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alaadDin · 31-35, M
¡Nohghrd' uwrz!— Ladró la garganta de la hórrida criatura en una plegaria gutural, mientras, después de disparar su lengua contra Al, comenzó a cargar contra este.

Al logró captar que era el idioma Profano de Volwoz', más en Galdor estaba prohibido el aprendizaje de esta lengua pues muchos heruditos de la región habían caído en las tentaciones de la Nigromancia mientras estudiaban dicho lenguaje.

Mientras la muchacha se levantaba y huía, logró escuchar sus disculpas. Miró sobre su hombro mientras se marchaba corriendo; una ligera extrañeza lo embargo, como si aquel gesto fuese para él muy significativo. Sin embargo no tuvo tiempo para sumirse en esos pensamientos.

Fue un puro acto de reflejos, cuando, al volver la atención a la bestia, agazapado como estaba, dio un salto acrobático impulsandose con las piernas hacia la derecha. Aterrizó suavemente sobre el costado, rodó sobre este y sobre su espalda y se impulsó nuevamente para caer varios metros más allá, agazapado como al inicio. El inmenso ogro había pasado de largo sin tocarlo, aunque lo esquivó por poco, y cuando estuvo preparado para saltar contra el en un contra ataque, nuevamente sus sentidos lo alertaron se frenó de golpe. Un par de ases de luz lo superaron y golpearon con salvaje contundencia al monstruo. Se alivió al ver como estallaban sendas heridas de sangre purulenta y negra que cuando cayó al empedrado del puente derritió las piedras liberando humo en reacción a ello.

¿Amigo tuyo?— Escuchó a sus espaldas. Cuando se volvió, la morena de antes se aproximaba, blandiendo un par de pistolas humeantes en sus manos. Agradablemente sorprendido, respondió —¡No tengo idea de-...!— pero antes de terminar su respuesta un alarido impresionante llamó su atención. La criatura se hallaba aún en pie. Las heridas comenzaban a cerrarse, mientras este, se volvía a ellos y de nueva cuenta disparaba su lengua como un proyectil de gran velocidad.
 
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alaadDin · 31-35, M
Salaam alaikum...—Tuvo tiempo de responder. Pero apenas desvió su atención hacia ella, en pos de saludarla debidamente con una ligera reverencia de su cabeza, las circunstancias se tornaron escabrosas:

De las tenebrosas aguas del río, surgió una figura bestial, que tras un salto que agitó la corriente de dicho afluente, salió de su escondite, cayendo a escasos metros de donde se encontraba caminando el par. Era una criatura de indecible fealdad y no sólo sus rasgos, sino también el aura y el aroma que emitía era maligno. Las escamas que cubrían su piel tenían un aspecto en sumo duro y aunque se erguía en dos patas (unos robustos miembros que estaba rematados en sendas pezuñas, como las de un carnero), de su entrepierna salían decenas de extremidades, parecidas a tentáculos con ventosas y garras que serpenteaban trepando por el tronco desnudo. Los miembros superiores eran igual de gruesos y firmes como las patas. En sus manos, de cinco dedos que se unían con membranas que parecían servir para desplazarse por el agua, contaba con unas inmensas zarpas. Pero lo más estrambótico era su cabeza; tenía cuernos, como los de un bovino, y la piel la tenía cubierta de verrugas y vellos desagradables a la vista...cuatro pares de ojos saltones, de anfibio, le brotaban de forma dispar, parecían tener independencia en cuanto al movimiento en sus órbitas, y de la boca, retorcidos dientes y colmillos sobresalían, tan dispares y grotescos como el resto de sus características.


El rugido que emitió la bestia al aterrizar, lo hizo volverse hacia esta, con el rostro contraído por la sorpresa. Se llevó la mano a la cintura, ya que bajo la gabardina plomiza que vestía, portaba su D'raughdarr', una alargada daga creada a base del colmillo de un Gusano de las Arenas.

Aunque su entrenamiento especial lo había formado para reaccionar a circunstancias similares, todo lo que representaba ese ser le generó un impacto profundo en la psique, por lo que apenas pudo dar un salto hacia el lado cuando, de las fauces del desconocido espécimen, salió disparada su lengua con una fuerza descomunal, y aunque si maniobra no salió del todo bien, pues por salir del apuro tropezó con su cuerpo a la mujer que le había saludado, fue algo afortunado, pues los adoquines del suelo donde se encontraba antes parado, salieron disparados, como por obra de una explosión, cuando el alargado órgano chocó contra el suelo de piedra en pos de dañar al joven.

Tenía el ceño fruncido. De apoyo, con sigilo, fue extrayendo su arma, el largo y pálido cuchillo, típico entre los de su raza, que empuñó con la iba hacia bajo —Huye...—Sugirió, con la voz baja, a la extraña que al parecer se había topado por mala suerte con el embrollo.
alaadDin · 31-35, M
Casi un año en la tierra, lo había obligado a adoptar ciertas costumbres por su propio bien: siempre debía usar gafas oscuras, al menos cuando salía a la calle, también debió cambiar un poco su carácter frío y su circunspección, pues esto le había traído problemas al principio, así que ahora sonreía a todo aquel que se cruzaba e intentaba dar una impresión amable de su persona. Meditaba todo esto, mientras transitaba muy cerca de la necrópolis. El ocaso comenzaba en aquella región del mundo.

Ya tenía dos meses en Egipto, lugar que, sentía como muy propio, pues según los registros que tenían los arcaicos libros de Fata'liah', el primer gran Orador que inmortalizó la historia de Galdor, lazos de sangre y culturales hermanaban a su pueblo con el que otrora, había prosperado en las riberas del Río Nilo. Era notable la semejanza entre estas personas y los Galdorianos, tanto que Al, parecía un muchacho más de esos que venían del Cairo a estudiar las obras y glorias de sus antepasado. Sin embargo, el panorama estéril que ofrecía el desierto, le causaba cierta nostalgia, ya que las arenas olían a su Madre y a su amada Alaliyah', y también le recordaban el final trágico y terrible que sufrió su amada gente.

Mientras meditaba todo aquello y avanzaba hacia el hostal que le servía como base de operaciones para sus investigaciones, se topó con una sensación bastante peculiar y que percibía con harta fuerza a medida que avanzaba hacia el río. Antes de hallarse con el puente, se topó con una mujer de aspecto fiero y peligroso, pero aunque de ella provenía a la vez un aura en sumo interesante, aquello que sintió y lo guió hasta allí no fue la mujer, era algo que se encontraba en un punto debajo del puente que cruzaba aquella garganta angosta del río. Miró hacia la estructura, pero no fue capaz de distinguir nada en las oscuras aguas, y una curiosidad irrefrenable, hizo imposible que no volviese su atención a la mujer que se acercaba.