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31-35, M
" El éxodo de las ideas. Talismán de la guerra. Decadencia. "
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AM1553761 · M
[code]**Y así se logró una armonía perfecta; pluma y muñeca, dedos y cuerdas, los cuatro moviéndose en un ritmo vehemente que llevó al cerebro de Asgard a concentrarse mucho más en su escritura, plasmando detalles fácticos que a sus sentimentalismos neutros dejaron enterrados en lo más profundo de su inexistencia. La introducción, así como el primer tempo de la melodía, habían quedado atrás. Ritmo, consistencia, determinación, todo lo que Mime manifestó con su instrumento fue absorbido por su capacidad de síntesis, superando ya las diez páginas que colmaron al guerrero de armadura escarlata de un renombre tan valioso como aquel de platinada coraza en el sur…

“Cuando los viajeros del Mediterráneo arribaron, compartieron conmigo el libro mitológico más conciso que jamás se había escrito. Las citas a los maestros griegos señalaban en más de una ocasión a Orfeo; un héroe que con su lira podía serenar a cualquier bestia pero no sólo eso, sino que su capacidad musical llegaba hasta los corazones de los Dioses; Apolo y Hades le otorgaron muchos más beneficios de los que cualquier otro mortal podía siquiera concebir en imaginación o sueños. Mime está a ese nivel. Odín podría concederle cualquier deseo si a sus pies interpretara semejante melodía repleta de maestría. Que sea él quien juzgue su corazón, pues yo no puedo hacerlo”.

Selló con un punto final su texto, aunque si se lo concedía, podía transformarlo en un primer capítulo. ¿Quién era Mime? Los rumores eran claros, desgarradores y explicaban en su mayoría el por qué ninguno de los demás habitantes del Valhalla se metían con él. Parecía privilegiado. Y él completamente ajeno a esta reputación. Al menos a ojos del pelirrosa.

Cerró los párpados para inclinarse, soplando a las letras postremas con la única intención de ya cerrar el libro sin que las páginas aledañas a la última se mancharan. Además, le daría tiempo para terminar al maestro su interpretación. ¿Qué se dirían ahora? El estratégico Alberich esperaría a las primeras palabras del joven paralelo a su ubicación.**

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos.

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