En los subterráneos lares de la antigua necrópolis construída bajo las ruinas de la pirámide principal, cual fuese tumba de los avatares de anteriores monarcas, solían caminar los sacerdotes de Osiris, y los agentes de Anubis, con gracil calma y expectativa, casi nunca nada sucedía allí, al menos no a ojos del público, ya que en las partes más profundas de estos guardados y misteriosos lugares se encontraban los cuerpos momificados de antiguos nobles de sangre y guerreros importantes, y claro los portales principales a algunas dimensiones extrañas e inexploradas.
Se acomodó finalmente, sacudió sus prendas que también habían quedado con arena. La idea del lugar donde se metió no salía de su cabeza para nada, así que se encargó de sacudir su cabello, a ver si también servía para que sus ideas se acomodaran.
Atrapó lo que le dió ¿Era un diamante? Negó, no pretendía quedarse mucho tiempo ahí, ¿no? ¿Quizás estaba condenada a vagar por ese lugar? Se estremeció de una.
Cuando la cantimplora llegó la agradeció realmente, abrió la misma para dar un sorbo largo, lo necesitaba, la boca le sabía a arena. — Entonces... ¿Dónde crees que sea más conveniente ir sin que nos sigan espectros de oscuridad? — caminó hacia él.
