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31-35, M
Un vampiro de estado de animo sombrio y mal humorado
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ClaudineLi · F
ClaudineLi thinks you are Adventurous.
—Buenas noches señorita ¿Busca a alguien en especial?—Un hombre alto, de unos 1.80 de estatura, salió al encuentro de la joven que se había aventurado a entrar al restaurant. No sabía que era tan exclusivo y que solo con reservación podría entrar.

—Eh... Al señor Gabriel Delacroix...—Reapondió la rubia mientras miraba al frente, justo donde Alucard revisaba su celular. ¿Le estaría enviando un mensaje a ella? ¿Cómo pudo haber olvidado su teléfono? Si fuese como Wyatt, seguramente tendría otro medio para comunicarse. Soltó un suspiro, impaciente de que el empleado tardara tanto en encontrar el nombre de Alucard en su lista.

—Oh! Alucard Gabriel Delacroix.— Pronunció el varón mientras le señalaba el camino hacia la mesa.

Mordiéndose el labio inferior, caminó detrás del corpulento hombre que casi podía taparla e impedirle la vista y disimular su presencia.-

—Su cita, señor Delacroix.—Y recorrió la silla, para permitir que Ivanka tomara asiento finalmente en la mesa.

No paraba de sonreír, pues estaba nerviosa, así que trató cuánto pudo de no hacerlo más.

—Hola... —Lo saludó, colocando ambas manos sobre la mesa, esperando sentirse más tranquila, luego de tan atareado e inquieto día.-
8:30 pm.

Ivanka se miraba insistentemente frente al espejo, buscando cualquier desperfecto en su atuendo y peinado. No era superficial, de hecho, si pudiera usar jeans y una remera, sería más que feliz, pero no era una ocasión cualquiera.



No muy satisfecha con el resultado, suspiró para tranquilizarse y se alisó el vestido, para luego juntar los pies y dar un par de golpes con los talones uno contra el otro, al estilo Dorothy y el mago de Oz mientras recitaba "Torre Eiffel, París, Francia.... Torre Eiffel, París, Francia..."

Se rió de si misma por su propia idea, pues sabía que intentaba imitar un cuento de hadas. Así que simplemente tuvo que concentrarse, extender su mano diestra al frente para que enfrente de la rubia, se abriera una especie de abertura en la realidad.

—Útiles las gargantas... —Mencionó Ivanka, al traspasar el portal que se cerraría detrás de ella.

08:40pm

Una brecha se abrió en un lugar poco transitado del Campo Marte. Miró hacia la majestuosa torre y sonrió. Seguramente tendría que ir hasta ahí arriba.

Sonreía emocionada, aunque esta aventura, discrepaba por mucho a las que solía asistir con su hermano Wyatt, a quien por cierto, evitó avisar, para que no le prohibiera salir, pues sabía del carácter sobreprotector de su hermano.

Quería hacer las cosas por su cuenta, tener el control de una situación que tenía que ver enteramente con una decisión demasiado importante para su vida y dependiendo de lo que ocurriera esa noche, podría cambiarla para siempre.

Se posicionó justo debajo de la torre y tomó el ascensor principal ¿Por qué no usar otra garganta para subir hasta la torre? Simplemente por que Ivanka necesitaba tiempo para calmarse y usaría el tiempo del ascensor hasta la zona de restaurantes en el mirador de la torre.

8:55 pm

El ascensor se abrió e Ivanka salió lentamente de este, mientras buscaba con la mirada a su compañero y ahí lo vio, atento a su teléfono celular. Sintió entonces un golpe en el pecho al recordar ¡Había olvidado el suyo sobre la cama! Esperaba que Gabriel no hubiese decidido enviarle algún mensaje. Con el corazón en la boca y un extraño calor inundando su cuerpo, Ivanka se aproximó a la mesa dónde le esperaban.-
ADs1568657 · F
ADs1568657 thinks you are Lazy.
**Se había quedado en la penumbra de la terraza hasta que lo vio entrar al edificio y luego asomaba de vez en cuando la mirada entre los presentes, para poder admirar de lejos al hombre que le había salvado la vida días atrás.

De pronto, se sorprendió a sí misma cambiando el contexto de lo sucedido.

Días atrás, lo vio como un asesino, una bestia despiadada que mataba a diestra y siniestra, incluso se contentó con la idea de que a ella no le había hecho nada, pensando que solo había sido ignorada o tomada como algo menos que un ratón y ahora, pensaba que de no haber sido por él algo horrible podría haberle pasado en ese lugar a manos de aquel ebrio.

Y ahora estaba él ahí, sentado con los hombres más poderosos de la sociedad británica, bebiendo y fumando como cualquier otro, pero había algo en su expresión.

Giorgiana se cubrió medio rostro con el abanico, dejando solo sus ojos verdes clavados en la cara ajena. parecía aburrido, desinteresado, quizás hasta deprimido.

—Es Gabriel Blunder —Le susurró una dama que estaba de pie junto a Giorgiana y quien notó en seguida que no le quitaba la vista de encima —Es el hijo mayor y heredero de la casa Blunder. —

—Escuché que solo una de sus propiedas, produce más de 30,000 libras al año —cuchicheó otra, Pero Giorgiana comenzó a sentirse contrariada ante el evidente secretismo entre las mujeres y comenzó a alejarse para no llamar la atención.

—¿Uh? ¡Cuidado!—Carraspeó un hombre mayor cuando Giorgiana tropezó con él, haciéndolo soltar el vaso de ginebra que se estrelló contra el piso, provocando que toda la atención se volcara en Giorgiana Brandford, que ahora lucía demasiado avergonzada y contrariada por su error**
**Giorgiana observaba intrigada a los ocupantes del carruaje, bajando uno a uno del transporte mientras ella los observaba desde el balcón. La primera dama en descender, le pareció tan exquisitamente hermosa, como las damas de las novelas que solía leer a escondidas, las joyas de su cuello y muñecas titilaban al cálido fulgor de las antorchas y las linternas del interior de la finca.

Luego una señorita, igual en belleza y distinción, bajaría del carruaje. Miró hacia arriba, donde Giorgiana observaba a los recién llegados, sorprendiendo a la mujer que retrocedió un poco para ocultarse, sin embargo, al ver salir al varón, sintió un vuelco en el corazón

—Es... él... —Musitó Giorgiana en voz muy baja, sintiendo su cuerpo temblar ante el recuerdo de lo que había ocurrido en el callejón, la adrenalina incluso recorrió todo su ser, ante instinto de supervivencia que le decía a gritos que saliera corriendo de ahí.

Pero no lo hizo.

No lo hizo, por la simple razón de que aunque estaba segura que se trataba del mismo hombre que había partido a la mitad a otro con solo su brazo, no le había hecho daño a ella a pesar de estar justamente ahí, a disposición de ser aplastada como un insecto.

Contuvo el aliento y retrocedió otro paso, alejándose del balcón, pegando la espalda en el frío muro de piedra para recargarse.

Era él... y ahora podría obtener algunas respuestas... tal vez**
**—¡Oh! ¡Giorgiana! ¡Querida! Cambia esa cara, ¡Es un baile, no un funeral! —La joven Giorgiana se vio forzada a sonreír mientras se abanicaba suavemente a causa del calor y la alta aglomeración de personas en la fiesta. Ojalá hubiera podido eludir la invitación y no es que no le gustaran las fiestas, sino el hecho de sentirse señalada en algún lugar del lujoso salón.

Se escabulló con disimulo entre los presentes. Algunos bebían y reían, otras se secreteaban, ideando planes para el próximo hombre a quien "engancharían" Quizás alguno con la posibilidad de ganar más de 10,000 libras al año o algún funcionario del ministerio.

Giorgiana sabía que ella no tenía posibilidades, su destino ya estaba decidido le gustara o no.

Entre disculpas y alguno que otro saludo, logró llegar al balcón de la terraza. El viento nocturno le sopló al rostro, sintiéndose aliviada de poder respirar aire fresco luego de tanto licor y colonias francesas.

Se recargó en el balcón, soltando un profundo suspiro que liberó de los pulmones mientras observaba la entrada principal de la mansión. No habían más carruajes, al parecer todos los invitados ya habían llegado, o eso pensó hasta que vio un carruaje entrar por la reja. Las linternas solo iluminaban la silueta del chofer, y los detalles dorados de la cabina. Parecían ser de alguien importante.

Se quedó observando la llegada del transporte, curiosa de quién bajaría de este. ¿Quizás alguna duquesa? ¿Una condesa? **
**—Padre nuestro... que estás... en los cielos... —Rezaba entre dientes, con una voz que apenas si podía escucharse conforme los pasos del desconocido se acercaban a ella.

Se cubría la cabeza con ambos brazos para no tener que ver a su verdugo.

—Que sea rápido... no quiero morir... pero que sea rápido—

Pero el golpe nunca llegó y los pasos se fueron alejando del sitio, mientras resonaban sobre el adoquín del callejón hasta perderse en la lejanía.

Giorgiana se quedó sentada ahí por unos minutos más. Pensó que cualquier movimiento haría volver a aquella amenaza, pero simplemente no sucedió, siendo el canto de un gorrión lo que la sacó de aquel trance de histeria y pánico.

Se dio cuenta que tenía las mejillas húmedas, había llorado y no se había dado cuenta de esto, quizás por el miedo. Se levantó como pudo del suelo, arrastrando el vestido por el charco de sangre, evidencia de lo que había sucedido ahí y salió caminando del lugar en dirección al bosque.

********************

La noticia de que la hija de los Brandford había huido de su propia boda se corrió por la comunidad como un reguero de pólvora. Durante los eventos sociales, las damas de la comunidad cuchicheaban y se lamentaban -con toda la sinceridad que mujeres frívolas podían sentir por su semejantes- por la suerte y reputación de la pobre Giorgiana.

Pero como con todos los chismes y noticias locales solía suceder, se olvidaron pronto de la primicia hasta que la hija de 15 años de los Gellert huyó para casarse con un soldado.


Giorgiana leía con aire distraído, la pequeña invitación que había recibido esa mañana para asistir a la fiesta de gala por la celebración del día de la Reina el próximo sábado en la finca de los Fitzgerald. Giorgiana se había empeñado en no salir de la residencia, pero su padre -tan persuasivo como siempre- obligó a la joven a asistir, sobre todo, para arreglar las relaciones sociales con el viejo gordo con el que se casaría si o sí, sin importar cuantas veces intentara huir de la iglesia para impedirlo.

Los siguientes días para los preparativos se dieron con calma. Giorgiana lucía cansada, pálida, consecuencias de las malas noches que había pasado desde aquel evento en el callejón, soñando a una figura romperse por la mitad sin motivo aparente, omitiendo al varón que se había alejado de ahí con tranquilidad sin la intención de dañarla.

—¿Dónde tienes la cabeza, Niña? —Le espetó la ama de llaves que acompañaba a la joven Giorgianaa comprar los accesorios que usaría para esa noche. Giorgiana se disculpó con una leve cabezada y continuó con las compras, sintiendo el corazón latirle fuerte y la sensación de ser observada desde algún sitio.

Dos días después, el carruaje de los Brandford arribaría a la finca de los Fitzgerald, para mostrar a Giorgiana ya sea como la moneda de cambio para un viejo avaro y la solución de las deudas de su padre, o como la comidilla de la crema y nata de la sociedad británica.**