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31-35, M
" El éxodo de las ideas. Talismán de la guerra. Decadencia. "
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M1579138 · F
—Y eso que aún no has visto nada, seguro podría matarte del miedo, de nuevo —le mete la manzana en la boca (?)
M1579138 · F
Le hace pat, pat. — Pobrecito (?)
M1579138 · F
Le pega con una manzana en la nuca. —Ups (?).
ʚ Agradezco que me aceptara!.
EiraAsarsdottir thinks you are Kind.
MsK1550779 · F
Hola...¿te gustaria hacer rol conmigo?
AM1553761 · M
[code]**El suave ácido del comentario en la parla de Mime le hizo sonreír hasta mostrar sus aperlados dientes bien acomodados en una galante mueca de placer, cerró los ojos en un parpadeo largo antes de regresarlos a él, enclaustrando –como en sus amatistas- la imagen del soldado escarlata en un matiz más bien verduzco. Con el libro bajo el brazo, se acercó hasta él —¿Qué te enseñaron tus padres sobre Kant? Porque creo que no te he visto revisando los libros de la biblioteca que es más bien mi habitación.— lo regresó pero fingiendo demencia, además de queriendo dirigir la conversación en esa vertiente de formación, con un tacto tan gentil que supo amargo en sus labios pero sonó melódico en su entorno. ¿Finalmente había redimido sus culpas y quería un nuevo inicio?

Extendió su mano hacia él, queriendo agradecer con un gesto inofensivo las atenciones brindadas por el pelinaranja, además de mostrarse inofensivo o desarmado —He leído “un poco”— bajó su bandera. Se mostró humilde. Debía lograr un papel convincente —sobre teoría musical, pero si tu prefieres, discutiremos sobre filósofos alemanes. No tengo mucha prisa por volver al Valhalla y, por lo que infiero de tu rutina, tu tampoco. Es más, algo me dice que te gusta más estar en el bosque que en tu hogar; a veces podrías parecerte mucho a Fenrir.— esta vez no fue un comentario con el que estuviese en desacuerdo su verdadera consciencia, por eso no le fue difícil expulsar una risilla como un suspiro. Leve. Afable. Intentando inducir la calma en su entorno, pero mientras tanto en su mente sigue armando oraciones con las palabras claves que los llevarán a donde desea.**

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

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AM1553761 · M
[code]**Y así se logró una armonía perfecta; pluma y muñeca, dedos y cuerdas, los cuatro moviéndose en un ritmo vehemente que llevó al cerebro de Asgard a concentrarse mucho más en su escritura, plasmando detalles fácticos que a sus sentimentalismos neutros dejaron enterrados en lo más profundo de su inexistencia. La introducción, así como el primer tempo de la melodía, habían quedado atrás. Ritmo, consistencia, determinación, todo lo que Mime manifestó con su instrumento fue absorbido por su capacidad de síntesis, superando ya las diez páginas que colmaron al guerrero de armadura escarlata de un renombre tan valioso como aquel de platinada coraza en el sur…

“Cuando los viajeros del Mediterráneo arribaron, compartieron conmigo el libro mitológico más conciso que jamás se había escrito. Las citas a los maestros griegos señalaban en más de una ocasión a Orfeo; un héroe que con su lira podía serenar a cualquier bestia pero no sólo eso, sino que su capacidad musical llegaba hasta los corazones de los Dioses; Apolo y Hades le otorgaron muchos más beneficios de los que cualquier otro mortal podía siquiera concebir en imaginación o sueños. Mime está a ese nivel. Odín podría concederle cualquier deseo si a sus pies interpretara semejante melodía repleta de maestría. Que sea él quien juzgue su corazón, pues yo no puedo hacerlo”.

Selló con un punto final su texto, aunque si se lo concedía, podía transformarlo en un primer capítulo. ¿Quién era Mime? Los rumores eran claros, desgarradores y explicaban en su mayoría el por qué ninguno de los demás habitantes del Valhalla se metían con él. Parecía privilegiado. Y él completamente ajeno a esta reputación. Al menos a ojos del pelirrosa.

Cerró los párpados para inclinarse, soplando a las letras postremas con la única intención de ya cerrar el libro sin que las páginas aledañas a la última se mancharan. Además, le daría tiempo para terminar al maestro su interpretación. ¿Qué se dirían ahora? El estratégico Alberich esperaría a las primeras palabras del joven paralelo a su ubicación.**

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

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AM1553761 · M
[code]**Entonces todo se colmó de un élfico misticismo, digno del contexto investido por el músico y el escriba, pertenecientes a una leyenda viva. La nebulosa visión de la nieve dio un toque melancólico, de por si desgarrador para los animales quienes sin temer más volvieron a rodear el área; aves, ciervos, liebres y quizá algún gran oso dejaban a sus orbes reflejar la inmensa compasión contenida en sus irracionales cerebros, toda en honor del pelirrojo haciéndose de un maravilloso espectáculo lírico.

No obstante, Alberich poco compartía ese entusiasmo, para él, las notas vacías entonaban nada más que una maravillosa pieza de música, elegante y triste, pero incapaz de estimular ni un solo nervio suyo. Sus iris verdes se clavaron en su regazo, disfrutando del ambiente, aunque no prescindiendo de él.

Tal como el Dios Guerrero de Benetnasch, el cerebro de Asgard se ocupó de su hipócrita labor al abrir el libro de hojas blancas, tomando una pluma para trazar con impecable precisión, orden y dicción, el milagroso acontecimiento suscitado frente sí. Y eso él lo podía discernir con sólo ver a los zorros de nieve acurrucados contra los roedores y a los gorriones relajados sobre las astas de los majestuosos reyes del bosque; su psicopatía no podía entenderlo, pero su privilegiada mente lo facultó para tener la capacidad de plasmar los hechos, que cuales fueran, beneficiaban sin duda alguna al joven músico.

“Pareciera que su habilidad fuese una herencia tan magistral como la mía, sus dedos probablemente no conocen otra utilidad más allá del crear una melodía capaz de consolar a la mismísima naturaleza. El miedo, el instinto y todo lo demás se disipó en cuanto el sonido se distribuyó por el bosque. Mi abuelo me heredó la capacidad de presentir a los espíritus de la flora; parecen complacidos…”

La dualidad de su pensamiento, dividido entre fingir un deleite sin igual y el de su ambición original, lo ayudaron a que las palabras siguieran fluyendo sin parar. Mientras uno componía, el otro escribía una crónica asgardiana única; un tomo de manipulación por excelencia.

“Desde aquí puedo ver la perfección de sus manos; la mecánica de sus huesos intactos. Han entrenado tanto tiempo que se han vuelto gráciles, tal vez delicados. Como yo, sus intereses no son el combate; el mío es el conocimiento, el de él es la música. No tenemos un solo rasguño que recuerden a las manos de Siegfried o Tholl; descendientes de guerreros virtuosos. Ellos no son como nosotros, pero ¿Podrían entender mejor que yo esta música?”…

Conscientemente se enfrascó en la narrativa. Debía reconocer que nunca se había sentido tan cómodo plasmando el comportamiento de uno de sus camaradas al papel. Pensó en Fenrir, un salvaje sin remedio, o Hagen fanfarroneando con un talle peor que el suyo, incluso recordó la incómoda sensación de sentirse vigilado al compartir con Syd.

No. Mime y su soledad, y su culpa y su silencio musical, resultó ser perfecto.**


Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

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AM1553761 · M
[code]**Esa predisposición fría podía retorcer el carácter del hombre en dos vertientes: El mártir o el hostil, pero finalmente hijos de la misma raíz, destinados a encontrarse en un punto como ese que hasta hace unos momentos se colmaba de una melodía análoga a los sentimientos más puros y tristes por igual.

Si Alberich se ponía a meditarlo, desde que había conocido al pelirrojo, reconoció su desconsuelo, además de la desesperación de sus notas por alcanzar la simpatía de los demás, lanzando lástima como el lobo estepario a sólo unas millas de ahí; los dos tenían madera para ser moldeados a la forma de su propósito, no obstante si existía una diferencia importante entre los dos huérfanos, esa era la prudencia de uno y el salvajismo primitivo de otro. Hoy día, lidiaría con la brillante mente de un genio sin preparación.

Los animales más valientes, se habían quedado un poco más para proteger al único humano capaz de entenderlos con música, sin embargo, cuando la demoniaca –pero aun así hermosa- figura del guardián de Megrez Delta encontró su camino para presentarse ante él, huyeron despavoridos, a sabiendas de su sádico pasatiempo. — Por favor, baja la guardia, Mime, me haces parecer como un enemigo tuyo.— elevó las palmas, paralelas al nivel de su pecho, mostrándose desarmado; sin intenciones tampoco de pelear — ¿Acaso necesitamos estar reunidos por comando de Hilda para podernos ver? Vivimos bajo el mismo techo y aun así poco he hablado contigo; aunque eso tampoco me interesa, ya lo sabes… Otra cosa me ha traído aquí… — no podía evitar dirigirse con soberbia y misterio, bajando la punción de su mirada directo a la preciosa lira negra, átono con el god robe de intenso color coral. El más vívido entre todos; el único color cálido en las filas de Hilda. A juego con la personalidad del instrumentista; como si su papel fuese el recordarles de la amabilidad del fuego.

Distinto del suyo: Azul. Frío. Cadavérico. Ausente en ese momento pues para su plan, requería lucir lo menos intimidante posible; se atavió con una túnica larga, gruesa y blanca de cuello ajustado, abrazada por un manto azul cielo en contraste con adornos y bordados en hilo dorado.

El silbido del viento lo pasó corriendo, pues con una sonrisa de su estilo, podía ahuyentar al lobo más bravo de la manada.

Quería comprobar los rumores de tu música, me has conmovido, y eso es difícil de conseguir, Mime,… ¿Has escuchado alguna vez el mito de Orfeo? Se decía que su música era capaz de domesticar a cualquier bestia. Yo creo que tú estás al nivel de esa leyenda vívida en el Sur. — hurgó entre sus ropajes para hallar un libro de notas, desgastado por tantos recorridos hostiles en búsqueda de más conocimiento. El lado más noble del asgardiano de cabellera magenta y asesinos ojos verdes — Si me permites, quisiera escribir al respecto. ¿Entonarías algo en mi honor, Mime? Me sentaré lejos de ti, si mi presencia te genera algún descontento, soy más silencioso que la sombra en el castillo Valhala si me lo propongo.— esperó con una sonrisa a que aquel accediera, perfilando su cuerpo hacia uno de los tantos troncos caídos para delatar dónde y qué tan lejos tomaría asiento del intérprete.**

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

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