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Los días transcurrieron de la misma forma en la que habian llegado: juntos. No le quitaba los ojos de encima a Jana, no sólo porque se sentía más enamorado que nunca de ella, también por miedo.

La familia de Aemond no lo miraba con amor; tan sólo su madre lo hacía, pero en esa mirada también se mezclaba remordimiento. Ella sabía que sus hijos podrían morir pronto, todo dependía de la muerte del Rey.
El tuerto era muy distinto en casa: serio, de andar derecho y estoico, también de pocas palabras. Era un buen escucha de los mayores, y no perdía la oportunidad de aprender algo sobre el rei
 
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AemondTargaryen · 31-35
La tensión era increíble. Nadie parecían querer tocar el tema del sucesor, aunque Rhaenyra ya hubiese sido declarada como ello. Nadie la seguía, y los pocos que la apoyaban le temían a su esposo.

Aegon era un títere de su madre y su abuelo. Sabía que se reunían en secreto, y por algunas reuniones a las que acudió se enteró que pensaban tener todo bajo control; error fatal. Tuvo que encargarse él mismo de mantener el pueblo bajo control, así que las ocupaciones lo hicieron no ver a Jana en días, tampoco saber qué ocurría con ella.

Pedía que se le informara si estaba bien, entonces seguía con sus asuntos. Dormía bastante tarde, luego despertaba temprano. Corría de aquí a allá, hasta que el día llegó.

Aegon intentó asesinar a Rhaenyra y ella declaró la guerra. Sin avisar se fue a Rocadragón a planear sus movimientos, y con ello llegó otra noticia que lo dejó helado.

Jana no estaba.
Thelilacwitch · 22-25
Pero su pieza había estado moviéndose en secreto; Janâ aceptó por fin la habitación que tenía destinada desde el comienzo, era selectiva con quienes hablaba y de la nada Rhaenyra se había vuelto una conocida. Fueron cambios bruscos que al comienzo su esposo no notó.

Ya no tenían intimidad ni se besaban en los pasillos... Janâ apenas recordaba la última vez que lo abrazó sin formalidades.
Thelilacwitch · 22-25
Lo supo entonces. El rey había muerto y con él esta vida de ensueño y libertad. No era nada comparado al destino de Aemond que prometía poder, riqueza y paz.

¿Paz? Esperaba que su cerebro no lo haya inventado.

Mantuvo la mirada fija en su ojo al tiempo todos los recuerdos a su lado la golpearon. Y para no verse de quebrantada por la incertidumbre venidera se puso de rodillas ante él tomando una de sus manos, besó el dorso jurándole estar dispuesta a sacrificar lo que sea por su causa.

El luto duró muchos días. No pudo estar cerca debido al acuerdo con Aemond y lo mejor era no mostrarse seguido para no formar parte del tablero de juego.
AemondTargaryen · 31-35
No había dicho nada. Estaba dentro de sus pensamientos analizando qué hacer primero, aunque con clara resistencia. Sabía que si salía por esa puerta muchas cosas iban a cambiar; nada sería lo mismo. Puso sus manos sobre los hombros de Jana y quiso quedarse allí, volver a la cama con ella y acurrucarse a su lado bajo las sábanas, poner en pausa su destino.

Usó el pulgar para acariciar su labio inferior muy despacio.

— ¿Estarás conmigo? —
Thelilacwitch · 22-25
Si hubiera alcanzado a escuchar lo dicho hubiera entendido la actitud de su marido. Se deslizó por las sábanas y se paró frente a él para ayudarle a vestirse, no tuvo que decir nada para hacer notar su curiosidad.

Aún quedaba el rastro tibio de los dos en la habitación, lo sentía muy bien debido a su desnudez. Suspiró. Una vez le ajustó los pantalones y le acomodó el chaleco de cuero levantó la mirada evidenciando lo que quería.

No quiso hacer caso a presentimiento, no le gustaba lo que sentía al respecto.
AemondTargaryen · 31-35
Rexus le había escrito hace un par de días. Le contó cómo toda la academia sabía que Jana había ido a Westeros y ninguno de los dos volvió para el próximo año; muchos ya adivinaban que estarían casados o al menos teniendo mucho sexo.

Bueno, tenían razón.

Ahora estar con ella era diferente, mejor. Después de su boda hizo el amor con ella lleno de energía, como si ese derecho legítimo al hacerla su esposa lo motivara. Los días siguientes fueron igual: ruidosos, intensos, bastante satisfactorios. Era como estar de vacaciones de absolutamente todo.

Un día eso terminó. Llamaron a su puerta con urgencia, y después de atender se quedó palido, luego se apresuró a vestirse con torpeza.

Su padre había muerto.
Thelilacwitch · 22-25
Źytkow ya no existía dentro de ella. Era la esposa de Aemond Targaryen y por ende su igual. Nada de su pasado importaba y en secreto sus orígenes quedaron enterrados; no podía ignorar la academia todavía, seguía siendo una etapa que terminar. Por el momento imposible de hacerlo.

Las clases ya habían comenzado hace dos meses y la pareja decidió dejarlo en segundo plano porque habían cosas más importantes que atender. Como tal su matrimonio no era un deber, sino un deseo de ambos que contribuía a los planes.

El día transcurrió con la normalidad de siempre. Los únicos cómplices de la gran aventura y hazaña se miraban teniendo cuidado de no crear una chispa evidente.

Pero claro que lo era. Habían rumores, no importaban gracias la disputa por quien heredaría Driftmark. A Janâ le parecía una cortina de humo perfecta para disfrutar el silencio de su nombre y el de su esposo en las bocas ajenas.
AemondTargaryen · 31-35
Fue un momento tan pleno y natural que no hubo duda o nerviosismo alguno en la ceremonia. Todo aquello se sentía bien, demasiado, como si estuviese destinado a ocurrir en su vida, y le encantó que fuese con ella. No le quitó los ojos de encima, incluso acarició su mejilla con el dorso de su mano de vez en cuando; todo salió bien. Nada hizo falta.

Pagó una buena suma por una copia certificada de la unión, escrita y sellada por el sacerdote y firmada por los testigos. Le entregó ese documento a Jana, como si fuese una especie de póliza. Si algo le sucedía y ella quedase embarazada eso era la prueba de su identidad.

— Por más lindo que Jana Targaryen suena, de momento no podrás usarlo. Pero recuerda, ahora ese es tu verdadero nombre. — Besó su frente, ya de salida de la ceremonia.
Thelilacwitch · 22-25
¿Remordimiento de qué? No lo sabía, pero estaba preparada para enfrentar cualquier obstáculo junto o lejos de su esposo.

Ahora era su esposo. Almas unidas en lo inquebrantable. Hasta que la muerte los separe.
Thelilacwitch · 22-25
La ceremonia transcurrió en Alto Valyrio, contó con la ayuda de Aemond para comprender lo que se decía. Los anillos fueron puestos, a Janâ le temblaban las manos pero logró colocarlo en su dedo anular. Y no importó que el suyo le quedará flojo, en algún otro momento se darían el lujo de mejores sortijas y de una celebración más típica.

Lo único reluciente junto a las velas era como se admiraban mutuamente. Janâ estaba decidida, contenta de que Aemond fuera el indicado y que fuera correspondida. El lazo que los unía se estrechó, no había espacio para nada más.

El beso fue el sello de toda la ceremonia, la forma más sencilla de demostrar cuán enterrados estaban en el otro.

Los matrimonios pueden ser quebrantados sólo por la muerte. De
algún modo sentía menos remordimiento al casarse y unirse a él de forma oficial.

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