadiendo algo de luz a la atmósfera. A la distancia, los negros bosques que rodeaban Belfast pintaban el paisaje hasta llegar al río Lagan, donde la tierra se partía para encaminar los caudales hacia el mar. Poco se podía hacer para ocultar las luces lejanas de la capital de Irlanda del Norte, sin embargo, terminaron añadiendo su propio toque al momento.[/code]
RynGreenwood1564298 · 26-30, M
[code]Al cabo de unos minutos solemnes de aquella sensación que aborda el alma en presencia de la magnificencia etérea de la noche empapando el claro de un bosque, Ryan sintió la proximidad de su amada, aún antes de que el destello blanco marcara su llegada. Aquél calor sobrenatural que emanaba del cuerpo de Lyla era algo inconfundible, y para el invocador significaba sólo una cosa: por fin estaba en casa, pues su hogar era, desde hacía mucho, el lugar donde ella estuviera.

La tierra tembló por escasos segundos tras el arribo de ambas siluetas.
«Éstos novatos...» pensó.

Para Ryan no era difícil sobreponer las formalidades, cosa que seguramente tenía a Lyla contra las cuerdas en esos momentos. Aquella mirada tan icónica sólo le hizo estremecer por dentro, pero, se dignó a hacer un pequeño gesto a su amada en respuesta. Por otra parte, el rastreador que había traído a la joven se inclinó casi hasta la altura de las rodillas, una vez se halló en la presencia del heredero de la sagrada Orden; Ryan sólo movió un poco la cabeza.

— Honorable señor Greenwood.
— Tsk. —Su desagrado ante tales palabras fue irremediablemente evidente, lo que hizo titubear al muchacho.
— La Coordinación del Círculo me ha dicho que las instrucciones para su movimiento llegarán a primera hora mañana. Por otra parte, ésta es la ubicación de residencia de las jóvenes auxiliares.

Dicho esto, extendió su izquierda para otorgar un pequeño trozo de papel. Ryan lo tomó sin apartar la vista de los ojos de su amada.

— También su... madre, Lady O'Conelly me ha dicho que...
— Eso es todo —interrumpió el invocador— puedes retirarte.
— Pero, señor...
— He dicho —con estas palabras, hundió su verde mirada en la del rastreador, quien retrocedió instintivamente un paso— que es todo.

Guardó el trozo de papel en uno de los bolsillos de su abrigo, para después quitárselo y apoyarlo sobre los hombros de Lyla con delicadeza.

—Señor Greenwood, señorita Collins.
Tras ésta derrotada despedida, el rastreador desapareció con el mismo temblor de tierra tras su destello.

Y una vez se hallaron solos, Ryan estrechó las manos de la pelirroja, sumergiéndose en ese par de orbes del color del mar atlántico, un azul que ni siquiera los más maravillosos y antiguos lapislázulis podrían igualar, ni en belleza, ni en valor para el joven hechicero.
El viento resopló con fuerza, como haciendo festejo audible del reencuentro de dos almas ensimismadas en un universo diminuto: el de su amor.

Y antes de que la muchacha pudiera siquiera tomar el aire para vocalizar algún saludo, Ryan, sin más miramientos, fundió sus labios helados en los cálidos de ella.[/code]
RynGreenwood1564298 · 26-30, M
Belfast, Irlanda.
Noviembre.




[code]Con la puesta de sol se marcaba el término del tercer día de su estancia en Irlanda del Norte. Hunter y Ryan llegaron desde Londres con la encomienda de apaciguar las fricciones políticas del Clan Oso Pardo, quienes se habían dividido por causas necias, como era habitual en las casas en desarrollo desde la reforma impuesta por la sagrada Orden. La presencia de los herederos era siempre bien vista por los nobles y por ésta razón, el Lord Regente, tío de los hermanos Greenwood, les había enviado a la primera oportunidad.

Y tal como los dos jóvenes habían requerido -por escrito y en forma, para evitar molestar a su madre- las dos auxiliares Lyla Collins, y Marie Stuart serían enviadas como apoyo, completando así el "famoso" equipo, cuyo renombre se remontaba desde sus días en la Academia de Alta Magia.
Normalmente, se hacían viajes a plena luz del día directamente cuando el destino era una comarca mágica de algún Clan, pero, siendo Belfast una ciudad común, la Orden imprimía especial cuidado: las dos jóvenes serían enviadas a diferentes locaciones y a diferente horario. Ryan recibiría a Lyla, Hunter a Marie, y las llevarían a sus estancias en cuanto el reloj marcara la media noche.

El terrible hedor de los transportes públicos era casi insoportable para el joven invocador y cerca estuvo de ir a pie, a pesar que le tomaría el doble de tiempo llegar hasta la salida de la ciudad.
Los inmensos bosques que revestían las nubladas montañas a las afueras de Belfast eran el punto recurrente para los encuentros de Iniciados, pues pocos comunes se aventuraban a salir de las fronteras, o peor aún, a desobedecer el toque de queda que mantenía a Reino Unido bajo el control indirecto de la misma Orden. La media luna se alzaba triunfante por sobre los escasos nubarrones grisáceos, y la poca probabilidad de lluvia brindaba alivio al alma.

Ryan hundió la nariz tras su bufanda azul y tras bajar del transporte, enfundó ambas manos en los bolsillos de su abrigo; estaba a diez minutos de su destino, y a partir de ahí tenía que ir a pie.


Las sombras se movían y parecían abrirse al paso seguro del joven hechicero, como si estuviesen familiarizadas con sus artes y destrezas y temieran la aparición majestuosa de su poder. Los árboles susurraban y el crujir de las ramas a sus pies formaban una siniestra sinfonía que se repetía una y otra vez en ecos pesados a través de la piedra húmeda de la alta montaña.

Pronto encontró un claro, lejos de la entrada al bosque. Allí y en medio del todo, se alzaba una piedra que inspiraba un aura sobrenatural, en ella se distinguía una marca grabada a gran profundidad, siendo ésta un signo que los rastreadores de la Orden usaban para los saltos. Sentándose al pie de aquella enorme piedra, se dispuso a esperar la llegada de su amada. El emisario que daría el salto con ella, otorgaría un par de instrucciones a los Iniciados y se iría de la misma forma en la que llegaría: en un destello. Y así podrían estar juntos y solos de nuevo.
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«Nunca estás sólo...»


[code]La voz parecía un susurro mezclado entre los cotilleos arbóreos que obsequiaba el bosque.[/code]
| Gracias por aceptar. |
Su mirada se unió a la de ella y el resto del mundo desapareció en un etéreo desvanecimiento, como si las sombras de un humo superfluo lo envolviesen todo en cuestión de un parpadeo y no quedara más visión que aquellas pupilas azules decorando un rostro perfecto. Ryan no articuló palabra, pues, daba por hecho que su amada pelirroja sabía el martirio que él sufría también estando lejos de ella. En su lugar, prefirió sonreír de una manera apenas perceptible, como si los músculos de su rostro se hubiesen anestesiado con una alta dosis de amor; y tras perderse en aquél limbo nocturno durante unos segundos, hubo un destello blanco que sin previo aviso, desbarató la tierra bajo sus pies.

Ni siquiera tuvo que preparar las runas para dar el salto, y no hubo movimiento alguno en la tierra, el destello era apenas perceptible y esa habilidad era una de las tantas cosas que le separaban de los adeptos iniciados en la magia como el joven que había traído a su amada hasta allí. En ningún momento soltó las manos de Lyla, y para cuando el viaje terminó y se hallaron sobre la cima de un monte alejado del bosque, por fin habló.

—Mañana iremos a primer hora a Dublín, a encontrarnos con el patriarca de uno de los clanes irlandeses, y no tendremos tiempo para nada. Por eso, he preparado esto.

A sólo unos pies de distancia de donde habían aparecido, una larga y suave manta yacía extendida sobre la fría hierba, acompañada de una botella de vino y un par de copas, además de algunos bocadillos dulces. Las nubes se alejaron a toda prisa, como si fuesen cómplices de todo el plan de Ryan, para dar paso a la luna llena, añadiendo algo de luz a la atmósfera. A la distancia, los negros bosques que rodeaban Belfast pintaban el paisaje hasta llegar al río Lagan, donde la tierra se partía para encaminar los caudales hacia el mar. Poco se podía hacer para ocultar las luces lejanas de la capital de Irlanda del Norte, sin embargo, terminaron añadiendo su propio toque al momento.
JB1535635 · F
― en algún departamento de belfast, noche.

Por un momento tuvo que balancearse sobre el suelo donde se encontraba. Estuvo a punto de caer de bruces hacia adelante, pero por suerte aún no estaba tan mareada. Si Jenna algún día tendría que alardear algo sería su estamina, porque realizar cinco portales requería de una bárbara cantidad de energía que ella acababa de consumir hasta el momento y aún no caía muerta de cansancio. Observó hacia ambos costados con cierta diversión y enarcó una ceja. No conocía el lugar. Y lo último que recordaba era encontrarse en el medio de una celebración hindú con tres mujeres enseñándole a bailar, había llegado a ese lugar producto de sus antojos por algo picante y ahora no entendía como ese deseo aún constante en su sistema la había guiado a ese reducido cuarto privándola de aquella fiesta tan divertida. Alrededor de su cuello aún tenía el collar de flores y estaba segura que si sacudía la cabeza al suelo caerían partículas de azafrán y otros picantes que la novia había tirado al cielo en la previa celebración. Con la música aún en su cabeza comenzó a moverse por la habitación, casi sin reparar en que era terreno desconocido. Terreno hostil.

Primero se dirigió hacia una de las repisas, abriendo cajones sin cuidado, revisando lo que sea que tuvieran, pero nada la ayudaba a entender dónde se encontraba. Después caminó hacia una de las paredes tapizadas y hacer una mueca de disgusto al reconocer el pésimo gusto que el decorador hubiese colocado en esa habitación. Por último, volteó a observar hacia un armario. Por unos segundos se mantuvo suspendida en la duda de abrirlo o no. Si lo abría, quizás encontraría un cuerpo con varios días de descomposición y ella se vería en un crimen del cual no había sido partícipe... o encontraria el camino a Narnia. Si no lo hacia, se mantendría aún parada ahí, como tonta. Y como Jenna se consideraba todo menos tonta, abrió el armario con ambas manos y soltando un acusador: ― ¡Ajá! ― Y la sorpresa que resguardaba no era un camino para que conociera a Aslan. No, era algo mucho mejor. Las llamaradas fueron la bienvenida, el calor se le hizo remotamente conocido y la sonrisa que formó en sus labios poco a poco comenzó a desvanecerse para ser reemplazada por una expresión de consternación. Jenna dio un par de pasos hacia atrás y pestañeó, casi incrédula. No era posible. ― ¿Klauz? ― Lo llamó por el nombre con el cual el Guardián de Portales había bautizado a su ave de fuego y sol. Y como Jenna no tenía un título en interpretación de aves mitológicas, cuando el supuesto Klauz respondió con un graznido, ella lo tomó como un "Sí, soy Klauz y he sido secuestrado, ayúdame, mortal". Asintió solemne a su imaginaria petición y desvió la mirada hacia la entrada de la habitación.

¿Cómo es que llegaste aquí? ― Le increpó mientras que se sorprendía de que aquel armario soportara el calor del ave. Linden solía mantener a Klauz en su nido para que así se mantuviera en calor y no quemara su apartamento. Sacudió con la cabeza, ahora con una mejor pregunta. ― ¿Cómo es que Linden te alejó de su vista tan fácilmente? ― Según ella sabía, Linden no se caracterizaba por dejar las cosas a la ligera. Así que esta situación era nueva y extraña. Casi como su rutina diaria. Dejando a un lado el factor lógico de que Klauz no iba a responderle ninguna de sus demandadas cuestiones, Jenna se preguntó cómo es que sacaría a Klauz de ese lugar. Porque si bien lo conocía, este detestaba que ella le colocara un dedo encima al punto de picotearle con fuego si así era necesario. Y, honestamente, esa noche Jenna no tenía el menor ánimo en dirigirse con dedos quemados a la mansión de los Holmes para que se los curaran. Enarcó una ceja y observó al ave de manera acusatoria. ― Bien, si deseas salir de aquí, tengo unas condiciones: nada de picoteos y absolutamente nada de quemar mi cabello, ¿estamos claros? ― Nuevamente tomó su graznido como otra luz verde. Solo que cuando estaba procediendo al escape, escuchó de manera clara cómo la entrada a esa reducida habitación se abría. Y de esta emergía una pelirroja que no era Emilia. Y que significaría una sola cosa: problemas.
JB1535635 · F
Ooc: Amazing, me adelanto y te lo envío yo quien fui la que agregó, así que por ahí más ideas se me deberían ocurrir. (: