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31-35, M
Un vampiro de estado de animo sombrio y mal humorado
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**—Padre nuestro... que estás... en los cielos... —Rezaba entre dientes, con una voz que apenas si podía escucharse conforme los pasos del desconocido se acercaban a ella.

Se cubría la cabeza con ambos brazos para no tener que ver a su verdugo.

—Que sea rápido... no quiero morir... pero que sea rápido—

Pero el golpe nunca llegó y los pasos se fueron alejando del sitio, mientras resonaban sobre el adoquín del callejón hasta perderse en la lejanía.

Giorgiana se quedó sentada ahí por unos minutos más. Pensó que cualquier movimiento haría volver a aquella amenaza, pero simplemente no sucedió, siendo el canto de un gorrión lo que la sacó de aquel trance de histeria y pánico.

Se dio cuenta que tenía las mejillas húmedas, había llorado y no se había dado cuenta de esto, quizás por el miedo. Se levantó como pudo del suelo, arrastrando el vestido por el charco de sangre, evidencia de lo que había sucedido ahí y salió caminando del lugar en dirección al bosque.

********************

La noticia de que la hija de los Brandford había huido de su propia boda se corrió por la comunidad como un reguero de pólvora. Durante los eventos sociales, las damas de la comunidad cuchicheaban y se lamentaban -con toda la sinceridad que mujeres frívolas podían sentir por su semejantes- por la suerte y reputación de la pobre Giorgiana.

Pero como con todos los chismes y noticias locales solía suceder, se olvidaron pronto de la primicia hasta que la hija de 15 años de los Gellert huyó para casarse con un soldado.


Giorgiana leía con aire distraído, la pequeña invitación que había recibido esa mañana para asistir a la fiesta de gala por la celebración del día de la Reina el próximo sábado en la finca de los Fitzgerald. Giorgiana se había empeñado en no salir de la residencia, pero su padre -tan persuasivo como siempre- obligó a la joven a asistir, sobre todo, para arreglar las relaciones sociales con el viejo gordo con el que se casaría si o sí, sin importar cuantas veces intentara huir de la iglesia para impedirlo.

Los siguientes días para los preparativos se dieron con calma. Giorgiana lucía cansada, pálida, consecuencias de las malas noches que había pasado desde aquel evento en el callejón, soñando a una figura romperse por la mitad sin motivo aparente, omitiendo al varón que se había alejado de ahí con tranquilidad sin la intención de dañarla.

—¿Dónde tienes la cabeza, Niña? —Le espetó la ama de llaves que acompañaba a la joven Giorgianaa comprar los accesorios que usaría para esa noche. Giorgiana se disculpó con una leve cabezada y continuó con las compras, sintiendo el corazón latirle fuerte y la sensación de ser observada desde algún sitio.

Dos días después, el carruaje de los Brandford arribaría a la finca de los Fitzgerald, para mostrar a Giorgiana ya sea como la moneda de cambio para un viejo avaro y la solución de las deudas de su padre, o como la comidilla de la crema y nata de la sociedad británica.**
 
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