ºº El retorno de las tropas que llegaban de vuelta a casa siempre es sin duda esperanzador, sobre todpo cuando estos son una mayoría y traen consigo tesoros y un aire esperanzador. Este sin duda fue el caso con la Compañía de la Ciudadela Negra, victoria en el Norte había sido alcanzada y de la mano de esta la noticia de su retorno habría sonado en posibles nuevos y viejos clientes, lo que significaba comenzar el reclutamiento de nuevos guerreros y aventureros listos para forjar su destino.
Era en aquel instante que una de las paredes y murallas que rodeaban por completo al pequeño pueblo interno y fortaleza que se encontraban dentro de la Ciudadela Negra, se encontraba un callado y solitario hombre. Sus cabellos purpúreos se ondeaban con el viento. Ya habían pasado 48 horas desde su regreso, y aún con este corto tiempo ya el táctico y líder de la ciudadela, Jarrus, se encontraba pensando en cuál podría ser su siguiente blanco.
Intensos ojos acarminados observaban hacia el horizonte diurno, al tiempo que uno de sus manos macizas descansaba por sobre el borde de aquella muralla al tiempo que sus cabellos eran ondeados por la suave brisa de primavera, inclusive observándose pequeños pétalos volar a los alredores al tiempo que sabía que aquellos días de paz no durarían tanto, y era tiempo de continuar su propia campaña personal.
El regreso triunfal fue acompañado por rumores y susurros sobre el retorno de los hermanos Stormhand y sus tropas, que si bien no eran muchas valían por varios guerreros, siempre representando un apoyo más que decente para los clientes y reinos que los contrataban ya fuese por razones de campañas bélicas mayores, o misiones de cacería por recompensas más pequeñas.
El susodicho día de Abril en el que aquellos retornaron la Ciudadela se llenó fiesta y celebración, atrayendo de vuelta a mercaderes, posibles clientes y claramente nuevos prospectos de aventureros listos para probarse en peligrosas misiones.
