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Kᴏʟᴅᴏᴠsᴛᴏʀᴇᴛᴢ: Gʀɪɢᴏʀɪᴇᴠ | HP RᴏʟPʟᴀʏ | OC
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[code]Qué mala actitud tienen los rusos, pensó reconociendo el acento. Acto seguido suspiró y apoyó su frente en el frío marco metálico, aliviada de que no tendría que averiguar la forma de salvar la vida de nadie ese día. Giró sobre sus pies y recargó su espalda contra la puerta del cubículo contiguo, aparentemente fuera de servicio porque se encontraba cerrado.

—Si ella dijo que Beuxbatoms tiene las mejores bailarinas, pues me voy. Una vez que empiezo a hablar de mi equipo no me detengo. —Vocalizó con más buen humor del que sentía; sospechando que lo que sea que había disgustado a la muchacha, estaba muy lejos de relacionarse con lo que acababa de decir.

Tal vez así lograba distraerla un poco antes de irse a merodear sin ser descubierta debido a que faltaban menos de diez minutos para que finalizaran las clases del día. Y Geneviève no pretendía volver a que su ""compañero"" siguiese exagerando la situación y quien sabe, haciéndola terminar en problemas porque accidentalmente le daría un pisotón.

Se alejó nuevamente a los lavabos poniendo una cómoda distancia entre ellas y continuó limpiándose frenéticamente la piel que el uniforme dejaba al descubierto, manchada por su intento de poción. El uniforme parecía haber permanecido intacto según el reflejo de aquel espejo descuidado, lo que la tranquilizó un poco debido a que no tenía ganas de volver a cambiarse y perder calor. Hacia tanto frío, que no estaba segura si sus extremidades responderían una vez que terminaran el contacto con el agua tibia.

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[med]INCONVÉNIENCE MINEUR[/med]╰─━━━━━━━━━━━━─╯

Ella no se había anotado en esa clase, pero era eso o quedarse en la torre que les habían asignado hasta la cena. Y ella cansada de estar encerrada, accedió a participar de “oyente” esa tarde; pensando que podría observar a la distancia e ir a explorar los pasillos si se aburría. Pero claro, cómo la mayoría de las cosas, de ese lado del continente el término significaba otra cosa.

A pesar de su desagrado por aquella asignatura y su poca falta de habilidad, por más que pusiese lo mejor de sí; allí estaba, en el primer banco sentada junto al mejor de la clase.

—Eso fue un desastre. —Exclamó con sorna su compañero asignado de pociones, quien había sido salpicado por una sustancia mucosa despedida desde el caldero de la francesa.

—Prefiero el término "pequeño inconveniente", s'il vous plait. —Declaró tajante mientras se inclinaba hacia el suelo, buscando su varita para intentar limpiar aquel contratiempo lo antes posible. Unos pequeños movimientos bastaron para que todo desapareciera, pero no lo suficientemente rápido para que el joven a su lado dejase de ser irritante.

Unos ruegos hacia a la profesora para que la dejase ir al baño comenzaron a proyectarse en susurros "desesperados", ya que ella se llevó la peor parte y no podría continuar la clase en aquellas condiciones. Luego de unas miradas de desaprobación, Geneviève consiguió lo que quería y desfiló campante hacia donde recordaba estaban los lavados.

Entró a los amplios sanitarios tarareando una canción que había oído en los pasillos de aquella escuela, no muy segura de que decía con exactitud. Sonidos que cesaron abruptamente al escuchar a alguien respirar con dificultad, ¿acaso habría una joven llorando? ¿no podría respirar? Localizó el sonido y se paró frente al cubículo, acariciando con sus nudillos la fría madera de la puerta dando unos golpecitos. En ese castillo todo estaba frío.

—Excuse-moi, ¿estás bien?



AbigailGrindelwald · 26-30, F
[code]Si había algo que caracterizaba a los estudiantes de Durmstrang; sin importar a qué casa pertenecían, era su fuerza, poder y lealtad entre ellos mismos. Podían llegar a tener diferencias entre estudiantes durante los duelos que los profesores les hacían tener cada cierto tiempo, también cuando habían partidos de Quidditch; pero si algún otro estudiante de las demás escuelas se metían con uno de ellos, todos reaccionaban.

Abigail no estaba en su escuela, se encontraba en otros dominios y no conocía a los estudiantes de Koldovstoretz. Sabía que la escuela rusa era aquella escuela donde aceptaban a todos los estudiantes que no podían entrar a Durmstrang por distintas razones y también sabía que no iba a poder fiarse de ninguna persona. Hasta que conoció a la heredera de Rasputín, el mismo mago que había ocasionado la Revolución Rusa y que en su momento fue un peligro para dicha nación. No la conocía, pero asimiló que por ser heredera de este monje, tendría un poco de inteligencia y sería una persona de fiar, y que le convendría tenerla a su lado durante los Juegos Mágicos de Conocimiento de Invierno. Error.

Grindelwald. Era su apellido y uno de los magos más poderosos que jamás haya existido era su padre. Desde que era pequeña su madre Vinda Rosier le advirtió de las consecuencias que esto podría traer, y una de ellas era que la gente siempre intentará hacerla quedar mal a pesar de que Abigail intentase ayudarles. No esperaba eso de la chica que apenas conocía; su pasión por conocer Durmstrang le hizo creer que podría ser una persona confiable, pero al igual que todos, su apellido dejó de tener importancia después de la "pequeña tracición".

— Sí, señor. Cumpliré con su detención.— dijo al momento que empezaba a darse media vuelta para dirigirse al castillo, y a la oficina del director para solicitar su castigo. Fue hasta que escuchó las últimas palabras de Inna, y sintió su mirada posada en ella. Volteó a ver a la pelirroja, y sintió la mirada de advertencia del profesor; antes de poder hacer cualquier cosa, llegaron dos de los tres profesores de Durmstrang que acompañaban a sus estudiantes en el intercambio. Sven Torvald; profesor de Artes Oscuras y el jefe de su casa y por último la estrella de Quidditch, Viktor Krum que ahora era el profesor de vuelo en Durmstrang.


— Grindelwald, acompáñanos al castillo. Suficiente magia hiciste hoy. Krum te escoltará a tu dormitorio, mientras que el subdirector Osborn discute los términos de tu detención. Una disculpa profesor Genghis Borodin, nosotros nos encargamos de aquí en adelante de Grindelwald. Vámonos Abigail. — dijo mientras que daba media vuelta para marcharse, y Krum esperando a que Abigail comenzara a caminar para evitar un enfrentamiento.

Abigail asintió con la cabeza, pero no sin antes sonreír y dirigirse a Inna Yefimovich en voz alta.

— ¿Sabes, Yefimovich? Creo que ya entendí el problema contigo. Tus deseos de querer estudiar y asistir a Durmstrang serán solamente eso, deseos. Si hay algo que nos distingue a los estudiantes de Durmstrang más que a las demás escuelas, es nuestra lealtad a nosotros mismos y compañeros y querida compañera, jamás encajarías en mi escuela por eso. Es una lástima que alguien así porte el apellido de Rasputín y sea completamente diferente a él. Y tienes razón, se hará justicia en esta escuela, obtendré mi detención pero tú, no le haces justicia a tu apellido. — dijo por último, y empezó a emprender su marcha al castillo junto con sus dos profesores y no solamente con la jugadora de Quidditch como su enemiga, sino también a la otra. [/code]
AbigailGrindelwald · 26-30, F
[code]Sonrió en cuanto Inna comenzó a servir las tazas de té, y Abigail con un movimiento suave de su varita logró aparecer unos cuantos panquecillos de limón y unas galletas de mantequilla para acompañar. Lo más divertido del pequeño picnic, era tenerlo en el campo de Quidditch, por lo cuál los murmuros del equipo de Grigoriev eran cada vez más sonoros.

— Me sorprende que en Koldovstoretz no enseñen materias como pociones avanzadas y legeremancia teniendo en cuenta que tu antecesor Rasputín era un hechicero poderoso en cuánto a la elaboración de pociones altamente peligrosas, además de haber invadido la mente del Zar Nicolas II y haber tenido a Rusia bajo su control. — tomó una galleta de mantequilla y la colocó entre sus labios para comenzar a comerla, pero la pregunta sobre Durmstrang llamó su atención que hizo que sosteniera la galleta entre sus dedos y sonriera ante la curiosidad de Inna.

— En Durmstrang llevamos las típicas materias que todas las escuelas tienen en común, a excepción de Defensa contra las Artes Oscuras por obvias razones. Desde primer año tenemos la materia de las Artes Oscuras y mientras más avancemos empezamos a cursar materias como alquimia, nigromancia, uso de objetos mágicos, oclumancia y legeremancia, así como cuidado de las criaturas peligrosas. Ahí no nos enseñan a cuidar criaturas tontas, sino nos enseñan a montar y cuidar dragones.— hizo una pausa para morder y masticar su galleta y poder continuar con la explicación a su compañera.

— Y como tal una restricción, sí la tenemos si no es con fines académicos. Debe de haber un control, ¿no crees? Sino Durmstrang ya no tendría estudiantes desde años, no es como que repruebes una prueba y le lances un Avada Kedavra al profesor por estar permitido. Las Artes Oscuras están permitidos únicamente en salones de clase, estudio y en el Club de Duelo, la única maldición prohibida es la asesina. Lo mismo va con las pociones oscuras, puedes crearlas pero no hacer uso de ellas. Podríamos juntarnos algunos días y enseñarte un poco; he escuchado rumores que te interesa irte de intercambio a Durmstrang, pero no lo lograrás sin conocimiento por lo menos en pociones.— dijo, empezando a ponerse de pie porque el subdirector de Koldovstoretz hacía su aparición en el campo de Quidditch, sabiendo que pronto recibiría su castigo.
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AbigailGrindelwald · 26-30, F
[code]Desde las gradas le dirigió una mirada y sonrisa peligrosa a la golpeadora de Grigoriev, quien seguía en el piso llorando como princesa dramática de Beauxbatons. Se limpió la gabardina color vino de su uniforme, guardó su varita en el bolso adecuado para esta y dio media vuelta para marcharse, hasta que escuchó a una chica llamarla por su apellido.

Volteó a ver de quién se trataba, su cabellera pelirroja era fácil de recordar. Durante la ceremonia de elección y el banquete, la chica rusa se sentó en la misma mesa que ella, pero no recordaba haberla visto en la sala común de Grigoriev. Bajó de las gradas y caminó en dirección de la chica hasta ponerse delante de ella para mirarla con atención. Había escuchado pláticas ajenas durante el desayuno acerca de una estudiante que tenía lazos de sangre con el famoso Rasputín. La chica tenía la misma mirada que las ilustraciones de este mago en los libros de historia de la magia universal, dedujo que se trataba de ella.

— Jamás. Al contrario, me enseñan a atacar al enemigo, sin importar si está armado o no. Peeeero, al parecer a ustedes no les enseñaron a defenderse. ¿En verdad les enseñan a tener duelos en esta escuela? Digo, ahora mismo tu compañera estaría muerta si quién la hubiese atacado fuera un mago oscuro; tiene suerte de que fui yo. — dijo con un poco de sarcasmo, señalando a la chica Grigoriev con la cabeza. — Estará bien, nada que un Brackium emendo pueda solucionar, claro si es que lo saben utilizar. —

Sabía que era cuestión de minutos para que algún profesor o prefecto llegara a la escena del crimen, e incluso si escapara de ahí mismo sabía que la buscarían para ponerle una detención más. Así que se sentó en el pasto cubierto por la nieve a esperar a que llegaran a por ella. Sacó su varita, y con un movimiento logró aparecer un juego de té.

— ¿Gustas esperar a que venga un profesor y ver sufrir a tu compañera por como le reparan el brazo? —

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AbigailGrindelwald · 26-30, F
Koldovstoretz, Rusia


[code]Había pasado una de las peores noches en su vida, había olvidado ese sentir desde su primer año en Durmstrang. Había pedido un año de intercambio estudiantil a la escuela mágica de Rusia, Koldovstoretz y la noche de anterior, durante la selección de cases de los estudiantes de primer año tuvo que soportar miradas y susurros de los estudiantes rusos. Idiotas. Era lo único que podía pensar en su cabeza, los profesores y la directora de la escuela rusa le habían advertido que su comportamiento tenía que ser de lo mejor. ¿Por qué? No era la primera vez que recibía esas advertencias; en Durmstrang las recibía al principio de cada año escolar. El precio que tenía que pagar por ser hija del mago Gellert Grindelwald.

Abigail iba a pasar su año estudiantil en la casa Grigoriev, por suerte a los estudiantes de intercambio se les asignaba una habitación solamente para ellos y afortunadamente fue la única estudiante que pidió intercambio a Koldovstoretz. Algo bueno tenía que pasar después de todo.

A la mañana siguiente, Grindelwald se dio una ducha y se puso el uniforme de su escuela; los estudiantes de intercambio tenían que seguir usando su uniforme de su escuela proveniente, y bajó al Gran Comedor. Se sentó lo más apartada de los demás estudiantes para degustar su desayuno, el cual eran solamente huevos fritos con salchichas asadas y echaba un ojo al horario que se le había entregado.

— Primera hora libre, segunda hora Defensa contra las Artes Oscuras. — ¿En verdad toman esta clase en esta escuela? Abigail estudiaba en Durmstrang, escuela en donde no tomaban esta materia porque una de sus materias eran las Artes Oscuras y obviamente, sabrían cómo defenderse. Terminó su desayuno y decidió ir a explorar la escuela.

Subió hasta la punta de la torre más alta del castillo y para su sorpresa, encontró el estadio de Quidditch. Era un lugar ingenioso para montar semejante estadio, pero lo que más le sorprendía era ver que los miembros de los equipos montaban árboles y no escobas. Tomó asiento en una de las gradas para observar a los jugadores de la casa Grigoriev. Pudo alcanzar a ver cómo varios miembros volteaban a verla con asco, incluso lanzaron unos cuantos chistes sobre ella y su padre, y a una golpeadora se le ocurrió que sería una buena broma mandarle una bludger.

En un pequeño instante, Abigail sentía que se le salía el aire por la boca y el dolor de la espalda al caer hacia atrás. Los jugadores se reían de ella, y sin pensarlo, se levantó sin mostrar signos de dolor, sacando su varita y apuntando hacia la jugadora que le había golpeado, sin pensarlo dos veces; ni en las posibles consecuencias la atacó.

— Absorvere... —. La jugadora del equipo de Grigoriev soltó un grito de dolor, y cayó de su escoba. Abigail había lanzado el hechizo que hacía romper la parte señalada por tu varita todos los huesos, y a esta última le había roto todo el brazo derecho. [/code]
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