Cuánta sinceridad en sus palabras, no pudo evitar reír y abrazarse a ella como si temiera que realmente en algún momento de lucidez la fuera a arrojar al vacío. — Prometo no molestarte...tanto.— volvió a reír y apoyo su cabeza en su hombro. — Me gusta mofarme de ti por tu orgullo, es divertido hacerte enojar ~
—Cuando dices las cosas con esa expresión las haces parecer reales, pero la verdad es que eres una mustia terrible y detestable.— La rodeó con uno de sus brazos, para apegarla a su cuerpo en un gesto que fue casi cariñoso. Estando tan alto el frío se sentía un poco más fuerte. —Que ganas de arrojarte torre abajo.— La sujetó con un poco mas de firmeza. —A veces me haces sentir que solo te gusta mofarte de mi.
Con su ayuda tomó asiento, respiró con profundidad y cerró sus ojos solo un momento antes de soltar el aire lentamente como si aquello le ayudará a liberar la tensión acumulada antes de realizar ese salto, debía admitir que se había puesto muy nerviosa antes de hacerlo. — ¿Rivales?...tu eras quien por todo querías pelear, no se en que momento. Yo soy completamente inocente. — añadió viéndola con atención, guiñándole un ojo pretendiendo inocencia.
—Te lucen mejor a ti. Y el halo también.— La abrazó durante un momento más, antes de guiarla al borde de la plataforma, en donde le ayudo a sentarse, haciendo luego lo propio. Mirando hacia abajo, Laterano lucía tan majestuosa como siempre. Tanta perfección fue por un segundo chocante, pero al mirar de reojo a Lemuen, todos esos malos sentimientos se esfumaron. —Quién podría imaginar que apenas unos meses atrás éramos rivales juradas. Nunca pensé en detenerme el tiempo suficiente para llegar a conocerte.
—¡Lo siento!— Riendo, la abrazó con más fuerza, protectora mientras continuaban de pie en la parte más alta del la torre del reloj. —Cualquiera diría que es un desperdicio que estas tontas alas no sirvan para volar, ¿No lo crees?
