No comprendía cómo es que cargaban todo el peso sobre los hombros de Mostima pero Andoain simplemente se salía con la suya, aún después de todo su plan, su ataque...¿Por qué estaban siendo tan injustos?. Acarició su cabeza suavemente y asintió a su petición. — Puedes quedarte todo el tiempo que necesites, Helel. — cerró sus ojos y asintió con su cabeza. — Gracias por venir a verme a pesar de toda la responsabilidad que tienes ahora. —
Negó. —Me odia por haber terminado así... se que está decepcionado, lo he visto en sus ojos las pocas veces que se ha dignado a mirarme.— mordió ligeramente su labio inferior, recordando lo último que pudo sentir: dolor. El dolor de haber visto quién era Andoain realmente... él, a quien tanto admiraba, en quien confiaba.
Pero al final rió, no supo si era la impotencia de ser incapaz de sentir como lo hacía antes, o la falta de droga lo que la tenía al borde. —Es estúpido lo que digo. ¿Puedo quedarme? Quisiera dormir un poco antes de partir.
Apretó un poco sus labios y se removió solo un poco en su lugar para hacer espacio a la caída. — O solamente están cortos de personal...— en realidad no entendía que era lo que buscaba el Papa al presionarla de esa manera. — Porfavor, ten cuidado...— se acurrucó con ella, abrazándola.
A veces no entendía como funcionaba ese poder de convencimiento. Se movió para subir a la cama, llevaba ahí en el suelo varias horas, estaba agotada. —Me llegó el comunicado de la nueva misión. El Papa quiere que parta mañana. Ni siquiera llevo un día de regreso. Me odia, ¿Verdad?
