fue la sonrisa que mostró. Había en ese aperlado gesto un mínimo aire travieso; de ser un forastero, poco conocería la actitud cerrada de la soberana. – Es inusual inviten a bailar a.. — Dio una breve pausa. No, tampoco quería asustarlo. Ni mostrarse como una amenaza — Tan.. Mala danzarina. —

Ni bien terminó sus palabras, lo guió a la extensa pista. Sirvientes y arcadianos estaban tan concentrados en divertirse que, nadie miró con extrañeza la presencia de la Regina entre ellos.

La música se suavizó hasta quedar en silencio; pronto, la orquesta se reanimó y dio pie a una tonada más.