31-35, M
" El éxodo de las ideas. Talismán de la guerra. Decadencia. "
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AM1553761 · M
[code]**Esa predisposición fría podía retorcer el carácter del hombre en dos vertientes: El mártir o el hostil, pero finalmente hijos de la misma raíz, destinados a encontrarse en un punto como ese que hasta hace unos momentos se colmaba de una melodía análoga a los sentimientos más puros y tristes por igual.
Si Alberich se ponía a meditarlo, desde que había conocido al pelirrojo, reconoció su desconsuelo, además de la desesperación de sus notas por alcanzar la simpatía de los demás, lanzando lástima como el lobo estepario a sólo unas millas de ahí; los dos tenían madera para ser moldeados a la forma de su propósito, no obstante si existía una diferencia importante entre los dos huérfanos, esa era la prudencia de uno y el salvajismo primitivo de otro. Hoy día, lidiaría con la brillante mente de un genio sin preparación.
Los animales más valientes, se habían quedado un poco más para proteger al único humano capaz de entenderlos con música, sin embargo, cuando la demoniaca –pero aun así hermosa- figura del guardián de Megrez Delta encontró su camino para presentarse ante él, huyeron despavoridos, a sabiendas de su sádico pasatiempo. — Por favor, baja la guardia, Mime, me haces parecer como un enemigo tuyo.— elevó las palmas, paralelas al nivel de su pecho, mostrándose desarmado; sin intenciones tampoco de pelear — ¿Acaso necesitamos estar reunidos por comando de Hilda para podernos ver? Vivimos bajo el mismo techo y aun así poco he hablado contigo; aunque eso tampoco me interesa, ya lo sabes… Otra cosa me ha traído aquí… — no podía evitar dirigirse con soberbia y misterio, bajando la punción de su mirada directo a la preciosa lira negra, átono con el god robe de intenso color coral. El más vívido entre todos; el único color cálido en las filas de Hilda. A juego con la personalidad del instrumentista; como si su papel fuese el recordarles de la amabilidad del fuego.
Distinto del suyo: Azul. Frío. Cadavérico. Ausente en ese momento pues para su plan, requería lucir lo menos intimidante posible; se atavió con una túnica larga, gruesa y blanca de cuello ajustado, abrazada por un manto azul cielo en contraste con adornos y bordados en hilo dorado.
El silbido del viento lo pasó corriendo, pues con una sonrisa de su estilo, podía ahuyentar al lobo más bravo de la manada.
— Quería comprobar los rumores de tu música, me has conmovido, y eso es difícil de conseguir, Mime,… ¿Has escuchado alguna vez el mito de Orfeo? Se decía que su música era capaz de domesticar a cualquier bestia. Yo creo que tú estás al nivel de esa leyenda vívida en el Sur. — hurgó entre sus ropajes para hallar un libro de notas, desgastado por tantos recorridos hostiles en búsqueda de más conocimiento. El lado más noble del asgardiano de cabellera magenta y asesinos ojos verdes — Si me permites, quisiera escribir al respecto. ¿Entonarías algo en mi honor, Mime? Me sentaré lejos de ti, si mi presencia te genera algún descontento, soy más silencioso que la sombra en el castillo Valhala si me lo propongo.— esperó con una sonrisa a que aquel accediera, perfilando su cuerpo hacia uno de los tantos troncos caídos para delatar dónde y qué tan lejos tomaría asiento del intérprete.**
Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.
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Si Alberich se ponía a meditarlo, desde que había conocido al pelirrojo, reconoció su desconsuelo, además de la desesperación de sus notas por alcanzar la simpatía de los demás, lanzando lástima como el lobo estepario a sólo unas millas de ahí; los dos tenían madera para ser moldeados a la forma de su propósito, no obstante si existía una diferencia importante entre los dos huérfanos, esa era la prudencia de uno y el salvajismo primitivo de otro. Hoy día, lidiaría con la brillante mente de un genio sin preparación.
Los animales más valientes, se habían quedado un poco más para proteger al único humano capaz de entenderlos con música, sin embargo, cuando la demoniaca –pero aun así hermosa- figura del guardián de Megrez Delta encontró su camino para presentarse ante él, huyeron despavoridos, a sabiendas de su sádico pasatiempo. — Por favor, baja la guardia, Mime, me haces parecer como un enemigo tuyo.— elevó las palmas, paralelas al nivel de su pecho, mostrándose desarmado; sin intenciones tampoco de pelear — ¿Acaso necesitamos estar reunidos por comando de Hilda para podernos ver? Vivimos bajo el mismo techo y aun así poco he hablado contigo; aunque eso tampoco me interesa, ya lo sabes… Otra cosa me ha traído aquí… — no podía evitar dirigirse con soberbia y misterio, bajando la punción de su mirada directo a la preciosa lira negra, átono con el god robe de intenso color coral. El más vívido entre todos; el único color cálido en las filas de Hilda. A juego con la personalidad del instrumentista; como si su papel fuese el recordarles de la amabilidad del fuego.
Distinto del suyo: Azul. Frío. Cadavérico. Ausente en ese momento pues para su plan, requería lucir lo menos intimidante posible; se atavió con una túnica larga, gruesa y blanca de cuello ajustado, abrazada por un manto azul cielo en contraste con adornos y bordados en hilo dorado.
El silbido del viento lo pasó corriendo, pues con una sonrisa de su estilo, podía ahuyentar al lobo más bravo de la manada.
— Quería comprobar los rumores de tu música, me has conmovido, y eso es difícil de conseguir, Mime,… ¿Has escuchado alguna vez el mito de Orfeo? Se decía que su música era capaz de domesticar a cualquier bestia. Yo creo que tú estás al nivel de esa leyenda vívida en el Sur. — hurgó entre sus ropajes para hallar un libro de notas, desgastado por tantos recorridos hostiles en búsqueda de más conocimiento. El lado más noble del asgardiano de cabellera magenta y asesinos ojos verdes — Si me permites, quisiera escribir al respecto. ¿Entonarías algo en mi honor, Mime? Me sentaré lejos de ti, si mi presencia te genera algún descontento, soy más silencioso que la sombra en el castillo Valhala si me lo propongo.— esperó con una sonrisa a que aquel accediera, perfilando su cuerpo hacia uno de los tantos troncos caídos para delatar dónde y qué tan lejos tomaría asiento del intérprete.**

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