Habían pasado apenas tres días desde la celebración de un nuevo milenio y el festival continuaba en las vastas tierras de la Ciudad de Shahees'ra en el Dominio del Sol. Una cosecha próspera y grandes avances tecnológicos habían llevado a una gran alegría en el pueblo de los Hijos de Ra. Sin embargo, curiosamente, con el paso del milenio era más común para ese Imperio del Panteón de las arenas infinitas que se filtraran visitantes ya fuese fuera o dentro de la ciudad, y es en un momento así donde nos encontramos.
Dos musas y un muso del lugar hacían algo de viento al muchacho con grandes abanicos, no eran esclavos sin embargo, no llevaban collares o atuendos que lo hicieran parecerlo, pero definitivamente tampoco estaban hechos para el laburo pesado o guerra, su labor era sin duda otra.
Cuando de repente así los tres hicieron una amplia reverencia, y de ese modo la sombra de una figura alta cayó por sobre la espalda de Amakatsu, reflejándose así en el suelo frente a él, ya que la luz del sol caía a sus espaldas a pesar del toldo hechizo que le daba algo de sombra, de ese modo una voz calmada pero profunda se hizo presente simplemente profiriendo. — Veo que Eheb os ha tratado a la perfección guerrero de otros lares, las Arenas Infinitas tienen muchos secretos de antaño, y en ocasiones aquí o más allá en el cosmos existen asuntos con los que yo debo lidiar frente a frente. —