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Año 30.000 después de la batalla de Apophis.

Día 6 del mes 6.
Una de las tantas entradas a la vasta ciudad de Shaheesra estaba unida a un amplio sistema de cuevas que se forjó en una batalla de antaño. Aquel lugar solía ser dónde lanzaban a los traidores y personas que eran condenadas a muerte, lo cuál era una opción distinta al simple exilio por sobre las desoladas tierras de la Arena Infinita. Un lugar obscuro que muchos temían, y uno que los residentes de la capital del Dominio del Sol solían evitar, sin embargo, es allí donde la historia empieza...
 
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Agares1581086 · 36-40, M
No hacía muchas noches Setesh, había tenido una revelación, aquel tan conectado con el dios Set, como con la obscuridad misma que comenzaba lentamente a zurcar los alrededores, una de la cuál hubiese hablado con Horakthy III, el monarca del Dominio, y también nueva reencarnación de Horus, si él personalmente no le hubiese exiliado. Quizá a pesar de que esas sombras terrible se arrastraban hacia esa enorme ciudad luminosa, sentía una extraña satisfacción Setesh al pensar que Agares/Horakthy pudiese obtener su merecido.

Sin embargo esa noche no estaba aquí por gusto personal, o venganza, algo más lo había llamado, despertado, ese día estaba destinado a conocer a la deidad cuyos pasos habría seguido por tanto tiempo, o al menos así sus sueños le hiceron creer. — ¡Dios del Caos y la Tormenta! ¡He sentido en mis venas vuestro despertar!— Profirió la voz juvenil del pelirrojo, esperando que solamente no sonase como un loco descabellado. ¿Respondería la deidad que tanto siguió siempre?
Agares1581086 · 36-40, M
En medio de brechas entre realidades, susurros sobre Apophis y murmuros sobre el culto de Set reviviendo, se encontraba una figura sombría justo a la orilla de ese profundo abismo, su cabeza cubierta por un casco en forma de chacal el cuál retiraba lentamente para así dejar que los vientos ondearan sus rojos cabellos, al tiempo que sus ojos profundos veían la negrura misma del enorme barranco frente a sí mismo. — ¿.. Podría ser? — Mucho tiempo, el pelirrojo sintió una enorme conexión con la obscuridad, y el hurto de algunos libros sagrados le hicieron aprender sobre Set, inclusive su nombre, como si sus difuntos padres hubiesen sabido su destino, era Setesh.


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